Buenos aires y bella vista en el Mont Ventoux (septiembre de 2011)



Un viejo proverbio provenzal dice que el loco no es aquel que ha subido al Mont Ventoux, sino aquel que vuelve a hacerlo tras una primera vez. Y ciertamente hace justicia esta tan considerada reflexión folclórica, pues esta montaña francesa tan fotogénica bien merece una parada por las panorámicas que ofrece desde su cumbre. De la combinación de su posición geográfica y su altura, 1.912 metros, surge un otero que se hace más inconfundible aún por una parte alta pedregosa, absolutamente lunar, coronada por una antena de esas que evocan a las historias de Tintín. Es algo recíproco. El Gigante de la Provenza, el Monte Calvo, el orgullo de la Vaucluse, es visible desde muchos puntos de las amplias vegas del Ródano. No hay foto más agradable que retratar esta kilométrica esta mole serrana escoltada por hileras de pintorescos viñedos.

El Ventoux es ciertamente ventoso. Cuentan que las rachas pueden superar los 300 km/h en sus días más violentos. Su constante presencia obliga a tirar de manga larga de cierta entidad, aunque disfrutemos de una soleada mañana de comienzos de septiembre. El beso de la brisa puede ser una bofetada repentina. Todo sea por hacer más intrigante una cumbre llena de vida, tan concurrida que pierde esa aureola deportiva, inevitable, que le ha transmitido el ciclista Tour de Francia. El cercano pueblo de Bédoin se ha beneficiado de ello, sin duda.

Las competiciones de automovilismo, o el esquí en cotas más bajas, han sabido aprovecharse de las particularidades del entorno, pero es sin duda el ciclismo el deporte rey en el Ventoux. Convertido en uno de los santuarios de este deporte, su aureola mística le debe mucho a esos vientos y a esa parte final tan lunar y característica. La historia aporta la nota trágica, tan cercana a los mitos, del fallecimiento del ciclista británico Tom Simpson. El poeta Petrarca, al que muchas fuentes sitúan como el primer hombre que coronó la montaña allá por el 25 de abril de 1336 (también la alcanzaría el intrigante Jean Buridan), hubiera podido recitar tan triste epopeya.

Pero la montaña que conoció Petrarca en poco se parece a la actual, aún así todo un ejemplo de variedad paisajística y vegetal considerado Reserva de la Biosfera desde 1990. Para empezar, no existía el conjunto de antenas, estaciones metereológicas y observatorios de la cumbre. La principal, de 1966, es la más característica y en ella residen varios científicos y técnicos de una instalación televisiva. Aunque ya durante el siglo XIX la cumbre había seducido a muchos científicos dadas las particularidades del lugar y se había fijado una base. Tampoco esa zona pelada, despoblada, apenas reino de valientes plantas endémicas, un paisaje lunar nacido por la mano del hombre. De aquí salió la madera que abasteció las naves de la flota de la marina real con base en Tolon. Mucho menos, claro, pudo conocer el Chalet Reynard, refugio de los años 20 que mutó en restaurante y en centro de esquí. "A punto", eso sí, estuvo de convivir con la ermita construida en el siglo XV.

La imagen del Ventoux, sin embargo, esa la actual, la de la antena, la del coloso de cabeza calva, cual rostro de buitre, que mima las vides del lugar con sus aires tan intensos. El faro de la Provenza. Aquí ruge el mistral.



El Mont Ventoux, en todo su esplendor serrano, visto desde unos viñedos cercanos a Bédoin. Llama más nuestra atención en este punto la Tête de Fribouquet (izquierda) y la Tête de Chauve (centro) que el pico de la antena (derecha).


El Mont Ventoux, plano de situación. Cercano a Avignon y, sobre todo, a Orange y Carpentras.


El Mont Ventoux posa imponente para la periferia de Avignon.


El Ventoux es todo un carismático reclamo presente en carteles promocionales e incluso viarios. Esta montaña es un orgullo y un honor para todos los lugareños.


La majestuosa e inconfundible silueta del Mont Ventoux.




Viñedos con vistas al Ventoux. Obsérvese el punto de la derecha, realmente es el más alto de toda la mole montañosa aunque parezca que su techo está en la izquierda. La antena es una referencia inconfundible de esos 1.912 metros sobre el nivel del mar.


Nos acercamos a Bédoin, el arranque de una de las vertientes del Ventoux. Quizá sea la más célebre, gracias al Tour. Las rotondas cercanas lucen motivos cicloturistas.


El Mont Ventoux, fotografiado desde uno de los aparcamientos públicos y gratuitos que proliferan a las afueras de Bédoin. Abundan las furgonetas y los autocares, tal es el éxito del Ventoux como reclamo turístico tanto ciclista como senderista.


Una vivienda de Bédoin, "un encantador pueblo agrícola de la Provenza" según dice su lema turístico.


Rotonda artesanal de Bédoin en la confluencia entre la Rute du Mont Ventoux y la Rute de Malaucène (D974) y la avda. Barral des Beaux.


Mercadillo en Bédoin. Al parecer, el nombre del pueblo evolucionó, en francés, de Berceau de la Vigne. El núcleo fue uno de los favorecidos por la cercanía de la corte papal de Avignon. La fama de un entorno privilegiado ya por entonces.


Bédoin. Fachadas. Detrás, la iglesia de St. Pierre.


Mont Ventoux. Kilómetro cero.


