Mérida, la otra ciudad eterna está en Extremadura (agosto de 2011)



Los fríos números de la estadística censal dicen que Mérida, la tercera ciudad de Extremadura en términos poblacionales tras las de Badajoz y Cáceres, a su vez capitales de las dos provincias que componen esta comunidad y que son las más extensas del país, es la capital más pequeña entre las diecisiete autonomías y dos ciudades autónomas que componen España. Pero la vetusta Emérita Augusta, una de las urbes más antiguas de la Península con sus raíces más allá del año 0, siempre tuvo hechuras de capital. Lo fue de la Lusitania, la provincia romana más occidental que abarcaba desde Zamora y Salamanca hasta Lisboa. Y lo fue después, con los suevos y los visigodos, de sus balbuceantes reinos. El peso de la historia acabaría diluyendo, entre invasiones, reconquistas y nuevos tiempos, todo ese pasado capitalino de gran importancia cultural, económica y política que llegó a convertir la plaza, volvemos a la época romana, en una de las nueve ciudades más importantes de todo el Imperio. Tal fue la consideración plasmada por el poeta Ausonio en el siglo IV después de Cristo.

Mérida, la vieja Emerita Augusta, nació como un retiro entre fértiles campos regados por el río Guadiana, el Anas de la época. Al más que posible núcleo poblacional que supo ver y explotar esas bondades expuestas a un clima relativamente benigno le cambió la vida la deferencia de un emperador para con sus tropas. Al menos así se acepta de manera más o menos universal. Cuando Octavio Augusto licenció a las tropas de la Legio V Alaudae (legión alondra) y la Legio X Gemina (legión gemela), las que se habían batido el cobre en las refriegas bélicas contra los cántabros, impulsó la creación de una población donde pudieran retirarse, descansar y esparcirse. Estamos en el año 25 antes de Cristo. De aquellos retirados (“emeritus”, en latín), su toponimia. Y con la llegada al continente americano en el siglo XV, su expansión e influencia en nuevas urbes de nuevo cuño. Tal es la cadena del desarrollo humano. En el Mérida, tras el esplendor romano y visigodo, un lento retroceso, una involución donde todo el legado patrimonial se difuminó durante centurias, bien sepultado o bien desmontado para nuevos usos.

Pero para muchos Mérida es la Roma de España. Su teatro, su anfiteatro, sus acueductos o sus puentes lo avalan. Son iconos. Sus 57.000 habitantes de 2011, y creciendo, aún distan lo suyo de los más de 150.000 de Badajoz o los casi 100.000 de Cáceres, pero comparte calidad de vida y una climatología benigna con las dos. Y con la primera, una relación de amor y odio, y algún que otro pique de esos que se califican de provincianos por rencillas políticas y ecos de índole futbolera que germinaron en la década de los años 90 y que acuñaron un término, “pecholata”, inspirado en las protecciones de los centuriones. Más allá de un (sorprendente y tímido) debate sobre la creación de una tercera provincia extremeña con la entrada de Huelva, hubo quien planteó la idoneidad de crearla en torno a Mérida. Con su creciente conjunto monumental (porque no es raro que aparezcan nuevos restos cuando se ponen en marcha nuevas obras) Patrimonio de la Humanidad desde 1993, Mérida es uno de los iconos turísticos nacionales pese a que los recintos cobran aún entradas individualizadas (el conjunto del teatro y el anfiteatro se va a los 8 euros). Y claro, no faltan en ella ni los garitos con encanto ni una generosa oferta hostelera, amplia en cuanto a precios, que nos permitan acercarnos a respirar el ambientazo de su herencia.


Mérida. Plano de situación... y plano de la ciudad. Mientras no se implante el tren de alta velocidad, y ante las dudas actuales del transporte aéreo en la región, la mejor manera de llegar a la capital extremeña es por carretera. La A-5, autovía de Extremadura, la comunica Madrid en unas tres horas y poco, algo más si se recurre a las compañías de autocares que, como Auto Res, cuentan con varios viajes diarios. Además, Mérida se integra dentro de la A-66, la llamada Vía de la Plata que comunica Sevilla con Gijón. La estación de autobuses se encuentra al otro lado del río Guadiana, aunque en absoluto lejos del centro urbano.


