Casas colgantes y fachadas de colores en Villajoyosa (agosto de 2011)



Villajoyosa en castellano, La Vila Joiosa en valenciano, en todo caso etimológicamente siempre “la ciudad alegre”, es conocida por todos como La Vila a secas. Estamos en otro de esos prósperos destinos turísticos estivales, amparado por la magia del sol y las aguas del Mediterráneo (aquí se dan la media anual de temperatura más elevada de España, por encima de 19º, y comparte con Almería la mayor cantidad de horas de sol al año), de la costa alicantina. Un enclave cercano a la populosa Benidorm que, sin embargo, de alguna forma ha logrado mantener cierta coherencia constructiva (al menos en términos de altura) y aún hoy en día puede ofrecerle al visitante un impactante y céntrico barrio de pescadores, todo él monopolizado por coloridas fachadas y aderezado con un atípico ayuntamiento sobre un arco, y una pequeña recopilación de casas colgantes que se asoman al barranco horadado por las aguas del breve río Amadorio. El casc antic (casco antiguo), o barri vell (barrio viejo), es un conjunto histórico artístico declarado en su día Bien de Interés Cultural (BIC).

Sobre las fachadas cuentan que la costumbre de recurrir al pigmento surgió entre los pescadores como una necesidad para identificar su hogar, una explicación en todo caso asumible para las viviendas en primera línea y sólo creíble para el resto por una mera y simple cuestión de imitación. De las casas colgadas, algunas de las cuales aprovecharon los muros reforzados en época de Felipe II que protegían de los piratas una ciudad bien encaramada sobre un cerro, apenas existe promoción. Unas y otras, en todo caso, amenizan un agradable paseo por esta ciudad de 34.000 habitantes que se convirtió en una especie de meca para la industria chocolatera española (varias firmas, con Chocolates Valor al frente, tienen aquí su sede y ofrecen museos temáticos de su actividad) y que, además, es el origen de uno de los mejores equipos del panorama del rugby estatal. En la temporada 2010/11, de hecho, el Club de Rugby La Vila ganó la División de Honor española . No se puede dejar de disfrutar de las maravillosas vistas sobre el mágico Puig Campana, un espectacular monte que hace honor a su nombre y que incluso quedará al alcance de nuestra vista desde la mismísima playa Central.

La capital histórica de la Marina Baixa es una urbe volcada al mar. Otrora como puerto pesquero, actividad que sigue presente pero ha cedido el timón de la importancia al turismo de sol y playa, su asentamiento ha sido elección previa de pueblos prerromanos, asentamiento ideal para los romanos (identificada en ocasiones con “Alona”, cuentan que aquí tuvieron uno de sus puertos de referencia en todo el Levante ) y plaza importante para los musulmanes, que acabaron perdiéndola en el siglo XIV a manos de Bernat d’en Sarria, almirante de Jaime I. Eso sí, a través de la piratería berberisca la sometieron a una regular sangría de saqueos en los siglos venideros. De todos aquellos tiempos bebe su importantísima fiesta de Moros y Cristianos, de interés turístico internacional desde 2003 y aspirante a Patrimonio Intangible de la Humanidad, ahí es nada, y que viene celebrándose con cada 29 de julio, Santa Marta, como día central, desde 1694. Tan tradicionales, o casi, como esos festejos (donde se representa un desembarco, una batalla naval y la oposición local) son las costumbres de los chocolates con churros (no se dejen llevar sólo por franquicias, ¡hay una vida ahí fuera!) o los excelentes helados de sus establecimientos con más solera.


El casco urbano de La Vila y la playa Central, vistos desde un viejo dique.


Villajoyosa, La Vila. Situación geográfica.


La Vila. Colorida calle Arsenal. Su nombre procede de unos antiguos astilleros de mucho renombre en los tiempos de las escaramuzas de la Berbería.


Las fachadas que dan al paseo del Doctor Esquerdo resultan muy impactantes por la variedad cromática de una variedad de diferentes construcciones.


La Vila. Anárquica superposición de viviendas y colores rematada con una palmerita.


El Puig Campana, visto desde la playa Central. Campana, ligeramente superior a los 1.400 metros y con su cima a apenas diez kilómetros del Mediterráneo, tiene hechuras de montaña mágica. Alguna que otra leyenda se inspira en él.


