El seductor vértigo del Puente Colgante de Vizcaya (octubre de 2010)



No hay en el mundo, leré
puente colgante, leré
más elegante, leré
que el de Bilbao, riau, riau


Puente Colgante de Vizcaya. Mapa de ubicación aproximada sobre las aguas de la Ría de Bilbao.

Una cuadrilla de amigos cuarentones sonrojados y sonrientes destilan los txikitos y los txacolís con cánticos populares que se inspiran en el coloso de hierro que está al otro lado del cristal. No es un relato literario. Es una realidad cotidiana que ignora la prohibición expresa de un cartel del otro lado de la barra. La que inspira la presencia imponente del Puente Colgante que salva los 160 metros de las aguas del Nervión, inminentes ya al Cantábrico, y une el muelle Churruca de Portugalete con Las Arenas de Getxo desde 1893. Un patrimonio de la humanidad desde el 13 de julio de 2006 por cuyo transbordador, se calcula, han cruzado 650 millones de personas.

El cántico que encabeza esta entrada, sensu estricto, no se inspira en el Puente Colgante, sino en el antiguo puente de la Ribera del mismo Bilbao. Pero entre la metamorfosis del segundo y la notoriedad del primero, casi da lo mismo. El Puente Colgante es una pasada de todos modos. Subir por sus ascensores y atravesar la pasarela, habilitada en 1999, a más de 50 metros de las aguas, una experiencia seductora hasta para los que sufran de vértigo. Las vibraciones que transmiten los raíles del transbordador o incluso el viento (aunque se suspende el paso cuando éste supera los 40 kilómetros por hora, nos comentaron) nos puede amargar el tránsito y sus vistas si le tenemos respeto a los abismos o sucedáneos. Una placa de las muchas que contextualizan esta obra indica que si varias personas se ponen a saltar a la vez cada 0,8 segundos toda la estructura podría tambalearse.

No es una experiencia barata si entramos en comparaciones. Subir y baja en un ascensor (la bajada, por el lado que se quiera) y caminar por la pasarela cuesta cinco euros (precios de octubre de 2010). Cruzar en la barquilla como peatón, 0,30 euros. Pero las perspectivas sobre la ría, sobre Portugalete, sobre Getxo y sobre el puerto del Abra merecen la pena. Puede ser una muy buena idea el combinar la pasarela en la ida, unos pintxos en Getxo, por ejemplo en el Bar Kaixo (donde se honra la memoria del mítico Arenas de Getxo de fútbol y está prohibido cantar), y el retorno en la barquilla. Una excursión riquísima en matices visuales.

Tras el museo Guggenheim, el puente colgante se ha convertido en el segundo reclamo turístico más visitado del País Vasco. Los turistas alemanes, británicos, japoneses y estadounidenses se mezclan con los catalanes, los madrileños y los andaluces, los más representados en lo alto de las estadísticas. Su condición de patrimonio de la humanidad, condición para la que también queremos reivindicar al cercano (relativamente) San Juan de Gaztelugatxe, anima y atrae al personal. Es obvio.

Una de las cosas más curiosas del puente colgante de la ría del Nervión es que es el más antiguo del mundo, que es lo mismo que decir que es el más veterano de los ocho puentes colgantes transbordadores que aún se reparten por el planeta, de los que sólo uno, el del argentino río Boca, está fuera de Europa. El resto: uno en Francia, dos en Alemania y tres en el Reino Unido. Destaca sobre todo el de Middlesbrough, el símbolo de esta ciudad inglesa. Y eso que, como explicaba el historiador Alberto Santana en una entrevista en el diario El Correo (9 de enero de 2006, página 10): “Los poderes económicos de Vizcaya veían una cursilería la obra del Puente Colgante”.

