Los encantos de Tabarca, la isla habitada más pequeña del Mediterráneo (agosto de 2011)



El Mediterráneo. ¿Será por islas? En el Mar Egeo, en el Adriático, en el Tirreno... Muchas son las ínsulas que beben del milenario Mare Nostrum. Y sin embargo la más pequeña de todas las habitadas, o eso dicen, a la postre también la única con presencia humana permanente de toda la Comunitat Valenciana, se encuentra enfrente de la costa alicantina.
Oficialmente, Nueva Tabarca o también Isla Plana. Popularmente, y a secas, Tabarca. La isla habitada más pequeña del Mediterráneo nada bohemia en verano y sí mucho más en el invierno, una joya con nomenclatura de inspiración tunecina y orígenes poblacionales ligures y genoveses. Todo un manantial de historias detrás protegido medioambientalmente desde mediados de los años ochenta dada la riqueza de su fondo marino.

Tabarca ciertamente es pequeña. Y llana, apenas 15 metros sobre el nivel del mar en su cota máxima, toda una ridiculez en comparación a esas otras islas de montes esbeltos que superan los 1.000 o 2.000 metros y rozan mayores altitudes. Y en dimensiones, además, hablamos de menos de dos kilómetros de largo y nunca más de medio de ancho (en su punto más amplio), una extensión terrícola de origen volcánico ubicada a unos 7 kilómetros de Santa Pola y a unos 20 de la ciudad de Alicante, de la que depende administrativamente. Una isla que vista en la lejanía evoca la cubierta de un submarino, aunque pueda sorprender esta referencia, y que una vez en tierra sorprende por su aprovechamiento. Una especie de ocho en medio del mar que en uno de sus lazos concentra el pequeño núcleo de Tabarca o San Pablo (Sant Pau) y en otro, en medio de un árido páramo peinado por los vientos, azotado por los rayos del sol y conquistado por las chumberas, se concentra un lado más natural, concebido en el pasado para otros fallidos fines más cercanos al autoabastecimiento agrícola, donde se encuentran el faro y el macizo Torreón de San José, precisamente el gran culpable de esa cierta semejanza con el submarino cuando el perfil de Tabarca se confunde con el horizonte.

En la parte central de ese ocho, de un lado, el que mira al cercano cabo de Santa Pola (el punto peninsular que le es más cercano, a 2,3 millas naúticas, algo más de 4 kilómetros) se encuentran el puerto y algunas calas donde descansan pequeñas embarcaciones. Al otro, la playa Central, la concurrida playa a la que
acuden cientos de personas (acaso miles) en los meses de verano y uno de los motivos que ha impulsado la creación de varios restaurantes de generosas terrazas. Tiene fama la plaza en lo que se refiere a ricas paellas. Apuntado queda, por tanto. No son pocos los que, más a disgusto por el gran poder de convocatoria de la Playa Central, prefieren buscar otro rinconcito para el baño entre sus calas o en la zona rica en rocas de la Porta de la Trancada.

Conocida por griegos (que la llamaban Planaria) y fenicios, frecuentada por romanos (que la conocían como Planesia) y musulmanes (Palnatsia), considerada San Pablo durante la Edad Media, la actual denominación de Tabarca se acuñó en el siglo XVIII, el mismo en el que se difuminó la cruel consideración de islote refugio provisional de los corsarios musulmanes en sus escarceos levantinos con la implementación de toda una ciudad con fines e intenciones solidarias y, subsidiariamente, defensivas, restándoles una posible escala o base de operaciones a los piratas berberiscos que de vez en cuando se asomaban por el Levante. El motivo no fue otro que el de dar cobijo a las decenas de familias que
se habían asentado en Tabarka, una plaza de la costa de Túnez, cercana a Algeria, célebre por su comercio de coral y que permanecía bajo la tutela de Génova. Una población, la historia nos habla de 69 familias, que habían sido convertidos en esclavos a mediados del siglo XVIII. La gestión de fray Juan de la Virgen ante el monarca Carlos III acabaría teniendo como fruto principal su rescate, una operación que se desarrollaría entre octubre y diciembre de 1768. Un año después, tras un periplo por Cartagena y Alicante, los futuros tabarquinos llegaron a su nuevo destino, al que bautizarían con el nombre de la isla que habitaban anteriormente.

