De Vila Nova de Gaia a Oporto: bodegas, Duero, Ribeira, Clérigos y grandes panorámicas (febrero de 2011; abril y octubre de 2012)



El del vino es todo un mundo que se lleva bien con la gastronomía, hace buenas migas con el turismo y puede hacerlas con el deleite de una hermosa panorámica. Y en esa propuesta andan desde septiembre de 2010 por los pagos de Vila Nova de Gaia, frente a Oporto, en una experiencia vínica, culinaria y visual.Y todo a un tiro de piedra en avión (una hora de vuelo y once kilómetros desde el aeropuerto Francisco Sá Carneiro) que tuvimos la suerte de conocer por un compromiso laboral. Nuestra idea de Oporto se va hacia lo que se considera Grande Porto, la ciudad y su periferia, la segunda concentración de habitantes del país tras la de Lisboa y un nombre histórico del fútbol europeo (al Boavista, el otro club de Oporto, está en horas bajas, descendido por problemas económicos). Pero no. La ciudad es mucho más pequeña. Tanto, que en términos poblacionales la segunda ciudad de Portugal tras Lisboa es Vila Nova de Gaia. Enfrente mismo, sólo separada por el Duero, quién no diría que es un mismo núcleo urbano que se extiende a ambos lados de las aguas. En la margen derecha se extiende Porto. En la izquierda, Vila Nova de Gaia. Y unidas, como si de una suerte de cordón umbilical de aires “eiffelianos” se tratase, por el majestuoso, pintoresco y fotogénico puente de Luis I.

Nos encontramos allí donde se concentran centenarias bodegas (34 de las 50 principales marcas están aquí) en las que aún dormitan algunos de los mejores caldos de Port, entre una deliciosa red de empedradas callejuelas que ascienden por la ribera izquierda del Duero, la productora de las marcas Croft, Taylor y Fonseca inició en septiembre de 2010 la aventura temática del The Yeatman, un hotel vinícola bautizado así por Dick Yeatman, uno de los grandes dentro del sector angloluso del vino. Los caldos orientan las propuestas sabores y texturas que propone la cocina de Ricardo Costa, forjador de toda una estrella Michelín en su anterior cocina (las estrellas se quedan en el restaurante, no viajan con el chef, nos parece interesante la matización). Pero también se dejan ver por la zona de spa y masaje como vinoterapia e incluso condicionan la fisonomía misma el recinto, distribuido en terrazas como muchos de los viñedos que alimentan las barricas. Hablamos de unos 13.000 metros cuadrados de instalaciones más otra cantidad similar de jardines y perímetro.

Aquí en el The Yeatman no hay carta, hay wine book con más de 1.000 referencias. Todos los jueves se celebran en el pequeño comedor del The Yeatman las llamadas cenas vínicas, donde cada semana colabora uno los 64 productores asociados y para la que el chef Costa implementa un menú único e irrepetible. Estos parceiros, tan vitales en el proyecto que apadrinan las 82 habitaciones del hotel y personalizan sus decoraciones con botellas gigantes o cabeceros de cama construidos con viejas barricas, nutren buena parte de las 26.000 botellas de la bodega. Puede resultar pocas, de primeras, esas 82 habitaciones (once de las cuales son suites), una cantidad fijada adrede. Cada una, con unos 40 metros cuadrados de espacio más otros diez o veinte de terraza, es un espacio más concebido para el relax. ¡Cómo será que hasta los ascensores están decorados con una reproducción panorámica de los viñedos del alto Duero o el interior de una de las cercanas bodegas!

Lo de Port viene por cómo conocen los ingleses tanto la ciudad como el vino. Para los portugueses, estamos en Porto. Pero fueron los primeros los que revolucionaron la industria vinícola de la zona. Hasta tal punto llegó el asunto que lograron la primera denominación de origen de la historia, en 1756. Cuentan que el nacimiento del Oporto, un vino más amigo de dulces que de la mesa, fue casual. O al menos hijo de la necesidad. Los vinos, durante su viaje hacia Inglaterra, muchas veces se echaban a perder en la travesía. Los comerciantes idearon el añadirle aguardiente de uva (spirit) durante la fermentación, con lo que el caldo se asienta con azúcar natural de la uva y se vuelve más resistente. Así se podía aprovechar la bondad climatológica de una zona que garantizaba un envejecimiento lento y armonioso antes de transportarlo al mercado inglés. Y así se configuró un tipo de vino que resumen tres características: es dulce, es altamente alcohólico y es fuerte. Son dos los métodos de envejecimiento del Oporto: o en madera, ya sea tonel o cuba de roble, o en botella, el método de parto del vintage, un caldo esepecial porque pertenece a años en los que la vendimia se ha considerado “excepcional” (la última vez, en 2007) y para el que la uva se pisa según el método tradicional.

