Una loa a la arqueología industrial en el tren minero de Ríotinto (agosto de 2011)



Un pico y una maza de minero, cruzadas cual tibias acompañantes de calavera en una bandera pirata, presiden el escudo de Minas de Riotinto. Una representación inequívoca de que estamos en una tierra donde arrancarle el mineral al subsuelo, ya fuera cobre, ya ese rojizo gossan primario del que se extraían hiero, ya fueran oro o plata, ya fueran algún otro en definitiva, ha sido la tónica habitual de sus gentes. Desde tiempos prehistóricos, cierto que con sus altos y sus bajos a lo largo de la historia, las sierras de Huelva han sido una meca para estas labores y no son pocos los testimonios que nos lo recuerdan. Pero nada como la perseverancia y la profesionalización llevada a cabo por los británicos desde finales del siglo XIX, cuando un Estado español, por entonces I República, “necesitado de perras” vendió Riotinto a un consorcio, la Riotinto Limited Company, por 92 millones de pesetas de la época. Estamos en 1873.

Traspasada la explotación (circunstancia que no era novedosa, por cierto), se impulsó una revolucionaria modernización productiva que conllevó la creación (por cierto, vertiginosa) de toda una red de infraestructuras, fundamentalmente de índole ferroviaria. Un caballo de hierro que facilitó la salida con rumbo a los puertos ingleses de cientos de miles de toneladas de material de manera anual. Cuentan que ya por 1884 Riotinto era el mayor complejo minero del mundo. Y con la explotación, claro, los cambios en la fisonomía del paisaje. Nuevos “pozos”. Nuevos poblados. Y también, para muchos, nuevas posibilidades laborales. Fueron los grandes años de un Riotinto que llegó a utilizar en los trabajos maquinaria empleada en el mastodóntico Canal de Panamá.

Con más altos que bajos, pues cuando estos aparecieron la confianza fue a menos y se concretó en una despedida (pasarían décadas, eso sí; esta llegó en 1954), la prosperidad de los trabajos en los yacimientos fue tal que la Riotinto Limited Company llegó a emplear 17.000 trabajadores. Importante fue la colonia extranjera, articulada en torno a un barrio, el de Bellavista, de estética absolutamente inglés. Sus costumbres, sus creencias, hasta sus aficiones deportivas, todo fue importado por las familias nobles de las minas. El poder de los 15 reales al mes o todos los servicios e infraestructuras implementados por la compañía, desde hospitales hasta viviendas, no fueron suficientes argumentos para contrarrestar la existencia de trabajo infantil y femenino, largas y poco flexibles jornadas y el hartazgo de los densos y contaminantes humos de los procesos metalúrgicos. La búsqueda de mejores condiciones, la influencia de los nuevos movimientos sociales de índole obrera y otras cuestiones provocaron un creciente número de movilizaciones y huelgas. El cenit de los conflictos llegó en 1888, el año de los tiros, cuando una revuelta acabó con 200 muertos (oficialmente, pudieron ser más aún) tras ser sofocada exageradamente por el ejército. Un punto de fricción serio que convenció al Estado para prohibir la técnica de las teleras por su toxicidad laboral, medida que la RTLC tardaría en cumplir. De alguna forma, aquella había supuesto ¡una de las primeras manifestaciones ecologistas de la historia!

Con interrupciones y cambios de propiedad, las minas han llegado sin actividad hasta nuestro días. El proyecto de los nuevos dueños pasa retomar la producción en algunas de las explotaciones. Otras sencillamente, y gracias al empeño de la Fundación Riotinto para el Estudio de la Minería y de la Metalúrgica, una organización que ha frenado la decadencia emanada del abandono de muchas infraestructuras incluso condenadas al pillaje, se han convertido en referentes turísticos para conocer y profundizar en una realidad que ha condicionado la esencia misma de toda la zona, desde su fisonomía hasta su folclore. Además del Yacimiento Peña de Hierro, el completísimo Museo Minero merece la pena. En el antiguo hospital minero se ha creado un rincón parar la geología, la historia, la interacción y la nostalgia. La reconstrucción de una mina romana y su recolección de locomotoras merecen la pena. Pero nada como el ferrocarril minero, una cercana propuesta que disfruta de una vía estrecha rehabilitada que recorre entre once y doce kilómetros hasta la estación de Los frailes. Por el camino, mucho paisaje lunar, creado por la actividad humana; y el río Tinto, ese curso de aguas rojizas y no potables que parece contaminado de tanta actividad mineral, peso es así de forma natural. Un hilo tinto que incluso ha seducido a la NASA para llevar adelante varios proyectos experimentales enfocados a una futura conquista de Marte y que ha sido un primer escalón para nuevos proyectos de búsqueda de vida primitiva microscópica con evidentes pretensiones espaciales.

