Del Bufador y el encanto de Peñíscola (agosto de 2007) (agosto de 2014)


En un paseo de noche veraniega por un pueblo del levante español de esos de callejuelas empinadas, empedradas y también transitadas apareció a nuestro lado una pequeña calle sin salida, presidida, al fondo, por una roca que sostiene casas encaladas y engalanadas con un millar de vistosos tiestos. Allí, el Samarucs, una terraza de mesas y sillas de cestería, de esas con una pequeña vela en el centro, junto al cenicero, para darle encanto al momento. Y, ¡zas!, al fondo comienza a oírse el mar. Un rumor acuoso. ¡Zas! Como si estuviéramos al lado, pero sin estarlo. ¡Zas! Un enigma de baja intensidad. El culpable es El Bufador, una profunda grieta en esa roca de la que antes hablábamos y a través de la que podemos disfrutar de la relajante armonía del romper de las olas. Eso, claro, será así si el Mediterráneo no se enoja mucho. Si lo hace, digamos que por un temporal, y manda su furia contra los acantilados, El bufador no solo eleva su tono, sino que puede llegar a escupir agua de mar. Un caprichoso accidente geográfico con un nombre acertado. Realmente esa roca parece cobrar vida y bufar con gravedad. Estamos, no lo habíamos dicho antes, en Peñíscola (Castellón). Nos consta que el Samarucs ha renovado el mobiliario y su estética desde que anduvimos por allí. Para gustos los colores, a nosotros se nos podría ir una tarde entera junto a El Bufador, ajenos a una calurosa mañana de agosto, de esas de sudor pegajoso y en las que el entramado de callejuelas del casco histórico de Peñíscola es un ir y venir de turistas. Sólo por ese centro urbano, plagado de tiendas de artesanía, ya merece la pena visitar Peñíscola, donde de algún modo el tiempo parece haberse detenido. Casas encaladas. Escalinatas irregulares. Montones de flores de vivos colores en tiestos agolpados en cualquier esquina o en las ventanas. Firme empedrado. Una calle dedicada al sol. Otra, al olvido. Y tres puertas de acceso: la de Felipe II, o el Portal Fosch; la de Santa María y la de Sant Pere, también conocida como la del Papa Luna por servir de embarcadero para el Sumo Pontífice.

Sorprende que haya podido salir bastante ilesa, como también la vecina y protegida Sierra d´Irta, a dos o tres décadas de salvajes especulaciones urbanísticas atraídas por la luz del sol y la playa. Peñíscola, de hecho, fue una referencia del turismo en los setenta y ochenta. Cuando los destinos se diversificaron, este templo de los viajeros franceses decayó. Sus playas mantuvieron la calidad. Y la zona realmente tiene mucho ambiente, sigue habiendo extranjeros y se puede considerar una de las playas de referencia de Aragón. Quizá fue un proceso natural propio de los movimientos humanos que, hay que recalcarlo, le ha venido bien. Peñíscola es un buen destino para desconectar. Peñíscola tiene notoriedad en la historia. Estuvo bajo control de los Templarios, con todo el componente esotérico que le aporta al asunto en estos tiempos de "códigos da Vinci", tras formar parte de las posesiones musulmanas. En el siglo XV llegó a ser sede pontificia (la tercera, junto a Roma y Avignon que tuvo en el pasado la cristiandad). El papa Benedicto XIII, el conocido como Papa Luna, aragonés de Borja, se refugió en ella y mantuvo un papado paralelo. La ciudad también tuvo peso histórico bajo el reinado de Felipe II y en la Guerra de Sucesión. Peñíscola ha aparecido hasta en el cine: Charlton Heston, dirigido por Anthony Mann, cabalgó como El Cid por sus playas cercanas y desde el municipio promocionaron un festival de cine durante varios años; pero fue "liquidado" en 2008. Hasta en uno de sus establecimientos, La Casa del Papa Luna, especializado en productos de toda la provincia, comercializan un licor de cola más antiguo que la propia coca cola.