Y siempre, a nuestros pies, el pausado discurrir del Duero y su banda sonora de lejanos tañidos de campañas, rumores de un tráfico intenso o los cercanos graznidos de gaviotas y cánticos avícolas mucho más modestos. Enfrente, de postal, Oporto. La ciudad del trabajo, que le dicen y por lo que se enorgullece. Su barrio de Ribeira.Su casco viejo patrimonio de la humanidad, donde su catedral, la anárquica distribución de sus coloridas y muchas veces estrechas construcciones y la silueta de la Torre de los Clérigos o la minúscula y no menos pigmentadísima Praça da Ribeira llaman nuestra atención; aunque no tanto como el muelle de la Ribeira (Cais da Ribeira) o el emblemático Puente de don Luis I, inaugurado en 1886 y obra de un belga, Theópile Seyring, discípulo de Eiffel. La gran atracción de Oporto, su gran referente iconográfico. La imagen, en suma, de la ciudad. “Cualquier momento en que no se está bebiendo Oporto es una pérdida de tiempo”, le atribuyen a Percy Croft, el último de los miembros de la saga Croft. Diríamos más, por aquello de que a muchos no les gustará el vino. La perdida de tiempo es no viajar a Oporto a perderse por sus callejuelas y las de la cercanísima Vila Nova de Gaia.

Ubicación geográfica de Oporto y Vila Nova de Gaia, la segunda gran concentración urbana de Portugal tras la de la capitalina Lisboa. Un dicho luso cuenta que en Braga se reza, en Coimbra se estudia, en Oporto se trabaja y en Lisboa se divierte. Una explicación folclórica a ese pique secular entre las dos grandes urbes lusitanas desde la perspectiva de las gentes de Oporto. El dicho en portugués, donde se suelen cambiar el orden "de los sumandos", dice: "Lisboa diverte-se, Coimbra estuda, Braga reza e o Porto trabalha".


Amanece, un sábado de febrero, y algunas brumas ocultan el mosteiro da Serra do Pilar, en Vila Nova de Gaia, y el célebre puente de Luis I (izquierda) que une esta población con Oporto.


Vistas de Oporto, el Duero, Vila Nova de Gaia y el Puente de Luis I, desde la terraza del bar del espectacular hotel The Yeatman.




El acceso principal a The Yeatman, desde la rúa do Choupelo.


El hall del The Yeatman, con un presidencial Baco recibiéndonos. Claro, la vetusta divinidad de las cuestiones vinícolas y etílicas...


Uno de tantos rincones que invitan a la lectura o la conversación.


El exterior del The Yeatman bebe y se inspira en las terrazas donde se asientan muchos viñedos río Duero arriba. Al fondo, viviendas de Vila Nova de Gaia.


La biblioteca, que también es un espacio habilitado, el único, para fumadores. "Algunos amantes del vino no descuidan un buen puro", nos comentaban algunos de los directivos del hotel.


El pequeño pero elegante restaurante del The Yeatman, con 55 plazas, un lugar donde disfrutar de las creaciones del chef Ricardo Costa. Los almuerzos aquí se dilatan por una hora y media o dos. Es un sitio, nos cuentan, para disfrutar y en el que no hace falta ser un experto en vinos.


Ropa tendida en una terraza junto a la bandera de Portugal que ondea cercana en medio de construcciones de mucho encanto. Vistas sobre un Vila Nova de Gaia más popular y real.


La piscina al aire libre del The Yeatman (con vistas impresionantes sobre el Duero y Oporto). Se aprecia a la perfección la disposición aterrazada de la planta. Uno hotel con varios niveles...


Otra vista de las diferentes plantas del The Yeatman.


El entorno del The Yeatman está copado por viejas bodegas, la mayoría visitables. El del vino ha sido el gran sector industrial de Vila Nova de Gaia, cercana a Oporto y mucho más barata en cuestiones de suelo y demás. Hoy en día la mayoría de las firmas han ido alejándose de la ribera del Duero para instalarse en instalaciones más modernas, pero no han dejado de emplear sus viejas sedes en absoluto.


Este "telescopio" procede de un barco japonés, como se aprecia en una placa, y nos permite acercanos al "cercanísimo" Oporto y el río Duero.


Oporto, preciosa vista que invita al relax presidida por su palacio episcopal, su catedral y su célebre Torre de los Clérigos. Se le atribuye al escritor y poeta Teixeira de Pascoaes la frase: "O Porto é um arrabalde de si mesmo". Y estas panorámica a veces sí invitan a pensar así.


Piscina cubierta, en la zona de spa y masajes; también con vistas magníficas sobre la ciudad.


Esto sí que es "una habitación con vistas". Esbeltísima, en el centro, la Torre de los Clérigos.


Habitación 109, la apadrinada por DFJ Vinhos.


Otra habitación del The Yeatman, la Taylor´s Port.