Mérida. Puente romano. Uno de los mejores vestigios del pasado imperial de la urbe y uno de los puentes más largos de la antigüedad por sus casi 800 metros de longitud.


Mérida. Puente Romano. En la actualidad cuenta con 60 arcos, si bien no todos son originales dados los devenires históricos y su influencia en la obra. Varias veces remodelado, destacan los trabajos realizados en el siglo XVII y en el XIX.


Mérida. Puente Romano. Entre sus ojos se puede apreciar el moderno puente de Lusitania, que salva las aguas del Guadiana y también une la nueva y la vieja Mérida tanto para peatones como para ciclistas y por supuesto para vehículos a motor.


Mérida. Cruzando el río Guadiana por el Puente Romano. No quedan aún lejanos en el tiempo los días en los que estaba abierto al tráfico rodado...


Mérida. Murallas de la Alcazaba. Tras el dominio romano y visigodo, la ciudad pasó a manos musulmanas. Este recinto, el más antiguo de la península de su estilo, fue levantado en el siglo IX (835 d. C.) y contaba con robustos muros... ¡de casi tres metros de anchura! Podemos comprobarlo aún en los numerosos restos que nos han llegado.


Mérida. "La loba". Este monumento al símbolo fundacional de Roma y su imperio (y gran parte de la esencia emeritense, por tanto) es un punto de referencia vital de la ciudad conocido por todos: comienzo y final de varias líneas de autobuses, está situado al otro lado del puente romano(en la Plaza de Roma, junto al paseo del mismo nombre), cercana a los restos de las viejas murallas de la alcazaba y muy próxima a la plaza de España. La Loba Capitolina es un obsequio del ayuntamiento (comune) de Roma a la que fue capital de la antigua provincia de Lusitania.


Sin temor ni riesgo a equivocarnos, la de Mérida, antigua calle San Andrés, fue una de las primeras calles que fue dedicada al músico británico. Durante años se concentró en su entorno "la movida" nocturna. Ahora las tornas han cambiado.


Santa María la Mayor. Concatedral de la archidiócesis de Mérida y Badajoz muy posiblemente levantada sobre el solar que ocupó la desaparecida Catedral de Santa Jerusalén, el gran templo visigodo que tuvo la ciudad. Vista desde la plaza de Santa María. En la torre-campanario se ubica una caja musical del siglo XVI compuesta por diez campanas y un vetusto reloj.


Santa María la Mayor. Puerta del Perdón, ideada por Mateo Sánchez de Villaviciosa (siglo XVIII) y acceso desde la plaza de Santa María.


Santa María la Mayor. Puerta del Perdón. Detalle. En el superior de los dos niveles que componen este acceso encontraremos los escudos de la Orden de Santiago (izquierda) y de la ciudad de Mérida (derecha) entre columnas pareadas corintias.




Mérida. Palacio de la China. Ecléctico edificio de aires modernistas/historicistas en la plaza de España que en otro tiempo acogió un negocio comercial. Otro de los iconos de la ciudad.


Detalle superior del Palacio de la China. Uno de los edificios con más solera de la plaza de España.


Mosaico publicitario en unos soportales de la plaza de España: "La China. Muebles, tejidos, loza y cristal". El llamado Palacio de la China se abrió en 1927 como galería comercial.


Azulejería decorativa. Toda la que contiene este edificio fue importada desde el taller del maestro Francisco Casado en el barrio de Triana de Sevilla. No todo el edificio presenta una unidad, sino que fue partido en dos partes "independientes".

Enlace
El ayuntamiento de Mérida y la plaza de España, fotografiados desde los bajos del Palacio de la China.


Mérida. El Ayuntamiento, en la plaza de España.