Dar una vuelta por su castillo, como también por su zona amurallada, te aporta perspectivas magníficas del entorno urbano y la disposición de sus defensas. El contraste de la piedra vieja y el añil del Mediterráneo es realmente impactante en esta fortaleza que anualmente tutea a La Alhambra granadina en cuando a densidad de visitantes. En su parte más alta, donde pareces desafiar al mar , comprendes el valor estratégico de la plaza, asentada en un peñón imperceptible, colonizado por las construcciones humanas a lo largo de los siglos. Todavía a mediados del siglo XX, otro punto fuerte en la defensa de la ciudad, el peñón quedaba aislado de la Península cuando subía la marea. Con las sucesivas murallas que se levantaron y unas cuantas baterías de artillería bien dispuestas, Peñíscola era sinónimo de inexpugnabilidad. Justo en ese punto en el que el mar abrazó a Peñíscola durante siglos, ese mismo que la mano del hombre se ha encargado de domesticar, se esconde otro pequeño milagro de la naturaleza: que una fuente mane agua dulce al ladito mismo de la salada. Nuestra primera experiencia castellonense tuvo como base de operaciones un hotel que nos acabó enganchando: el María Cristina. No es el más grande, y su distribución recuerda mucho a los hoteles de esa España de Pajares, Esteso y Ozores. Pero al frente estaba una familia y parte de ella hacía vida en la recepción. En el salón, fotos de Julio Iglesias. Algunas, enormes. La más ampliada, una del dueño y el cantante. Y ya sea en el desayuno, en la comida o en la cena, la banda sonora siempre es la misma: el gran Julio. Tiempos después las experiencias posteriores llegaron ya con apartamentos alquilados.

Peñíscola. Ubicación geográfica en el este de la Península, cerca de la provincia de Tarragona y al norte de la de Castellón, a la que pertenece. Destino célebre por coqueto y tranquilo, con un patrimonio que vuelve a seducir mucho y bien al turista extranjero, especialmente y sobre todo oriundo de Francia. Un viaje relativamente asequible en carretera, una amplia oferta hostelera y unos encantos más que evidentes regados por un agua muy agradable que baña extensas playas, sí, pero también puede regalar alguna cala no tan conocida. Qué cosas. [Mapas VíaMichelín]

Dos escudos municipales. El de arriba es el más actual. Y bajo estas líneas, un vídeo grabado en sus afueras, en la zona del Mercadona, en la Carretera Vieja de Benicarló, que hace las veces de circunvalación con rotondas. En una de ellas, una casa de campo absolutamente respetada por la infraestructura. Parece una obra de arte. Ni adrede.



Mar Mediterráneo. Primera y plácida primera línea en un atardecer de agosto. Comenzamos...

Negro nubarrón que, como venía avisando, descarga una buena ración de agua. Al día siguiente comprobamos en medios televisimos e impresos que no excesivamente lejos de aquí, en Tarragona, se habían producido destrozos graves por las inundaciones y las riadas.

La piscina de la urbanización Da Vinci, en plena avenida Papa Luna con vistas al Mediterráneo desde una generosa terraza. Pisos de dos habitaciones y cocina americana, hilvanados por un pasillo distribuidor para dar algo más de 50 metros cuadrados. Un buen sitio para pasar unos días bastante bien de precio.

La avenida Papa Luna y al fondo, entre las palmeras, la ciudad vieja de Peñíscola. Como la avenida es mal lugar para aparcar, no está concebida ni para la doble fila mientras discurre paralela a la playa, todos los edificios cuentan con su aparcamiento. Genial, por otra parte.

Edificio Da Vinci. Número 50 de la avenida Papa Luna.

Edificio Da Vinci.

Y el edificio de al lado, en cuyos bajos se extiende el Restaurante Asador El Portazgo. Un rincón, otro, de Aragón en Peñíscola.

Kilometriquísimo paseo marítimo. La avenida Papa Luna, y antes la de la Mar, aunque menos, crecen en números cosa mala gracias a su extensión.

La Playa Norte de Peñíscola. Toda esta zona de la Costa, Tarragona y Castellón, tiene mucha presencia de turismo aragonés. Y no son simples suposiciones...

La ciudad vieja de Peñíscola, asentada en su peñón, vista desde la Playa Norte. Con esta población del litoral castellonense sucede como con otras muchas: que la tele ha revitalizado su notoriedad. Destino clásico de vacaciones en los setenta y sobre todo en los ochenta, el estreno de la serie El Chiringuito de Pepe, ambientado aquí, ha vuelto a ponerla en primera línea del panorama turístico. La serie, por cierto, nació gracias a la promoción económica de la Diputación de Castellón, que entregaba 71.390 euros al proyecto que más ayudase en la promoción de su territorio...