Cama giratoria de una de las mejores habitaciones del The Yeatman, una suite bautizada como Bacus.


Un plato de degustación del chef Ricardo Costa.


Montaje de exposición de diferentes caldos en la tienda de vinos del The Yeatman.


Otra propuesta de Ricardo Costa. En todos sus platos siempre se tiene en cuenta con qué vino se va a tomar. En base a los posibles candidatos, busca potenciar sabores y texturas a partir de muchos alimentos típicos de la cocina portuguesa.


La bodega Taylor´s, en primer plano. En la panorámica se extienden las instalaciones de otras muchas marcas: Wiese &Krohn, Barros, Cockburn´s & Martínez, W&J. Graham, Ferreira,...


¡Una calle muy estrecha para que pasen camiones!


Los carromatos, antiguamente, o las carrinhas o las furgonetas, más actualmente, sí podrían circular por aquí. Como ya se ha apuntado, muchas marcas se han trasladado al extrarradio de Vila Nova de Gaia, a instalaciones más modernas; sin embargo, conservan las viejas bodegas como lugar de cría de algunos de sus mejores caldos y como atracción turística visitable. Se suele pagar una entrada de unos 2 o 3 euros, según la casa, y eso incluye una pequeña degustación.


Bodegas Offley Forrester, vistas desde la rua Guilherme Braga. ¡Estamos muy cerca del paseo fluvial, que se siente cercano!


Caminando entre bodegas por las fuertes pendientes de la empedrada rua do Choupelo.




Offley. No debe sorprender que muchas bodegas tienen nombres británicos. Los ingleses, por lo general siempre muy próximos a Portugal como alíado, fueron los grandes impulsores de la industria vinícola de Oporto, muy centrada en la exportación.


Bodegas Croft, una de tantas visitables en Vila Nova de Gaia, con el plus de que se enorgullece de que fue la primera que se estableció en la zona, allá por el siglo XVI. En temporada baja, nos contaba una guía nativa de Panamá, reciben unos 200 visitantes diarios. Sólo en agosto por sus galerías pasaron unos 11.000 viajeros. Este almacen es conocido como Terreirinho.


Barricas centenarias de Croft en el almacén llamado Terreirinho, con más de 140 metros de largo. La empresa comenzó a exportar en 1678 bajo la denominación Phayre & Bradley y posee la actual denominación desde 1736. Sus propietarios son los Yeatman (los del hotel anteriormente mostrado) y los Fladgate.


En la recepción, una foto aérea de la finca en la que se encuentran las vides que alimentan las barricas de Croft: Quinta da Roêda. Uno de los secretos de su calidad está en las viñas, con profundas raíces dado su cultivo en terrazas sobre el Duero. Sobre la Quinta (en portugués se llama así a toda finca con viñedos) escribía el poeta Barral: "Si esta región de vino fuera un anillo de oro, Roêda debería ser el diamante".


Barricas, catalogadas y controladas.


Probando los Croft. El pink, lanzado en 2008; el ruby, un reserva con entre cuatro y cinco años de crianza; el blanco, un caldo más para aperitivos, y el towny, de diez años y con aromas de miel y caramelo.


Una fachada de la parte baja de Vila Nova de Gaia, en la calle Cândido dos Reis (vista desde el nacimiento de la rua Guilherme Braga).

Ingresamos en la Bodega Ramos Pinto, otra de las bodegas míticas de Oporto con muchísimo renombre en Brasil y una producción de más de dos millones de litros anuales, la mitad como vino de Oporto y la otra como vino de mesa. La firma fue creada por Adriano Ramos Pinto en 1880, cuando él apenas contaba con 21 años. Junto a su hermano Antonio levantó todo un imperio. En muchas cuestiones Adriano fue un pionero y un visionario, ya que impulsó el uso de la publicidad (como se aprecia en la foto, apoyando de paso la creación artística en sus innovadores carteles; tanto que incluso rompían con ciertas convenciones) y el "merchandising" para potenciar unas mayores ventas; también apostó por mejorar los etiquetados para evitar las falsificaciones. En su política de posicionamiento, incluso, llegó a pintar la fachada de su bodega de amarillo para que llamase la atención entre las demás instaladas en Vila Nova de Gaia. Un figura, vamos, al que también le acompañó la polémica.



Viejas oficinas de las Bodegas Ramos Pinto, convertidas en un espacio museístico. Allí descubrimos la historia de la firma y cómo Ramos Pinto en sus orígenes no producía vino, sino que simplemente se dedicaba a la exportación. Su Adriano tuvo muchísimo éxito en Brasil y desarrolló un caldo para la eucaristía (Prelado). Ramos Pinto, mecenas del arte, también apoyó la travesía aérea por el Atlántico Sur de Gago Coutinho y Sacadura Cabral allá por 1922. En la exposición se conserva una botella firmada por los dos militares lusos con la que celebraron el éxito de la aventura. Las Bodegas Ramos Pinto comenzarían a producir en 1919 tras la adquisición de la primera de las cuatro fincas que posee en la actualidad: la Quinta de Bom Retiro.