Calle Costera de la Mar, la bajada más directa desde la Avenida del País Valencià (que cruza La Vila de un extremo a otro) hacia el paseo marítimo. A la derecha, vestigios de la muralla renacentista diseñada, previa orden de Felipe II, por los ingenieros militares Cervelló y Aldana. La muralla fue completada con una red de torres de vigilancia que eran parte de un más ambicioso plan de control sobre los peligros berberiscos del Mediterráneo. Un SIVE de época, vamos.


Carreró del Pal, una angosta callejuela con mucho encanto que desemboca en la Costera de la Mar.


La Vila. Un torreón de la vieja muralla.


Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.


Otra perspectiva de la torre de la iglesia desde la Avenida del País Valenci'a.


Cauce del río Amadorio, una zona que se ha ajardinado y equipado con columpios y zonas de recreo y acompaña al río casi hasta su desembocadura, bastante cercana por cierto.


Una vieja masía restaurada, junto al cauce del Amadorio.


La Vila. Casas colgantes.


Otra imagen de la casas colgantes, suspendidas desde la vieja muralla renacentista con caída hacia el río Amadorio. Fue en el siglo XVII, tras superar la crisis demográfica que supuso la expulsión de los moriscos, cuando los edificios comenzaron a desparramarse sobre la muralla.


Nuestra Señora de la Asunción, su torre, vista desde la calle Pelayo.


Calle Fray Posidonio Mayor.


Atípico (antiguo) ayuntamiento de La Vila, una instalación asentada sobre un arco en la calle Mayor.


Cruce de calle en el entorno de la Calle Mayor, justo debajo del ayuntamiento.


Puro costumbrismo.


Nuestra Señora de la Asunción. Este templo originalmente fue levantado, nos cuentan los expertos en arte, según los parámetros del gótico mediterráneo tardío. Pero ha sido muy modificado en el siglo XX.


Plaza de la iglesia. Coloreadísima.


Carrer Arxiu.


Calle Pou.


Fachadas.


Un rincón en las cercanías de la calle San José.


Costereta.


Balcones en la carrer Sant Pere, calle San Pedro.


Arsenal.


Carrer Sant Pere. Con la vieja placa, la nueva y unos azulejos que representan una imagen del santo.


"... Y tu ropa al soooool", que cantaría El último de la fila en "Aviones plateados". Calle San Telmo.


La Vila al Doctor Esquerdo, personaje que bautiza el paseo marítimo vecino de la playa Centro.


La Vila. Playa Centro.


El casco viejo, visto desde la arena de la cuidada playa Centro.


Al fondo, entre un mar de coloridas sombrillas, se intuye perfectamente Benidorm.


Vistas desde el Parque Censal.


La Vila. Parque Censal. Escalinata ajardinada hasta la avenida del Puerto.


De los edificios más altos del casco urbano. Estamos en la avenida del País Valencià.


Edificio de aires modernistas en la calle Ciudad de Valencia.


Denso chocolate y contundentes churros (nada porosos, tersos cual manguera) de la Chocolatería Valor de la avenida del País Valencià.


Heladería-Horchatería El buen gusto. En la calle Colón. Un lugar indispensable para los amantes del placer del helado por la gran calidad y variedad de sus productos.


Buen gusto vilero, el nombre exacto del lugar.


Chalet Centella, sede de la oficina de turismo local desde enero de 2010. En la calle Colón nº 40, justo enfrente de la heladería anterior. Es una construcción eclécptica del primer tercio del siglo XX encargada por unos (por entonces) prósperos empresarios locales.


Un rinconcito muy de casa de la alta sociedad. Fue concebido por el alicantino Juan Vidal y se construyó entre 1927 y 1930, una broma de 500 metros cuadrados y otros 1.710 de espacio ajardinado.


Estas vías pertenecen al TRAM, a caballo entre el metro de Alicante y un cercanías con su perifería y núcleos turísticos. Cruza La Vila de un lado a otro en el recorrido Alicante-Denia.


Un detalle de la vieja casa de campo que acoge el museo del chocolate (gratuito, por cierto) en las instalaciones de Valor. Cuenta la historia de la firma (el nombre viene del mote de uno de sus fundadores, ya que al parecer a los Valerianos se les conoce como "valor" por esos pagos) y también muestra una recopilación de sus campañas de publicidad.


Antigua maquinaria para la fabricación a gran escala de chocolate ubicada en el museo del chocolate.


La Vila. Un cuidado y molón Seat 600 publicita las fachadas del viejo barrio pesquero en sus puertas.