Palencia es la bella desconocida (noviembre de 2007)


Una comunidad autónoma con nueve provincias, como es el caso de Castilla y León, da para mucho, muchísimo, por la riqueza patrimonial e histórica que le se presupone. Y más todavía, si cabe, con el buen trabajo de promoción que han venido haciendo, convirtiéndose en un referente del turismo interior y de fin de semana. Un turismo de escapadas y puentes con una amplísima oferta cultural y paisajística. Pero claro, son nueve provincias. Mucho por ver, más aún por disfrutar. Y en esta tesitura, claro, no son pocos los lugares que llevan la fama mientras otros cuerdan la lana, recurriendo a un refrán con raíces en ese sector ovino tan importante en otros tiempos. Palencia, que para más inri es toda una capital provincial, es un buen ejemplo de ese desconocimiento tiránico que ejercen otras latitudes sobre todos sus encantos. Vaya por delante que esta ciudad de más de 80.000 habitantes, industrializada y moderna, no tiene nada que envidiarle a otras urbes no tan lejanas. En sus calles nacieron los Estudios Generales (entre el siglo XII y el XIII), primera universidad de España posteriormente germen de la de Salamanca. Por sus calles, dicen, anduvo el Cid. En sus calles peatonales podremos deleitarnos con multitud de pequeños comercios de toda la vida, con especial brillo para las librerías y los bares de buen vino. Y paseando por ella nos sorprenderemos con la multitud de espacios verdes y ajardinados en los que respirar aire fresco.

Según las estadísticas, Palencia es la que cuenta con una mayor proporción de parques en función de la población. Las aguas del Carrión, que riegan la ciudad, articulan algunos de los más recomendables paseos “naturalistas”, dignos de ver en otoño con esas tonalidades amarillas en los árboles o en las improvisadas alfombras de hoja caduca tejidas por chopos y robles. Ahí están el parque Huertas del Obispo, el seductor Sotillos de los Canónigos o el inmenso, y ciertamente más moderno, pinzado por el Carrión y el ramal de Cuernago, el Isla dos aguas. Entre los dos últimos parques, atravesado el denominado puente mayor, encontraremos la dársena del Canal de Castilla, aquella romántica obra de ingeniera impulsada fundamentalmente durante el siglo XVIII para el transporte de mercancias. Bien merece una visita. En el interior de Palencia, el popular parque Huerta Guardián esconde una iglesia románica, la de San Juan Bautista. El afamado románico palentino encuentra un buen ejemplo en este templo del siglo XII originalmente levantado en el pueblo de Villanueva del Río Pisuerga, desaparecido con la construcción del embalse de Aguilar en la década de los años 60. Sus piedras fueron desmontadas y montadas, una a una, y aún hoy encontramos la numeración que las ordenaba cuando se hizo el transporte; los trabajos de reconstrucción, eso sí, se dilataron hasta principios de los ochenta. Los parques palentinos son excelentes referencias desde la que partir y alcanzar algunos de sus grandes monumentos. Muy cerca de Huerta Guardián, por ejemplo, se levanta la esbelta iglesia de San Lázaro, recientemente restaurada y muy castigada por avatares históricos, fundamentalmente por un incendio y un derrumbe de su bóveda. Cuenta la tradición que fue el propio Cid el que mando levantar este edificio de aires góticos, ubicado fuera de las antiguas murallas de la ciudad y usado como hospital para leprosos y peregrinos. Con la orden de los Hospitalarios de San Juan, ya en el siglo XVI, San Lázaro se convirtió en un templo propiamente dicho. Junto al río Carrión, a la altura del parque Isla Dos Aguas, en una zona de suave pendiente hacia el lecho fluvial, emerge la particular iglesia de San Miguel, robusta piedra vieja con aires de fortaleza que alimenta muchas leyendas y desconcierta muchas mentes, sobre todo con la intrigante silueta de su torre y sus enormes ventanas ojivales. En este emblema del patrimonio palentino, monumento nacional desde 1931, se cuenta que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, contrajo matrimonio con Jimena, hija del Conde de Oviedo, nieta de Alfonso VI y biznieta de Alfonso V, el 19 de Julio de 1074. Aunque las fechas no se ajustan con exactitud al origen del templo, no se puede negar que esta leyenda le da mucho más encanto a este lugar. Buscando información para la elaboración de esta entrada encontramos unos versos de Francisco Vighi, "Romance de la vida y muerte del río Carrión": "La Torre de San Miguel / quiere ser novia del río / y asomándose a mirarle / tiembla de amor y de frío".