Barricas en las Bodegas Ramos Pinto. Entre 1979 y 1981 la firma avaló un complejo y completo estudio sobre 80 castas distintas de viñedo para hallar la más idónea para su terrenos y su metodología de trabajo. En busca de la excelencia, que diría aquel.

Degustación de productos de las Bodegas Ramos Pinto. Muchísimos turistas brasileños acuden a estas instalaciones, sobre todo durante el otoño e invierno europeo. "Los brasileños siempre preguntan por Adriano", nos cuentan. Y la simpática Mónica, una de las guías al recinto, quien por cierto fala un magnífico castellano, proclama una maravillosa generalidad sobre los caldos de Oporto desde su génesis hasta su consumo: "Al vino de Oporto le gusta viajar".

Junto al río Duero, en su paseo fluvial de la vertiente de Vila Nova de Gaia, en lo que se denomina (curiosa, casual y precisamente) avenida Ramos Pinto, encontramos las instalaciones del funicular panorámico que se eleva sobre los antiguos muelles de los rabelos, las bodegas y las inolvidables vistas sobre la ciudad de Oporto. No sin polémica, porque estéticamente rompe con las panorámicas desde el otro lado, y con poco más de medio kilómetro de recorrido, fue inaugurado en mayo de 2011. Un viaje de ida y vuelta asciende a 8 euros. Un sencillo, según tarifas de noviembre de 2012, 5 euros.

Uno de los típicos rabelos, las embarcaciones en las que se transportaban las barricas desde los viñeos del Alto Douro hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia, convertidos en cruceros turísticos por el Duero. Una de las compañías que explota estos servicios (entre otros) es Douro Azul.



Los cruceros en rabelo ascienden a unos 10 euros y la propuesta es sencilla y contundente: la contemplación de Oporto desde su perspectiva fluvial en un itinerario que se centra en los seis puentes que cruzan el Duero entre Oporto y Vila Nova de Gaia (Arrábida, Luis I, Infante, María Pía, San Juan y Freixo).







Las vistas son muy chulas, como esta visión sobre una anárquica barriada extramuros de la vieja Muralla Fernandina, con raíces en el siglo XIV.

Un rabelo desciende el río Duero pasando bajo los puentes de María Pía (inaugurado en 1877) y de Sao Joao (de 1991). Ambos son infraestructuras ferroviarias y la segunda, más moderna y con más de un kilómetro de longitud, relevó en el servicio a la primera y sus aires "eiffelianos".

Recorrido de vuelta, a punto de surcar bajo el puente de María Pía. Al fondo, el Ponte do Infante Dom Henrique. El aprovechamiento del tablero superior del puente de Luis I para el tranvía en vez del tráfico motivó que este nuevo puente, inaugurado en 2003, acogiese todo el tráfico rodado entre Oporto y Vila Nova de Gaia.

El Duero, con tonos verdáceos en sus aguas, baja hacia el Atlántico encajonado entre acantilados donde la vegetación aprovecha cualquier oportunidad para hacerse ver.

El tráfico de rabelos tiene su intensidad y es curiosa la efusiva complicidad que muestran sus embarcaciones. Tan curiosa como los sorprendentes oleajes que cimbrean las embarcaciones y realzan de golpe y porrazo una fragilidad que realmente no es tal.






Un rabelo más ornamental que otra cosa, amarrado en el antiguo cais (muelle) de Vila Nova de Gaia. Al fondo, la Ribeira de Oporto.


Sandeman, en la avenida de Diogo Leite y junto al Duero: una de las marcas de Oporto más reconocidas (fundada en 1790) por su imagen corporativa creada en 1928 por George Massiot. Sandeman cuenta con un importante nexo de unión con el gaditano Jerez de la Frontera.

Así se contempla Oporto desde las cercanías de las Bodegas Sandeman.

El Puente de Luis I (Ponte Dom Luíz I en portugués), con varios rabelos turísticos en los recuperados y turísticos muelles de Vila Nova de Gaia.


El Puente de Luis I (Ponte Dom Luíz I en portugués), con varios rabelos turísticos en los recuperados y turísticos muelles de Vila Nova de Gaia (2).




Las visitables Bodegas Cálem, bajo el monasterio (mosteiro) da Serra da Pilar y junto el Puente Luis I. Cálem, fundada en 1859 por el portugués Antonio Alves Cálem, es otra de las firmas míticas de Vila Nova de Gaia. En 2005 vendió 3,5 millones de botellas por todo el mundo y mantenía otros 8 "curtiéndose" en sus bodegas. Cálem, qué cosas, tiene muchísimo tirón en Dinamarca.




