Dublín, verde que te quiero verde y regada con cerveza negra (septiembre de 2007)



Una vieja deuda de este blog desde que comenzó su andadura ha sido la de recoger una inolvidable experiencia dublinesa en la que Irlanda, a través de su capital, nos caló hasta lo más hondo. Dublín no es una enorme y masificada ciudad, lo que tampoco no quiere decir que no sea extensa. Su fisonomía de casas bajas, grandes avenidas y numerosos espacios ajardinados lo indican. La Beckham decía que España olía a ajo. Puede ser. A nosotros, Dublín nos olía a patata. Unas veces nos parecía patata y otra manteca. Un olor, en todo caso, que tenemos asociado a Dublín y que en absoluto es desagradable. El tópico de las mil ciudades en una cobra realidad en Dublín. Cierto que una pátina de índole universal inunda todos sus rincones y todas sus actitudes. Pero en esa esencia surgen diferencias, acaso nacidas de tiempos de disensiones y conflictos, revueltas y talantes, que partieron la ciudad en dos. Tiempos en los que Liffey, sin serlo realmente, hacía las veces de una frontera. A un lado, el Dublín elegante, victoriano, protestante y proinglés, el Dublín de las tiendas elegantes y refinadas y los parques aseados. Al otro, el Dublín pobre y chabacano, el de los centros comerciales, el de los católicos, los personajes de claroscuros de las obras de James Joyce, las callejuelas y las tascas de mala muerte.

Dicen que nunca pasará por ser una capital europea de las más sobrecogedoras por su patrimonio. Bueno. Todo es opinable. Dublín tiene muchos encantos de encanto histórico, pero ha sabido encontrar otros nuevos. Sirvan como ejemplo dos muestras. Una, el The Spire, ese esbelto pincho que trata de honrar a la luz y se vende como un canto al nuevo milenio pese a que nació un par de años después. Otra, y menuda, la cervecera Guinness, la gran marca del país y cuna de la bebida nacional. Con permiso del Whisky Jameson, claro. El de la Guinness es uno de esos “algo más” que nos regala la historia. Su influencia en la cultura nacional es incuestionable. Y su aura místico ha alimentado toda una imagen de marca de Irlanda: la de Pub, así con mayúsculas. Nada como Temple Bar, el céntrico barrio donde se dan cita muchos de los mejores pub del país, un núcleo para la cultura y la bohemia en donde se dan la mano turistas, nativos y asimilados tipo erasmus.


Dublín. Mapa de situación en el contexto de Irlanda y las islas británicas.

Dublín es una ciudad para patearla. Nada como recorrerla a pie en toda su extensión, por sus avenidas, por sus calles peatonales comerciales, una en el norte (Henry) y otra en el sur (Grafton), por los rincones de sus ecos vikingos, por sus dos viejas catedrales (Chrischurch y especialmente San Patricio, el patrón nacional). También hay que tener en cuenta que es una de las ciudades que no puede pasar por barata. El milagro irlandés, ese que revolucionó la economía de un país durante siglos deprimido y empobrecido, víctima incluso de hambrunas que causaron gran número de muertos y de emigrantes, ese subidón económico basado en las nuevas tecnologías, generó un alto nivel de vida. Pese a todo, dadas las compañías de bajo coste (dos de las más celebres, qué cosas, son de fundación irlandesa) y las posibilidades que ofrece Internet para cazar ofertas, no será difícil enganchar un buen par de vuelos y unos cuantos días de hospedaje en un hotel. Las opciones del Bed & Breakfast tampoco son desdeñables y siempre resultarán más económicas. En nuestro caso triunfó la comodidad y una oferta razonable en el Cassidy´s Hotel. Allí descubrimos, por cierto, que aún son intensas las relaciones entre Irlanda y el Reino Unido, siendo la ruta aérea entre Dublín y Londres una de las que más tráfico y número de vuelos tiene en todo el mundo.