Para ellos, guardianes residentes de
apellidos italianos (y adaptados) que aún hoy sobreviven, toda una ciudad urbanizada a la luz de las ideas de la ilustración, con unas calles perfectamente trazadas en hileras, rectilíneas, respetuosas con una plaza principal (y otras dos no menos espléndidas), por supuesto rectangular, que hace las veces de centro poblacional. Una ciudad protegida por recias murallas y reforzada por una guarnición militar, concebida para abastecerse con las tierras de labor imaginadas en el otro lado de la ínsula y los frutos de la pesca, dotada de gobernador de la plaza, escuela de fareros, y por supuesto, faltaría más, de su correspondiente iglesia. Y además, escuela, horno de pan,... Que todas las necesidades estuvieran cubiertas. La propuesta, brillante sobre el papel, empero no funcionó según lo previsto. Tabarca cayó en cierta decadencia, muchos de sus habitantes, que llegaron a ser más de mil a comienzos del siglo XX (1920) y convirtieron el gentilicio tabarquino en toda una denominación de origen, optaron por emigrar a la Península y su patrimonio inició una degradación de la que aún hoy no se ha recuperado del todo y que aún hoy se sigue combatiendo. Pero las fachadas, ampliamente restauradas, adaptadas a los nuevos tiempos, ricas en carteles anunciadores de venta o arriendo, siguen teniendo mucho encanto y han merecido la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC) y Conjunto Histórico Artístico. En términos promocionales, además, es evidente la estrategia de reflotar el valor de Tabarca como destino turístico dada su riqueza histórica y su particularidad geográfica. Desde luego, en un lugar que en invierno habitan pocas decenas de personas y que carece de parque móvil al uso de una ciudad moderna (nada de coches, sí pequeños carricoches tipo campo de golf por eso de los suministros de la hostelería; y por supuesto bicicletas) se puede confiar como destinon para perderse, toda vez que su clima es benigno. Juan Cruz, en 2007, se mostraba crítico con el cariz que parecía tomar su futuro, o al menos le daba voz a los nativos sobre ese oscuro porvenir. En todo caso, éste puede ser un buen lugar para seguir su día a a día y profundizar en sus particularidades. ¿Hace una visita?


Mapa de situación de la isla de Nueva Tabarca o Plana, las dos denominaciones oficiales de una ínsula más popularmente conocida como Tabarca. Dada su ubicación, no debe extrañar que acoja o fomente de algún modo
pruebas de natación en aguas abiertas (nos gusta especialmente la etiqueta "travesía a nado"), así como competiciones de vela. Y no son pocos los veleros que en el verano, o en los días de buen tiempo, fondean en sus proximidades.


Vista desde el aire puede evocarnos a un número 8, sensación que incluso se percibe en tierra firme. Pero desde el mar, desde lejos, sobre todo por los perfiles de su faro y su torreón (no tanto por el núcleo urbano de Sant Pau), nos recordará a un submarino que navega en la superficie.


Tabarca. Nos acercamos. La ciudadela, una aglomeración de edificaciones y tejados escoltadas por una iglesia más esbelta y en "primera línea", es mucho más evidente a simple vista.


El "norte", el lado "más salvaje" de la isla y donde se encuentran el faro y la torre de San José. Las aguas de Tabarca, por cierto,
se convirtieron en 1986 en la primera Reserva Marina de España. Dicen que aquí se puede encontrar la mejor pradera de posidonia oceánica del litoral ibérico.


Una de las dos pequeñas playas vecinas del Port de Tabarca.


La embarcación de la policía local, amarrada en el puerto. Se puede afirmar con absoluta certeza que aquí hay más barcos y barcas que vehículos terrestres a motor. ¡No hay asfalto en Tabarca!


Isla de Tabarca. El puerto.
Se calcula que en verano, gracias a las diversas compañías que unen la isla con la Península (sobre todo desde Santa Pola, pero no únicamente; desde esta población de la costa alicantina parte un catamarán cuyo billete de ida y vuelta asciende a unos 14 euros) pueden desembarcar aquí entre 1.000 y 2.000 personas al día, cantidad que se reduce en invierno.


La playa Central (o playa de Tabarca o de Levante), concurridísima en verano y uno de los grandes reclamos de la isla junto a sus numerosos restaurantes. Aquí
os adjuntamos un enlace a un folleto del Ayuntamiento de Alicante en 2007.


Una
gaviota argentera se posa en unas rocas cercanas al puerto. La isla es un santuario para muchas especies de aves.


Varias barcas descansan al sol en una de las pequeñas calas que se sitúan entre en el Puerto y la ciudadela.


Un barco en tierra. Al fondo se intuye la costa continental.


Una pareja de ancianos descansa aprovechando la sombra de un par de palmeras en la playa Central de Tabarca.