Muchos carteles de bodegas anunciándose junto al nivel inferior del puente de Luis I. ¡Menuda bienvenida a Vila Nova de Gaia!

Más instalaciones de Cálem.


Cruzamos el Puente de Luis I por su parte inferior, ciertamente estrecho y muy concurrido por corredores y ciclistas. El tablero superior lo aprovecha el tranvía.


Pequeña concentración urbana, en el Oporto extramuros, hacia la avenida de Gustavo Eiffel. Ya la vimos desde las aguas del Duero durante el crucero. A la izquierda se intuye el Funicular dos Guindais, camino directo entre la zona de Batalha y Ribeira y reabierto en 2004 tras permanecer muchos años cerrado como consecuencia de un accidente.

Una vista de los cais (dos Guindais, da Ribeira, da Estiva) de Oporto desde el puente de Luis I. A la derecha se intuyen las piedras de los pilares del desaparecido ponte Pênsil o de María II.

Camino de Ribeira.


Una visitante fotografía uno de los pilares del emblemático puente de Luis I. A la derecha, pilares del puente Pênsil. Al fondo a la izquierda se intuyen los puentes de María Pía (primer plano) y el de Sao Joao.


Ropas al viento en el cais da Ribeira de Oporto, antiguo muelle y actual paseo fluvial.


Los mencionados pilares de granito del Ponte Pênsil, un puente que estuvo en servicio entre 1843 y 1887 y del que se conservan estos y la casa del guarda, donde se cobraban las tasas de paso; según la Wikipedia: cinco reales por transeúnte, 20 por caballo y 40 por carro, tarifas que se doblaban por las noches.

Fish Fixe, un restaurante en la Ribeira que nos gustó mucho.

Un arco en la Ribeira que a través del Muro dos Cobertos da Ribeira da acceso a la rúa da Lada y el laberíntico barrio de Barredo. Una zona copada por la hostelería y las tiendas de recuerdos.


El arco antes mencionado. A su derecha, la placa conocida como Alminhas da ponte, una placa que recuerda los centenares de personas que perdieron la vida el 29 de marzo de 1809 en el Puente das Barcas tras un ataque de las tropas de Napoleón, comandadas por el Mariscal Soult.


Galería con techo de madera que también desemboca en la praça da Ribeira y transcurre paralela al Cais da Ribeira (muelle de la Ribera).



Una gaviota observa el Duero y Vila Nova de Gaia apoyada en un bolardo con fines más estéticos que mercantiles.


Un viejo tocadiscos, en la terraza de un pequeño café en el Cais da Ribeira, ya casi en la plaza.




El puente de Luis I, desde una terraza de la Ribeira. Uno de esos cafés inolvidables.


Coloridas y estrechas fachadas con mucho encanto en la praça da Ribeira.


La iglesia de la Ribeira, con esa gran fuente rematada por una figura que parece un elogio a un muñeco de Playmobil.

Relieve con el escudo portugués en la plaza da Ribeira.

Una visión más general de la hermosísima praça da Ribeira. Recalcamos: hermosísima.


Preciosa callejuela que arranca en la Ribeira: rua Fonte Taurina. De esquina, Bar O Cais.

Muretes en el antiguo cais da Estiva.


Un ave observa el Puente de Luis I (fuera de cuadro), con el Duero y Vila Nova de Gaia al fondo. La torre blanca que aparece en el medio es la de uno de los postes del funicular antes de su inminente puesta en marcha.

Esta capilla es la Senhora do Ó, en el Largo do Terreiro. En esta plazuela, y más concretamente en la rua Alfándega, la que sube, se encontraba la antigua aduana y la llamada Casa do Infante, donde nació Dom Henrique. Se intuye en la foto, a la derecha. Al fondo, la plaza del Infante.

Largo do Terreiro. Nacimiento de la rua Reboleira. Un paseo muy chulo.

Por la rua (calle) Reboleira. Esta vía muere en la rua Infante Dom Henrique.



Vistas desde la rua Infante Dom Henrique, una de las grandes calles de Oporto. Al fondo, oculta la catedral, se aprecia perfectamente el Palacio Episcopal. A la izquierda del encuadre queda el complejo que forman la iglesia de San Francisco y el Palacio de la Bolsa.

Iglesia de San Nicolás, en la rua Infante Dom Henrique.


Praça Infante Henrique, presidida por una escultura de tan querido monarca luso, con el Palacio da Bolsa al fondo. La escultura, de 1894, es obra del escultor Tomás de Figueiredo Araújo Costa.



Dentro del Palacio da Bolsa se encuentra esa sala, conocida como "La Alhambra" (porque se inspira en ella) o "Sala Árabe". En vivo, impactante. Tardó 18 años (1862-1880) en ser finalizada.



La Sala Árabe del Palacio de la Bolsa de Oporto.

