Los faros y las salinas de Fuencaliente, a los pies de volcanes latentes (mayo de 2011)



En la parte más meridional de la canaria isla de La Palma se encuentra la llamada Punta de Fuencaliente, donde dos curiosos faros hermanos, que no gemelos, requerirán nuestra atención cuando pese a su quietud parecen pelear por ser uno más importante que el otro; y al lado, apenas unos minutos por un pequeño y negro sendero (de los varios que surcan la zona, salpicada de concentraciones rocosas y pequeños matorrales endémicos de vivos verdes, todo un contraste ante la negritud de la arena) que desciende hacia una zona de calas, unas salinas artesanales reposan su fruto en la sucesión de “piscinas” y presas construidas para tal fin.

Lo de los dos faros tiene una explicación que hay que buscar en la erupción del Teneguía, allá por el 26 de octubre de 1971, la última gran actividad en una zona, la del municipio de Fuencaliente, que registra el mayor número de erupciones volcánicas de La Palma. Cuando este volcán comenzó a rugir, un río de lava amenazó seriamente el faro de piedra, una construcción (¡… con piedra de Arucas (Gran Canaria)!) que entró en servicio en 1903. Se optó por levantar uno más moderno prácticamente al lado, metálico, rojo y blanco, que es el que presta servicio desde 1986, y el viejo faro, tras ser restaurado en 2006, pasó a acoger el Centro de Interpretación de la Reserva Marina de la isla. Cuentan que es uno de los cuatro que se conservan en todo el planeta de este mismo estilo constructivo.

Lo de las salinas, en una pasión familiar con cierto mercado en Alemania e Inglaterra por eso del método tradicional que emplean en el proceso y convierte esta sal en diferente. Fue en 1967 cuando Fernando Hernández decidió recuperar esta actividad en regresión, “importando” las técnicas salineras de la isla de Lanzarote. Hoy en día explotan 35.000 metros cuadrados de terreno y producen 500 toneladas anuales, siendo la única planta exportadora de la provincia (insular, claro) de Tenerife. De cara al futuro, y dado todo su poso tradicional y la riqueza medioambiental del entorno, el Cabildo trabaja en un proyecto para convertirlas en un centro turístico.

Un paseo por el entorno nos permite comprobar in sitio los ríos y las coladas de lava tanto de aquella explosión del Teneguía como otras que periódicamente se han ido sucediendo en las historia (Volcán Martín, 1646; San Antonio, 1667; El Charco, 1712; San Juan, 1912,…). Basta este somero repaso para intuir cierta regularidad en la actividad volcánica de La Palma, donde las estadísticas dicen que de momento jamás nadie ha fallecido por estos imprevistos previsibles (una información que ciertamente nos sorprendió) y vienen a confirmar la bondad volcánica palmera: constante, periódica pero de una violencia relativa. En La Palma, como se puede intuir, o se sube o se baja. Pero siempre, siempre, siempre, uno se sorprende y hasta se emociona con sus hermosos y bellos caprichos naturales. No en vano, La Palma es una de las tres islas más altas de todo el mundo (tras otras en Cabo Verde y en las Azores) en relación a su tamaño.




Los faros (derecha) y las salinas (izquierda), vistos desde la carretera LP-130, una estrecha pista asfaltada que transcurre entre explotaciones agrícolas (fundamentalmente, pero no sólo, de plátano) y que circunvala el entorno de los volcanes. Desde Fuencaliente de La Palma (también conocido como Los Canarios) esta ruta desciende vertiginosamente hacia la zona de la Playa Zamora vía Quemados y Las Indias, "llanea" cerca del mar y vuelve a ascender hasta Fuencaliente por Las Caletas, dejando a los lados los montes del Mago y del Viento.


El "viejo" y el "nuevo" faro de Fuencaliente.


Otra vista.


El Teneguía, desde la carretera LP-130.


Un cartel nos indica que estamos en un recorrido autoguiado. La Palma ha apostado mucho por este tipo de turismo activo ante su riqueza y variedad medioambiental. Los faros y las salinas se encuentran en un espacio protegido de 857 hectáreas, el del Monumento Natural de los Volcanes del Teneguía, que en su día se separó del Parque Natural de Cumbre Vieja.