Otro atractivo de Palencia es su espectacular Cristo del Otero, "sólo" aventajado en altura por el fotogénico y más famoso Cristo de Río de Janeiro (Brasil), según presumen en la ciudad. Obra de su ilustre vecino Victorio Macho (1887-1966), la escultura, de 1931, supone el punto más alto de la ciudad y se levanta en el barrio conocido como del Cristo (y no Ave María, como publicamos en un primero momento y nos corrigió Slayer is watching), en un cerro que también hace las veces de mirador sobre todo el conjunto urbano. A los pies del Cristo, menos conocido como Monumento de Palencia al Sagrado Corazón de Jesús, se levantó una pequeña ermita, Santa María del Otero, en donde reposan los restos del escultor. Tal fue su voluntad. Igual que en otras villas castellanas, el centro de Palencia goza de una intensa vida, a la vez que tranquila, que alcanza su cénit en los paseos dominicales y en las amables conversaciones de las tabernas, regadas con buenos caldos. La mayoritariamente peatonalizada calle Mayor es el eje central en torno al que gira toda esa actividad y gracias al que podremos descubrir algunos de los rincones más hermosos de esta ciudad. Soportales llenos de comercios, aires decimonónicos en algunas fachadas, decoraciones recargadas en otras, multitud de esculturas ornamentales repartidas por toda la ciudad (
más de una veintena se ha colocado por calles, rotondas y plazas en los últimos años)… en el número 7 de la cercana calle de los Soldados encontraremos una zona muy recomendable para disfrutar de unas viandas; de todos sus bares, nos llamó la atención la Cervecería La Mejillonera, cuyo nombre delata una especialidad que sirven de muchas formas… Y todas ciertamente económicas.

Para el final, no podría ser de otra forma, dejamos la auténtica “bella desconocida”, el sobre nombre con el que se conoce a la Catedral de San Antolín. Admitida de forma casi unánime la primera posición de la de Sevilla, la catedral de Palencia pugna con la Nueva de Vitoria o la Toledo por el segundo puesto en cuanto a tamaño. Sea o no cuestión de metros, lo cierto es que
una vista de este templo desde la plaza de la Inmaculada, la más fotografiada, sobrecoge al visitante. Esbelta, casi 30 metros de altura y más de 130 de largo, no exenta de ciertos aires de fortaleza, el recinto básicamente gótico que podemos contemplar, iniciado en el siglo XIV, se asienta sobre los restos de una edificación visigoda de la que algún vestigio queda en la cripta del templo (siglo VII), sobrecogedora, accesible y visitable. La luz incide sobre sus piedras y la dota de una brillante e intensa aura blanquecina reforzada por los trabajos de restauración y recuperación que se han venido desarrollando en los últimos tiempos. La de San Antolín puede ser un magnífico ejemplo español de ese proceso constructivo que se narra, en otro contexto por supuesto, dentro Los pilares de la tierra; del desarrollo y crecimiento de la ciudad y las nuevas necesidades surgidas; de los devenires históricos, invasiones inclusive, que han dejado en alguna pared el recuerdo de las pintadas de los soldados franceses que ocuparon la ciudad. Nos comentaba una estudiante que andaba preparando su tesis sobre La bella desconocida que, dada su ubicación y su red de accesos, servía como lugar de paso para muchos palentinos, que recurrían a la línea recta en vez del rodeo por cuestiones de comodidad. Primer monumento de la ciudad en recibir el reconocimiento de monumento nacional (1929), su riqueza ornamental y patrimonial está fuera de toda duda. Sus capillas, su coro y su trascoro, su retablo, su imaginería… Sobran las palabras. La bella desconocida, la llaman. Como en sí se podría llamar a toda Palencia.

Palencia. Ubicación geográfica. Próxima a Burgos y (muy) cercana a Valladolid.


La calle Mayor.


Precioso nombre para una calle, ¿no es verdad?


Árboles desnudos en la avenida de Castilla, junto a las aguas del río Carrión.


Una vista del Puentecillas, sobre las aguas del Carrión.


Una vista diferente del llamado Puente de Hierro, que une el Paseo del Salón con la avenida Ponce de León: el camino más concurrido para acudir al Monte El Viejo, otro pulmón de la ciudad distante a unos 5-6 kilómetros.


Puente Mayor, visto desde el Puentecillas.


Las aguas del Carrión bajan mansas, cercanas a su desembocadura en el Pisuerga.


Dársena del Canal de Castilla, al atardecer.


Una imagen del parque Sotillo de los Canónigos.


Vivos colores otoñales en las copas de los árboles, que lentamente pierden sus hojas y forman alfombras de intensos colores.


La iglesia románica de San Juan Bautista, salvada de las agua y Monumento Nacional desde los años 80.


Pórtico de San Juan Bautista.


Detalle del pórtico de San Juan Bautista.


Detalle de San Juan Bautista: se observa claramente la numeración de cada sillar.


San Lázaro.


Detalle heráldico en San Lázaro.


Inconfundible iglesia de San Miguel.


¿Torre de vigilancia o campanario? Ambas dos.


¿Representación, tal vez, de El Cid y Jimena? El desgaste de la piedra invita a soñar.


Vista de San Miguel desde una de las modernas pasarelas que unen la avenida de Castilla con el Parque Isla Dos Aguas.


Contrastes junto a las vías del ferrocarril camino del Cerro del Otero.


Cristo del Otero, un lugar espectacular.


Vista general del cerro, el Cristo, con la ermita inmediatamente bajo sus pies.