Plaza del Infante Don Enrique. Al fondo, la rua Mouzinho da Silveira. A la izquierda, el mercado Ferreira Borges.

Plaza del Infante Don Enrique. Una mejor vista del mercado Ferreira Borges. La instalación, de 1888 y sustituta del viejo mercado que existía en la Ribeira, ya no acoge mercadeos. Se usa para actos e iniciativas culturales en la actualidad.

Agradable paseo por la praça do Infante Dom Henrique.


Junto a la plaza Infante Enrique, la ascendente rua de Mouzinho da Silveira.


Una gaviota, ave con más presencia que las palomas, anda por el característico firme empedrado luso de la rua Infante Dom Henrique.

Rua Infante Dom Henrique. Al poco se sumerge en un túnel horadado bajo el cerro donde se encuentra la Sé (y que queda a la derecha).


Una hermosa rúa cercana a la praça da Ribeira: Sao Joao.


Sousa & Martins, a casa das bandeiras. Si miramos hacia la derecha y bajamos por Sao Joao, volveremos a la praça da Ribeira y el Duero. Al fondo, claro, Vila Nova de Gaia.


Por el Largo Sao Domingos. Al fondo se intuye la iglesia de la Misericordia.


"Farmácia" Moreno. Hermoso establecimiento en el arranque de la rua Belmonte desde el Largo Sao Domingos.

Nos vamos hasta el entorno de la rua Miguel Bombarda, una calle que se ha convertido en la abanderada de lo "cool" en Oporto. La ciudad no tiene en sí una zona "moderna", pero en este entorno han venido encontrando desde 2007 el caldo de cultivo ideal para sus actividades muchos portugueses que se marcharon en su día a estudiar por Europa, fundamentalmente a Londres. La Bombarda y alrededores acogen varias galerías y espacios de arte, además de seducir a muchos jóvenes. Una creciente actividad que está motivando la recuperación de muchas viviendas, la restauración de muchas fachadas y, en suma, la recuperación de una zona de Oporto otrora mucho más gris. El barrio de las artes, le comienzan a decir.

Viviendas rehabilitadas en la calle Rosário. En el centro, el local de Cirujías Urbanas, una empresa de arquitectura y paisajismo asentada en esta zona de la ciudad.

Portucraft. (Rosário, número 87).

Actuación en el mobiliario urbano en la rua Professor Jaime Rios de Sousa.

Hermoso palacete en la rua Rosário, calle que cruza con Miguel Bombarda.

En la céntrica y concurrida Rua Carmo, desde la que podemos acceder a muchas callejuelas y largos (una parte de Oporto espectacular para el paseo), encontraremos esta particular "doble iglesia". O templo con dos accesos, en su día uno para personas pudientes y otra para gente con menos recursos, según nos comentaban. Realmente se trata de dos edificios religiosos diferentes: la iglesia, convento y hospital de los Carmelitas (izquierda) y la Iglesia do Carmo (derecha).

Ingresando en el mirador de Vitória...

No nos vamos muy lejos. Junto a la parroquia de Nossa Senhora Da Vitória (Nuestra Señora de Vitoria en castellano), entre las calles rua Vitória y Sao Bento da Vitória, encontramos uno de los mejores miradores de todo Oporto. El mencionado templo, del siglo XVI, tuvo que ser reconstruido dos siglos más tarde tras un pavoroso incendio.

Vistas sobre Vila Nova de Gaia desde el mirador de Vitória.



Torre de los Clérigos, icono barroco de Oporto gracias a sus 76 esbeltos metros de altura. Vista desde ese largo que forman el Campo Mártires da Pátria, la rua Assunção, la rua Doutor Ferreira da Silva y la Rua Senhor Filipe de Nery.

Ascendiendo a la Torre de los Clérigos. Primeras panorámicas sobre la ciudad mientras se afrontan sus 240 escalones.

La iglesia de los Clérigos, vista desde su torre homónima.



Un fotógrafo inmortaliza una instantánea de Oporto desde las alturas de la Torre de los Clérigos.

Vistas sobre Oporto (Sé, Palacio Episcopal,...) desde la Torre de los Clérigos.

El Duero, visto desde la Torre de los Clérigos. Dicen que desde este punto se captan las mejores vistas. Posiblemente no se equivoquen.

Ya con los pies en la tierra, junto a la iglesia de los Clérigos, en la concurrida rua Clérigos, encontramos esta curiosa zapatería: Pedantes. ¡Unos pies tan listos como cargantes!

Pregos (parecido a la bifanas, pero de ternera) en un escaparate en la rua Clérigos.



La iglesia de los Clérigos, con su torre, vistas desde la rua del mismo nombre, una calle descendente y empedrada que nos deja en poco tiempo en la plaza de la Libertad y la avenida de los Aliados.