Dado que Dublín es uno de los destinos turísticos con más y mejor literatura tanto física como en la red, sea esta entrada más un homenaje que una guía. Si aún así puede ayudar, no hay que desaprovechar la oportunidad para destacar que las premuras de tiempo pueden ser combatidas con una eficiente red de transportes, ya sea el tranvía, los ferrocarriles Dart o los autobuses; buenos aliados para abarcar toda la ciudad o realizar escapadas a los interesantísimos extrarradios dublineses. Con algunas tarjetas tipo Dublín Pass encontraremos muchos descuentos… Aunque no sucederá tal cosa con las pintas de Guinness, a 7 euros y pico en el momento de esta visita. Eso sí, esa cerveza negra convence hasta el poco amigo de la misma.



Cartelería cervecil muy habitual en Dublín. Nos tendremos que acostumbrar a sus curiosas y llamativas formas o propuestas. La capital irlandesa es un lugar muy rico en pubs, donde los locales hacen mucha vida social. El Foley´s (Merrion Row, 2), pese a su aspecto, no es de los pub más añejos de la ciudad. Fue abierto en 1979.


El Liffey river. Una de los vaciles más repetidos para los que se dejan vacilar es ese que dice que la cerveza Guinness es negra por las aguas de este río. El Liffey, en todo caso, divide la ciudad con un corte norte-sur: una especie de frontera entre el norte, más obrero, más humilde, articulado en torno a O´Connell; y el sur, el núcleo "aristocrático", el del St. Stephen´s Green Park o Graf en el que se suceden muchísimas fachadas victorianas.


Escultura de Charles Stewart Parnell que preside una especie de plazoleta (realmente el típico cruce de calles británico) en Parnell Street. A la derecha de esta imagen arranca la populosa O'Connell.


Otra vista sobre la escultura de Parnell. Y ahora sí se ve claro: a la derecha, donde los bajos rojos, comienza O´Connell Street.


Fachadas de Parnell Street.


En Parnell Street, el Patrick Conways. Éste es uno de los pubs con más solera de Dublín y sentarse en su barra es como una máquina del tiempo. Mientras degustamos una buena pinta podremos entretenernos con la retranmisión de cricket o una carrera de galgos. O tal vez disfrutar con la buena música en directo que suele programar. Versiones magníficas de U2 en un entorno 100% victoriano. Dicen que, dada su licencia vigente desde 1745, es el pub más viejo de la ciudad.


Las fachadas son otra cosa, claro, pero resultan curiosos esos rincones traseros. Sus afeados aires lúgubres, grises, escenarios perfectos para la irrupción de un matón o un maleante. La foto, tomada desde la ventana de una habitación del Hotel Cassidy´s (Cavendish Row, junto al monumento a Parnell y muy cerquita de O´Connell Street).


Autobuses urbanos en un atardecer dublinés en Cavendish Row. A la derecha, el Cassidy´s Hotel. A la izquierda quedaría el Gate Teathre (1784).


El Garden of Remembrance ("Jardín de la memoria o del recuerdo"), un espacio "para la reflexión" ideado en 1946 (y abierto finalmente en 1966) por Daithi P. Hanly. La escultura central, Children of Lir, es obra de Oisin Kelly en 1964) y el espacio está dedicado a la memoria de todos aquellos que dieron sus vidas por la causa de la libertad irlandesa.


Una fachada en Cavedish Row rumbo sur. ¡O´Connell nos espera!


Caminando por O´Connell Street. Esta concurridísima calle de la parte norte de la ciudad recibe su nombre de Daniel O´Connell, líder político irlandés del siglo XIX conocido como El liberador o El emancipador por sus trabajos en aras de la independencia católica. A la izquierda emerge The Spire. Este monumento de 2003, realmente bautizado como monumento a la luz y obra de Ian Ritchie Architects, se instaló en el mismo lugar ocupado en su día por el Nelson´s Pillar, un gran monumento al almirante británico que fue destruido por el IRA (Irish Republican Army) en un atentado en 1966. Los locales le llaman jocosamente The Spike.

EnlaceEl reloj de la librería Eason, en O´Connell Street, uno de los establecimientos míticos de Dublín.


Bicicletas aparcadas en O´Connell Street. La ciudad es una delicia para moverse en bicicleta, muy plana y excelentemente equipada para este medio de transporte. Por toda la ciudad proliferan concentraciones así, pero las de O´Connell, dada la importancia de esta arteria en Dublín, son más numerosas.