Las entradas (acaso excesivas para el que no sepa valorar cuánto cuesta sacar adelante una nave de semejante tamaño) son independientes, auque se pueden adquirir de forma conjunta en el museo. A la hora de disfrutar el recorrido en tren, en agosto de 2011 10 euros para los adultos (y conviene consultar los horarios, porque varías según la época del año), los billetes aquí adquiridos (que suelen ser casi todo) tienen prioridad sobre los que se puedan comprar en la estación de salida, Las minas. Y en engorro de tener que coger el coche, disfrutando de un dulce vaivén con las seductoras vistas sobre el río Tinto, pues tampoco es tal. Una experiencia que no conviene perderse. ¡Y cuidado con el agua, porque su pigmentación tinta no se quita ni tan siquiera del calzado!



Minas de Riotinto. Mapa de ubicación. Nos encontramos en la Cuenca Minera, una comarca onubense vecina (y también de alguna forma prolongación) de la más populosa y extensa del Andévalo o Campo de Andévalo. Huelva capital se encuentra a unos 80 kilómetros hacia el sur. Para llegar al ferrocarril minero hay que estar atentos. Si venimos desde Nerva por la A-476, deberemos desviamos a la izquierda siguiendo las indicaciones, allí donde parece abrirse un valle entre montañas. En sentido contrario, viniendo desde Riotinto por la misma carretera, la operación es mucho más sencilla. Precaución. Según a qué horas la carretera puede tener su tráfico.


Estación conocida como de Talleres Mina, punto de partida del ferrocarril minero de Riotinto. A un tiempo bar, tienda de recuerdos y punto de información y venta de entradas, fue construida en 2005 siguiendo los cánones constructivos de la Riotinto Company Limited. Entre 2008 y 2009 se acondicionaron unos amplios aparcamientos cercanos (y hasta con sombras, lo que se agradece muchísimo en el estío), por lo que acudir en coche no será ningún problema dados sus 1.500 metros cuadrados.


Entorno de la estación de Talleres, punto de partida y punto final del recorrido del ferrocarril minero. Se encuentra a unos dos kilómetros de la antigua estación de Riotinto (actualmente desaparecida como tal), punto de partida de la mainline (vía general, en inglés) hacia Huelva.




El recorrido de 12 kilómetros de vía estrecha (ancho de 1067 mm) en un viejo ferrocarril de vapor, el más viejo de toda España de los que aún prestan servicios (una Clase C nº 14 Tipo C fabricada por la Beyer Peacock & Co Ltd. en 1875), comienza justamente aquí. En la ida y la vuelta (unos 24 kilómetros aproximadamente) emplearemos una agradable hora y media.


El convoy, a punto de pasar bajo el llamado puente del Gurugú. La construcción del ferrocarril comenzó en junio de1873, meses después de que la Riotinto Company Limited comenzase su presencia en la zona. En 1875, gracias a la inversión de 767.190 libras de la época y a la ejecución de los trabajos en cinco tramos diferentes, la línea ideada por George Bruce unía las minas con la costa sobre un recorrido de 84 kilómetros (y once estaciones) que sigue el trazado del Río Tinto. Toda la red de las minas (con una gran cantidad de ramales auxiliares y conexiones que unían talleres, almacenes, otros yacimientos) supera los 300 km, nada menos. Muchos kilómetros aún están por restaurar y otros más han sido literalmente robados.


Charco con estética de azufre. Y es que algo de eso hay.


Restos de teleras, resultantes de una técnica empleada por la que se quemaban montañas de mineral a cielo abierto, circunstancia que provocaba nubes tóxicas que llegaron incluso hasta la vecina Portugal. Estas nubes fueron uno de los motivos de las revueltas de trabajadores de 1888 que tan sangrientamente fue sofocada. El Gobierno de España prohibiría la técnica en 1890, pero aún tardaría unos cuantos años en que fuera definitivamente erradicada en los modos de trabajo de la Riotinto Company Limited. Hay zonas en las que las teleras son aún más evidentes y perfectas.


Una pareja de turistas observa un todavía angosto curso del río Tinto desde uno de los vagones del tren turístico minero. Una zona de transición: a la izquierda se intuye una zona de trabajos y a la derecha, una aún tomada por la vegetación.


