Tapeo exquisito y monumental por los encantos de Pucela, la gran Valladolid (marzo de 2011)



Valladolid tiene un punto bastante desconocido para el imaginario colectivo. Una gran ciudad, casi 320.000 almas (43.350 en 1860), una afamadísima industria, una actual capitalidad autonómica que siglos atrás fue incluso de una nación… Pero es posible que si somos completamente asépticos en materias pucelanas, nada de familiares o amigos, apenas nos suene su equipo de fútbol o que tiene una plaza mayor chula, quizá intuyamos que alguna catedral tiene que tener por eso de ser ciudad de viejas raíces y es muy posible que nos haya llegado alguna información sobre sus tapeos regados con vinos del Duero. Y sí, la Plaza Mayor, que pasó a la posteridad por la primera rectangular en España, es alucinante. Y sí, hubo, hay catedral; pero quedó inconclusa y sin embargo resulta muy atractiva por ese enorme Cristo que corona su cúpula. Y de las tapas, qué decir; que son magníficas, variadas, elaboradas y tienen un punto especial combinadas con un buen tinto. Y muchas cosas más. ¿Cuántas veces habremos escrito esta afirmación en El país que nunca se acaba? En Pucela, por tener, tienen hasta una playa, la de Las Moreras, en su queridísimo Pisuerga. El peculiar Francisco Javier León de la Riva, su locuaz alcalde, capaz de generar un buen número de polémicas o salidas de tono al cabo del año, escribía que una de las grandes cosas de Valladolid es que, más allá de que su padre histórico es el Conde de Ansúrez, ni su propio nombre está claro.¿Valladolid? ¿Vallis oletum (valle de los olivos)? ¿Vallis tolitum (algo así como valle rico en aguas)?, ¿y qué hay de Princia?, ¿Y si Pucela deriva de la exclusividad de la ciudad para comerciar con los italiano cementos de Puzzeli, como sostiene el etnógrafo Joaquín Díaz? Muchos candidatos a explicar sus nombres, sus denominaciones. Valladolid. Pucela. Resulta raro ese origen tan confuso. Pero resulta fácil acercarse a conocerlo.

La línea de alta velocidad entre Madrid y Valladolid deja en apenas hora y cuarto (según el tipo de tren, ya sea Avant, Alvia o demás, hay pequeñas variaciones) el camino entre las estaciones de Chamartín y Campogrande. Velocidades de más de 220 km/h convierten en buena la inversión…. Y agradable a la vista con Castilla la Vieja pasando fugaz. Dos billetes de ida y vuelta, uno de ellos con uno de los descuentos que tiene pactados Renfe, nos costaron (tarifas de comienzos de marzo de 2011) 95,70 euros. Buscamos un hotel cercano al centro y que estuviera bien de dinero y encontramos el Catedral (Núñez de Arce, nº 11). Dos noches en una doble, a través de Booking, 100 euros. Un hotel coqueto, no generoso en amplitudes o lujos, pero agradable y confortable, con empleados muy atentos y en pleno meollo del asunto.

Valladolid. Ubicación geográfica de la capital de Castilla y León, antigua capital de España. Mapas de ViaMichelin.


Desde la puerta misma del Catedral, de hecho, veremos entre los tejados vecinos como emerge la figura del Cristo que preside la cúpula de su inacabada catedral. De noche, cuando entra en juego una iluminación verdosa relativamente reciente, cobra una belleza especial. De día, desde la cercana plaza de la Universidad, con la escultura a Miguel de Cervantes, otro ilustre vecino de la Villa (la que fue su casa, en la calle dedicada al queridísimo alcalde Miguel Iscar, se ha convertido en un espacio museístico con cierta recreación) la panorámica es inolvidable. En este espacio peculiar, por cierto, se encuentra el edificio de la universidad, originalmente del siglo XV y con una portada barroca de fray Pedro de la Visitación rematada con esculturas de Antonio Tomé e hijos. Hay que señalar que el número de los leones rampantes que la rodean, se cuenta, no debe ser contado por los estudiantes, porque en caso contrario jamás se licenciará. Hechos los apuntes, volvemos a la catedral. Con las ruinas de una antigua colegiada del siglo XIII anexa, comenzó a levantarse en el siglo XVII según un proyecto de Juan de Herrera, pero nunca llevó a concluirse del todo como se intuye en algunas zonas. Por ello, si la de Palencia, por ejemplo, es "la bella desconocida", la de Pucela es "la inconclusa". Pese a todo, y tras una generosa restauración que también se ha puesto en marcha en otros monumentos de la ciudad, su estética ha cobrado nuevos bríos. Más hermosa, en nuestra opinión, resulta la cercana Santa María de la Antigua, una antigua capilla del Palacio del Conde Ansúrez que acabó siendo iglesia independiente y mezcla el gótico en el cuerpo de su templo con elementos románicos en su torre y su pequeño claustro. La Antigua, de hecho, es uno de los símbolos más queridos por los lugareños. Veremos, no obstante, que al menos otros dos templos nos cortan el resuello sólo con verlos. Uno, el Real Monasterio de San Benito. El otro, la iglesia de San Pablo y su cercano casi anexo, el Colegio de San Gregorio

