Toledo exprés por un concierto de Russian Red (mayo de 2009 y con fotos de 2007))


De nuevo un concierto, en esta ocasión de la jovencísima Russian Red (alias artístico de la madrileña Lourdes Hernández), fue la excusa montada para hacer una escapada relámpago a Toledo. La idea inicial de ir y volver en el día fue rápidamente descartada, pues las actuaciones en vivo siempre animan a uno a remojarse el paladar y no hay nada como trasegarse unas espirituosas en la animada noche toledada, tan llena de historias, leyendas y misterios por sus callejuelas. ¡Cuántas callejuelas! El callejero de Toledo es como el hilo de una madeja, extensisima madeja, del que hay que ir tirando progresivamente. Sin prisa y sin pausa. Y aún con esas, siempre nos regalará un enfoque distinto, una luz diferente, un encuadre nunca antes visto. En la web de Atrápalo, como en ocasiones previas, encontramos una oferta de una noche, la del viernes, en el Hotel Puerta Real (c/ Real del Arrabal) por 45 euros. 90 euros en nuestro caso porque al final fuimos dos parejas. Como para tan poco tiempo el equipaje ha de ser mínimo, una mochila te la admiten varias horas en la recepción mientras al día siguiente sales a dar una vuelta “descargado” de bultos. Una vez que estábamos “ubicados”, y esto es algo que puede serle de mucha utilidad al respetable, nos fuimos a tomar unas cervecillas. De los mejores sitios de todo Toledo son las Tabernas El Enebro. Hace años sólo había una, justo al lado de la plaza del Zocodover; ahora florecen varias por toda la ciudad… E incluso nos cuentan que por otras ciudades de Castilla La Mancha. En El Enebro ponen unas tapas muy bien presentadas. Suelen ser bocatines acompañados por patatas fritas. Tienen camareros, sí, pero sólo para recoger las mesas. Si te sientas en la terraza, tienes que ir tú a pedir. La ronda, dos cervezas y dos jarritas, sale por unos siete euros.

Russian Red, o Lourdes Hernández, a la que, vaya por delante, le hacen falta unas cuantas tablas más para generar una buena atmósfera en su directo, tocaba en el toledano Círculo de Arte (Plaza de San Vicente) el 3 de mayo. Este Círculo pasa bastante desapercibido por fuera, entre tanto edificio majestuoso, de heráldica fachada o enorme dimensión. Pero por dentro, habilitado como bar de copas y sala de conciertos, es sencillamente genial, sobre todo porque estamos dentro de un edificio bastante antiguo que en su día fue rehabilitado. Leyendo posteriormente algo de información al respecto encontramos que se trató de una iglesia. No son sus únicas posibilidades: el conjunto incluye un par de salas de exposiciones. El Círculo es un motor cultura de la Ciudad Imperial que apuesta por las nuevas tendencias de las diferentes artes. Ellos mismo lo decían en un cartel: “Asociación cultural de ámbito nacional”. Para que tengáis en cuenta los gastos, el concierto salió, por cabeza, a 17,5 euros. Y como anécdota, queremos destacar que las cuatro entradas fueron compradas en un gran almacén de Sevilla pocas horas antes del mismo. La dependienta flipó un poquito, pero sólo un poquito, con tal inhabitual demanda. Después de disfrutar de la música en vivo, optamos por disfrutar del ambiente en uno de los locales con más nombre y solera de la ciudad: el Pícaro Café Teatro (c/ Cadenas nº 6). Es un pub de dos plantas y tres salas donde pinchan muy buena música, aunque la gente prefiera sentarse en sus acogedores rincones antes que mover el esqueleto. El Pícaro lleva más de una década amenizando el ocio nocturno de la villa: gran parte de culpa la tiene su completo programa de actuaciones en vivo.

Toledo. Mapa de ubicación geográfica gracias a las tecnologías de Viamichelin.