En una de las calles paralelas a la rua Clérigos, la rua Caldeireiros, encontraremos este negocio de peculiar nombre: A Central da Borracha. Su nombre engaña y no tiene nada que ver con el sector de las espirituosas.

Casa Neves. Inconfundible negocio relacionado con la fontanería. En los números 27 y 29 de la rua Caldeireiros.

Cercano a la avenida dos Aliados, el hotel Infante Sagres (plaza Filipa de Lencastre) fue nuestra morada en nuestra última visita a Oporto por motivos laborales. Este hotel ubicado en un edificio de 1950, ciertamente discreto por fuera, es todo un paraíso por dentro.



Estatua de Pedro IV, en la plaça da Libertade. Esta plazuela forma parte de la gran avenida dos Aliados, la más ancha de toda la ciudad y donde contemplaremos las fachadas más palaciegas. Al fondo se encuentra el ayuntamiento (cámara municipal) de Oporto.

Un edificio coronado por publicidad vinícola en la plaza de la Libertad.

Hotel Intercontinental, antiguo Palacio das Cardosas, en la plaza de la Libertad. Este hotel de cinco estrellas se asienta en un palacio del siglo XVIII.

Dos turistas posan junto a la escultura O Ardina (1990), de Manuel Dias. Un homenaje a la prensa que se encuentra en la plaza de la Libertad de Oporto.

Callejeando llegamos al Mercado do Bulhão, uno de los más emblemáticos de Oporto, en las cercanías de rua Formosa. Encontraremos muchas cositas en su interior.

A las ricas frutas y verduras...

Una salida del mercado con vistas a una tienda atrayente: la Confeitaria do Bolhao, en la rua Formosa.

Rua Formosa. Muy comercial.

Fachadas en el entorno de la rua Formosa. Hacen honor a su nombre. ¿O no?

Llegamos a la peatonalizada, y también muy comercial, calle Santa Catarina.

El Café Majestic, muy famoso inquilino de la calle Santa Catarina. Es bonito, sí, y tiene mucho pedigrí, pero las clavadas son importantes por productos que en otros muchos establecimientos de Oporto cuestan menos de la mitad. Así es: menos de la mitad. ¡El precio del renombre turístico y el poso de la atmósfera cultureta de décadas pasadas!

En el interior del Café Majestic, célebre por su estética art noveau. Diseñó todo el conjunto el arquitecto (y militar) Joao Queiroz.



Confluencia entre Santa Catarina y Passos Manuel. Ahí queda el FNAC, como se aprecia.

Praça Batalha. El B&B es un Bed and Breakfast que se construyó sobre el antiguo Cine Águia d'Ouro. El edificio se remonta a 1839, nada menos. A la izquierda, la iglesia de San Ildefonso.

En la rua Cimo de Villa, el restaurante Meia Pipa. Un local donde los fines de semana se ofrecen actuaciones de fado en directo. La Cimo de Villa es una calle que sigue el trazado de la antigua Muralla Fernandina, desaparecida en este punto.

Tomando unas Super Bock en la terracita del Meia Pipa.

Fuente en la rua Cimo de Villa.
Rua 31 de Janeiro, calle que conecta Clérigos y Santa Catarina a través de la plaza de la Libertad y la estación de ferrocarril de Sao Bento.

Una turista observa el exterior de la estación de ferrocarril de Sao Bento desde el nacimiento de la plaza Almeida Garret. El nombre de la estación arraiga en un viejo monasterio benedictino que existía por esta zona y que fue derribado a finales del siglo XIX para su construcción, que se dilató más de una década. Sao Bento entró en servicio en 1916.

Accediendo al vestíbulo de Sao Bento. La obra, firmada por el portuense José Marqués da Silva.



El hermoso vestíbulo de Sao Bento, inconfundible por las escenas de la historia patria (Batalla de Valdevez o Toma de Ceuta, entre otras) y los medios de transporte que ideó el artista Jorge Colaço en sus azulejos. Se dice que el vestíbulo tiene más de 20.000 azulejos decorados. "Pero nunca nadie los ha contado realmente", bromea una amistad nativa de Oporto.

Sao Bento. Andenes. Desde aquí parten los trenes que, por ejemplo, nos conducen a Guimaraes. Miles de personas pasan por aquí cada día.

Sao Bento, vistas desde la calle Mouzinho da Silveira.

Sao Bento, vista desde la angosta callejuela rua Corpo da Guarda.

De camino hacia la Sé (catedral) de Oporto, por la avenida Dom Afonso Henriques.

Escultura ecuestre de Vimara Peres, según el escultor luso Salvador Barata Feyo en 1968. Barata fue profesor de la Escuela de Bellas Artes de Oporto, ciudad en la fijó su residencia durante muchos años y llegó a dirigir también museos. El gallego Vimara Peres es uno de los personajes más importantes para el nacimiento del estado portugués (fue el primer gestor del Condado Portucalense) y de su nombre deriva el de la hermosa localidad de Guimaraes.