Primero kilómetros de la ruta hacia la cima del Ventoux. Varios carteles nos recuerdan, en este tramo más favorable de toda la ruta (la pendiente oscila en torno al 2%), que estamos en zona de buenos vinos. Concretamente, la A. O. C (denominación de origen) Côtes du Ventoux.


Un pequeño grupo estirado circula entre las viviedas que, más desperdigadas del centro de Bédoin, proliferan a ambos lados de la carretera.


Pequeñas panorámicas con los primeros metros de altura ganados. Los grupitos se van reduciendo a un constante 4% y 5%.


Viñedos a los pies de la sierra, vides curadas por el viento.


Dejando atrás Ste. Colombe.


Al paso por un pequeño tramo arbolado, la pendiente ya soprende con algún 8%.


Al paso por Sant Estève, el último gran núcleo urbano de la ruta.


La carretera abandona los viñedos y se introduce en un denso bosque ubicado entre el Massif des Cedres y La Canaud. Sin lugar a dudas, este tramo arbolado de unos ocho kilómetros es el más duro del Ventoux. Aparecen rampas del 11% y el 12% y rara vez se sitúa por debajo del 8% o el 9%.


Señal de tráfico de las desmoralizadoras: 10%. ¡Menos mal que la tienen de espaldas!


En pleno esfuerzo.




Tremenda gran curva de herradura, cercana a un refugio. El bosque comienza a tener más claros. Nos acercamos a los 1.440 metros del Chalet Reynard.


Saliendo del bosque.


Cerca del Chalet Reynard.


Cruce de carreteras a la altura del Chalet Reynard.


Chalet Reynard. Placa conmemorativa a Pierre de Chanpeville, artista, profesor, impulsor de los deportes de invierno en estos pagos. El Reynard cuenta con dos remontes y seis pistas.


Chalet Reynard. El antiguo refugio construido en 1927 es un concurrido restaurante, punto de encuentro entre conductores, moteros, ciclistas, esquiadores, senderistas, practicantes de parapente,...


Tienda de deportes del Chalet Reynard, con una completísima línea de merchandising de productos ciclistas (maillots, culottes, chalecos, chaquetillas,...) bajo la denominación Mont Ventoux.


El Hotel Restaurante Chalet Reynard y su cocina tradicional.




El entorno del Chalet Reynard, con su amplia curva de herradura. Nos encontramos a unos seis kilómetros de la cima.


Seis kilómetros al Mont Ventoux. Es muy habitual que, bien por la nieve o bien por los vientos, el puerto esté cerrado al tráfico durante los meses de invierno.


Chalet Reynard. Las necesidades ciclistas, senderistas o esquiadoras han motivado ese generoso aparcamiento de la derecha.


El bosque comienza a difuminarse. Una vista a nivel del asfalto.


Siempre presente, la cumbre del Ventoux.


Entrando en el paisaje lunar.


En pleno paisaje lunar. Cautivador. Intrigante.




Impresionantes vistas sobre la llanura vinícola y el contraste entre la vegetación y las laderas peladas.




Imposible no alucinar con este entorno tan único, pero tan característico, de la parte alta del Mont Ventoux.




Botellines (llamadas en colombia Caramañolas), placas y piedras apiladas en la estela que recuerda a Tom Simpson. El británico, campeón del mundo de ciclismo en ruta en 1965 como también de dos etapas en la Vuelta (1967) y todo un Tour de Flandes (1961), falleció un 13 de julio en este punto durante la ascensión que afrontó el Tour de Francia en su edición de 1967. Una de las historias más trágicas de la bicicleta, magníficamente contextualizada por William Fotheringham en Put me on my bike!


Cima del Mont Ventoux. Grandes vistas sobre la ladera pelada por la que hemos ascendido viniendo desde Bédoin.


Unas visitantes observan Bédoin y Carpentras. Debajo, el concurrido restaurante de la cima, Bar Restaurant Le Vendran.


Curveo por la otra vertiente, con una antena de radiotelecomunicaciones en un pico cercano. La zona donde se asienta el Ventoux es un mirador único sobre el entorno, aunque el aire es una constante. Hacia la izquierda podremos encontrar una pequeña capilla.


La característica torre repetidor de la televisión francesa, un icono que realmente nació en 1966. Una de las cosas más sorprendentes de la cima del Ventoux es cómo suena la chapa que recubre la antena ante la constancia del viento.




Mojón de la cumbre. Le sommet de la D974.


Cualquier sitio es bueno para vender productos típicos, como bien saben en "Le petit nontagnard". La cima del Ventoux es parada obligatoria y el goteo de visitantes es constante. Un restaurante, una tienda de recuerdos y los puestos ambulantes fomentan paradas más largas.


El cartel de la cima, junto al mojón visto anteriormente.


En recuerdo de Gabriel y Pierre Provane, dos de los científicos que entre el siglo XIX y el XX divulgaron las bondades del Ventoux como lugar de estudio.


El otro observario del Ventoux, más bajo que el anterior. Al hombre de la foto, en medio de unas panorámicas increíbles, le cuesta andar por la fuerza del viento.




Cumbre del Mont Ventoux (1.912 m).


Cercano a la cumbre se encuentra este mirador es-pec-ta-cu-lar, donde se disfrutan las Gargantas del Nesque y es posible incluso llegar a ver el Mont Blanc.


Otro rincón del mirador.




El mundo a nuestros pies.

NOTA. En este reportaje emitido por La 2 Noticias a finales de septiembre aparece una curiosa iniciativa de la firma Adecco, a medio camino entre la buena gestión interna y la solidaridad con el Ventoux de protagonista.