Peñíscola: una imagen única, no por no repetida sino por inolvidable, desde la playa por la que cabalgó Charlton Heston durante el rodaje de El Cid, cinta americana dirigida por Anthony Mann en la que el actor estadounidense compartía protagonismo con la italiana Sofía Loren. Peñíscola, que acogía una ambientación de la ciudad de Valencia, tuvo una entrada a lo grande en el cine. Años atrás, incluso, organizó durante una década un festival cinematográfico que acabó abandonando y que, en la prensa regional, llevó a la reflexión "Cuando Peñíscola quiso ser Cannes".

Podría ser un triatleta en el sector ciclista o podría ser Miguel Indurain durante una contrarreloj... Lo cierto es que el carril bici paraleo al paseo marítimo, tímidamente segregado en gran parte de la avenida Papa Luna, pero no toda, intenta evitar la "alta velocidad" ciclista con cartelería como ésta...

Peñíscola, en una noche de agosto. Cae el sol y los pescadores se acercan a la orilla, armados con sus cañas y pertrechados con sus neveras.

El Hotel María Cristina. Un sitio de gestión familiar pero que muy auténtico en Peñíscola, de los establecimientos hoteleros más baratos de toda la ciudad. Aquí van unas variadas opiniones.


Los pasillos del Hotel María Cristina ofrecían curiosidades como la de este cartel de una célebre pareja de música en euskera: Pantxoa eta Peio. La música tiene mucho peso en el María Cristina, especialmente por Julio Iglesias. Una enorme foto del cantante con el dueño del hotel o que en desayunos, comidas y cenas suenen sus discos de manera "non stop" lo confirman.


La Playa Norte (platja Nord) de Peñíscola, contemplada desde una de las habitaciones del Hotel María Cristina. Una playa de cinco kilómetros de frente litoral, nada menos.


Disfrutando del Mar Mediterráneo en la Playa Norte.

Alineación de palmeras en el larguísimo paseo marítimo de Peñíscola, que como no podía ser de otra forma en el callejero tiene la consideración de avenida y está consagrada nominalmente al Papa Luna.



Terrazas de un edificio tomado por los alquileres estivales, alguna de ella poblada, con vistas al Mediterráneo y a la cercana y abrupta Sierra de Irta.

En una playa que se precie no puede faltar el escultor de arena...

En el paseo marítimo, a la altura del Hotel Los Delfines (que está justamente detrás en esta foto y que ostenta el número 4 de la avenida Papa Luna), se encuentra la base de Peñíscola City Tours. Una empresa que ofrece recorridos en trenecitos turísticos, hasta cuatro; el que sube a La Atalayas, una urbanización cercana asentada en las estribaciones de la Sierra de Irta, regala vistas espectaculares de toda la zona.

El inconfundible y seductor núcleo antiguo de Peñíscola, en una vista desde la avenida de La Mar.

Escultura urbana con forma de huevo en la avenida de La Mar, allí donde está el aparcamiento subterráneo público y de pago.



Antiguo torreón asimilado por el crecimiento del nuevo casco urbano. Estamos junto a la plaza de Felipe V y la calle Virgen de Ermitaña.

Arranque de la Playa Norte, a la altura de la avenida de La Mar.

Consumimos los últimos metros de la avenida de La Mar, antes de alcanzar la irregular Plaça de Bous, vigilados por el castillo.



Conjunto de baluartes que protegen el Portal de Santa María y, más arriba por la Pujada de Felip II y bajo la maciza Batería del Olvido, el Portal Fosc.

Escudo real en las murallas de Peñíscola. Batería de Santa María.

La iglesia y las casas adyacentes,vistas desde la parte baja, extramuros.

Murallas abaluartadas de Peñíscola. Todo el recinto, castillo y defensas, han sido convenientemente restaurados en las últimas décadas. Un lavado de cara que ha revitalizado su atractivo.

La Playa Sur. Mucho más pequeña.

Peñíscola. Ornamentos pesqueros en una plaza, la de Llotja Vella.