The General Post Office, en O´Connell Street. Este edificio de estilo georgiano inaugurado en 1818 es la actual sede central de la An post. Sin duda, uno de los referentes de Dublín. Sus alrededores fueron un enclave vital durante la proclamación de independencia de 1916 y sufrieron el terrible atentado del Ira en 1966 en el que fue destruida la Nelson Pillar´s (la columna de Nelson).


Monumento a Jim Larkin, obra de Oísin Kelly en 1977, ubicado en O'Connell Street. Justo detrás se observa el The Spire (2003). Este activista político, fundador del sindicato Irish Transport and General Worker´s Union, luchó por los trabajadores irlandeses y mundiales.


O´Connell Street, conocida antiguamente como Sackville Street, no sólo es una de las grandes avenidas de Dublín (acaso la mayor), sino de Europa. Y no precisamente por su longitud, sino por su espaciosidad. Sus 50 metros de anchura (dan para dos sentidos con dos carriles, amplias aceras y una generosa isleta central) durante más de medio kilómetro. Al fondo, aunque no se aprecia, y justo delante del O´Connell Monument (1882), el O´Connell Bridge (puente).


Un característico autobús turístico dublinés pasa junto a la confluencia de O´Connell con Eden Quay.


El O´Connell Bridge, puente inaugurado en 1880, la reforma resultante de otro anterior, el mítico Carlisle Brigde (1791-1794), que en su momento era un colapso constante por el tráfico de carros y gentes.


El peatonal y pintoresco Liffey Bridge, mucho más conocido como el Ha'Penny Bridge o "puente del medio penique", abierto en 1816 y conocido así por el precio que costaba cruzarlo (luego subiría a uno). El peaje se eliminó en 1919 y a día de hoy podemos pasar libremente por este icono dublinés sobre las aguas del río Liffey. Por la margen norte se ha instalado hace años una pasarela que en muchos puntos accede a pequeños muelles y algún sitio cafetero.


El O'Connell Bridge, iluminado al atardecer, y el esbelto The Spire, al fondo, fotografiados desde Aston Quay.


No conviene olvidar que en las islas británicas se circula por la izquierda y esto requiere la rápida adquisición de ciertos hábitos paseantes. Las señales del firme nos recordarán tal cosa, no obstante.


Una céntrica calle de The Temple Bar. Este afamadísimo barrio de Dublín (aunque un concurridísimo pub se llama así y alguna que otra vez hemos podido leer que bautizaba todas esas manzanas) recibe su nombre de sir William Temple y es la meca de la noche dublinesa, pero también del Dublín más bohemio y más artístico. Muchos garitos con musica en directo en el barrio más veterano de la ciudad.


The Temple Bar. Este cruce con Eustace Street viene a ser "el centro de la movida". En algunos momentos del día es un sitio muy muy concurrido.


Dentro de todo lo que es Temple Bar existe un pub homónimo cuya coincidencia le ha hecho creer a muchos que bautiza el barrio y convertirse en toda una imagen de marca de Dublín. Es una meca para los conciertos de música folklórica irlandesa.


Hermosa fachada del The Quay´s Bar. Otro de los míticos de Temple Bar.

EnlaceColorida sucesión de coloridos Pubs a todas horas llenos de gente en The Temple Bar. Todo el barrio en sí es muy colorido.


Otro de los pub con más solera de Dublín: Oliver St. John Gogarty. En Temple Bar, desde pub hasta alojamiento en el mismo sitio.


Coquetísima Crown Street, con curiosas tiendas de ropa de segunda mano y magníficas tiendas de discos. Al fondo, el Merchants Arc, acceso abierto en 1822 para comunicar The Temple Bar con Ha'Penny Bridge.


Más 'pafetos" irlandeses, templos de la buena cerveza. Y claro, la Guinness se lleva la palma.


Crown Street. A la derecha, el edificio del Central Bank.


Moda alternativa de segunda mano o aires de mercadillo.


Ante uno de los característicos buzones dublineses, una turista observa una guía en Johnson´s Street, una calle peatonal ya fuera del Temple Bar más puro. Está buscando el George´s Street Arcade.