Efectivamente, sí no hubiera sido por el espaldarazo definitivo del apoyo económico de Santos López de Letona, la obra no se hubiera completado. Desde que Alberto Palacio y Ferdinand Arnodin, un discípulo de Eiffel, lo presentaron por separado entre 1887 y 1888, el proyecto vivió un lento proceso de maduración… hasta que se inauguró el 28 de julio de 1893. Determinados elementos no tenían nada claro eso de mejorar la comunicación entre las dos márgenes del Nervión sin necesidad de recurrir a un rodeo y sin la obligación de cercenar la obligatoria y vital navegación fluvial hacia los puertos. Evidentemente estaban equivocados. Que fuese considerado un objetivo militar en la Guerra Civil, por lo que su tablero fue volado el 17 de julio de 1937, lo demuestra. Tras ponerse en marcha su reconstrucción en 1939, vuelve al servicio en junio de 1941.Con los pasos del tiempo creció su relevancia turística, sobre todo desde que se potenciaron en 1999, bajo la gestión de la empresa El Transbordador de Vizcaya, diversas actualizaciones y reformas. En 2002 se conoció una estadística interesante: 140.000 personas procedentes de 70 países lo visitaron entre 1999 y 2001. “Hemos logrado consolidar nuestra ambición, que no era otra que convertir un monumento estático en un elemento dinámico en el que el visitante, a 50 metros de altura, pudiera disfrutar de unas vistas inigualables”, indicaba el gerente de El Transbordador de Vizcaya en 2002, Rafael Sarria. “Sintetiza a la perfección arquitectura y funcionalidad, lo bello y lo útil, la grandiosidad y la cotidianidad”, destaca acertadamente un folleto turístico de la villa de Portugalete.

No está de más darse una vuelta por este pueblo sorprendente. Por el Muelle Churruca (uno de los tres que componen los dos kilómetros y pico del paseo marítimo), entre fachadas de aires pudientes y señorales, llegaremos en un momento a la plaza del Solar, donde se encuentra el ayuntamiento, de estilo neoclásico, y la estatua de bronce y mármol de Carrara a Víctor Chávarri, vecino de la localidad que fundó La Vizcaya, empresa que dio origen a los Altos Hornos. Un poco más abajo, accesible bien por una escalinata o por un recomendable paso bajo el arco de la Vallecilla (el que comunicaba el pueblo con el puerto de pescadores), se encuentra el Paseo de La Canilla, un espacio ajardinado presidido por su oficina de turismo, antigua estación de ferrocarril recuperada por el consistorio como oficina de turismo. Y si hay tiempo, venciendo las pendientes numerosas y fatigosas de Portugalete, escalar hasta la monumental y reformada Torre de Salazar y su anexo Mirador del Campo de la Iglesia, otra perspectiva única.




En una de las torres de la vertiente de Portugalete se encuentra esta placa: "Este puente, llamado "Puente Vizcaya" desde su inauguración, fue construido por el ingeniero D. Fernando Arnodin e inaugurado el 28 de julio de 1893".


El Puente Colgante, visto desde la transitadísima General Castaños en su confluencia con la descendente calle Casilda Iturrizar. Una buena forma de llegar a Portugalete desde Bilbao, quizá la mejor, es el Metro. Portugalete es una de las paradas de la L2, que une Santurce con el barrio de Etxebarri a través de 22 estaciones. Un joanaldia (billete ocasional), si lo cogemos por ejemplo en la estación de San Mamés (parada común a la L1 y a la L2), nos sale por 1,55 euros (precio en octubre de 2010). Poca cantidad y menos complicaciones. Desde la salida a la avenida Carlos VII veremos indicaciones y la mejor es muy intuitiva: todo para abajo, hasta encontrar esta instantánea.


Antiguo Convento de Santa Clara, actual centro cultural de Portugalete, cuyo ayuntamiento lo adquirió en 1987. Fue fundado en 1614 y durante las Guerras Carlistas albergó un cuartel.
Enlace

Las pendientes hasta las proximidades de la ría son muy pronunciadas, aunque la imagen engañe.


El Puente Colgante, visto desde Getxo. En la otra orilla, "Portu".


Imagen de 1890 de la zona antes de la construcción de esta obra de ingeniería expuesta en un panel informativo.


... y el Puente Colgante, ya levantado. Imagen de 1893.


El Puente Colgante, visto entre dos modernos edificios de Portugalete a los que avasalla con su majestuosidad.


Habrá quien no tenga ningún tipo de interés por los que piensan que no merece la pena semejante amasijo de hierros. En directo es impresionante ver esta obra de 160 metros de ancho y cuatro torres de 65 metros de altura.




Un barco remonta la ría de Nervión bajo el Puente Colgante, con la barquilla aguardando su paso para iniciar un nuevo cruce.


La señorial Getxo, vista desde los accesos para vehículos a la barquilla del lado de Portugalete.


Casas junto al Muelle Churruca.


Estructuras aterrazadas de acceso al ascensor que conduce a la plataforma de la parte superior.


La barquilla, en acción. Esta unidad se instaló a finales del siglo XX. De la anterior, movida por una máquina de vapor, se cuenta que supuso una experiencia que sedujo a Doña Isabel de Borbón. La infanta cruzó la ría siete veces seguidas durante una visita real, en 1902.