Las murallas del Baluarte de Santa María de Peñíscola, vistas desde la plaza Llotja Vella. Esta obra firmada por el ingeniero Antonelli en tiempos de Felipe II, no llegó a concluirse, como resulta evidente. El plan inicial era conectar con la Porta de Sant Pere.

A los pies del Baluarte de Santa María, respetado por la obra defensiva, incluso realzado, se encuentra la Fuente de la Mora o de La Petxina. Una fuente levantada originalmente en 1578.

A mediados del siglo XX, la citada fuente fue remodelada.

Una especie de fuente inspirada en un lavadero.

Murallas de Peñíscola. Muralla de la Font o Sana Ana. Ese foso lleno de agua es un buen recordatorio de cómo estaba esta zona hasta un siglo más atrás: rodeado de agua. La construcción del puerto pesquero acabó con esa situación le robó terreno al mar. Sin embargo ese pequeño estanque es alimentado por las emanaciones de agua dulce del peñón. Peñíscola es un enclave rico en agua dulce y la Font de Dins se deja notar.

Estructura metálica en la muralla de la Font que capta las aguas de la Font de Dins y alimenta el estanque.



La puerta del Papa Luna por antonomasia: el Portal de Sant Pere. Su curiosa forma obedece a que, estando esta zona cubierta por el agua del Mediterráneo, era un acceso a la ciudad para barcas. Esta puerta fue construida en 1411 por orden de Benedicto XIII. La torre es conocida como Torreta de Sant Pere.

Escudo heráldico del Papa Luna.


Portal Sant Pere. De noche y con mal pulso.

A medida que ganamos altura hacia el casco viejo ganamos perspectiva sobre este estanque con peces ubicado entre las murallas y el puerto pesquero. Estanque alimentado con los manantiales de Peñíscola...



Calle Atarazanas, donde lo más normal del mundo es ver a los dueños de las tiendas de recuerdos que nos reciben tomando el fresco junto a la muralla, enfrente de sus negocios. Calle muy concurrida.


Atardecer en Peñíscola. El sol se pone sobre la urbanización Las Atalayas.

Arco en mamposteria que permite el acceso a la plaza de Santa María desde la calle Saiz de Carlos y la Casa del Agua.

Subiendo al adarve de la muralla de la Fuente. Acceso al Paseo de Ronda.

Viejas instalaciones militares.

Puerto de Peñíscola, contemplado desde la muralla de la Fuente.

Plaza de Santa María, antigua plaça de les Caseres. Rodeada por las baterías de la Fuente, Santa Ana y Santa María.

Plaza de Santa María.

Construcciones en el casco viejo de Peñíscola. El entorno de la iglesia de Santa María, calle Escuela, calle González Granda...

Portal de Santa María. El tercer acceso a Peñíscola, segundo por tierra, no fue abierto hasta nada menos que 1754. Son los tiempos de Fernando VI.

La Subida de Felipe II y la Batería del Olvido, fotografiada a través de una especie de saetera de la muralla de Santa María.

La Subida de Felipe II describe un giro brusco de 180 grados para alcanzar el Portal Fosc desde la Plaça de Bous. Es un enclave muy especial de Peñíscola, escoltado por las solemnes piedras de las murallas, aquí conocida como Batería del Olvido (izquierda). Lucen y destacan per se la garita de Felipe II y el Balcón de Pilatos.

Todos los caminos llevan a Roma... o al Castillo del Papa Luna, en este caso. Más o menos empinadas, las pendientes siempre estarán presentes...

Escalinata que permite acceder peatonalmente al castillo y su entorno sin cruzar el Portal Fosc. Un acceso ideado en los años 20 del siglo XX. Muy aseada hoy en día con sus palmeritas y sus acabados en piedra.

Los toldos del mercado hippie y en entorno de la calle Calabuch, vistos desde esa escalinata.


Bajo lo que hoy en día es el Parque de Artillería, entre las murallas de Santiago y San Fernando, se encuentra una pequeña explanada donde en otros tiempos exisitó un embarcadero. bajo los muros, una concentración rocosa forma una abertura que es conocida como Porta Socors [ver vídeo adjunto]. Delante, lo que vemos en esta imagen nocturna, se encuentra la Porteta: un vestigio del acceso al que fue primer embarcadero de Peñíscola. Y por tanto fuente de su comercio. Además, si miramos hacia la izquierda, veremos una estructura asomando al mar: el Aljub de la Fontanella, poéticamente la Casa de la Sireneta. Un manantial de agua dulce más de los varios que tiene este peñón donde se asienta Peñíscola.