George´s Street Arcade. Un chulísmo mercado de música, ropa y elementos decorativos domésticos varios. La mayoría de los puestos ofrecen productos de segunda mano. Abierto en 1881, se encuentra a menos de cinco minutos de la señorial Grafton Street. Ubicado entre las calles Drury Street y South Great George´s Street.


Un taller mecánico muy irlandés, pero no se puede negar que ha influido en algunas estéticas presentes en Nueva York.


Por los alrededores de Temple Bar.


Antigua iglesia por fuera, oficina de turismo por dentro. El antiguo templo de San Andrés acoge el Dublin Tourism Centre se encuentra entre Suffolk Street y St. Andrew Street. Entre sus amabilísimos trabajadores hay muchos que hablan un perfecto español, por lo que nos podrán asesorar y aconsejar en nuestra estancia dublinesa.


Justo enfrente de la oficina de turismo encontraremos O´Neill´s. En cuestión de garitos cada uno tiene sus preferencias por eso de la experiencia vivida y la seducción del ambiente y la decoración. Este es nuestro caso. Además, allí probamos una curiosa cerveza asidrada excelente: Bulmers. Los irlandeses la toman con hielo y la piden Ice Bulmers.


Desde 1983, The Bad Assa Caffe. Un establecimiento de la calle Crown Alley, mitad café, mitad restaurante, con mucha literatura bloguera (aquí o aquí) detrás. Aquí curró Sidney O´Connor. Al fondo, Merchants Arch (1822), la más coqueta puerta de acceso a Temple Bar. Hacia allá vamos.


Merchants Arc, acceso abierto en 1822 para comunicar The Temple Bar con Ha'Penny Bridge.


Ha'Penny Brigde. En primer término una Aston Quay que hacia la izquierda se convierte en Wellington Quay.


Ha'Penny Brigde.


Parliament Street. Al fondo, el City Hall (ayuntamiento). Este edificio de 1779 obra de Thomas Cooley es uno de los mejores exponentes de la arquitectura georgiana. Originalmente acogía una especie de cámara de comercio (fueron los grandes comerciantes locales los que lo costearon). Desde mediados del siglo XIX es el consistorio, si bien ahora es la sede más institucional. En 1995 se inauguraron unas más modernas instalaciones en Wood Quay.


Dublin´s City Hall.


Un detalla de la fachada del City Hall.


Dame Street. A la derecha, el City Hall.


La Bedford Tower (1761) del Dublin Castle (izquierda) y el ala este del City Hall. El actual castillo de Dublín se asienta en el núcleo fundacional de la ciudad, el barrio conocido como Viking/Medieval Area y originario de 1204. Es una de las sedes del Gobierno de Irlanda.


Lord Edward Street.


Christchurch (Iglesia de Cristo), Catedral de la Santísima Trinidad, con su fisonomía actual desde 1209 y considerada "the spiritual heart of the city" (el corazón espiritual de una ciudad que, por cierto, entonces era "Dublinia"). Es la más antigua, más incluso que San Patricio, y el templo original (ya que fue ampliado) fue mandado levantar por el rey vikingo Sigtrygg Silkbeard. Entre sus 19 campanas, seis fueron fabricadas (allá por el siglo XVII) con antiguos cañones.


Una puerta de decoración e inspiración medieval de Christchurch.


Este gran arco que salva Fishamble Street y la permite desembocar en la Christchurch Place es, de alguna forma, el núcleo central del barrio vikingo medieval.


St. Audden´s (St. Audoen´s). Restos de una iglesia del siglo XII.


San Patricio (St. Patrick), en Patrick Street y punto neurálgico del distrito de la Catedral. La catedral más famosa de Dublín por eso de ser la del patrón de Irlanda. ¿Quién no ha visto en una película los tradicionales desfiles que festejan la memoría de ese santo cada 17 de marzo?


Una turista lee una guía en el parquecillo que se extiende en los alrededores de la Catedral de San Patricio.


San Patricio. Una esbelta torre para el campanario, de 1370. El tañir de sus campanas es sobrecogedoramente dulce.


