Un paseo por los encantos de Trier (mayo de 2009)



Asentada en la margen derecha del ancho río Mosela (el Mosel), que moldea con constantes meandros un quebrado valle que va a morir en el Rhin, Trier, o Tréveris, presume de los más de dos mil años de historia que atestiguan los numerosos restos romanos que hablan de la solera de su piedra vieja. Fundada en el 16 antes de Cristo, sus orígenes se ahondan aún más, en los asentamientos célticos previos a la llegada de Roma: los Treveri ocuparon la zona tres siglos antes y construyeron en la zona el primer asentamiento con carácter urbano al norte de los Alpes. Es por eso, para mayor orgullo de los lugareños, que Trier, universitaria y turística, sea considerada la ciudad más antigua del estado alemán: aunque es un sentimiento por el que pugnan con otras villas, los documentos confirman que fue la primera en adquirir tal estatus; Trier, la del apellido cinematográfico, es la cuna de un personaje tan influyente para la historia del mundo como Karl Marx, el autor de El Capital. Su sorprendente cercanía a Luxemburgo, apenas unas decenas de kilómetros por una excelente autovía llena de coches de lujo, invita a dedicarle una mañana y una tarde si te encuentras en el vecino Gran Ducado.

La puesta en escena de la llegada comienza a prometer. Abandonamos la autovía E-44 para coger una carretera convencional de tráfico fluido y más coches de lujo que, entre curvas que desafían la pendiente, nos dejan en el puente del kaiser Guillermo (más al sur se encuentra el romano, el römerbrücke). Un rápido recorrido por un casco urbano de avenidas generosas, arboladas y completamente planas nos deja en el aparcamiento, en realidad un solar acondicionado como tal, junto a Paulistrasse. Desde aquí, ya andando por la citada calle, nos plantamos en la intersección entre Theodor-Heuss Alle y la Nordalee. Enfrente, ligeramente hacia la derecha, emerge la Porta Nigra. Atonta su presencia. Encoge el alma. Los vestigios de la antigua Augusta Treverorum son numerosos, empezando por la Porta Nigra, patrimonio de la Humanidad desde 1986 y símbolo inconfundible de esta ciudad de Renania-Palatinado por el ennegrecido color que tomó la piedra con el paso de las centurias.

Pasamos bajo la Nigra, entramos en la Marktplatz y enfilamos el centro urbano, completamente peatonal, comercial y animadísimo en cuanto ambiente, de Trier. La Simeonstrasse nos deja en la Hauptmark, plaza de coloridas y pintorescas fachadas y McDonald´s medieval, desde la que alcanzamos rápidamente la Catedral de San Pedro y otros restos romanos próximos, como los conjuntos termales (las Kaiserthermen son los más cercanos), el anfiteatro. Fue la romana la gran época de la villa. En el Bajo Imperio, con la puesta en marcha de la tetrarquía como forma de gobierno (siglo III d. C.) Tréveris se convirtió en una de las cuatro capitales del Imperio, y por tanto un centro religioso y económico, gobernada por Constancio Cloro.

En la Catedral de San Pedro, conocida como la Dom y el templo católico más antiguo de Alemania, encuentra esta ciudad, que en la actualidad frisa los 100.000 habitantes, otro de sus atractivos. Levantada sobre restos romanos, su origen se encuentra en la donación de una casa de su propiedad que Santa Elena, la madre del emperador Constantino y primera esposa de Constancio, le hizo al por entonces obispo, Agricio. Sobre su solar se edificó una primera gran Basílica que, con el paso de las centurias, crecería y variaría su fisonomía, al mismo tiempo que lo haría una ciudad cuyo centro ofrece aires muy medievales. San Pedro, eso sí, siempre mantuvo otro de los grandes atractivos de la ciudad: la Santa Túnica de Cristo que, cuentan, trajo a Tréveris Santa Elena. Algo de esta historia se puede leer en el fresco de una fachada en la Sternstrasse, antesala de la plaza de la Dom. Muy poquitas veces ha podido ser contemplada en exposición esta reliquia muy venerada.

No lejos se encuentra el Palacio de los Electores (Das kurfürstliche Palais) y sus cuidadísimos jardines, de aires versallescos y en las que turistas y lugareños encuentran un lugar para reposar. Si el día sale soleado, con esa intensidad primaveral que a veces aparece en el centro de Europa, el césped se puebla de multitud de pandillas, gente de todo tipo a su aire, sin meterse con los demás. Alguna que otra cerveza, como también alguna que otra guitarra. Se ven tatuajes, se ven cortes de pelos extraños, se ven piercings sorprendentes y se ven familias con hijos. Una mezcla extremadamente respetuosa con el entorno. Antes de regresar hacia el coche, una escala en una de las pobladas terrazas de la Kommarkt para disfrutar, faltaría más, de una buena cerveza. Una jarra de Bitburger de barril no tan fría como te puedas tomar un botellín en Andalucía pero deliciosa al paladar. Sorprende estar en una terraza donde la mayoría de la gente permanece, aun cuando esté acompañada, casi en silencio, mirándose, como autorreflexionando. Las animadas tertulias eran testimoniales.