San Benito se encuentra muy cercano a la Plaza Mayor, justo al lado del recomendable y concurrido Mercado del Val. La entrada al templo resulta impactante, el resultado de una contundente sencillez. Es obvio que el conjunto ha sido restaurado por el especial brillo de sus piedras, un brillo que contribuye a realzar esa contundente sencillez de San Benito. O quizá sean las dimensiones de sus puertas. Lo que es seguro, el favor de su plazoleta. Una pequeña explanada se extiende ante el acceso a su iglesia y la leve escalinata hacia lo que es el acceso al monasterio en sí. San Benito, fundado por Juan I en el siglo XIV y con fachada de Rodrigo Gil de Hontañón, cuenta con un gran carisma porque es uno de los templos más antiguos de la ciudad y no hay que perder de vista la gran religiosidad de generaciones y generaciones de lugareños (que no se pierda de vista la existencia en otros recintos sagrados de magníficas tallas barrocas de Gregorio Fernández o Juan de Juni que procesionan en Semana Santa). Se encuentra sobre los terrenos que albergaron el antiguo alcázar real. San Pablo, en la plaza del mismo nombre, tiene una esbelta fachada riquísima en esculturas, aunque sin duda el más hermoso conjunto escultórico le corresponde al anexo San Gregorio. El Colegio de San Gregorio, actualmente sede nacional del museo escultórico del mismo nombre, hunde sus raíces en el siglo XV, cuando uno de los consejeros de los Reyes Católicos (Fernando e Isabel se casaron secretamente en el Palacio de los Vivero), además de su confesor, Fray Alonso de Burgos, promovió un centro de estudios teológicos cuya portada se nos clavará en la retina. San Pablo, imponente, no se queda atrás en lo que a impactante fachada se refiere. Simón de Colonia firma un conjunto escultórico que remata una iglesia fundada por María de Molina (1286). La iglesia, también evidentemente restaurada, ha vivido varias reformas.

Cerca de ambos, en el marco de una zona rica en viejos palacetes y edificaciones nobles, se encuentra la Casa Museo Zorrilla. No por gratuito deja de ser interesante descubrir la figura de este menudo pucelano ilustre, de sus relaciones con el emperador Maximiliano de México, de su día de gloria como literato nacional en Granada, de su mobiliario. En la casa conservan su máscala mortuoria, tan clarificadora sobre la baja estatura de nuestro protagonista como la altura de las puertas o la dimensión de la cama. En el verano organizan en el patio de la casa (rehabilitada pero bien conservada) representaciones teatrales escritas por Zorrilla. Casi enfrente de San Pablo se encuentra el antiguo Palacio Real, posterior al alcázar. Luis de Vega, en el siglo XVI, diseñó un edificio que ha vivido varias reformas y ampliaciones. Aunque ahora alberga usos militares, fue el cerebro de un Reino. Valladolid perdió la capitalidad española en 1606, un hecho que marcaría una pérdida de protagonismo y trascendencia que no recuperaría hasta la industrialización. Del palacio, digamos que disimula su carácter añejo, aunque conserva un patio principal renacentista y una escalera diseñada por Ventura Rodríguez. Para chulada, la de la Plaza Mayor. Concurridísima. Dicen que fue la primera plaza rectangular de España y nació tras el gran incendio que afectó a buena parte de la ciudad en 1561. Con la urbe reducida a cenizas, Felipe II impulsó la reconstrucción, y con ella, esta plaza. No hay que olvidar que era la plaza de la capital de España… Hasta que en 1606 la Corte se trasladó a Madrid, quizá un tardío castigo a todos esos escarceos comuneros que tuvieron en Pucela uno de sus bastiones. Punto habitual de encuentro entre locales y foráneos, antesala de una de las mejores zonas donde regarse con un vino y degustar buenas tapas, las esbeltas y coloridas fachadas de varias alturas nos evocarían más a siglos pasados si no fuera por los luminosos y anuncios que reclaman al paseante para los comercios de los soportales. Estamos, claro, en un lugar vital para Valladolid. En las calles cercanas, todas peatonalizadas, se dan la mano comercio y restauración. Pero para el tema del tapeo, recomendamos especialmente la calle Correos. Vaya por delante que en Valladolid los pintxos se pagan. Pero merece la pena.