Cuenta la tradición que San Patricio se levantó en el mismo lugar donde se encontraba el pozo que el santo empleaba para bautizar a los paganos que se convertían en el cristianismo.


San Patricio. Detalle de sus ventanales.




San Patricio. Ventanal y vidriera.


Monumento a sir Benjamin Lee Guinness (1798-1868) en el parque anexo a San Patricio. Este miembro del Parlamento de Irlanda, currante de la cervecera y filantrópico mecenas y mentor, es uno de los grandes personales de la historia de Dublín. Fue el hombre más rico del país. La ubicación de esta escultura no es gratuita: él pago los trabajos de restauración de San Patricio entre 1860 y 1865. Donó de su bolsillo 150.000 libras, que equivaldrían a unos 14 millones de euros.


Tumbas y monumentos en los jardines de San Patricio.


Fachadas de tupidas enredaderas en el distrito de la Catedral.


Un turista consulta un mapa junto al pintoresco escaparate de la tienda Saray Mehran, especializada en comida y productos más étnicos y ubicada en Thomas Street.


Thomas Street, a la altura de St. Catherine´s Church (1769).


Un caballo percherón tira de un carro de chatarra. De camino a la factoría Guinness (Guinness Brewery), pasaremos junto a varios bloques de viviendas foco de knockers o knackers (traducible por "macarras"; hemos visto las dos formas). Dublín es una ciudad bastante tranquila, pero no está de más conocer esta particularidad.


Empedrado dublinés. De aquí a la París-Roubaix.


Alrededores de la Guinness Brewery, la conocida como Fábrica de St. Jame´s Gate. Las instalaciones más antiguas fueron abiertas en 1759, pero progresivamente fueron ampliándose (hoy en día, 26 hectáreas de la zona sur de Dublín) y modernizándose. Y allí siguen, aunque explotando su potencial turístico.


Colas en los accesos a la Guinness Storehouse, la instalación transformada en un enorme parque temático consagrado a la cerveza negra. La idea la captan y la explotan muy bien los guionistas de los Simpson con la Duff. Lo cierto es que la Guinnes es el reclamo turístico dublinés más visitado al año. Desde su apertura, en 2000, más de 4.000.000 millones de visitantes han pasado por ahí. Se encuentra en una antigua planta de fermentación de siete plantas de altura que prestó servicio entre 1904 y 1988. Cuando fue transformada en museo, encontró uno de sus grandes atractivos en las panorámicas del Gravity Bar, ubicado sobre el edificio.


Posando ante el gran logo corporativo de la marca. Como nota curiosa, Arthur Guinness, fundador de la empresa, firmó un contrato de arrendamiento de la fábrica por 9.000 años.


La estructura de la Guinness Storehouse. Cuentan que por dentro se inspira en la forma de una pinta de Guinness, vidrio rematado por el Gravity Bar. En sus siete plantas recorreremos la historia y parte de los archivos de la empresa, la génesis de su producto y el proceso de fabricación. Y disfrutaremos de la sublime publicidad (el tiempo le aporta carácter de arte) ideada por John Gilroy,... En la tercera planta encontraremos los accesos al Centro Empresarial Arthur Guinness, empleado por la comunidad irlandesa e internacional para sus conferencias, seminarios y encuentros. Y en la baja, claro, una de las tiendas más espectaculares en cuanto a variedad de merchandising. Realmente sorprendente.


Antes de alcanzar el ansiado Gravity (tanta buena publicidad...) , una joya de la corona. te enseñan a tirar correctamente una buena pinta de cerveza negra.


El Gravity Bar de la Guinness Storehouse. El concurrido bar periférico.


Vistas de Dublín desde el pub de la Guinness. Obsérvese que Dublín es una ciudad muy bajita en cuanto a la altura de sus construcciones se refiere. En esta panorámica podemos contemplar los 120 metros del Spire (izda., en segundo plano), al que descubrimos en la visita que también llaman Spike. A la derecha, la iglesia de St. Augustine and John, popularmente conocida como Johns Lane y oficiosamente la mayor torre puntiaguda de la ciudad. El nombre de Johns Lane se remonta a unos viejos establos donde unos frailes agustinos daban misa a escondidas. El templo fue levantado entre 1862 y 1911. Justo detrás se percibe la Catedral de Christchurch.