Mérida. Soportales en la plaza de España. Un espacio fresco y sombreado tan agradecido como necesario cuando aparece el duro verano extremeño.


Mérida. Concatedral de Santa María vista desde la fuente de la plaza de España. Dicen que este ecléctico templo se asienta sobre la antigua catedral de los Visigodos.


Mérida. Arco de Trajano. Inconfundible por su ubicación (en calle del mismo nombre, cercana a la plaza de España), por su fisonomía (con 15 metros entre el punto más alto de su arco de medio punto y el suelo) y por su fusión absoluta con las viviendas bajas del entorno. Su nombre, popular, es engañoso, pues no estamos ante un arco ceremonial ni tampoco estaba dedicado a este emperador; es una puerta de acceso en toda regla a un viejo recinto religioso ya desaparecido.


El arco de Trajano, por la noche. En la antigua ciudad romana se ubicaba en uno de los extremos del Cardo Maximus, la calle que la cruzaba de norte a sur.


Mérida. Coloridas fachadas en la calle Trajano.


Mérida. Una cigüeña descansa en su nido, ubicado en lo alto de una encalda espadaña en la plaza de la Constitución.


Mérida. La céntrica y comercial calle Santa Eulalia.


Carlos. Una de las tiendas más míticas de Mérida, coronada por ese balcón de evidentes aires árabes.


El sobrecogedor Templo de Diana (siglo I a. C.), del que se destaca que es la única construcción de índole religiosa que se ha mantenido en su ubicación original en Mérida. Su entorno ha sufrido una profunda (y criticada, en parte con razón) remodelación en el último lustro, un salto hacia una mayor musealización entroncada con el afamado festival de teatro clásico que tiene lugar en la ciudad.


El Templo de Diana y el Palacio de los Corbos, inseparables icono de la ciudad.




El Templo de Diana. Visto desde una callejuela cercana en la que han proliferado varios bares.


Capitel corintio en la parte trasera del Templo de Diana, donde se levantó el renacentista palacio del Conde de los Corbos.


Mérida. Templo de Diana. Detalle de sus columnas estriadas y sus capiteles corintios.


Mérida. Templo de Diana. La construcción de un palacio para el futuro Conde de los Corbos, en el siglo XVII, "se apropió" para sí del templo romano. Aquí puede observarse tan extraña mezcla. La vista, desde la calle Santa Catalina.


Mérida. Templo de Diana/palacio del Conde de los Corbos.


Mérida. Palacio del Conde de los Corbos.


Ensache, casi generosa plazuela, donde desemboca la calle Santa Eulalia. El del reloj es uno de los más característicos de esta parte de la ciudad. A la derecha, la Sala Decumanus, en cuyos bajos se conservan restos romanos de tres locales comerciales.


Escultura a la mártir Santa Eulalia. La patrona, y alcaldesa emérita, nació y fue martirizada (por cuestiones religiosas) en Emérita Augusta, aunque sus restos se conservan en la catedral de Oviedo.


Museo Nacional de Arte Romano, el MNAR de Mérida. Este edificio obra de Rafael Moneo fue inaugurado en 1986 con la presencia de los Reyes de España y el por entonces presidente de la República de Italia, Francesco Cossiga. Es la sede de una de las instituciones más importantes sobre el estudio del Imperio Romano a nivel mundial. En 2011 tuvo 199.584 visitantes y, como nota curiosa, es el que más parejas de visitantes recibe (el de Altamira es el que más familias recibe).


Mérida. Restos del pavimiento de una calzada de la época romana. La piedra que forma cada losa, pulidísima.


Restos romanos en el recinto del anfiteatro y el teatro de Mérida.


Teatro romano. Parte trasera y perimetral.


Una agradable sombra en una estancia restaurada y cercana al teatro romano.


Esculturas.


Mérida. Acercándonos al anfiteatro romano, un tesoro monumental levantado en el siglo 8 antes de Cristo.


