De dos llaves y un león que custodian un tesoro patrimonial en Leiden (noviembre de 2010)



No debemos dejarnos engañar por sus “sólo” 100.000 habitantes, pues a fin de cuentas Ámsterdam sólo tiene cinco o seis veces más, o el mayor renombre de otras urbes como La Haya, Rotterdam, Haarlem o Utrecht. Leiden bien se merece un mayor reconocimiento por su peso histórico, evidente cuando uno se sumerge un poco en sus calles, su importante patrimonio, con más de 2.700 monumentos históricos censados, y su condición de villa universitaria, con toda la viveza cultural y festiva que le aportan a sus calles, plazas y vida nocturna un añadido de miles de jóvenes. Además, hemos encontrado varias interesantes conexiones con lo español que forman parte de la esencia misma de un Leiden que puede presumir de tener su centro neurálgico, ojo al dato que diría aquel, en un cruce de canales propiciado por las aguas del Oude Rijn. Un centro sobre las aguas para la ciudad en la que, por cierto, nació Rembrandt. ¿Les suena este pintor? Turísticamente, Leiden es tan apetecible como accesible. A través de los eficientes ferrocarriles holandeses, en veinte minutos nos plantamos allí desde la Centraal Station de Ámsterdam. Y si viajamos directamente desde el aeropuerto de Schiphol, que también cuenta con parada, réstenle diez minutejos. Cómo llegar a Schiphol es otra historia, dado el abanico de ofertas y compañías. Por horarios y tarifas, en esta ocasión proponemos las de EasyJet, con tarifas por trayecto desde los 17,49 euros (tasas incluidas) y un interesantísimo vuelo de lunes a sábado a las 6:50 de la mañana entre Madrid y Ámsterdam y otro de vuelta a las 19:35 del domingo. Vamos, que una escapadita se la puede permitir y organizar cualquiera. Y esa es nuestra intención. Veamos por qué.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que Leiden, la recoleta Leiden de 100.000 habitantes de la que hablábamos antes, la ciudad representada en su escudo por dos llaves cruzadas, era la segunda ciudad de los Países Bajos tras Ámsterdam. Y como aquella, Leiden también gozaba de una importante red de canales, hasta 28 kilómetros salvados en la actualidad por 88 puentes, que facilitaban el comercio. En Leiden la gran industria era la de los tejidos. Seguro que muchos hemos oído hablar de los paños de Holanda. Pues bien, Leiden era uno de los puntos neurálgicos, que no el único, de esa digamos denominación de origen nacida del prestigio, la exportación y el control de los severos y rigurosos (comprobable en sus libros de calidades) inspectores del Lakenhal, “una palacio urbano para la industria textil” en palabras neerlandesas y actualmente sede del Museo Municipal de la Ciudad (Stedelijk Museum de Lakenhal). En el contexto anterior, los canales para la villa no sólo fueron un medio de transporte. Observando un mapa de su casco viejo vemos que, más allá del cauce principal que cruza la ciudad, otro gran conjunto canalístico que rodeaba la ciudad podría considerarse una especie de muralla natural. En holandés tal circunstancia, la de los canales circulares, tiene una palabra propia: singel.

Por sus aguas, además, llegó la liberación para una población moribunda por las hambrunas durante la Guerra de los Ochenta Años, cuando las tropas de los Austrias, con los temidos tercios al frente, sitió la ciudad. Cuenta el historiador Geoffrey Parker en su indispensable El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659) que los españoles (spanjaarden, en neerlandés) “abandonaron sus trincheras, presas del terror, cuando los holandeses rompieron los diques y las aguas anegaron los alrededores de la ciudad sitiada (2-3 de octubre)” (página 276). Antes, empero, se contextualiza el porqué: “(…) para finales de septiembre parecía próxima la rendición de Leiden. Desesperados, los holandeses rompieron los diques que rodean la ciudad, con la intención de inundar los alrededores, de modo que pudieran llegar provisiones por medio de barcas justo hasta los defensores sitiados. Esta operación tuvo un desenlace inesperado. A medida que las aguas subían lentamente en torno a sus fortificaciones de sitio la noche del 2 al 3 de octubre de 1574, los españoles, atemorizados, fueron presa del pánico (“un tan grande y repentino miedo”, “un miedo y temblor”). Huyeron. Leiden fue liberada y Holanda se salvó gracias a la deserción de las tropas más experimentadas del ejército de Flandes” (pp. 256-257). Un enorme cuadro que preside la última planta del Lakenhal, y cuyo autor no recordamos, resume muy plásticamente la hambruna de Leiden durante aquellos momentos, solventada por la iniciativa de los Orange (hoy, la fiesta local de la liberación), de repartir un arenque y pan entre todos los pobladores. Otra historieta, más imaginativa pero seguro que con algo de realidad en el fondo, incluye los amoríos entre un capitán español y una hermosa leidenaar que hizo las veces de espía para los rebeldes.

