Paseos estivales por la cálida ciudad de Badajoz


Fundada en 875 por Ibn Marwan, Badajoz, la ciudad más grande de toda Extremadura con sus 150.000 habitantes, no tiene la majestuosidad de la piedra vieja de Cáceres, la otra capital provincial de la Comunidad, o el lustroso pasado romano de Mérida, capital autonómica y distante a apenas seis decenas de kilómetros. Frente a las otras dos grandes ciudades extremeñas (las dos juntas no alcanzan la población de la vieja Batalyaws) y así lo hemos podido concluir tras muchas conversaciones al respecto, el viajero tiene la percepción de que la capital pacense es, sencillamente, la más fea; y de paso recuerdan que no hay industria, que sólo es una ciudad de funcionarios y servicios con pasado de tintes bélicos que emergía frente a Portugal casi como imaginaba la creativa pluma de Tolkien a Minas Tirith frente a Mordor. Y quizá, sólo quizá, realmente sea así. Porque la percepción ha sido interiorizada por los propios pacenses. Pero nadie puede criticar la ausencia de vida de Badajoz, pues es una ciudad en pleno movimiento guiada por la vertiente más comercial del sector servicios; y tampoco que sea una población huérfana de patrimonio histórico. Todo lo contrario. Que supuestamente no sea su punto fuerte, lo cual por otra parte sólo puede ser valorado desde la individualidad (vamos, que para gustos los colores), no supone que estemos ante una cuestión baladí.

Ahí está su alcazaba, por ejemplo, el más fiel reflejo de un pasado glorioso en el que Badajoz llegó a ser la capital de uno de los reinos de taifas más importantes de la Península, muy a pesar de otras regiones vecinas como Córdoba o Sevilla. Y es que la alcazaba pacense, además, y al menos eso defienden los historiadores, es la construcción más grande de este tipo de las que se construyeron en la Península bajo dominación musulmana: perimetra nada menos que ocho hectáreas y en su interior albergó durante siglos a la población local. Desde sus rehabilitadas murallas, uno no sólo se embelesa perdiendo la mirada hacia la próxima frontera con Portugal, sino con el plácido discurrir del río Guadiana que, atravesado por cuatro puentes perfectamente perceptibles, corre a los pies del recinto o con las irrupciones entre un mar de edificaciones de su desconocida catedral, de la ermita de la Soledad o, a su lado, esa extraña Giraldilla que se construyó en 1930. Hasta el vecino cerro de San Cristóbal, o de Orinace, también fortificado por esas cuestiones históricas de guerras y tuyas y mías, emerge seductor. Por añadir, una puesta de sol en una tarde de verano le hace ganar enteros al asunto. Ya son menos las pancartas que, en la zona anexa, imprecan a las autoridades por una rehabilitación total de la alcazaba. El trabajo está en proceso. En 2015, muy cambiado con avanzado con respecto a una década atrás. Pero estamos en la alcazaba. Y ciertamente, todo el recinto, que en su interior alberga un concurrido parque público lleno de palmeras, el Museo Provincial, los restos de una antigua mezquita que hoy, integrantes de una facultad de la Universidad de Extremadura, son el punto más alto de la ciudad, está descuidado (menos que unos años atrás). Son habituales los residuos sólidos, bastantes malas hierbas y alguna que otra pintada que se ríe de todo este bello patrimonio.

La mejor forma de llegar a la alcazaba, construcción del siglo XII, es a través de la plaza de Martín de Rodezno, más conocida como la Plaza Alta y que, pese a su glorioso pasado de centro del pueblo, no hace mucho era territorio hostil al turismo, tomado por el ambiente marginal y ahuyentando toda vitalidad urbana. Y lo más curioso de todo es que este bello rincón, rehabilitado por las autoridades en los últimos años dentro de un plan ambicioso para recuperar la parte vieja de Badajoz, estaba aun paso de la plaza de España, donde se erigen el ayuntamiento y la catedral, y que, por lógica, no debiera de haber sido nunca considerada como zona peligrosa. Aquellos tiempos de inseguridad están quedando atrás, pero se mantienen aún muchos locales vacíos en el casco viejo, huérfanos de negocios. Pero las fachadas han dejado de estar tan destartaladas y sus calles están recuperando los viejos bríos que, incluso, tuvieron muchísimo sabor a flamenco y cante hondo. Pero Badajoz, que durante décadas parece no haber querido mirar a su centro (tampoco a su río), como dando por hecho que era irrecuperable y aferrándose al crecimiento de la ciudad hacia la frontera, aún tiene trabajo por delante. Y es que este mar de callejuelas y pequeñas cuestas es, ciertamente, un centro urbano diferente, muy apetitoso para el paseo. Una maraña de calles que encuentran en la Plaza Alta un bonito cénit que puede regarse con un refrigerio en la terraza de La Casona Alta. Un parón con el que la excursión gana muchos enteros. La Casona Alta es, fue, el primer negocio hostelero que regresa a la Plaza Alta, aunque bien anunciaron los medios locales la puesta en marcha de al menos otros cuatro. Las noches estivales convocan en sus terrazas a locales y foráneos. A un paso de la Plaza Alta, la torre de Espantaperros o Alpéndiz, uno de los símbolos de la ciudad, torre de vigilancia de la alcazaba y recuperada tras años de desperfectos. A otro, pasando bajo el denominado Arco del Peso del Colodrazgo, llegamos a la vecina y coqueta Plaza de San José y a un posible acceso al interior de la Alcazaba. En la de San José, donde hay una pequeña comisaría de la policía nacional (cómo serían las cosas años atrás...) conviene no perderse el Convento de las Adoratrices, el cual gana atractivo cuando se le contempla desde lo alto de las murallas.