Un mercadillo de artesanía, el publicitado como "Mercadillo Hippy. De 18.00 a 1.00", visto desde las murallas de Peñíscola. Seguimos con el pulso fastiadete...

Imagen de la Plaça de Bous desde la Subida de Felipe II, también denominada Subida Portal Fosc. Al fondo, la Playa Norte comienza a describir su forma de media luna. La plaza no puede ocultar uno de sus usos: el de espectáculos taurinos.

Portal Fosc. Hasta el siglo XVIII todo lo que entraba o salía de Peñíscola tenía que pasar por aquí sí o sí. Es curioso como Juan Herrera solucionó el problema de una bóveda interna de 90 grados en la que también estaba el acceso al cuerpo de guardia.

Garita abaluartada (garita de Felipe II) que protege el Portal Fosc. Y junto a ella, el llamado Balcón de Pilatos.


Puerta de Felipe II, de noche.


Detalle de la Puerta de Felipe II. La inscripción nos traslada hasta 1578 y nos recuerda que el gobernador de la plaza (y de otras muchas, pues así se las gastaba este Grande de España) era el italiano Vespasiano de Gonzaga, un hombre fuerte en la Corte.


Interior de la Puerta de Felipe II. Portal Fosc, 100%



Hemos cruzado plaza del Ayuntamiento, inexistente, más bien virtal, y el lado intramuros del Portal Fosc. Allí donde se extiende el Balcó de Pilatos. Desde el ayuntamiento, bajamos esta escalinata hacia el entorno de la plaza de Santa María, por la calle Escuela.

Calle Escuela. A la derecha quearía la plaza de Santa María. Por aquí hay un acceso al adarve de esas murallas que nos permitiría llegar por donde entramos unas cuantas fotos más arriba.

Ante nosotros, la calle Saiz de Carlos.

Bajada Fuente, en la noche. Su nombre lo dice absolutamente todo. Y detrás quedaría la Casa del Agua, que también.

Confluencias de las calles Atarazanas, Saiz de Carlos y General Aranda. Aquí, en la derecha por esa puerta que ahí queda, comienza la corta e intensa Bajada al Bufador. Una calle tomada por las terrazas (y eso que apenas hay dos locales) en las cercanías de uno de los grandes atractivos de Peñíscola.

Terraza del Samarucs en una explanada que se extiende junto al Bufador, una abertura en la roca por la que se oye, y en días de temporal puede más que verse, el agua del Mediterráneo. El nombre de Bufador está acuñado en los días revueltos, cuando esta roca brama.

Terraza del Samarucs. Un lugar muy chill donde a ciertas horas cuesta encontrar un sitio y una vez que lo cojes no tienes ninguna prisa. Birras, cockteles, mojitos, espirituosas cubateras,...



El Bufador. Icono de Peñíscola... y reclamo de primera para este negocio hostelero.


El Bufador. Una brecha en la roca mediática e icónica. Inspirador de toda esta historia...



Las casas que se levantan sobre el mismísimo Bufador, de fachadas blancas y acabados y remates añiles.

Las viviendas que cimentan en el Bufador de Peñíscola, observadas desde la ascendente calle Atarazanas.

¡Todo por una foto! Un turista intenta captar una instantánea mucho más original de lo habitual merodeando la brecha que alumbra al Bufador.



Peñíscola. Entorno del Bufador desde el Fortín del Bonet, defensa del lado sur de la población sobre el mar. La calle está parcialmente aprovechada más arriba por un par de restaurantes para montar panorámicas terrazas exteriores junto a este fortín.

Peñíscola. Más del Fortín del Bonet, que también hemos visto que es conocido como Fortín del Bufador. Mediterráneamente entre murallas renacentistas. En dos años estaban finiquitadas y dispuestas a plantarle cara a los asaltos piratas gestados en la Berbería.

Murallas sobre el Mediterráneo. Fortín del Bonet.

Pavimento medieval en la calle Príncipe...

Fachadas en la ascendente,angosta y también panorámica calle Príncipe.