Una de las más sorprendentes, sin embargo, proviene de la tradición cultural y es bastante desconocida en España por lo que hemos podido pulsar: la de San Nicolás, Sinterklaas en neerlandés. En Holanda, este ilustre personaje es el encargado de repartir regalos entre los niños “buenos” durante la noche del 5 al 6 de diciembre. En esta mágica tarea recibe la ayuda de Zwarte Piet (el negro Pedro), que escala por las fachadas para dejar los presentes en los zapatos de los infantes y recoger, si es el caso, alguna zanahoria para sus caballos mágicos. San Nicolás y su séquito proceden de Madrid y viajan, nótese el detalle, en barco hasta los Países Bajos. Allí inician una gira, por así decirlo y dado que a cada pueblo llegan en una fecha. A Leiden, San Nicolás arriba sobre el 20 de noviembre. En Leiden, el santo tiene una casa, un viejo edificio rehabilitado en el que recibe a los niños y sus padres, escucha sus peticiones de regalos, les anima a ser buenos y cantan temas populares, como O Pepernoot o una curiosísima versión de la Macarena en neerlandés. Muchísimas coincidencias con lo que pasa en España un mes después con los Reyes Magos. Como si nuestra Epifanía se mezclase con “nuestra interpretación” de Papá Noel.

Además de por su Universidad, la más antigua de toda Holanda(1575) y fundada por Guillermo de Orange inmediatamente después de que la ciudad fuera liberada de los españoles como muestra de agradecimiento a las penurias vividas, Leiden destaca por otras dos particularidades. La primera, un extensísimo mercadillo popular que se celebra los miércoles y los sábados durante todo el día hasta las 19.00 horas, más o menos. Más de 210 puestos se sitúan en el entorno de las calles Vismarkt, Botemarkt y Nieuwe Rijn, con vistas al canal; allí podremos encontrar desde estancos a queserías, carnicerías o pescaderías. Una cita con más de 900 años de antigüedad a la que acuden fielmente los leidenaars (gentilicio de sus ciudadanos) para abastecerse de alimentos de muy buena calidad y buen precio. La segunda, el Leidse Schouwburg, el gran teatro de la ciudad, al mismo tiempo el decano entre todos los holandeses. Discreto por fuera, con una fachada que en cierta manera le da continuidad al entorno arquitectónico. Pero majestuoso por dentro, con esos aires neoclásicos que le dan un encanto especial a cualquier representación. Bien conservado y adaptado a los tiempos, hasta un espectáculo como Blaze, basado en el streetdance y protagonizado por un variado y multicultural elenco de bailarines, no extraña en términos acústicos, como pudimos comprobar. Nuestro agradecimiento a Koen Brakenhoff, marketing mánager de este concurrido espacio cultural de Leiden, al que llegamos de una forma poco ortodoxa: en barco, tras un crucero turístico nocturno de la compañía Rederij Rembrandt que tiene su punto de salida desde la concurrida plaza Beestenmarkt y en el que te narran la rica historia local. Por supuesto, la ciudad ofrece muchos más puntos de interés complementarios con los anteriormente expuestos. Se hace inevitable recurrir al paseo para profundizar por sus calles o descubrir sus restaurantes. Ármense de paciencia entre plato y plato o mientras espera otra cerveza, porque los camareros, todos serviciales y simpáticos, muchos jóvenes estudiantes, son muy codiciados: no abundan y tienen mucho trabajo. No dejen de ascender (y nunca mejor dicho pese a lo llanito del país) al rincón más alto de la villa y sin embargo también el más escondido: la ciudadela (De Burcht). Un eco de un pasado bélico asimilado y superado con costumbres y fiestas. Cuentan que cuando abandonaron las tropas españolas la ciudad, lo hicieron tan repentinamente que dejaron sus enseres y objetos tal cual. Así, un chaval que frisaba, según las historias, los doce años, se apoderó de un caldero donde un soldado había estado cocinando un rancho con cebolla, zanahoria,... un caldo que es típico el 3 de octubre, cuando se festeja De Leidse sleutels, la liberación de la ciudad. Muchos de esos objetos (monedas, cartas, naipes, armamento variado,...) se encuentran en el Lakenhal.


Leiden. Ubicación geográfica, más o menos a medio camino entre Ámsterdam y Rotterdam en el diligente ferrocarril holandés. De la primera dista unos 30 kilómetros y unos 25 de la segunda. Nimias distancias.