En primer término, las instalaciones de Guinness. La cervecera es conocida como la fábrica de St. Jame´s Gate y se remonta a 1759, nada menos. Todas las instalaciones que forman el complejo de la compañía ocupan nada menos que 26 hectáreas. Cada día produce unos tres millones de pintas de cerveza. En el medio, la conocida como Torre de St. Patrick por la figura que corona su cimborrio verde. En otro tiempo fue un molino de viento.


Esta vista panorámica del Phoenix Park nos resume a la perfección la majestuosa exhuberancia de este parque. La Casa de Campo vista desde el Viaducto de Madrid no tiene nada que envidiarle.


Al sur de Dublín, los montes Wicklow. Son un destino senderista de primer nivel, además de contener espacios protegidos de alto valor medioambiental. En la visita bien nos recuerdan que los ocho millones de litros de agua que necesita diariamente la factoría proceden de sus numerosas fuentes.


Una etiqueta histórica de Guinnes de las que se pueden contemplar en el interesante espacio que versa sobre la historia de su publicidad.


La terrible prisión de Kilmainham Gaol, desde 1756 una pesadilla para los independendistas irlandeses. Muchos fueron fusilados en su patio (como James Connolly) y otros más penaron en su interior, recluidos por los británicos. Esta carcel dejo de prestar servicio en 1924 y hoy en día es otro de los iconos de Dublín.


Terrible tímpano de acceso al infierno. En esta cárcel fueron encerrados los líderes de los conatos independentistas de 1798, 1803, 1848, 1867 y por supuesto 1916. De ahí que se haya convertido en un espacio muy significado para el imaginario colectivo irlandés. La visita cuesta unos 6 euros para los adultos y cuenta con un guía, pero sólo habla inglés. Una buena ocasión para afinar el oído al específico acento dublinés.


Una de las salas de Kilmainham Gaol expone diferentes documentos relacionados o inspirados en la lucha por la independencia. Uno de los más sonados es esta Proclamación de la República de 1916, pistoletazo de un célebre Easter Rising (Levantamiento de Pascua) que acabaría concretando años después (fue proclamada en 1919 y reconocida en 1921) la independencia de la República de Irlanda.


El impactante vestíbulo central de Kilmainham Gaol. En esta prisión se han rodado varias películas, pero quizá la más destacable sea En el nombre del padre (1993).


Una celda de Kilmainham Gaol, aunque bastante bien acondicionada para lo que tuvo que ser. Famosas eras las malas condiciones (ausencia de comodidades, hacinamiento, malas condiciones sanitarias,...) de los reclusos.




Detalle del vestíbulo central.


Una fría y lóbrega galería.


Penumbra en otras de las celdas. Cuentan que el último preso que abandonó las paredes de Kilmainham Gaol fue de Valera, que salió de la cárcel el 16 de julio de 1924.


Un grupo de visitantes camina junto a las celdas de una de las alas superiores de Kilmainham Gaol.


Patio de fusilamientos, convertido enuna especie de espacio memorial.


Accediendo al enorme y espectacular Phoenix Park, uno de los recinto urbanos más grandes de toda Europa por sus 172 hectáreas. En su interior se encuentra un cuartel de la OTAN, la residencia del presidente de la nación (Áras an Uachtaráin) y el zoo. ¡Y es muy posible que podamos ver algún ciervo!


Phoenik Park. En la parte más cercana al casco urbano y los accesos podremos encontrar tranquilísimas carreteras de origen militar fletadas por bancos donde se ejercitan numerosos corredores populares.


Magazine Fort (1735). Viejas instalaciones militares en Phoenix Park, en la zona de Munich Hills.


Phoenix Park. Un hermosísimo enclave para correr. Cada año, por abril, acoge una prueba de 10 kilómetros que tiene una pinta magnífica y que en 2011 fue ganada por Jesús España: la Great Ireland Run.


Una gran hoja sobre el suelo de People´s Garden.