Calle Juan José Fulladosa. Nacimiento de una "carrer".

Mítico en Peñíscola, ya en la calle Príncipe. la Pizzería-Heladería Italiana. La callejuela que aquí nace, San José, también tiene su punto.

Peñíscola. Pasión, devoción y optimización por y de cualquier peñón.

Pequeña explanada ante la Casa de la Mar, en el antiguo Baluarte del Príncipe. La función del Museu de la Mar es clara. Y citamos: "Conservar, difundir y salvaguardar el patrimonio cultural marinero". De la villa, por supuesto.

Una pequeña descubridora de Peñíscola observa la inmensidad del Mare Nostrum desde ese magnífico mirador que es el Baluarte del Príncipe.

La Casa de la Mar de Peñíscola.


Un vieja ancla "reciclada", ornamento oportuno ante la Casa del Mar, más oportuno aún en cualquier zona marinera. De Peñíscola, playa kilométrica y turismo de veraneo, se tenía que notar que ha sido y es también zona de pescadores.

Baterías, fuera de servicio y con fines decorativos, en el Baluarte del Príncipe.

Peñíscola. Calle Nueva. Una de las más chulas del centro por su generosísima población de flores y plantas.

Entramos en la tienda que la gente de Cervezas Badúm tiene en la incómoda, por empinada, pero al mismo tiempo hermosa, calle Sol. El nombre de esta birra artesana, de la que se fabrican varios tipos (incluso una con alcachofa de Benicarló, no apta para estómagos sensibles, y otra de calabaza), se inspira en una torre de vigilancia costera del siglo XVI asentada en la Serra d´Irta. Torre sobre la que habla Antonio Q. B en su maravillo blog.

Peñíscola. Concentración rocosa aprovechada por el trazado de la ciudad para improvisar una defensa. La vegetación se busca la vida como puede para prosperar y para tirar adelante. Estamos por la calle Farons (o Farones).

Gran concentración de tiendas de recuerdos, regalos y chucherías en esta zona del casco viejo. Calle Farons.

Calle Farons. Al fondo ya intuímos otro de los atractivos "trendic topic" de Peñíscola: la Casa de las Conchas.


Casa de las Conchas. Calle Farons. Esta estrecha vivienda, que se levanta de tal forma que estrecha aún más una rúa bastante poco ancha, es el fruto del amor que sentía una vecina, Justa, la esposa de Timoteo, por su población. Pobre, vio en el turismo una opción de salir adelante para sus hijos Agustín, Gloria y Jordi: se empapó de la historia, ejerció de guía y consiguió prosperar. Allá por la década de los años 50 del siglo XX, durante una reforma, optó por un revestimiento "marino" para su fachada.

Casa de las Conchas. Muchas de estas conchas fueron obsequios de marineros y vecinos.

Calle Santa Bárbara. La titular "reside" en esta especie de hornacina que se aprecia en el edificio de la derecha.

Fachadas estrechas, pero de varias alturas. La tónica general del casco viejo de Peñíscola. Calle Santa Barbara.

Calle Santa Barbara.

La roca siempre tan presente en Peñíscola... No hay cimiento o pared que no pueda decir que es ajeno al rocaje de este auténtico peñón domesticado.

Esta vivienda engalana su fachada con un ánfora sobre la que desconocemos si tiene alguna utilidad concreta. ¿Acaso anunciar la Taberna El Ánfora?

Peculiar empedrado el de Peñíscola en su casco viejo...

Calle Mayor. Arteria principal de la vieja Peñíscola, uniendo el Portal Fosc con el Baluarte del Príncipe. Su condición y ubicación, por tanto, no debe de generar sorpresas a la hora de ver muchos negocios de restauración, recuerdos y demás.

Revestimiento de azulejería en los bajos de los balcones y terrazas. Una seña de identidad adicional de Peñíscola. Andamos ahora por la calle San Juan.

Calle Escalera. Nunca mejor dicho. Al final, la calle general Aranda.


Posadito estival en la calle Escalera de Peñíscola. En sentido hacia la calle Juan José Fulladosa.

Edificio de aires palaciegos, y posiblemente usos administrativos, en la confluencia de las calles San Juan y Juan José Fulladosa.

Calle Mayor. Taberna Manolo. En esta imagen se observa el trazado irregular de la rúa.