Contrastes entre la arena y la piedra negra y el verdor vegetal de los matorrales que comienzan a colonizar (¡ah, el milagro de la naturaleza) una zona geológicamente "joven" por la cercanía temporal de una erupción volcánica.


Creemos que es un bequeje (aeonium), un tipo de especie arbustiva presente en todas las islas, aunque en cada una con particularidades.


Más contrastes.


Muchos matorrales y plantas comienzan a conquistar viejos terrenos ocupados por la lava. [Aquí, un enlace a una completísima web sobre flora canaria]


Unos visitantes toman fotografías en la pequeña plenillanura en la que se asientan los faros y las salinas de Fuencaliente.


Un cercado de piedra volcánica rodea y protege el área que ocupan las salinas.


Rocas de origen volcánico.


Esta construcción en piedra volcánica junto a las salinas llamará nuestra atención por el intenso azul de su puerta.


Una pequeña retama (creemos, ya que no somos expertos en cuestiones de flora) crece en un muro de piedra volcánica. Al otro lado, una gran "piscina" de las salinas.


Una vista de un pequeño camino cuyo firme se ha uniformado a partir de rocas y piedras de origen volcánico.


Un grupo de turistas, durante una visita guiada a las salinas, vistos al contraluz. En 1994, las autoridades canarias las declararon "Sitio de interés científico".




Pocetas cristalizadoras del complejo salinero de Fuencaliente. El reino de los contrastes entre el blanco de la sal y el negro de las rocas volcánicas. En la actualidad ocupa una superficie de 35.000 metros cuadrados y produce unas 500 toneladas, la mayoría las cuales se destinan a la exportación, entre sus siete u ocho cosechas anuales.


Concentraciones de sal en uno de los recintos denominados "cocederos" o "charcas". Aristóteles, el genial filósofo griego padre de la distinción entre "potencia" y "acto" tan presente en nuestra sociedad actual, consideraba que la sal era el compendio de los cuatro elementos básicos (tierra, agua, aire y fuego).


Otra imagen de una de las pocetas de las salinas.


Las salinas, los faros y al fondo el entorno de los volcanes Teneguía y San Antonio.


Pasillo de barro revestido de piedra que sirva para deambular por la zona de cocederos y permite a los operarios manipular y recolectar el producto. En estos trabajo se emplean herramientas tradicionales, como la "raspadera" o el cedazo.


Estas charcas tienen un color más rosáceo, tono adquirido por la presencia de bacterias y arqueobacterias capaces de sobrevivir en condiciones de alta salinidad.


El guardián de las salinas se toma un descansito al final de la tarde.


Cedazo con un poco de Flor de sal, una apreciada presentación que no es si no sal muy pura que se recoge manualmente y no tiene ningún tipo de proceso industrial en su camino.




Sal acumulada dentro de un almacén tras su proceso de secado y a la espera de ser envasada.


Los faros, vistos desde las proximidades de El ratito, una especie de terraza que se extiende desde la vivienda de los productores de la sal hasta una pequeña playa de arena negra y la auténtica punta de Fuencaliente.


El ratito. ¡Menudo sitio para disfutar de una parrillada!


Degustando Teneguía, un vino de La Palma en El ratito. La isla también produce buenos caldos y sus especiales condiciones han permitido la supervivencia de variedades de uva (en La Palma, nos cuentan, se cultivan unas 26 diferentes) que dejaron de utilizarse en otras latitudes continentales. Algunas viñas pueden tener hasta cien años de vida. El de esta copa es un Malvasía, un vino dulce más típico de la zona de Fuencaliente y la Villa del Mazo. Para su elaboración se emplean uvas "atacadas" por el hongo Botrytis Cinerea, el motivo del dulzor.


La punta de Fuencaliente, vista desde El ratito.


Acantilado sobre el Atlántico. Estamos en una zona geológicamente muy joven y reciente.


Atardecer en los faros de Fuencaliente, que se reflejan en una de las piscinas de las salinas.