Tras un atardecer junto a las almenas, regresamos al mar de calles del casco viejo donde alguna que otra pintada y algún que otro negocio con solera llaman nuestra atención. “Se retratan fotos con cariño”, reza un cartel en Foto Vidarte, un negocio abierto en 1915 (eso dice una placa) y en el que un azulejo anexo añade la oferta de otro servicio: el de asesoramiento filosófico. Estamos en la calle Virgen de la Soledad, que pese a su estrechez y ligera pendiente es una de las más célebres de Badajoz, y unos pocos pasos más abajo, justo enfrente de la ya citada Giraldilla y la Ermita de la Soledad (la patrona de la ciudad), se encuentra La Santina. La Bodega La Santina es un pequeño templo para cañear fundado por un cocinero extremeño, decorado con aires toreros y flamencos, con música coplera como banda sonora (en algo debía notarse que en Badajoz nació un cantaor del nivel de Porrina de Badajoz, portador permanente de gafas oscuras (“Para ver lo que yo quiero”, que dijo; y al que alguien definió “un dandy en el país del tocino y la envidia") y el canal cocina sintonizado en la televisión. Por 10,9 euros (IVA incluido), la “factura” reúne dos cañas (1,1 la unidad), dos copas del buen vino extremeño Payva (1,6), una tosta de torta de Castuera (1,5) y un sartenazo (ración presentada en una sartén) de patata frita, huevo frito y jamón (4), sin contar unas riquísimas y corteses tapas que no cobran. No es, en nuestra opinión, el mejor de los lugares para tomarse una ración. En las calles Felipe Checa, Hernán Cortes, Muñoz Torrero y entorno encontraremos un núcleo duro de bares y restaurantes de toda la vida. Un mar de calles estrechas y cocinas magníficas. Taberna Bigotes, El Callejón de la Plazuela, La Dehesa, La Corchuela, El antiguo Farol célebre por sus caracoles, la comida portuguesa de primera que ofrece El Carlos... Muchos.

Otro de los puntos fuertes, y quizá más desconocidos, de Badajoz son sus baluartes, herencia de viejos tiempos en los que el carácter fronterizo de la plaza generaba más de un confrontamiento bélico. Un repaso al callejero de Badajoz basta para descubrir esos aires tan marciales: hasta una de sus calles más notorias, la comercial calle Menacho que le ha dado nombre a la más concurrida área de tiendas de la ciudad, lleva el apellido de un general gaditano que falleció defendiendo la ciudad de los invasores franceses. Levantado todo el entramado durante el siglo XVII en tiempos en los que los enfrentamientos con Portugal eran constantes por las derivas de la Unión Ibérica, la posterior Guerra de Restauración Portuguesa y las consecuentes "movidas panaeuropeas", el recinto conserva siete baluartes en más o menos buen estado: San Pedro, La Trinidad, Santa María, San Roque, Santiago, San José y San Vicente. Decíamos “más o menos”, porque todos ellos se integran en la fisonomía de la actual ciudad. El de Santiago, sin ir más lejos, cuenta en su interior con un garaje público que estaban reformando en agosto de 2009 y el Museo del Carnaval, uno de los grandes atractivos de Badajoz. Pero claro, antes de toda visita a la capital pacense hay que tener en cuenta una cosa: las fechas. Porque en verano será fácil, realmente muy fácil, hacer una fotografía como la última de este reportaje a las doce de la noche de un día de agosto. Badajoz, por cierto, aparece en el Arco del Triunfo de París. Lastrada por su condición fronteriza a la hora de recibir ostias históricas, Badajoz sufrió especialmente durante la Guerra de la Independencia. Francia perdió la ciudad, pero ésta quedó reducida a nada, violentada, saqueada, humillada. Quizá todas esas vivencias, muchas dolorosas, sean capaces de explicar parcialmente porqué la suya ha sido una huida hacia adelante en la que el patrimonio, o lo que quedara de él, era lo de menos. Mucho se está recuperando y adecentando y la ciudad, en su crecimiento hacia la frontera, presume de restos y sueña con eurociudades. Nos vamos a dar una buena vuelta por Badajoz. ¿Os apuntáis?