El Cristo, visto desde el cercano barrio del Cristo.


Detalle de una ventana en la zona céntrica de Palencia.


Otra ventana, más antigua por lo que parece, en el centro de Palencia.


La mejillonera. Esta franquicia de bares de tapas especializadas repartidos por Castilla y León es una parada más que recomendable.


La mejillonera (2).


La Diputación de Palencia acoge un centro de atención turística en este hermoso edificio.


Iglesia de San Francisco, ubicada en la plaza del mismo nombre anexa a la Plaza Mayor.


La Plaza Mayor de Palencia, no tan protagonista como en otras latitudes y levantada en el siglo XVII.


El neoclásico ayuntamiento de Palencia, en la Plaza Mayor, con el monumento a Alonso Berruguete (dcha), obra de Víctor Macho.




Preciosa fachada del antiguo Colegio de Villandrando, en plena Calle Mayor, levantado entre 1910 y 1911 como asilo y centro de estudios para huérfanas. Obra del palentino Jerónimo Arroyo. ¿Aires palaciegos?




Calle Mayor.


Hermosas terrazas abalconadas con aires modernistas en un edificio de la calle Mayor.


Calle don Sancho. A diez por hora.








La concurrida calle Mayor, vista desde el cruce de las calles Don Sancho y La Cestilla.


Antigua sede de El Diario palentino, en plena Calle Mayor. Tiempo después reformaron el edificio y est precioso edificio perdió todo su lustre.




¿Quién dijo que Fari no hay más que uno?


En la plaza de San Marcos (nº 1) encontraremos la Casa del Cordón, edificio renacentista (siglo XVI) que alberga el Museo Arqueológico Provincial.


Un lateral del Palacio de la Diputación, obra de Jerónimo Arroyo.


En la céntrica Plaza de la Inmaculada, junto a la antigua escuela de Magisterio, encontraremos el Monumento al Maestro, de Rafael Cordero, inaugurado en marzo de 2003.


Detalle del metafórico monumento a la paz, en la Plaza de Cervantes. Un cañón cambia las balas por el agua y unas palomas se posan en él.


Una vista sobre la Plaza de Cervantes, con la catedral al fondo.


Amanece en la plaza de la Inmaculada, ante la imponente catedral.


Una vista de la catedral desde la plaza de la Inmaculada.


La bella desconocida, vista desde la calle Santo San Pedro.




Vista de la Puerta del Obispo, en nuesta opinión la más hermosa.


Detalle del pórtico de la Puerta del Obispo.


Detalle del pórtico de la Puerta del Obispo (2).


Curiosa gárgola con un fotógrafo (izda). El arquitecto palentino Jerónimo Arroyo dirigió una de sus restauraciones y representó a un amigo suyo que falleció cuando hacía unas fotos desde el tejado de la catedral.


Otro detalle del templo.


Una perspectiva de la catedral desde la plaza de Cervantes, con arbotantes incluidos.


Pináculos y sorprendente vegetación.


Unas feligresas se disponen a entrar en la catedral.


Verticalidad absoluta desde un detalle de la restaurada piedra.


Una cigüeña, el ave talismán de El País que nunca se acaba, sobre una torre.


Un detalle del ábside.



 
Tumba de Doña Urraca, la asturiana. No hay que confundirla con la que se hizo fuerte en Zamora u otras Urracas relevantes de la historia de España.

Junto al altar mayor encontraremos el sepulcro de la dama Inés de Osorio. Una figura femenina acompaña a su señora, la representación de una doncella con coleta (a la izquierda, no se aprecia bien por los barrotes). La dicen "la coleta de doña Urraca" y el paso de los años ha convertido su apéndice de pelo en un fetiche para los palentinos. La creencia popular señala que hay que tirarle de la coleta y pedir un deseo.






Un precioso mar de pétreos nervios en torno a los que se articulan los arcos ojivales y las cúpulas.


No será difícil encontrarnos con estos peculiares 'graffitis' en las paredes de la catedral, garabateados por soldados franceses durante la invasión napoleónica.

Detalle heráldico (que si Castilla, que si León) que remata las nervaduras ornamenales de una de las bóvedas.




Detalle de los relieves del trascoro renacentista.




Escaleras de bajada a la cripta de San Antolín.


Cripta de San Antolín. La pila que se aprecia a la izquierda es en realidad un antiquísimo pozo ya existente en época visigótica. Los palentinos acuden a bebe su agua el día de San Antolín, ya que se cree que el agua tiene propiedades especiales. ¿Magia? ¿Superstición? ¿Realidad? Múltiples son los primas que nos regalan el folclore.




Cripta de San Antolín: los restos del templo visigodo.

A punto de entrar en la sacristía, un lugar que no está abierto al público. ¡Somos unos privilegiados!

Un visitante contempla El martirio de San Sebastián, una obra del Greco que es el icono pictórico del templo palentino. Este cuadro está colgado en una de las paredes de la sacristía.



No es fácil olvidar una estampa así cuando se vive en directo...

La hora de la despedida...