A la mañana siguiente procedimos a dar una buena vuelta por el centro de la milenaria Ciudad Imperial, cuyos orígenes se esconden en la Prehistoria y cuyo nombre, ya fuese Toletum (romano), Tulaytulah (árabe) o Toldoth (en hebreo), ha sido hasta vinculado con el mismísmo Salomón y los tesoros del Templo de Jerusalén de la época visigótica. Toledo puede ser paseado de tantas formas como estrechas callejuelas esconde. Se puede escudriñar en la ciudad más mágica de las leyendas y las supersticiones; se puede profundizar por ese Toledo que albergó la afamada escuela de traductores que, aunando cristianos, musulmanes y judíos, tuvo al saber como fin último. Gran parte del mundo que llegó después, para lo bueno y para lo malo, se gestó en ella. También es posible recurrir a la ciudad más gastronómica, o la vertiente más piadosa; o incluso la artística de El Greco y Garcilaso... En resumen, que es una ciudad a la que se puede llegar con miles de motivaciones e influencias. La nuestra, ni de coña, otra cosa es sencillamente imposible, pretende ser un ejemplo; sólo es un simple reflejo de una urbe que, para ser justos, invita a paseos periódicos. En nuestro caso, tras un reparador desayuno, dirigimos nuestros pasos a la puerta del Sol, una construcción datada en el siglo XIV que fue levantada por los caballeros hospitalarios y que ni oculta su influencia árabe ni tampoco detalles cargados de significado.

Restaurada y acondicionada, desde la parte superior hay unas magníficas vistas de todo el entorno toledano, ya sea la propia ciudad o las majestuosas vegas junto al tajo. Un consejo: nunca deben faltar las gafas de sol; cuando el lorenzo se pone flamenco, pega tan duro como Arnold Schwarzenegger en cualquier película de la saga Terminator. Después, sin rumbo fijo, lo ideal es "perderse". Desde las calles Comercio y Toledo de Ohio (un homenaje a la ciudad homónima que nació en 1833 en los Estados Unidos tras la fusión de dos núcleos de población, Port Lawrence y Vístula, anteriores) llegamos a la zona más comercial de la ciudad. Calles estrechas, reviradas, que tan pronto alterna pastelerias y tiendas de recuerdos (con muchas espadas y armaduras, dos de los símbolos de la ciudad) con franquicias internacionales de moda o comercios de toda la vida, ya sean fruterías o pescaderías. Para ver estos últimos, eso sí, hay que "salir" de las, digamos, calles más principales. Si seguimos la calle Comercio, ésta va a dar a la plaza de las Cuatro Calles y, todo seguido, a la Hombre de Palo, un nombre sugerente que va a la zaga de otros no menos curiosos que esconde la ciudad. Llegamos a la zona de la catedral de Santa María, majestuosa e inclasificable, y la plaza del Ayuntamiento. En torno a ésta, emergen el Palacio Arzobispal, el Consistorio, la citada Catedral y los Juzgados. Curiosa asociación de ideas: la justicia divina y la humana, juntas en una plaza.

Uno de los rincones más peculiares de Toledo está justo al otro lado del pórtico principal de la catedral, en la calle Sixto. En la fachada de un edificio está colgado un enorme racimo de cacerolas y utensilios de cocina. ¿Su utilidad? Son varias las versiones que hemos podido leer al respecto: todas tienen un motivo relacionado con la superstición. De la zona de la catedral, con dirección sur y hacia la puerta de Alcántara y el puente homónimo sobre el río Tajo, una infidad de callejuelas presidente nuestro caminar. Es la constante de una ciudad forjada en piedra vieja, en la que se enconden lugares donde el tiempo parece que se ha detenido hace siglos. Es la magia de Toledo. No hemos hablado del Alcázar, ni de otros monumentos dignos de visita y comentario... ¡La cantidad de patrimonio es incontable! Incluso en un parque cercano a la icónica Puerta de la Bisagra nos esperan los restos, bastante desconocidos (o no tan publicitados), del circo romano. De todos modos sí hay que recomendar un broche de oro perfecto, aunque éste obligue a coger el coche (o a pegarse una buena pateada) hacia la zona del nuevo Toledo: el Pastucci. Se trata de un restaurante italiano cuyo dueño ha ganado varios premios internacionales por sus originales pizzas. Es un local de cierta fama no ya en la ciudad, sino en la provincia. De hecho, en Toledo cuentan con dos restaurantes (el otro está céntrico) y en Talavera de la Reina, con otro. Nosotros visitamos el de la calle Colombia. La relación calidad/precio es magnífica. Y no menos magnífico es perderse por Toledo. Ahí va una trayectoria errante. Sin pies de foto, sin explicaciones adicionales. ¡A dejarse llevar! A fin de cuentas, lo importante es el acudir físicamente. ¡Buen provecho!