Trier. Ubicación geográfica en las cercanías de Luxemburgo. La ciudad más antigua de Alemania.


Descendemos hacia Trier: el Mosela ha moldeado durante siglos una zona de colinas y valles.


Fuerte pendiente para bajar al río... Buena zona para un mundial de ciclismo.


El cartel anunciador del río Mosela y uno de los "acantilados" arbolados que lo rodean, vistos desde el Kaiser Wilhelm Brücke.


Ahora sí: el puente sobre el Mosela.


Casas enfrente del aparcamiento donde estacionamos el coche.


Caminamos por Paulinstrasse hasta la zona monumental. Esto es lo que vemos.


Estamos en Alemania: buenos coches y fachadas muy diferentes.


La Porta Nigra: espectacular testimonio de los siglos.


Sus arcos de entrada, un paso sentimentalmente obligado.


La Porta Nigra, con más detalle (1).


La Porta Nigra, con más detalle (2).


La Porta Nigra, con más detalle (3).


La Porta Nigra, con más detalle (4).


Zona "entrefachadas" de la Porta Nigra, con una acústica muy especial, por cierto.


La Porta Nigra, vista desde la Marktplatz.


Fachadas en la Simeonstrasse.


Simeonstrasse: en el número 19, dice una tradición, habitaron Melchor, Gaspar Baltasar. O sea, que los Reyes Magos estuvieron por aquí.


Al fondo ya se ve el campanario que preside la Hauptmark.


Fachasas curiosas y tejados a dos aguas en la Simeonstrasse.


Aunque no pueda parecerlo a simple vista, éste edificio alberga un McDonald´s. Fíjense en la ventana de la segunda planta abalconada.


La Hauptmark, con Sant Gangolf presidiendo.


Dos palomas escudriñan el empedrado en busca de migajas que comer.


La Dom.


Callejero.


Huérfana de un estilo único y bien definido, la Dom no deja de ser un edificio de gran belleza.


Otra vista de la Dom.


En los frescos de esta fachada se cuenta, supuestamente, la historia de la ciudad y de la Dom.


El reloj que preside el campanario de la Dom.


En esta urna se conserva la túnica sagrada que portó Jesucristo.


Recargada cúpula del interior de la Dom.


A través de ese pórtico de aires barrocos se accede a la sala en la que se conserva la túnica sagrada; tuvimos suerte, ya que no siempre está expuesta a los viajeros.


Interior de la Dom.


Columnata que rodea al atrio de la Dom.


Detalle de las bóvedas de las galerias que rodean el atrio: esbeltos arcos ojivales que nos muestran una motivación gótica.


El atrio de la Dom (1).


El atrio de la Dom (2).


El atrio de la Dom (3).


El atrio de la Dom (4).


El atrio de la Dom (5).


Publicidad de lencería junto a una señal de prohibido jugar en la calle por la presencia de tráfico.


Un comercio de nombre inspirado en un hijo de la villa.


Bella fachada del palacio de los electores.


El palacio y sus jardínes.


Unos turistas inmortalizan una instantánea frente al palacio.


Fuente de los jardines (palastgarten) del Palacio de los electores.


El pie, estatua ubicada frente a la entrada de las termas y otros restos de origen romano.


Una rápida comparativa...


Los Palastgarten, muy concurridos en una día soleado.


Los Palastgarten, muy concurridos en un día soleado (2).


De paseo por los jardines. El muro de la derecha es de origen romano y alberga canalizaciones de agua para las termas, que están detrás de donde fue tomada esta foto.


Escultura de la entrada al Palacio de los Electores: lo que parece una noble dama, encorsetada en lo que parece un cuerpo de león. Una esfinge, aunque ésta tiene naríz.


Un perro curioso y juguetón.


Un turista degusta una bitburguer, una de las marcas míticas de Alemania: en el mercado desde comienzos del siglo XIX.


Terrazas en la concurrida Kommart.


El callejeo final, con rumbo al coche, por Fleischstrasse.


Callejeando.


Requetecallejeando.


¡Hasta la próxima, Trier!










Nota 1. Buscando, posteriormente, información sobre la ciudad (las excursiones un poco improvisadas no te permiten documentarte todo lo que quisieras y siempre pueden ocasionarte alguna "ausencia"), dimos con un blog magnífico que, de forma monográfica, se basa en Trier: una imagen al día de este bello rincón alemán.

Nota 2. Si se animan a viajar a Trier, es posible que
este mapa del centro histórico les sirva de ayuda.