Mérida. Anfiteatro romano. Detalle de su arena, donde destaca la excavación de un gran foso que estaba oculto mediante tablones de madera. Su ovalada arena tiene unas dimensiones de 64 por 41 metros.


Mérida. Anfiteatro romano. Muro perimetrales con la arena.


Mérida. Anfiteatro romano. Detalle de los graderíos, divididos en tres niveles bien diferenciados. Se calcula que este recinto contó con un aforo oscilante entre los 15.000 y los 16.000 espectadores.


Mérida. Anfiteatro. Vomitorio.


Anfiteatro romano. Empedrada galería de acceso hasta la mismísima arena. ¿Un acceso vip?


Anfiteatro romano. Detalle de las gradas, que combina sillares de granito con ladrillo.


Abandonando el anfiteatro, con rumbo al teatro (que ya se intuye a la izquierda).


Capitel corintio de aires palmeriformes.


Un vomitorio de acceso al teatro en un terreno ascendente dominado por redondeados sillares. El graderío, he aquí ese ingenio de aprovechar el medio, se amolda a un pequeño cerro, el llamado de San Albín.


Llegando al graderío, ya se ven las columnatas que coronan el frente de escena. Una de las remodelaciones que ha vivido este recinto afectó, precisamente, a este elemento. Bajo el gobierno de Trajano fue construido el actual, que tampoco se libraría de nuevas modificaciones posteriores... y por el estado ruinoso en el que le dejó su soterramiento, bastantes restauraciones.


Graderío del afamadísimo teatro romano de Mérida, un prodigioso ingenio donde es fácil comprobar la maravillosa acústica que le regala al oído. Hasta 1910 todo este conjunto permanecía en su mayor parte sepultado por tierra, aunque se sabía de su ubicación por las conocidas como Siete Sillas, siete columnas de la parte alta del graderío que sobresalían. En 1910 comenzaron unos trabajos, después considerados desvíados de lo que fue el edificio original, bajo la dirección de José Ramón Mélida que culminaron en la década de los años setenta con José Menéndez Pidal y Álvarez.


Mérida. Teatro romano. Su frente de escena. Un icono mundial de la ciudad que la hace reconocible y única, un carácter genuino reforzado por el uso del monumento. Un festival de teatro clásico, el más importante de España y organizado por primera vez en 1933, lo ensalza cada verano. Por lo menos hasta 2011, dada la crisis que desgraciadamente atraviesa. Sobre este icono no hay que ignorar que ha sido profundamente restaurado en dos ocasiones durante el siglo XX, y que es fruto de un trabajo de reconstrucción ideal. Pese a todo es considerado uno de los Doce tesoros de España.


Teatro romano. Una imagen del graderío, una cavea con capacidad para 6.000 espectadores excavada en el cerro de San Albín.


Columnas, capiteles corintios, frisos y relieves del frente de escena (frons scenae) del teatro de Mérida, de hasta 30 metros de altura entre sus dos niveles.


Escultura ornamental en el fondo de escena de aires marciales.


Deidad que preside el acceso principal de actores, en la parte central, al frons scenae.


El teatro de Mérida fue impulsado por el general Marco Vipsanio Agripa por orden del emperador Octavio Augusto entre los siglos 16 y 15 antes de Cristo. En 2010 convocó a más de 300.000 visitantes, según los últimos datos estadísticos.


Mérida. Vomitorio de su teatro romano.


Mérida. Mosaicos en las proximidades del tearo romano.


Entre casas bajas por la calle de Sancho Pérez.


Acueducto de Los Milagros, que salva el pequeño valle que forma el cauce del río Albarregas. Transportaba agua durante una decena de kilómetros desde el embalse de Proserpina (caput acquae) hasta el Castellum, la fuente monumental ubicada en la cercana calle del Calvario.


Sillares en el acueducto de Los Milagros.