Aquí, en la calle Correos, no son pocos los bares en los que degustar ricos pintxos y deliciosos vinos. Por fama, casi al final de la misma, justo en una zona que sí está abierta al tráfico, se encuentra el Jero. Allí tienen pintxo de oro, pintxo del mes, pintxo de temporada y hasta pintxo sorpresa. Sus creaciones, que buscan sorprender con los nombres e innovar con los sabores, han recibido muchos premios: el matrix (higo con anchoas), el galáctico (cecina con membrillo, queso Emmental…), el misión imposible (bacalao con boletus y tomate confitado), el cabra 2 (queso, cecina, tomate)… No muy lejos encontramos el Villa Paramesa, finalistas en el concurso nacional de tapas de 2008 con su Gazapo de hereje. La propuesta, deliciosa, reúne conejo, menta, ciruela y queso. Pero los minibocatas de lomo con pimientos o la hamburguesa de secreto también se dejan comer. Nos agradaron también las gambas con lechuga y piña del Herve (c/ Correos), el crujiente de bacalao y la patata rellena de carne del Handy (el de la calle Manzana) o los champiñones con jamón, las setas con solomillo o la ventresca con verdura escabechada del Restaurante Bar Zamora (c/ Correos). Probando riberas, se afina el paladar. Que si Recorba (2009), que si Vizar (2008), que si Pozo de Nieve, que si De Pagos Quintana, que si Lagaris… Uno de los principales órdagos de la ciudad es su playa de las Moreras. Hace unos años se puso en marcha el proyecto en las aguas del carismático Pisuerga, al que Valladolid escolta con un agradable paseo fluvial. Allí donde nos sorprenderemos con un cartel que nos recuerda hasta dónde puede llegar el agua si el medio se pone bravo, daremos con el carismático Leyenda del Pisuerga. Este barco más propio del Mississippi recorre 12 kilómetros por el río y alberga cenas y veladas festivas. Y de la playa, nada como acercarse para ver el contraste con los esbeltos edificios de pisos de la avenida de Salamanca. Contraste. Quizá defina bien esta palabra una ciudad que vio nacer la primera edición del Quijote, escrito por un vecino, en 1604, o un ilustre diario como El Norte de Castilla (1856); que vio morir a Cristóbal Colón (1506); que perdió patrimonio en un incendio, en una Guerra y como consecuencia de su desarrollo urbano. La ciudad del conde Pedro de Ansúrez y de Miguel Delibes, la que alterna iglesias con edificios, la que se baña en su río es difícil de resumir en escritos y fotos. ¡Nada mejor que aceptar la sugerencia y buscar una fecha para hilvanar y descubrir!


Llegando en el tren a la estación del Norte, la de Campo Grande, pasamos para el pintoresco arco de ladrillo. Esta construcción es un símbolo de Valladolid, da nombre a una calle y es otra de sus incógnitas. ¿Cuál era su fin?


La estación de Campo Grande.


El edificio de la estación, visto desde sus afueras.


La plaza de Colón y el arranque de las calles Gamazo y Muro.


Monumento a Colón. Se concibió para ser instalado en La Habana (Cuba) tras el cuarto centenario del descubrimiento, pero el conflicto colonial acabó impidiendo tal deseo. Sevilla y Valladolid, cuando el Gobierno optó por dejarlo en España, pugnaron por acogerlo. Dos ciudades, sin duda, con muchos vínculos con el almirante.


Detalle del monumento a Colón, muy próximo para el turista al estar ubicado en un espacio peatonal en Campo Grande.


Relieve del desembarco en el imponente monumento a Colón.


Pasa muy desapercibida, casi escondida en un recoveco del Paseo Filipinos, enfrente del Parque de Campogrande, pero la barroca portada de la Iglesia de los Agustinos Filipinos es un deleite visual. Al lado, el Museo Oriental.


Edificio modernista en la Acera de Recoletos, pródiga en coloridas fachadas de inspiración semejante.