Nos acercamos a la Puerta de Levante (Porta de Llevant) o San Rafael (Sant Rafel), que a la postres resulta ser el acceso principal de los tres con los que cuenta esta pequeña ciudad conocida como Tabarca o tambén Sant Pau (San Pablo).


Las murallas junto a la Puerta de Levante.


En esta placa de la Puerta de Levante puede leerse: "Conmemoración del
hermanamiento de las islas de San Pietro y Tabarca". Debajo, como una especie de hornacina acristalada que hace las veces de altar, una imagen de una virgen. ¿Tal vez la del Carmen?


Vetustas casas que crecen al otro lado de la muralla.


Ya estamos al otro lado de las murallas.
Plaza de Carloforte. Cuenta el Cátalogo de Bienes y Espacios Protegidos de Alicante: "El poblado de Nueva Tabarca, junto con esta torre y toda la isla, fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1964 (Decreto 27-08-1964). El PGOU de 1987 de Alicante desarrolló un Plan Especial de Protección para la isla. Desde 1994 se está tramitando un nuevo PEP de la Isla, entre cuyas previsiones está la conservación de esta torre y la delimitación de un perímetro".


Blanquísima carrer (calle) Génova.


Cruce entre las carrer D´enmig (la calle de enmedio, la principal, que cruza de este a oeste la ciudadela) y Del Moll.


Un hermoso balcón de tonos azulados.


Plaça Gran. Cercana a la puerta de San Gabriel, es la principal del poblado. Algo así como su plaza mayor.




Otra perspectiva de la Plaça Gran: un pozo con vista a las palmeras.


Un reloj de sol en una fachada de la calle de Enmedio, escoltado por banderolas de feria.


Vistosas fachadas en la calle de Enmedio.


Una sirena decora una fachada de la ciudadela de Tabarca.


"El bohemio". El ambiente y el contexto, desde luego, invitan a ello.


Dintel interior de la Puerta de la Trancada o de San Gabriel, la puerta oeste.


Una inscripción en una losa nos recuerda que "El rey de España la edificó".


Puerta de la Trancada o de San Gabriel. En esta parte oeste de la isla se encontraba la "cantera" de la que salió la piedra con la que se levantó buena parte de la ciudad. Se había previsto también en esta zona la construcción de un astillero, pero éste no llegó a ver la luz.


La pétrea zona oeste, que en otro tiempo fue cantera (de ahí su nombre) y hoy se ha convertido en zona de baños. Un cartel (fuera de campo) nos avisa del peligro de las piedras.


Islotes cercanos a Tabarca. Su existencia convierten al conjunto realmente en un pequeño archipiélago y así es considerado.


Una vista sobre la
iglesia de San Pedro y San Pablo desde la carrer de la Escola y la Porta de la Trancada.


Una típica calle de Tabarca, la carrer de l´Eglesia.


Iglesia de San Pedro y San Pablo, finalizada en 1779 sobre los restos de una pequeña capilla anterior. Sobria, pero atractiva.


Detalle de la iglesia de San Pedro y San Pablo.


Floreado patio en la Plaça de l´Eglesia.


Casa Carpe Diem, todo un mensaje para la vida.


Tabarca. La curiosa posición de sus persianas.


Puerta de Tierra, también conocida como Puerta de Alicante o Puerta de San Miguel. La tercera de las tres puertas con las que contaba el sistema defensivo de murallas, baluartes y bastiones, es la más pequeña de todas y conducía al antiguo puerto (Port Vell).


Un visitante se asoma a la explanada que antecedía el viejo puerto de Tabarca.


San Miguel, santo que bautiza una puerta.


La iglesia de San Pedro y San Pablo (Eglésia de Sant Pere i Sant Pau), vista desde el Port Vell de Tabarca.


Tabarca. Un balcón y una farola.


Tabarca. Una vista sobre la plaza de Carloforte,
un nombre muy ligado a los orígenes italianos de los tabarquinos.


Tabarca. Un reloj de sol, junto a la playa Central (enfrente).


Tabarca. La
iglesia de San Pedro y San Pablo es toda una referencia. La vista, desde el otro lado de la isla, donde hoy en día una red de pequeños senderos permiten y fomentan los paseos. ¡Ojo, que por esos pagos las sombras no abundan nada de nada!


Un pequeño islote, cercano a una de las pequeñas calas cercanas al puerto de la isla, donde juegan varios chavales.