Restos de infraestructuras y montañas de viejos residuos en el marco de un entorno rojizo y negruzco.






El recorrido pasa junto a la Casa de Palancas Sur, o Marín.


Toda la zona de Zarandas-Nayas, dadas sus particularidades paisajísticas, se ha convertido en una meca para determinadas localizaciones de cine, televisión y publicidad.


Vestigio arquitectónico en la zona de Zarandas-Nayas, donde se encontraba una gran zona de procesado del mineral. Más de 130 millones de toneladas de mineral partieron vía ferroviaria de esos pagos con rumbo al puerto de Huelva.


Minas de Ríotinto. Ennegrecidas montañas de escorias y viejos residuos. Detrás, pequeños montes de la sierra del Madroñal.


Detalle de una montaña de escoria con restos de mineral. Algunas formas, como la principal de esta imagen, aún conservan la forma de las vagonetas especiales (koppel) que lo transportaban, una forma que recuerda al caparazón de una tortuga. De hecho, se le conoce como galápagos por las formas de los cubiletes de escoria de los que proceden.


Viejos charcos, acaso balsas, junto a viejos edificios de la zona de procesado de Zarandas-Naya.


Otra de las vistas que nos regala este ferrocarril de vía estrecha. En el estudio "Ferrocarril Turístico Minero. Paradigma de buenas prácticas en la rehabilitación del patrimonio ferroviario y su posterior puesta en servicio turístico", dirigido por Aquilino Delgado Domínguez, se dice: "El primer proyecto de estudio y puesta en marcha del ferrocarril para uso turístico fue realizado en 1990, pero debido a un alto coste inicial y a que suponía una variación sobre el trazado viario original se desestimó, realizándose un segundo proyecto en 1993, cuya realización ha permitido poner el marcha el Ferrocarril Turístico Minero". Una tercera fase, entre Los frailes y El manzano, y una cuarta, entre El manzano y Manantiales, serán las ampliaciones del futuro.


Zarandas. En sus proximidades y las de la estación del mismo nombre, que como podremos comprobar es un auténtico depósito para viejas locomotoras y vagones, se encontraba una planta donde el mineral, tras ser triturado, se cargaba en vagones antes de ser enviado hasta el puerto de Huelva, donde era embarcado con rumbo a Inglaterra.


Arqueología industrial en la zona de Zarandas, rica en vestigios y testimonios.


Una señal, "Silbar", cercana a la Casa de Palancas Sur, o Marín.


Tupidos bosques de pinos, todos de repoblación, nacidos de la "filantropía" de la compañía británica que explotaba las minas. Esta concreta masa boscosa tuvo más suerte que alguna "vecina", arrasada por un terrible incendio forestal que quemó 26.500 hectáreas (¡nada menos!) en 2004.


El río Tinto deja atrás la zona más industrializada de las minas y, de golpe, se introduce en una zona de gran valor medioambiental marcada por las serranías y los meandros donde no faltan los testimonios arqueológicos y constructivos.




Vistas sobre una profunda hoz con muchos saltos de agua.


Ensancha temporalmente el cauce del Tinto. Las aguas volverán a encajonarse en un trazado donde encontraremos la llamada Pasá del Madroño, una histórica "pasarela-puente" que salva las aguas.


Un entorno de modestas sierras dominadas por sucesiones de lomas y cerros.


Meandro del río Tinto. En esta parte aún resultan evidentes los daños causados por el que se considera ha sido el mayor incendio forestal acaecido en España, en julio de 2004. Más de 27.000 hectáreas de arboleda y matorral desaparecieron víctimas de un fuego que también acabó con la vida de dos personas. Otras fuentes hablan de más de 35.000 hectáreas. Un doloroso drama, en todo caso.


Un turista fotografía un meandro del río Tinto mientra el tren, con su vaivén pausado y armonioso, se acerca a la estación de Los frailes.


Los frailes. En esta estación, cuyo nombre se inspira en una desaparecida y cercana casa de postas regentada por religiosos, el convoy establece una parada de entre quince y veinte minutos, el tiempo que la máquina tarda en ser cambiada de sentido para iniciar el retorno a la estación de salida. En los entornos encontraremos un merendero y sobre todo un paso elevado sobre las vías (que está prohibido cruzar) que nos acerca al cauce del río Tinto. Una experiencia única para comprobar in situ ese color bermejo tan raro y característico.