Otra representación del escudo de la ciudad, protegido por un león tan rampante como armado, símbolo de los Nassau, presente en la fachada del Lakenhal, sede del museo municipal. No podría ser otro que San Pedro, el amo de las llaves del Cielo, el patrón de la ciudad.


En esta ocasión, el escudo (leidse sleutels) es uno de los ornamentos de la gran escalinata que preside el gigantesco Stadhuis (ayuntamiento) de Leiden, en la Breestraat.


Otra representación heráldica, en esta ocasión en el Hoogstraat, puente que salva las aguas del Nieuwe Rijn antes de que se fusionen con las del Oude Rijn, en el considerado centro neurálgico de Leiden.


... y éste es ese centro neurálgico de Leiden, un pequeño muelle entre puentes y rodeado de hermosas construcciones.


La gran torre del ayuntamiento, vista desde un patio interior cercano.


Este antiguo puente, el Rembrandtbrug, salva las aguas del Galgewater con la compañía, a la izquierda, del molino (molen) De Put, una reconstrucción de finales del siglo XX de otro originario de 1619 y propiedad de Jan Janszn Put, de ahí su nombre. Es uno de lo nueve que existen en Leiden.


El Leidse Schouwburg, el gran teatro de Leiden... y de Holanda.


Otro molino de viento, en esta ocasión es el De Valk, que es propiedad privada y alberga un museo en su interior.


El Oude Singel, que arranca junto a la Beestenmarkt y en cuyos laterales se encuentra el Leidse Schouwburg o el Museum De Lakenhal, entre otros monumentos interesantes. A la derecha, la cúpula de la Marekerk, la primera iglesia protestante construida tras la reforma religiosa del siglo XVII.


¡Leiden Centraal! Llegamos al destino.


La moderna y concurrida estación central de Leiden; a la derecha de la imagen encontraremos una parada de taxi, por si fuera menester. No será raro que si recurrimos a este servicio cojamos un taxista de Afganistán. Una conversación muy interesante.


Los aparcamientos de bicicletas cercanos a otros medios de transporte, fundamentalmente estaciones de tren, son muy habituales en Holanda. Cientos, miles incluso, de bicicletas perfectamente colocadas en los raíles de unas instalaciones que cuentan con todos los detalles, como accesos mitad escalones y mitad rampa. Evidente, a que sí. Pues en otros lares más cercanos no lo ven.


Edificios de oficinas de curioso diseño junto al Golden Tulip Hotel (Schipholweg, 3).


La concurridísima Haarlemmerstraat, un eje comercial tan fundamental en Leiden que en sus folletos turísticos se presenta como "a kilometre of shopping pleasure". ¡Abundan las tiendas de material deportivo con unos precios muy interesantes!


Este puente biciclista-peatonal une las dos márgenes de la ciudad que separa el Oude y el .


La actual "Casa de San Nicolás" (Huis van Sinterklaas), un edificio de época con usos municipales y festivos, sobre todo cuando suenan canciones como ésta o ésta otra, "macarenera".


Dos Zwarte Piet ("negros pedros", ayudantes de San Nicolás) posan en una sesión de fotos improvisadas antes de despedirse con un simpático "Hasta luego, amigos".




San Nicolás lee la carta de un niño neerlandés para ver los regalos que piden tras haberse portado bien.




Una bonita estampa del "centro sobre la aguas" de Leiden.


Puestos de pescado y productos relacionados en el célebre mercado de Leiden.


Frutas y hortalizas de apariencia fresca y jugosa.


Puestos de todo tipo para todo tipo de públicos.


Durante todo el día, la afluencia de público es alta y constante. El centro de Leiden gana muchísima vida.


La gran lámpara del Teatro de Leiden, vista desde el patio de butacas.


El Rijnsburger. A la izquierda, fuera de cuadro, el Molino De Valk.


De Valk, uno de los nueve molinos de Leiden.


Fachadas en la Nieuwe Beestenmarkt. Sí, también hay coffeeshop en Leiden y por lo que vimos casi todos están en esta zona.


El muelle de la Beestenmarkt.


La Beestenmarkt.


Moorstraat, donde abundan los bares y restaurantes. Al fondo, la Morspoort, uno de los dos antiguos accesos a Leiden que se conservan.


Detalle en una fachada de la pequeña calle Smidsteeg.


Una mini reproducción de un barco de época, en las aguas del Rijn.


Ésta es una de las casas más antiguas de Leiden, levantada por un antiguo comerciante.


Un detalle de la fachada de la casa anterior.


El Rembrandtbrug.


El Rembrandtbrug (izda) y el Molino De Put.


Nótese cómo el firme del Rembrandtbrug, de madera, presenta una pequeña pendiente en su parte central, la que se eleva y permite el paso de los barcos.


