Castrillo de los Polvazares: una cuna de los arrieros y un templo de la piedra


Castrillo de los Polvazares. Ubicación geográfica de esta pequeña población leonesa, enmarcada en la comarca de La Maragatería (a unos siete kilómetros de Astorga, de la que depende administrativamente) y próxima al Camino de Santiago. Tan próximo (que no integrante de él) que un ramal del camino francés acerca a los peregrinos y los curiosos a sus densos empedrados. Un pueblo pintoresco, sin duda, que desde 1980 es considerado Conjunto Histórico-Artístico. [Mapas VíaMichelín]

Castrillo de los Polvazares. Un puente salva las aguas del río Jerga y conecta el casco urbano con la ruta de la carretera LE-142, carretera que describe una importante curva en el momento de la salida en la que conviene prestar atención. La calle principal, que también lo es única de acceso al pueblo por este punto, nos deja bien claro desde el primer momento qué vamos a encontrarnos: piedra, piedra y piedra. Y afortunadamente, para más gracia de su entramado urbano, arquitecturas en absoluto invasivas. La calle, por cierto, es la Doctor Lópes Sas. Y el tránsito de vehículos por sus calles más céntricas está prohibido, salvo para residentes.

Este tipo de solución le daban en otro tiempo al problema de los desagües: así dejan correr el agua, rumbo al río Jerga, y también captan el líquido elemento que aportan otras canalizaciones.

Castrillo de los Polvazares. Bendecido por el respeto, considerado hoy en día uno de los pueblos más bonitos de España, sin duda de Castilla y León, la arquitectura municipal más añeja no ahonda sus raíces más allá del siglo XVI, momento en el que la población ocupa el actual asentamiento después de que una serie de riadas destrozaran la no muy lejana ubicación anterior.

Castrillo de los Polvazares. Arquitectura popular, cuidada con esmero. La piedra de tintes rojizos y anaranjados, y allí donde procede la madera policromada, le dan muchísmo encanto a la población.

Castrillo de los Polvazares. La calle Doctor López Sas ensancha, ascendentemente, y forma esta plazoleta que, allí donde también nace la calle La Iglesia, se convierte en la calle Real.

Castrillo de los Polvazares. Calle La Iglesia. Talla de Cristo crucificado insertada en una suerte de hornacina que a su vez se integra en una cruz.

Más arquitectura popular en Castrilo de los Polvazares. Este pueblo, de menos de 100 habitantes según los últimos censos oficiales, fue uno de los principales baluartes de la arriería, esa actividad que en resumen consistía en el transporte con fines de comerciales, y siempre mediante bestias de carga, de todo tipo de bienes. Los arrieros eran la máxima expresión de la logística en centurias pasadas, se marcaban un Betanzos-Madrid en doce jornadas, y su saber hacer acuñó expresiones, refranes y consideraciones hacia su honradez y su compromiso; incluso su labor trascendió fronteras hasta el punto de que parte de su indumentaria tradicional fue adoptada por los gauchos de Argentina y Uruguay, entre otros. En este último país, de hecho, existe una región en la que sus nativos son conocidos como "maragatos": el Departamento de San José. Sobre el fenómeno del arriero, proponemos la lectura de José Luis Martín Galindo: Arrieros Maragatos en el siglo XVIII.

Castrillo de los Polvazares. Calle Real. Siendo una constante en todo el pueblo, los cantos rodados del firme y las generosas fachadas de amplios accesos, algunos engalanados con motivos heráldicos, le aportan especial belleza a esta zona. En ella, además, se concentran varios restaurantes donde no se deja de ofertar el cocido maragato típico de estos lares.



Un magnífico ejemplo de arquitectura popular arriera maragata. Y con detalle heráldico.

Seguimos por la calle Real. La mayoría de las viviendas de Castrillo de los Polvazares, su construcción, se remontan al período comprendido entre los siglos XVIII y XIX. Eso no quita para que la fisonomía local haya sido muy cuidada.