Torreón de San José, visto desde las afueras de la ciudadela de Tabarca. Esta torre se encuentra en la parte "natural" de la isla de Tabarca, a medio camino entre la ciudad y el faro. En el
Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de Alicante (pág. 56) se indica: "Este edificio no forma parte ni del conjunto de torres vigía levantadas en la costa mediterrránea española por los Austrias en el siglo XVI, ni del conjunto de casas-torre de la Huerta de Alicante. Se trata, más propiamente, de un pequeño fuerte militar para un destacamento de guardia, en situación exenta, situado en medio de la isla y alejado de las edificaciones que configuran el poblado fortificado de Nueva Tabarca, construido a finales del s. XVIII para realojar a las familias de origen genovés que habitaban la isla de Tabarka emplazada frente a las costas de Túnez. Tanto el nuevo poblado como este fortín fueron mandados construir por Carlos III dentro de su programa ilustrado de fundaciones carolinas, al cual pertenecen otras muchas poblaciones y ciudades del territorio español. El escudo del monarca corona la puerta principal de entrada al mismo".


El faro (far) , de 1854, visto desde las chumberas vecinas al Torreón de San José. Estas chumberas están tan protegidas como uno y otro monumento.




La Torre (o torreón) de San José. Esta particular fortaleza con maciza forma cuadrangular (aunque también sugiera una pirámide truncada) y tres plantas llegó a ser una prisión del Estado. Explica el Cátalogo anteriormente citado: "El fortín o torre de San José fue objeto de diversos proyectos incluso antes de que el ingeniero militar Fernando Méndez de Ras proyectara, en 1769-70, el trazado urbano de Nueva Tabarca con su perímetro fortificado de murallas, sus baluartes, sus puertas y su iglesia. Este mismo ingeniero proyectó, en 1766, una torre de planta cuadrada y volumen prismático, a modo de castillo vigía de la costa y defensa de la isla, sin poblar por entonces. Tres años después redacta el proyecto para el poblado de Nueva Tabarca (rectificado en 1775) y se inician las obras de fortificación de la isla, no así de la torre. Las obras del poblado sufrieron varias suspensiones entre 1769 y 1790, fecha en la que se dieron por finalizadas y en cuyo transcurso falleció el ingeniero autor y director (1782). Las ideas de fortificación de este militar para la isla fueron abandonadas y en 1789 se decidió completar las defensas con la construcción de un par de torres exentas de las que finalmente sólo se levantaría la torre de San José. Aunque el encargo recayó en Baltasar Ricaud, quien proyectó un fortín similar al actual pero mucho más fortificado (con tenazas y foso perimetral), también existe constancia de otro proyecto de torre circular de A. Ladrón de Guevara (1789). Las obras se iniciaron en 1790 y parece que finalizaron en 1792. El proyecto que finalmente se ejecutó es una variante del de Ricaud y es obra del ingeniero militar Francisco Gilve Federichi. El fortín de San José funcionó como destacamento de la tropa en la isla y durante la guerra civil española de 1834-37 se utilizó como cárcel para presos políticos. A mediados del siglo XIX se pensó demolerse si bien, al final, parecía más rentable mantenerla en pie y destinarla al uso por el Cuerpo de Carabineros. En el siglo XX fue ocupada y utilizada como Cuartel de la Guardia Civil, hasta su reciente abandono. En su entorno existe una plantación de chumberas de gran extensión, la cual quizás tenga su origen a principios del siglo XIX, por los productos que de las mismas se obtenían y la escasa agua que necesitan".


Acceso al Torreón de San José. Uno de los episodios más tristes aquí vividos se encuentra en
el fusilamiento de diecinueve presos carlistas allí encerrados en 1838. Hoy en día, el torreón pertenece al Ministerio del Interior a través de la Guardia Civil, si bien esta instalación salió a subasta en 2010. El precio de salida, 395.811 euros. En enero de 2011 esta primera iniciativa quedó desierta ante la falta de pujantes. Visto lo visto, parece que su destino comienza a empantanarse, convertido en argumento electoral y de reproche político.


La ciudadela de Tabarca, con la
Iglesia de San Pedro y San Pablo llamando nuestra atención, vista desde un Mediterráneo rico en veleros y embarcaciones. La isla, dada su cercanía a la costa alicantina (Santa Pola está al ladito; Alicante capital queda algo más lejos, pero también resulta cerca; Desde Benidorm, incluso, se organizan cruceros y excursiones), es un reclamo para los amantes de una jornada de navegación con baños en cristalinas y medioambientalmente ricas aguas de poco más de cuatro metros de profundidad.


El faro y la torre de San José, vistas desde el Mediterráneo. Y más barquitos que disfrutan de su fondeo.


Nos vamos. ¡Adiós, Nueva Tabarca! Antes, un enlace a un
reportaje emitido por Televisión Española sobre la isla dentro de su programa "Comando Actualidad".