Phoenix Park cuenta con hermosos jardines de variadas flores y cuidados setos: People´s Garden.


Uno de los lagos de Phoenix Park en el People´s Garden.


Phoenix Park. ¡Menudos árboles!


Phoenix Park. Monumento a Wellington. Este esbelto monolito de 63 metros de altura (el más alto de todo el continente) originalmente iba a ser instalado en Merrior Square, pero la oposición vecinal motivó su actual ubicación. Está dedicado a la memoria de este general tan importante en las guerras napoleónicas, que además era dublinés de nacimiento. Wellington, que anduvo por España durante la Guerra de la Independencia, derrotó a Napoleón en Waterloo. En la visita a la Guinness Storehouse nos cuentan que existe constancia de que sus tropas llevaban consigo cerveza negra.


Detalle del Monumento a Wellington.


Una vista imponente de la esbeltez del Monumento a Wellington. Muy querido por los locales, todo un símbolo en Phoenix Park, hasta protagoniza leyendas e historias. Una de ellas habla de una persona que, muy bebida durante una cuestación, se quedó encerrada en una especie de cripta que tiene esta majestuosa obra. Lo dicho, mitos folklóricos.


Acceso al Phoenix Park.


Museo Nacional de Irlanda. Antiguos cuarteles militares conocidos como Collins Barracks y asentados en el Arbour Hill Area.


En Chancery Street, de camino a Abbey Street.


Chancery Street. No muy lejos de aquí se encuentra la Old Jameson Distillery (1895). Como no sólo de birra vive el hombre, Irlanda también cuenta con su gran marca de whisky.


Esta antigua iglesia de St. Mary´s acoge uno de los pub más alucinantes de Dublín: el antiguo John M. Keating (2005-2007) y actualmente (tras un cambio de propietarios) The Church. En una pequeña iglesia del siglo XVIII cerrada en 1964, un pub irlandés de atmósfera diferente y ambiente magnífico.


El antiguo John M. Keating se encuentra entre Mary Street y Jervis Street.


Dando un sorbo a una pinta. Los ventanales le aportan una atmósfera única. ¡Realmente es un templo de la consumición! Las capillas, algunos laterales y la parte superior del coro acogen mesas donde se puede cenar una gran variedad de platos por una cantidad que rondan los 25/30 euros. En la parte central, una enorme barra tutea a la de Cheers, aunque con forma elíptica.


John M. Keating, actual The Church.


Arnotts, uno de los grandes almacenes que se alternan en la peatonalizada Henry Street. Esta es la gran calle comercial del norte de la ciudad.


Accesos a Debenhams, otro de los mall de Henry Street. En la parte norte de la ciudad, con esta calle como bandera, se encuentran los comercios más de clase media.


En primer plano, Bank of Ireland (1729). Al fondo, el west front (1751) del Trinity College. El edificio del banco acogió en su día el parlamento de Irlanda y cuentan desde el mundillo turístico que fue el primer edificio para tal fin de toda Europa.


La fachada West Front, precioso conjunto de autoría en duda de 1751 y puerta de acceso al Trinity College desde College Street. Esta universidad protestante en origen (y todavía muy clásica en ese sentido, aunque tolerante) fue creada por Isabel I de Inglaterra en 1592. Entre sus estudiantes más célebres: Oliver Goldsmith, Samuel Beckett, Oscar Wilde, Edmund Burke, Jonathan Swift, Bram Stoker o la expresidencia nacional Mary Robinson.


El patio central del Trinity College, con su Campanile de 1853.


Trinity College. Un viejo y robusto árbol da sombra a una escultura que ensalza el cuidadísimo césped de su parque interior. "Reclining Connecting Forms" es una obra de Henry Moore (1969).


Trinity College, visto desde un patio interior al que conocen como Parliament Square o Front Square. A la izquierda, el Examination Hall (1791). A la derecha se intuye The Chapel.


Un palacete en el arranque de Grafton Street.


Molly Malone, centro neurálgico del sur de Dublín, junto a la señorial Grafton Stret. Se trata de un personaje mítico (su existencia no ha podido ser demostrada) del folclore popular de la ciudad. Por la mañana, una pescadera. Por la noche, una meretriz. Y también con un punto independentista, según otras lecturas, por inspirar una canción muy dublinesa.