Proceso de acople. Dieciocho son los cables que unen el transbordador a los railes que la mueven de un lado a otro. Ésta es la cuarta barquilla y está en servicio desde 1998.


Volvemos la vista hacia Getxo, tan cercano él.


Los visitantes son numerosos. El Puente Colgante es tan reclamo turístico como medio de paso entre los dos lados de la ría para los locales.


Otra instantánea de la barquilla en acción, cargada de coches. Su peso cargada es de hasta 50 toneladas. En vacío, de 22.


Portugalete, a nuestros pies. Esta populosa ciudad de más de 48.000 habitantes (2009), asentada en la margen izquierda del Nervión, nació en el siglo XIV, cuando la Señora de Vizcaya, María Díaz de Haro, le otorgó la carta puebla (1322). Gozó de un recinto amurallado hasta el siglo XVII, cuando fue progresivamente derribado.






La pasarela superior del Puente Colgante, un recorrido de 160 metros. Se nota la altura, ¿no?


Un visitante observa uno de los amortiguadores que usaban cada una de las dieciocho ruedas de las que constaba el antiguo transbordador.


A nuestros pies, el transbordador a punto de iniciar un nuevo viaje hacia Getxo. Hormiguitas.


La pasarela, a ras de "suelo".


Las aguas de la ría presentan un atractivo azul turquesa, aunque vistas desde 50 metros de altura el atractivo no exite para los que tienen vértigo y se aferran a los hierros de sus laterales.


Espectaculares vistas sobre la desembocadura del Nervión y el puerto del Abra de Getxo. A la derecha se intuye el esbelto monumento a Evaristo Churruca, el ingeniero que planificó la canalización de la ría.


Un padre fotografía a su hija durante su paseo por la plataforma del Puente Colgante.


Vistas hacia Barakaldo y Bilbao.


Una joven pareja se abraza sobre grandes vistas. Al fondo, Santurtzi y el Monte Serantes, del que algún día hablaremos.


Grandes vistas sobre el elitista barrio de Las Arenas de Getxo. Se intuye la cúpula y la torre de la (ecléctica) iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes.


En la vertiente de Getxo, un antiguo habitáculo presidido por un maniquí y decorado hasta con su almuerzo recuerda la figura del maquinista.


Los cables, llamados Arnodin en honor al ingeniero francés, que aguantan la estructura se ahondan en las entrañas de los edificios de Getxo: están anclados en grandes bloques de hormigón ciclópeo y son constantemente revisados.


Varios turistas se disponen a subir al ascensor del lado de Getxo al poco de descender nosotros.


Una paseante se aproxima a las peatonalizas bases de las torres del lado de Getxo.


Los accesos al transbordador por el lado de Getxo.


Portugalete, visto desde Getxo. Curioso y hermoso 'sky-line' donde la Basílica de Santa María atrae muchas miradas.


Hora de un pintxo en este local muy cercano al Puente Colgante.


A disfrutar. El Bar Kaixo, donde está prohibido cantar, ofrece una gran variedad de ricos pintxos. Sus paredes, decoradas con viejos periódicos que recuerdan las andanzas de un histórico del fútbol español: el Arenas Club de Getxo. Campeón de una Copa del Rey y tres veces subcampeón de este torneo.


El billete de la barquilla, más económico de la panorámica pasarela.


Un visitante observa cómo el transbordador se acerca desde Portugalete hasta Getxo.


La esencia del Puente Colgante está en el siglo XIX, pero su uso actual ha facilitado nuevas infraestructuras que se amoldan, en nuestra opinion, bastante bien con el entorno.


Accesos para los vehículos al transbordador.


Estatua a Víctor Chávarri en la plaza del Solar. Este industrial portugalujo (éste es el gentilicio de los habitantes de Portugalete) fue un avanzado a su tiempo.


Fachadas de aires decimonónicos en el Paseo Marítimo.


El ayuntamiento de Portugalete, de estilo neoclásico y construido en 1883.


Paseo de La Canilla, sobre terrenos ganados al mar que tuvieron usos ferroviarios y que en sus proximidades acogen muchos y buenos establecimientos hosteleros.


Antigua estación de ferrocarril de La Canilla, actual oficina de turismo de Portugalete.


El Arco de Vallecilla, un singular paso abovedado que unía el puerto pesquero y la villa.


El Arco de Vallecilla, visto desde la calle Salcedo.


Mercadillo de productos hortofrutícolas en el Paseo de La Canilla. Todo de caseríos. Mucha calidad.


Un contraluz artístico antes de despedirnos...