El acueducto de Los Milagros, rumbo a Mérida. Las mayores arquerías se extienden durante más de 800 metros, aunque es un cálculo porque no se conservan todas. Una de las cosas más sorprendentes de este monumento es que el trazado del ferrocarril que parte de Mérida pasa junto a estos restos.


Acueducto de Los Milagros. Salvo en un par de arcadas, precisamente las que salvan en sentido estricto el cauce del Albarregas, el resto de arcos de enlace está construido en ladrillo. A nuestros tiempos nos han llegado 73 pilares aún en pie y su superviencia durante siglos, dicen, inspiró el nombre con el que se le conoce. La durabilidad de la construcción fue considera por muchos un auténtico milagro.




Es fotogénico este acuerdo de Los Milagros, sí, especialmente en esta parte más alta, con su altura de 24 metros sobre el suelo. Muy cercano, no hay que dejar de acercarse a un puente de 145 metros y cuatro ojos que también es de "fabricación" romana. Toda la zona es un enorme espacio verde de Mérida.


Caminando cuesta arriba hacia la calle Marquesa de Pinares. Muy cerca queda la estación de ferrocarril de Mérida.


No es nada raro que aparezcan restos arqueológicos cuando se tira una casa o se reforma una calle. Para ejemplo, este solar de la calle Adriano en agosto de 2011. Recuérdese que cuando ascendió el desaparecido Club Polideportivo Mérida a Primera División por primera vez, se ejecutaron diversas reformas en el estadio municipal. Bastó con levantar el terreno de juego para encontrar un interesante yacimiento. Aquel CP Mérida, renacido como Mérida Unión Deportiva en 2000, fue el primer conjunto extremeño en la élite del fútbol estatal. Un año después descendió y le reemplazó el Club de Fútbol Extremadura, el equipo de Almendralejo, que logró el ascenso. Extremadura y Mérida se alternarían en Primera durante cuatro temporadas.


El Castellum, restos de una fuente monumental en la actual calle del Calvario, la romana Cardo Maximus. Conocida también como Fuente Monumental del Cerro del Calvario (la verdad es que por este lado la ciudad cae hacia el valle del río Albarregas), abastecía de agua a este ala de la vieja Emérita Augusta con líquido elemento llegado vía acueducto de Los Milagros. Cuando se derribó la vieja ermita del Calvario se supo que era aquí donde llegaba ese agua; hasta entonces no se tuvo clara la ubicación del llamado castellum acquae.


Restos arqueológicos en un solar de unos 12.000 metros cuadrados de la calle Teniente Flomesta, donde en otro tiempo se ubicó un cuartel militar y ahora se ha levantado cercano un centro de recepción de visitantes. Cuando se planteó su demolición, en 2009, para construir un aparcamiento aparecieron restos de una casa romana (posiblemente del siglo II) con termas, un mausoleo y pavimento de una calzada, perfectamente visibles vía Google Maps. Un importante yacimiento cuya recuperación y estudio está en dique seco.


El Hornito, pequeña y estilizada capilla que fue levantada en el siglo XVII (1612) en el mismo lugar donde se cree que Santa Eulalia, patrona local y "alcaldesa perpetua de Mérida", fue martirizada por los romanos. Como materiales constructivos se emplearon los preexistentes en otras construcciones romanas, lo que le confiere al conjunto un valor monumental añadido. Detrás, la Basílica de Santa Eulalia.


Basílica de Santa Eulalia. Un antiguo templo del siglo V después de Cristo que se cree que quedó sin uso durante el dominio musulmán y que retomó su actividad tras la conquista de la plaza, allá por el siglo XIII, por los ejércitos de Alfonso IX. Su subsuelo es riquísimo en patrimonio.


Detalle del Hornito. Un relieve romano, procedente del antiguo templo de Marte, se integra dentro de este templete dedicado a Santa Eulalia.


Inscripción en El Hornito, donde se dice cuándo y por qué se levantó el templo. A poco que nos fijemos encontraremos otra, en latín: "Marti sacrum vettilia paculi" (consagrado a Marte por Vettilia, esposa de Paculo).