A esta parte de Rijn se la conoce como Galgewater.


En esta casa de la Weddesteeg nació Rembrandt.[nota de 2016: Hans Oudendorp nos comenta que no se trata de esta casa exáctamente y le agradecemos profundamente la deferencia y la amabilidad]


... Y esta placa lo recuerda. De los vecinos más ilustres de Leiden, sin duda. Y el único con un nombre como el suyo, lo que evita dudas o diferentes teorías.


Justo enfrente del lugar de nacimiento de Rembrandt, una pequeña plazoleta tiene en su centro un monumento a la juventud del pintor bastante curioso.


En esta parte de la ciudad cercana a los viejos edificios de la Universidad de Leiden no será raro encontrar en algunos muros desnudos algún que otro poema.


En la calle Oude Varkenmarkt encontramos este edificio del siglo XVII que esconde casas para estudiantes todavía en uso e impresionantes. Una vez acabada la carrera, los afortunados pueden prolongar el alquiler un año más hasta que se estabilicen laboralmene o encuentren otra vivienda.


El patio interior de la "residencia". Existen varias zonas "residenciales" de este estilo y, patrocinadas por un mecenas a la luz de la universidad u otro interés, eran conocidas como almhouses.


El patio interior de la residencia (2).


Groenhazengracht.


Una puerta dedicada a San Jorge matando el dragón, a contraluz.


Desde el otro lado.


Fachadas junto al canal Doelengracht.


Embarcaciones en el Doelengracht.


Conjunto residencial destinado originalmente a mujeres solteras en la Doelensteeg.


Local de copas Proost!, cuyo nombre, traducido, viene a significar "salud" cuando brindas.


Un cisne recorre las aguas del señorial canal del Rapenburg.


Un carro de caballos, a punto de cruzar un puente que salva el Rapenburg.


Llegamos a Het Gravensteen, la parte más añeja de Leiden.


Plazoleta con mucho encanto junto a Het Gravensteen.


Una terracita en la calle Gerecht.


Entre fachadas y tejados del barrio Pieterswijk ya se intuye la maciza y monumental Pieterskerk.


Het Gravensteen, originario del siglo XIII y con usos variados a lo largo de la historia: desde la prisión a la vivienda, pasando por la fortaleza.


Nos comentaban que en esa casa se encontraba el estudio donde aprendió a pintar Rembrandt. En esta ciudad también nació otro famoso pincel, el de Lucas Van Leiden del que dicen, para realzar su figura, que fue el introductor del Renacimiento en los Países Bajos... en términos pictóricos, claro.


Un callejón con muchísimo encanto.


Uno de los lugares con más encanto de Leiden es la Pieterskerkhof, con un entorno muy atrayente. Otra fachada del Gravensteen, vista desde esta posición.


En directo, falta campo visual para abarcar toda la Iglesia de San Pedro. Es la más antigua de Leiden y originalmente fue construida en el siglo XIV, pero ha vivido algun que otro incidente que cambió su aspecto. Se encuentra en proceso de restauración.


Hospicio para pobres pagado y mantenido por Jean Pesijn. Queda claro en qué año se construyó.


Poemas, otoño y un bar llamado El templo de Salomón, pero en latín.


El pintoresco entorno de San Pedro.


En el barrio Pieterswijk existen algunos "pasadizos" que permiten acortar distancias.


Calle Langebrug.


El ayuntamiento, un edificio ornamentalmente recargado pero no por ello poco destacable.

El ayuntamiento (2). El ayuntamiento (3). Una ciclista pasa junto a uno de los accesos al ayuntamiento. Este semáforo en la calle Breestraat no es una coña: simula un acid o un comecocos, según se mire. ... y el vecino muestra el logo de la paz. Lo que queda de un antiguo monasterio y que hoy preside una pequeña plaza cercana a la calle Lange Mare. Podría pasar por una parroquia perfectamente... El Oude Rijn con la Marekerk al fondo. De Lakenhal, una obra de Arent van Gravesande (1640) que antes de ser museo municipal acogió el stadpaleis voor de textiel, vamos, el "consejo regulador y de control" del sector de los textiles. Calle Lange Mare. Una cómoda terraza junto al Nieuwe Rijn.
El Einstein, un céntrico y concurridísimo restaurante ubicado junto al Nieuwe Rijn (c/ Nieuwe Rijn, nº19) donde lo típico son el picoteo (bocatas, un plato rápido,...) y la decoración alusiva al genial científico. Destáquese en la parte superior derecha de la imagen que Heineken, la gran marca neerlandesa, no siempre piensa en verde... Tranquilos y plácidos canales.