Los montes cercanos a Castrillo de los Polvazares, densamente arbolados, vistos desde una callejuela que parte de la calle Real.

Otra vivienda prototipica del lugar. Y como ésta, decenas. Por esto resulta maravilloso el deleite de caminar por Castrillo de los Polvazares, donde muchos visitantes y turistas coinciden: el reloj parece que en algún momento se detuvo y ningún avatar histórico posterior le llegó a afectar lo más mínimo.

Callejón.

La calle Real de Castrillo de los Polvazares, a la altura del Mesón La Magdalena. De otro de sus fogones locales, Casa Maruja, cuya fachada aparecía en una imagen anterior, se dice y se considera que allá por los años sesenta del siglo XX comenzó la popularidad del cocido maragato.

Calle Chinchinillas.

Arquitectura popular en la calle Real. Cuenta Juantxo Vidal en la presentación de su documental "La Memoria de las Piedras": "La mayor parte de las casas están cerradas; solo mantienen el pulso 30 ó 40 casonas que albergan a los 80 vecinos del pueblo".

Estancias arrieras concebidas para cuadras y almacenajes varios. Calle Real.

La calle Real se bifurca en las rúas Juan José Cano (izquierda) y Juan Botas Roldán (derecha). Una nueva cruz presidente este espacio urbano.

La cruz en cuestión.

Castrillo de los Polvazares. Edificio de usos municipales públicos. Esa escalera, sin ir más lejos, conduce a la biblioteca municipal.

Calle Juan José Cano. Los últimos metros urbanizados de Castrillo de los Polvazares por esta vertiente. Y se mantienen, constantes, las edificaciones de piedra que resultan bastante atractivas a la vista.

Un callejón de libro, umbría pura, junto a la calle Juan José Cano.

Esta casa de dos alturas, más alta que otras, más prominente, tiene unas hechuras palaciegas de tal nivel que nos invita a pensar en que el arriero que la sufragó realmente hizo una buena fortuna en vida...

Una ventana al mundo...

Castrillo de los Polvazares. El casco urbano, contemplado desde el llamado "Camino del Monte".

Instalaciones deportivas en Castrillo de los Polvazares: las pistas de pádel, junto al Camino del Monte.

Uniformidad y coherencia constructiva.

Castrillo de los Polvazares. Calle Jardín. Al fondo, la espadaña de la iglesia de San Juan Bautista, muy recuperada en los últimos tiempos gracias a una serie de actuaciones de restauración.

En la calle Jardín se encuentra este edificio, el albergue municipal; si bien Castrillo de los Polvazares no se encuentra per se en el Camino de Santiago, su cercanía y su convocante belleza hace que algunos peregrinos no duden en incluir esta parada en su itinerario hacia Compostela.

Castrillo de los Polvazares. Curiosa construcción, una especie de pequeño corral.

Iglesia de San Juan Bautista.

Castrillo de los Polvazares. Cruce de calles alimentado por la rúa Chinchinillas y Padre Jordán Gallego.

Calle Padre Jordán Gallego. Y al fondo, la calle Real. No es nada fácil perderse en Castrillo de los Polvazares.

Ropa al sol en una vivienda típica maragata ubicada en la plaza de Concha Espina.

Concha Espina, doblemente homenajeada en este espacio urbano de un Castrillo de los Polvazares que la considera uno de sus pesonajes ilustres. La escritora y pensadora cántabra, pionera en una época compleja, ambientó una de sus obras en esta población, a la que rebautizó como Valdecruces. La obra, La esfinge maragata.

Piedra, piedra y más piedra allí donde la plaza Concha Espina muta en la calle La Iglesia...

Una persona camina con decisión por la calle La Iglesia, ante atractivas y cuidadas fachadas.

Puente, la verdad algo feucho, sobre el río Jerga.

[agosto de 2016]