Fachadas en la calle Mayor de Peñíscola.

Campanario, y reloj, de la iglesia de Santa María, junto a la calle Mayor.

Iglesia Parroquial de Santa María. De estética atípica con respecto a otros lares, con unas paredes que se integran a la perfección con el entorno por eso de estar pintadas, este templo tiene orígenes medievales, aunque un incendio durante el siglo XV exigió una primera reconstrucción que tuvo continuidad en las labores de reforma del primer tercio del siglo XVIII

El ayuntamiento de Peñíscola, ante la "plaza" homónima. Estamos justo donde muere el Portal Fosc y donde unas cuantas fotografías antes nos desviamos de frente para bajar por una larga escalera hacia el entorno de la calle Escuela. El consistorio de Peñíscola es un edificio peculiar. Una antigua casa palaciega del siglo XVI (concretamente 1595. En su fachada, en latín, puede leerse el lema: "Amad la Justicia los que juzgáis la tierra (Diligite justitiam qui judicatis terram)".

Fuente junto al Portal Fosc, en la "plaza del ayuntamiento". Lo dicho, las aguas dulces de Peñíscola son tan abundantes (hasta doce manantiales) realzaban el valor geoestrat

La torre de la iglesia de Santa María emerge entre los tejados mientras caminamos por la calle del Olvido. Esta "carrer" transcurrer, sinuosa, de forma más o menos paralela a los bastiones del Olvido y de Santiago.

Terrazas de bajos "tuneados" en la calle del Olvido.

Carrer Santos Mártires. Sobre los tejados, la iglesia de la Ermitaña.

Sobre los bastiones de Santiago y San Fernando, espacios ajardinados del Parque de Artillería, del siglo XVIII.


La zona más urbanizada turísticamente de Peñíscola, vista en la noche desde las murallas en la zona de los bastiones antes citados.



Un rincón sobre la piedra, en la calle del Olvido. Peñíscola en estado puro.

Recuerdos.

Gran mirador sobre la Playa Norte y todo su entorno desde los Jardines del Castillo.

Los jardines...

Tierra, agua, viento. Elogio a los elementos...

Un poquito de zoom sobre grandes edificaciones turísticas de la "nueva" Peñíscola.

Restaurante El parque. La calle del Olvido, que ha venido obviando las pendientes, traza una curva de herradura y nos recibe con un paredón de mala muerte.

¡Cómo cuesta la cuesta!

Carrer Santos Mártires. Antesala de las plazas de la Ermitaña y de la Plaza de Armas, prácticamente encadenadas. A la izquierda, local mítico de Peñíscola, el restaurante Casa Vicent. Las opiniones, para todos los gustos...



Parte alta de Peñíscola, en el entorno de la plaza de Nuestra Señora de la Ermitaña. Junto al castillo, y tras una breve escalinata, la iglesia dedicada a la virgen homónima. Sancho de Echevarria, gobernador de la población a comienzos del siglo XVIII, impulsó la construcción de un templo para esta imagen de gran devoción popular desde tiempos medievales y que ya contaba aquí con su propia ermita. Más modesta, claro.

El Papa Luna nos espera... Escultura en bronce del artista vasco Sergio Blanco que recibe, extramuros, al respetable a medida que se va acercando al castillo de Peñíscola.

La piedra, la roca viva. Siempre cimiento primigenio.

El Papa Luna, ejerciendo de Papa (con la tiara característica) en esta escultura de bronce que protagoniza muchas fotos y selfies (que es una foto, pero en género nuevo) de turistas y visitantes.

Negocios de recuerdos y regalos frente al castillo de Peñíscola, en la calle Subida al Castillo.

Castillo de Peñíscola. Acceso. Estamos en el punto más alto del Peñón, a unos 64 metros sobre el nivel del mar (que son unos cuantos más por las torres y terrazas de la fortaleza, claro). Un lugar de evidente valor geoestragético que convirtió en bastión inexpugnable Benedicto XIII. La entrada general cuesta 3,5 euros y los niños entran gratis. Los tickets, muy chulos, pueden emplearse como postales.