La sugerente entrada a Campo Grande desde la concurrida plaza de Zorrilla, la antesala, vía calle Santiago, de la Plaza Mayor.


Un rincón del parque, el espacio verde más emblemático y grande la ciudad gracias a sus frondosos 100.000 metros cuadrados.


Esquina entre la Acera de Recoletos y la calle Miguel Iscar: la casa Mantilla.


El monumento a Zorrilla, en la plaza del mismo nombre, con la emblemática Academia de Caballería en segundo plano.


La Academia de Caballería, vista desde el paseo de Zorrilla.


Calle Santiago, entrada a un mar de callejuelas generosas en tiendas de moda, productos deportivos y menajes del hogar.


Iglesia de Santiago. De motivación gótica, su cúpula fue diseñada por Francisco de Praves en 1615. Muchas guías destacan el Retablo de los Reyes Magos de Alonso Berruguete.


Por la calle de Santiago, esquina con Montero Calvo.


El arranque de la calle Pasión, en la misma Plaza Mayor.


El nuevo ayuntamiento, levantado a comienzos del siglo XX según los usos del revisionismo historicista, es obra de Enrique Repullés. A la izquierda se aprecia la escultura al conde de Ansúrez, fundador de la ciudad.




Vista sobre la calle Ferrari desde la Plaza Mayor.


La Plaza Mayor.


El conde Pedro Ansúrez, impulsor de la grandeza pasada de Valladolid.


La Plaza Mayor, desde los soportales de la calle Manzana.


La calle Correos, capital en el tapeo pucelano.


El Jero, templo de las tapas pucelanas en el número 11 de la calle Correos.


Unas propuestas del Villa Paramesa.


Tapas del Handy. Aquí, para orientar, dos rondas para dos, con papeo incluido, 13,90 euros.


Otro manjar del Villa Paramesa.


Tapita rica rica en el Zamora, que además de bar es casa de cocina típica castellana.


El Mercado del Val, el más antiguo de Valladolid. Fue acabado en 1892 y se inspira en el parisino Les Halles. En 1981 fue restaurado.


Interior del Mercado del Val.


Mercado del Val, desde la plaza del mismo nombre y casi enfrente de San Benito.


San Benito, de Rodrigo Gil de Hontañón.


Espectacular. Parece una fortaleza. En términos religiosos sí que lo fue.


Una paloma se posa en el brazo de la escultura que preside la hornacina de la fachada del monasterio de San Benito.


Contraste.


La cúpula sobre la que se levantan las acastilladas torres de San Benito.


Puerta de entrada al templo.


Calle Especería.


Una revisión historicista de aires medievales que parece de juguete o, por qué no, digna de la Walt Disney.


El Hotel Catedral, en la (céntrica) calle Núñez de Arce.


El Cristo que preside la cúpula de la catedral pucelana sobre los tejados, visto en la calle Núñez de Arce.


Calle Cascajares, de día, con la catedral al fondo.


Fachadas de la calle Arribas, frente a la catedral.


La catedral, La Inconclusa.


La Catedral, en la calle del mismo nombre y enfrente a este monumento. Un sitio excelente para desayunar.


Vista nocturna de la catedral desde la calle Cascajares.


Esculturas en la fachada de la catedral.


Tejados en la céntrica plaza de la Libertad.


Los restos de la antigua colegiata, anexos a la catedral.


La catedral, al fondo, y los restos de la antigua colegiata sobre la que se empezó a construir.


Iglesia de Santa María de la Antigua.




Iglesia de Santa María de la Antigua (2).


Gárgola.


Un detalle en La Antigua.


Una restaurada gárgola.


Capiteles vegetales.


Santa María de la Antigua.


Detalle de la arcada.


Una paloma se posa en un pequeño rosetón.


Esbeltez.


Fachadas en la calle Solanilla.


Escultura de Miguel de Cervantes en la plaza de la Universidad. Un buen lugar para hacer una pausa en un banco. Al fondo, la catedral.


Columnas con leones en el atrio de la universidad, protagonistas de una leyenda urbana estudiantil.


Fachada de la universidad, uno de los mejores ejemplos del Barroco civil en España. Las esculturas representan la Retórica, la Geometría, el Derecho Canónico, el Derecho Civil, Astrología, Medicina, Fisolofía, Historia y Teología. En la hornacina superior, la Sabiduría pisotea la ignorancia. Los monarcas que han sido importantes en la evolución de esta institución (Alfonso VIII, Juan I, Enrique III y Felipe II) se reparten en la parte superior de la cornisa.


