Las Hoces del Duratón, en el reino de los buitres elegantes (diciembre de 2010)



Un montuoso desierto de sabinas, pinos y enebros,
por medio del cual pasa el río Duratón, entre
grandes riscos y peñas tajadas, tan encumbradas y
altas y él tan bajo, haciendo vueltas a cada paso,
que parece y lo es, el lugar más ameno y agradable
a la vista que debe haber en toda España”.
(Fray Juan de Horche, s. XVII)


Hay visitas que aportan tal cantidad de emociones que sólo pueden intentar explicarse desde los sugerentes versos de alguna gran canción. De todos es conocido el poderío compositor del canario Pedro Guerra. En el disco Vidas encontramos un corte, Se enamoró de un río, con el que, creemos, se puede tratar de explicar el flechazo hacia el río Duratón, el que araña con firmeza con su cauce medio el suelo segoviano para crear uno de los paisajes más desgarradoramente hermosos que se puedan contemplar. Anticipado el nombre del río, claro, no pueden ser otras que las Hoces del Duratón, Parque Natural desde 1989. El reino de los buitres. Son varios, repartidos por los pueblos de su influencia geográfica, los miradores desde los que acercarse a sus abismos, a sus cañones, a sus corredores de buitres de planeos tan elegantes como raudos.

(...) y lo envolvió la corriente
con su torbellino blanco
y recibió entre los musgos
un masaje de guijarros (...)


Famosos son los entornos de Sepúlveda o los de la Emita de San Frutos. Pero en Sebúlcor se encuentra el acceso al conocido como Mirador de la Hoz, una espectacular terraza cortada sobre un meandro escoltado por las viejas ruinas del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, fundado por franciscanos en el siglo XII en un lugar de antiquísimo culto, uno de esos lugares de poder donde la espiritualidad ha permanecido firme e intensa durante los milenios. Monasterio para el que también hemos encontrado textos que se refieren a él como “convento”, incluso entre los vecinos de Sebúlcor. Una curiosa historia cuenta como todos los monjes sobrevivieron a un terrible derrumbe que tuvo lugar en 1495, lo que se consideró tal milagro que la mismísima Isabel la Católica pagó la reconstrucción. La Desamortización de Mendizábal (1836) provocó la salida de los 30 monjes que lo habitaban y su caída en desgracia, hasta un estado ruinoso no exento de encanto que escoltan unas aguas recrecidas por el cercano embalse de Burgomillodo.

Asentado junto al meandro, a los pies de una peña que se antoja demoledora, uno se pregunta cómo diantres se las apañaban para llegar allí y, embelesados por los vuelos de los buitres, llega a la conclusión de que sólo volando como los reyes de estos cielos. Un escenario digno de historias de fantasía, caballeros, princesas, elfos, y demás. Afrontarlo en piragua tiene que ser toda una experiencia. Algunas cintas testimoniales colgadas de alguna rama confiesa que alguna prueba de bici de montaña, carrera a pie o raid de aventura ha pasado por estos lares tan amigos, precisamente, de ese rol de aventura.

Parque Natural desde 1989, el reino de los buitres leonados es, en sentido literal, un paradisiaco bastión para las aves. Los vientos que el cañón encauza invitan a ello. Alimoches, halcones peregrinos, búhos reales, o incluso una pareja de Águila real censada, alimentan la afirmación. La numerosa colonia de buitres leonados, la mayor de España (652 parejas según el último censo), exige a los visitantes ciertos cuidados en la época de cría y, por ello, se hacen necesarios ciertos permisos para acercarse al parque. Un trámite sencillo en el Centro de Interpretación de Sepúlveda. En 2009 se habían acercado a sus oficinas casi 50.000 visitantes, número que se multiplicará por dos o tres con todos aquellos que se hayan acercado a sus cortados desde Sebúlcor o hayan visitado la Emita de San Frutos. En todo caso, vistas las fotos, ¿a quién no le entran ganas de darse una vuelta por aquí?

Las Hoces del Duratón. Ubicación geográfica. El acceso que protagoniza esta entrada es el que parte del pueblo de Sebúlcor a través de kilométricas pistas forestales.


No son pocas las viejas pistas asfaltadas que ni tan siquiera aparecen en los mapas y crean una compleja red de comunicación entre pueblos y campos de labor. Ésta, sin ir más lejos, une Sebúlcor con Fuenterrebollo.


Las nubes tapan los picos más altos de Somosierra... Y es que la Comunidad de Madrid no queda tan lejos.


Desde Sebúlcor parte una magnífica pista, ésta no asfaltada, que llega hasta las proximidades de las hoces. Aunque está señalizado su inicio, en alguna calle puede haber confusión; cualquiera en el pueblo le indicará muy amablemente cómo ir "hacia el convento".


La pista, con algún que otro socavón producto del agua, serpentea entre páramos de campos de labor y se bifurca en este punto, al llegar a una zona de pinares y enebrales de repoblación. Hacia la derecha, camino del Mirador de la Hoz y sus enormes vistas sobre el cañón, las buitreras y el Monasterio/Convento. Por la izquierda, iremos hacia la otra vertiente de la ermita de San Frutos.


El paisaje cambia radicalmente y nos sumergimos en un monte de repoblación en medio del que comienzan a intuirse enormes brechas.


Comienza a intuirse la dimensión de la hoz.




¡Impresionante espectáculo visual!


Las aguas del Duratón viajan encajonadas entre dos paredes.


Un grupo de visitantes se acerca al conocido como Mirador de la Hoz, con el Monasterio (también hemos encontrado la denominación "convento") de la Hoz en el fondo del cañón.


Un grupo de buitres toma el sol en un enorme saliente de la roca blanqueado por la acumulación de excrementos.


Una enorme abertura, quizá una cueva, en una de las paredes del cañón. Existen numerosos abrigos en la roca en los que pueden encontrarse numerosas pinturas rupestres.


¿No os parece esta roca una enorme cabeza de caimán?


Unos visitantes disfrutan de las elegantes acrobacias del vuelo de los buitres.


El abandonado Monasterio/Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, en esa ubicación tan caprichosa en la lengua de tierra de un meandro.




Vistas desde el Mirador de la Hoz. Obsérvese como la ladera se dispone en una especie de terrazas.


Un buitre disminuye suavemente altura de camino a una parada en un risco próximo.


No nos han de extrañar indicaciones como ésta: "¡Atención a los cortados! Peligro".


Una vista sobre el río desde lo alto de una especie de vaguada.


Buen ejemplo de cómo el agua y la karstificación (disolución de la roca caliza por un proceso químico) han erosiado las rocas.


Bajamos hacia el fondo del cañón y la perspectiva de las rojizas paredes evolucionan hacia lo majestuoso.


Una visitante observa el bajo vuelo de un buitre leonado.


El monasterio/convento de la Hoz, una ubicación que parece sacada de una historia épica medieval. O Lady Halcón, verbigracia.




La orilla del Duratón, en el fondo del cañón. Por acción del embalse de Burgomillodo, una obra de 1929, el nivel de las aguas suele estar más alto.


Detalle del curioso orificio que presenta una piedra del lecho del río.


Por el fondo del cañón nos podremos encontrar hasta un tétrico bosque.


¡Qué bonito!


Un último vistazo a las hoces y al vuelo de los buitres...


Una mariquita toma el sol en los neumáticos del coche.