Accediendo al castillo de Peñíscola por el cuerpo de guardia. El conocido como Castillo del Papa Luna realmente tiene un origen musulman, pero lo que ha condicionado su futuro, más que el paso templario, ha sido el haber sido residencia papal entre 1411 y 1423. Es decir, en un tiempo de cismas religiosos en occidente, Peñíscola fue una Santa Sede paralela a Roma. En el siguiente vídeo vemos la gran sala rectangular en la que se encontraban los establos. Y más abajo, salimos al patio de armas.





Atípico patio de armas del castillo de Peñíscola. El aragonés Benedicto XIII hizo las reformas oportunas sobre una obra templaria.



Peñíscola. La Playa Grande y el Parque de Artillería, bajo la protección de una de las torres del castillo. Balcones al Mediterráneo.

Nada como esta imagen para hacerse a la idea del valor del castillo, cúspide y cúlmen de un entramado defensivo de primerísimo nivel. Hablamos de un Monumento Nacional desde 1931.


Contrastes entre la roca y el mar, desde el castillo. Desde luego el Papa Luna no era un tío ignorante y sabía dónde venía. El castillo, su papado, su pasado templario y algunas andanzas más, alimentan una serie de leyendas y fábulas. Se dice, por ejemplo, que en un momento en el que tuvo que huir él mismo se tuvo que currar una escalera en la piedra a base de picar. Y que en su labor, perdió el anillo papal, que descansa en el lecho del mar circundante. O de un valiosísimo códice, el Códice Imperial, que era de su posesión, ocultaba un gran secreto y del que nunca se supo pese a lo mucho que se buscó.



La Playa Norte de Peñíscola, vista desde el patio de armas del castillo.

El castillo de Peñíscola. Muchísismos visitantes en el período estival. Por las noches su patio de armas suele acoger espectáculos musicales.

La azotea, muy restaurada, de una de las edificaciones principales (pero no torre del homenaje) del castillo.

Visitantes curioseando las panorámicas.

El campanario de la Virgen de la Ermitaña emerge ante nosotros como si fuera una parte más del castillo. De alguna forma es así. Esta es una de las instantáneas que mejor resumen Peñíscola desde un punto de vista panorámico.



Un grupo de turistas disfruta de las vistas desde una de las torres del castillo de Peñíscola.

Efecto ojo de pez sobre Peñíscola, su faro y parte de su casco urbano.

Entre las almenas...

Peñíscola. Sierra d´Irta, urbanizaciones que tontean con el espacio protegido (ay, esos desmanes urbanísticos del levante...) y la Playa Sur.


Una de las salas del castillo, decorada con diferenes tapices; en el centro de la pared, el escudo de armas del Papa Luna. Estamos en el icónico Salón Gótico, donde el Papa Luna estableció su "sala de audiencias". Espectacular, por simple y robusta, boveda de medio punto.



Castillo de Peñíscola. Salón Gótico.

No menos sencilla y austera es la iglesia. Benedicto XIII aprovechó la capilla templaria para este fin.

Turistas en el patio de armas. La vista, desde el interior de la iglesia del castillo.



Instalaciones del Palacio Pontificio, no menos carente de todo lujo.



Escudo de armas del Papa Luna.


Vistas del Mediterráneo desde una de las ventanas del Palacio Episcopal del castillo del Papa Luna, en las entrañas de la Torre del Homenaje.

Castillo del Papa Luna. Zona aterrazada con fines vigilantes.

La torre que esconde en su interior el Palacio Episcopal, sobre un precioso Mar Mediterráneo.

Bajando por la Subida al Castillo, calle escalonada y empedrada donde cualquier bajo es un negocio.

Concentración de garitos en la calle Jaime Sanz Roca. Las faldas del castillo son un cachondeo durante 24 horas al día. Pero por la noche la animación es bestial...

Calle San Vicente, también tomada por los negocios hosteleros...

Mar de callejuelas tomado por los restaurantes, tascas y bares...


Los bañistas que acuden a las playas de Peñíscola, sobre todo a la Playa Norte, siempre disfrutan de un chapuzón con magníficas vistas. ¡Peñíscola es un pueblo realmente hermoso!


Noche de verano sobre Peñíscola. Mastodóntica concentración lumínica que gana entidad por las diferentes alturas de la plaza...

Una ola juguetona se aproxima a la orilla de la Playa Norte de Peñíscola con el incomparable marco de su ciudad vieja al fondo.

Mirando al mar soñé...