Los frailes. Parada final del recorrido del tren minero, pero una entre las once con las que contaba el trazado desde Riotinto hasta Huelva. Se trataba de un aliviadero que permitía a los convoyes que subían desde Huelva o bajaban a la capital onubense tomarse un respiro de frenos o empuje. Téngase en cuenta que es un recorrido en cuesta constante, con tramos de gran desnivel, como el de la cercana Cuesta del Chorrito.


Un grupo de turistas se dispone a cruzar las vías por el pertinente paso de peatones elevado. Al fondo, el Río Tinto.


Peculiar río Tinto, sin duda. Un curso fluvial de un centenar de kilómetros con una personalidad propia, nacida del color de sus aguas, indiscutible. Su rojura poco o nada tiene que ver con la actividad minera, aunque muchos piensen que estamos ante un río contaminado. Todo lo contrario, siempre fue un "río tinto".


Las aguas del Río Tinto, con más detalle. Sólo la vida microscópica desafía sus extremas condiciones minerales, unas aguas tan ricas en minerales y materiales pesados que no son aptas para el consumo humano. Sus particularidades han despertado la curiosidad de la NASA, organismo que las ha estudidado en su carrera por conocer cómo podría ser la vida en el planeta Marte.


Contrastes. El agua del río ofrece un olor agrio, inconfundible, y los guías del recorrido avisan de que mancha la ropa y el calzado de tal forma que no se puede quitar. Los animales del lugar, nos cuentan, se bañan en sus aguas porque les ayuda a desparasitarse. Pero no se consumen. No son aguas potables para ello. El ph de las mismas oscila en torno al 1.5, lo que le otorga la consideración de agua ácida.




Así son los paísajes del río Tinto.








Entorno de la estación de Zarandas. Parajes de balsas de sulfato ferroso.


Convoyes y vagones en la zona de Zarandas, donde podremos contemplar algunas de las maquinas (locomotoras, vagonetasa, grúas,...) que la Fundación ha logrado conservar, muchas de las cuales esperan con paciencia una restauración o rehabilitación.


Los viajeros abandonan el convoy en la estación de Talleres Minas, flamante por su cómodo anden de más de 40 metros y un ancho de metro y medio. Todo recto llegaríamos a la placa giratoria en la que las locomotoras dan la vuelta y cambian el sentido de su marcha. Lo dicho, una hora y media muy agradable.


De camino al Museo Minero desde la estación de salida del ferrocarril, unos paisajes completamente moldeados por la mano del hombre en su guerra con la Tierra para arrebatarle el mineral.


Riotinto. En una explanada en lo alto del pueblo, en la zona conocida como colina sur de El Valle, se encuentra la sede del Museo Minero, antiguo hospital de la Rio Tinto Company Limited de 1927. En este espacio musealizado, un auténtico centro de interpretación abierto en 1992, se recoge y se muestra la evolución de la minería y la metalurgia desde tiempos prehistóricos hasta décadas pasadas. ¡Más de 5.000 años de actividad minera!


Museo minero. Malacate o torre de un pozo.


Museo Minero, restaurado y cuidado. Está gestionado por una institución privada sin ánimo de lucro, la Fundación Rio Tinto para el Estudio de la Mineria y la Metalurgia, que desde 1987 pretende conservas y promocionar los valores históricos y patrimoniales de la zona para explotar todas sus posibilidades turísticas. Dado que entre 1988 y 1991 su presidente fue Ernest Lluch, profesor universitario y político (entre otras muchas cosas) asesinado por la banda terrorista ETA, el museo y la plazoleta donde se asienta fue bautizado con su nombre.


Vagoneta ornamental (y "reciclada") en el entorno del Museo Minero.


Pala cargadora Eimco, continos de mina y cubiletes de escoria (galápagos), en el entorno del museo desde 2002. De lo mejor de este recinto, además de la gran cantidad de información sobre los modos de trabajo y sobre los estilos de vida de los mineros, además de la recopilación de material de trabajo y el par de locotomoras y vagones de época que parecen (y lo están) listos para partir, además de toda esa exposición de minerales, de lo mejor del Museo Minero de Ríotinto es la reproducción a escala natural de una mina romana. Una imitación muy lograda de esta época pasada que realza la importancia geoestratégica de la zona, con más de 30 zonas de extracción de mineral en épocas romanas y prerromanas.


Una edificación de aires funcionales impulsada por la compañía para los trabajadores.


Antigua sede sindical en el poblado, hoy pueblo, de Riotinto, "reconvertida" en el almacén de bebidas de un cercano negocio hostelero. El contraste de los tiempos, Comisiones Obreras con Coca Cola.