Grafton Street. La gran calle comercial del Dublín sur. Aquí encontraremos las mejores firmas y las más ostentosas muestras del lujo y el bienestar sobrado.


Stephen´s Green Shopping Center. Un centro comercial de nivel entre Grafton Street y King Street, con vistas al Fusilers Arch del parque St. Stephens Green.


Dublin Fusiliers Arch, de 1904. Puerta de acceso más hermosa al gran parque del sector georgiano de la ciudad por ser el recuerdo a los soldados de la Royal Dublin Fusiliers muertos durante la Second Boer War.


St. Stephen´s Green. Césped, bancos, paseos, estanques,... Una delicia.


St. Stephen´s Green. Una vista sobre un espacio creado en 1663.


Un estanque en St. Stephen´s Green.


Tupidos ramajes en los árboles de St. Stephen´s Green.


William Street, una calle con muchísima actividad en el sector sur de la ciudad.


Fachadas de colores justo enfrente del St. Stephen´s Green en St. Stephen´s Green East.


Una pequeña callejuela junto a Dawson Street.


Cafe en Seine de Dublín. En Dawson Street. Nos topamos con una camarera (¡cordobesa!) que nos hizo mucho más agradable la parada técnica. El local es una pasada, con una decoración de aires clásicos y rincones con muchísima personalidad.


St. Anns.


Avalon House. Dawson Street.


Camino del South Georgian Area por Clare Street.


Edificios del gobierno irlandés (Government Buildings), en Merrion Square West.


Government Buildings. 1922.


Merrion Square North. En la casa de la esquina vivió Oscar Wilde.


Detalle de la casa de Oscar Wilde, actualmente un centro de enseñanza (American College Dublin).


Policromada escultura a Oscar Wilde (Oscar Wilde Memorial) en Merrion Square.


Hermosos jardines de Merrion Square.


Sobrecogedor y expresivo conjunto escultórico en Merrion Square.


Limpísimo y cuidadísimo, este sitio es todo un remanso de paz.


The Custom House, al otro lado del río Liffey. Este palacio neoclásico del siglo XVIII (1791) sufrió los estragos de la independencia. Restaurado, acoge instalaciones gubernamentales.


Irish Famine Memorial. Grupo escultórico que honra la memoria a los fallecidos en las graves hambrunas que asolaron Irlanda en el siglo XIX (provocaron un millón de muertos) y fueron fuente de una gran emigración (de otro millón más). Pero especialmente, la gran hambruna comprendida entre 1845 y 1849 y motivada por una sucesión de pésimas cosechas de patata.


El Famine Memorial (1997) es una obra en bronce de Rowan Gillespie.


A la izquierda, el edificio George´s Quay.


El liffey se ensancha ante la inminencia de su desembocadura en el Atlántico.


Un velero remonta el Liffey tras cruzar el East Link Bridge, un puente levadizo de 1984.



Anochece en los alrededores de Connolly Station (1844), tal vez la gran estación de ferrocarril de Dublín.


Un viaducto salva la calle Talbot Street y pasa junto a un edificio con un pub bien majo en la parte inferior. Sobra decir por qué se nota que estamos al norte del río Liffey.


Un bed & Breakfast ofrece publicidad desde su privilegiada situación en Marlborough Street. Si buscáis uno, pues que sepáis que existen.


Monumento a James Joyce, en Earl Street North. Punto de referencia de quedadas y encuentros. El autor de Dublineses o el Ulises, no podría ser de otra forma, es uno de los iconos de la ciudad. Sus obras, incluso, inspiran recorridos turísticos temáticos.


Euros irlandeses, fácilmente reconocible por la representación del arpa gaélica, la clàrsach, un símbolo de Irlanda desde el siglo XIII.


El enchufe de tres contactos típico y tradicional del ámbito británico. Como en tantas cosas, que si millas, que si yardas, que si conducir por la izquierda, siempre han ido a lo suyo.


Conduciendo por la izquierda con el volante a la derecha... ¡Qué sensación tan rara la de entrar en la vorágine de una autopista!