Caminando por el llamado Terreiro da Sé, la descendente rua Tareija Vaz de Altaro nos volvería a introducir en el casco urbano más anárquico.

Restos de la muralla vieja en el entorno de la Sé.

Vistas del casco urbano de Oporto desde el Terreiro da Sé.

Más panorámicas desde los alrededores de la catedral. Escribió el humanista (médico, político y escritor) Jaime Cortesão: "Visto em substância própria e histórica, o Porto é romântico, franciscano e democrático. No cais, nas arcarias e ruelas da Ribeira e Miragaia, ou nas ásperas congostas que trepam até à Sé e à Cordoaria, respira-se e palpa-se Idade Média".

La Torre de los Cléricos, esbelta obra del italiano de nacimiento y portugués de adopción Nicolau Nasoni. En la lejanía se comprende mucho mejor su geoestratética valía como mirador y otero sobre toda la ciudad. Su iglesia pasa completamente desapercibida en el casco urbano.

La Sé de Oporto. El nártex barroco (anañdido en 1735 por el italiano Nicolau Nasoni) de la nave lateral

Azulejería ornamental.

El pelourinho de Oporto, presidencial en los Terreiros da Sé.

Un turista bromea ante el fotógrafo en presencia de la Catedral de Oporto. Originalmente románica, los siglos depararon muchísimas reformas y añadidos. Su fachada, más allá de elementos como el rosetón o eso aires almenados tan defensivos, fue modificada bajo los criterios del barroco.

Serpenteante detalle ornamental en la fachada de la Sé de Oporto. Barroco puro, por el movimiento.

Caminando por la avenida Vimara Peres, bajo la que están soterradas las vías del tranvía justo antes de llegar al puente Luis I. Al otro lado, Vila Nova de Gaia y su monasterio de la Sierra del Pilar.

Vila Nova de Gaia, vista desde el puente de Luis I.

Viviendas sobre el abismo con vistas al Duero. Las colinas circundantes al río, aterrazadas para acoger a la población.

Vistas sobre el Duero y Vila Nova de Gaia desde los exteriores del Museo de Arte Sacro de Oporto (Largo Doutor Pedro Vitorino).

Por el casco urbano en las cercanías de la Sé.

Típica imagen en Portugal: la ropa tendida, secándose al sol y la brisa.

Largo da Pena Ventosa. Contrastes.

¡Damos un gran salto hacia el Duero y su extenso paseo fluvial! La artista portuguesa Irene Vilar creó en 2001 esta obra, Mensageiro, que fue instalada por las autoridades de Oporto en la rua das Sobreiras, en un enclave junto al río de hermosas vistas sobre la otra orilla, con el puente de Arrábida al fondo y bastante cercano a la desembocadura del río Duero. Este enorme paseo fluvial cuenta con varios puntos donde pararse a disfrutar de las vistas, incluso algunos rodeados de pequeños espacios jardinísticos, pero éste es uno de los mejores.



Así despide la ciudad de Oporto al río Duero en su morir Atlántico. Vamos caminando a la altura de la avenida Dom Carlos I.

Una sucesión de playas se encadenan en la franja litoral a ambos lados de la desembocadura del río Duero. Hacia el vecino núcleo de Matosinhos ( tan independiente como pegado a Oporto y que, por cierto, supera con holgura los 175.000 habitantes) encontraremos la playa do Carneiro, do Ourigo, de Gondarem, da Luz... y también de los Ingleses. Esta nomenclatura no resulta extraña en aquellos lugares donde existió presencia británica por cuestiones económicas, ya que eran muy amigos de los baños en agua de mar (u océano, claro). En el caso de Oporto, claro, está la actividad bodeguera y también el textil. Pensemos en las españolas costas de Huelva, dada la labor minera en varias explotaciones.

Escultura ecuestre del 'braganza' João VI, una obra de Salvador Barata Feyo en 1966. Juan VI fue quien reconoció la independencia a Brasil en el siglo XIX, en un nuevo trono en el que colocaría a su hijo Pedro. Esta representación preside la remodeladísima praça Gonçalves Zarco, en cuyas proximidades podremos encontrar el llamado castelo do Queijo. Esta fortificación, también conocida como Forte Sao Joao o como São Francisco Xavier do Queijo, formaba parte del sistema defensivo litoral portugués y fue levantado, sobre una roca con forma de queso (de ahí su nombre) y propiedades mágicas para los celtas, durante la Guerra de Restauración. Desde esta rotonda de Gonçalvez Zarco, subiendo por la avenida Boavista, pasamos junto al Parque da Ciudade y podremos llegar a la muy recomendable Fundación Serralves y sus jardines. Pero esa, claro, es otra historia...