Un poquito más cerca para digerir mejor el pie de foto anterior.


Calle de los Moros con calle de San Martín.


Iglesia de San Martín, en la calle del mismo nombre. La torre es la parte más antigua que se conserva.


En esta pila bautismal, cuenta una placa conmemorativa, fue bautizado José Zorrilla.


Casa de José Zorrilla.


El patio de la casa de Zorrilla, en la calle Fray Luis de Granada.


Escritorio, pieza original, de Zorrilla.


Reprodución de la máscara mortuoria de Zorrilla expuesta en su casa. Sorprende el pequeño tamaño de su rostro. Era un hombre muy menudo.


La sala de visitas.


Pájaros disecados. Un regalo del emperador Maximiliano de México, para el que llegó a trabajar y con el que trabó una gran amistad.


Plaza de San Pablo, Palacio de los Pimentel y, en el centro, el Palacio de los Villena.


Espectacular portada de San Gregorio.


Entrada a San Gregorio.


Profusa decoración.


Una flor de Lis, emblema heráldico de fray Alonso de Burgos, preside la fachada de San Gregorio. El propio De Burgos le ofrece la obra al Santo ante la presencia de San Pablo y Santo Domingo.


Precioso. La corona y los maceros.


Un hombre salvaje.


Guerreros.


San Pablo, con parte de San Gregorio a su derecha.


Palacio de los Pimentel, Diputación Provincial de Valladolid.


San Pablo, con la estatua a Felipe II, de espaldas, en primer plano.


San Pablo, con el Palacio de los Pimentel al fondo.


La fachada de San Pablo.




El antiguo Palacio Real, actualmente Capitanía General del ejército.


Estatuta en honor a Felipe II en los jardines de la plaza de San Pablo.


Acceso a la plaza del Viejo Coso.




Plaza del Viejo Coso de Valladolid.


Una fachada con aires de otros tiempos.


Palacio de los Marqueses de Valverde.


Palacio de Fabio Nelli. Sede del Museo Municipal.


Detalle del patio interior del Palacio de Fabio Nelli.




Patio interior del Palacio de Fabio Nelli.


Detalle heráldico de una fachada entre modernos edificios en la calle San Ignacio.


Iglesia de San Agustín, sede del archivo histórico municipal y un ejemplo de una restauración excesivamente vanguardista, en nuestra opinión.


Detalle del monasterio de Santa Isabel.


Parte trasera de San Agustín.


Playa de las Moreras, en el río Pisuerga.


Un barco espera dueño en el Pisuerga.


El barco símbolo del Pisuerga.


El Pisuerga, desde el puente Francisco Regueral.


De camino a la plaza de Poniente y el centro.


Curiosa escultura de un abuelo con su nieto y unos barcos de papel en el Parque de Poniente.


Lectura y descanso al sol: una librería en pleno Parque de Poniente.


Detalle de forja en el Parque de Poniente.


San Llorente, que aparece en La Galatea de Miguel de Cervantes.


San Joaquín y Santa Ana, que son los padres de la Virgen, contemplada desde la plaza de Santa Ana.


Un bonito rincón.


Comercial calle Héroes del Alcázar, con el Teatro Lope de Vega al fondo.


La casa de Miguel de Cervantes y exteriores. El literato alquiló una planta de esta edificación. Aquí asistió a la publicación de la primera parte de El Quijote y escribió novelas ejemplares como El coloquio de los perros o El licenciado Vidriera.


El patio de la casa museo de Cervantes, propiedad del Estado desde 1948.


Las particulares y características marquesinas de la plaza de España.


La fuente del mundo de la plaza de España. Deleita con su giro y con un brioso juego de aguas.


Otra vista de la plaza de España.


Palacio de Santa Cruz. Fundado como colegio mayor por el cardenal Pedro González de Mendoza, uno de los introductores en términos de mecenazgo del Renacimiento en España. Los trabajos finalizaron en 1491.


El característico relieve del promotor de los trabajos ofreciendo su obra a la santidad.


El acceso.


Pequeños remates de Santa Cruz.


Una campana en la fachada de Santa Cruz. ¿Sería para avisar a la hora de dar las notas?


Jardines interiores en el Colegio de Santa Cruz.


En la calle Colón, la Casa Museo de Colón, recreación (en algunos detalles, desde nuestra óptica, bastante desafortunada) en el domicilio donde falleció el insigne almirante.