Badajoz. Ubicación geográfica [mapas ViaMichelin]. La capital pacense se encuentra junto a la frontera con Portugal, una situación de gran valía estratégica en los márgenes del río Guadiana y con las portuguesas Campo Maior y Elvas (sobre todo ésta última, visible a la perfeccción), así como Olivenza, a tiro de piedra. Su cercanía a "la raya" convierte Badajoz en una meca para muchos vecinos portugueses por su gran actividad comercial y de ocio. Pese a disponer de conexión con ferrocarril y hasta un pequeño aeropuerto, el cercano de Talavera la Real (una antigua base militar con usos civiles en la que llegó a aterrizar el Concorde), la mejor forma de llegar a Badajoz es por carretera. La autovía A-5 comunica Madrid y Badajoz tras unos 400 kilómetros.

Ocaso junto al río Guadiana. Estamos en el paseo fluvial que se extiende a las afueras de Badajoz, en la zona cercana al pabellón deportivo La Granadilla y el estadio de fútbol del Nuevo Vivero. Al otro lado, justo donde queda el sol, se encuentra Portugal.

El azud del río Guadiana, una represa de origen musulmán situada al suroeste de Badajoz que permitía la captación de aguas para regadíos. Siguen los huertos hoy en día, pero son pequeñas explotaciones con más de parcela que otra cosa. El Guadiana hoy en día más bien es un territorio para pescadores y piragüistas, testigos del maltrato que sufre este punto con basuras varias dado su carácter periférico.

El azud del Guadiana fue declarado en 2004 Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), tanto el dique en sí como todo ese tapiz de juntos y vegetación de ribera que crea un auténtico bosque. Es un lugar magnífico para contemplar o fotografías muchas especies (fochas, pollas de agua, ánades reales, garzas, garcetas, martinetes, cigüeñas, andarrios, incluso gaviotas...) que acuden aquí a reposar o nutrirse.



Aves en el azud.

Caminos tomados por los bancos de arena y las densas sombras que proyectan los cuerpos bajo un intenso sol ya a primera hora de la mañana. Seguimos en el entorno del azud del Guadiana.

Una imagen del Puente Real, el último de los construidos sobre las aguas del Guadiana, salvadas por cuatro pasos a la altura de Badajoz. Fue inaugurado en 1994. En más de una ocasión hemos escuchado referirse a él guasonamente como "El Urdangarín", ya que este puente desemboca en las proximidades del Hospital Infanta Cristina. Junto a él, en el antiquísimo recinto ferial de la ciudad, se instala hoy en día un enorme mercadillo.

Mercadillo. Todos los martes. Imperdible el chavalote que va vendiendo refrigerios...

Mercadillo.



La iluminación noctura del Puente Real.

El Puente Real, desde el paseo fluvial, proyectando sus reflejos sobre las aguas del Guadiana.

El nuevo paseo fluvial de Badajoz, un pulmón verde que en su parte central engloba unos 4 kilómetros que hacen las delicias de muchos pacenses. Todo el proyecto, caro, más de 40 millones de euros aportados por diversas administraciones, y no finalizado, le da a la ciudad otra cara.

Parque fluvial de Badajoz. Circuito de bicicletas y patines. Así sí se crean usuarios con más destreza y menos miedos...

Parque fluvial de Badajoz. El Puente Nuevo, al alcance de la mano. Una joven lee junto al río.



Pequeño embarcadero.

La ciudad vieja, desde el paseo fluvial...

El Puente Nuevo, proyectado sobre las aguas durante un atardecer de agosto...

Badajoz. La otra vertiente del paseo fluvial, engalanada con un mosaico del escudo local.

La nueva sede de Caja Badajoz, junto al Guadiana y el Puente Real, ubicada en una zona descampada hasta hace no mucho bastante degradada que se ha recuperado con un entorno ajardinado y este mastodóntico símbolo del nuevo Badajoz.

Contrastes entre el edificio más alto, o casi, de Badajoz y una de las numerosas palmeras que crecen en la ciudad... y sobre todo en el ensanche de Valdepasillas.

Casi vecina del edificio anterior, ubicado en la avenida del Guadiana, esta gran y funcional biblioteca: la Bartolomé J. Gallardo. Este erudito extremeño bautiza un lugar muy recomendable de la ciudad que fue inaugurado en enero de 2013.

El llamado Puente de la Universidad, visto desde la zona conocida como Entrepuentes, realmente un paseo fluvial donde pasear, descansar y tomar el fresco. Lo de paseo fluvial fue a más y en 2015 se inaguró, en la orilla norte, un parque magnífico que iba a tener continuidad también en la otra vertiente con una serie de trabajos de mejora y adecuación en esa margen del río.

El mítico y querido Puente de Palmas, icono histórico de Badajoz de 585 metros de largo, visto desde Entrepuentes.

El actual Puente de Palmas fue finalizado en las postrimerías del siglo XIX (1883), aunque el original se remontaba al siglo XV (1469). Sucesivas riadas e inundaciones destruyeron los trabajos de 1545, 1596 o 1600.

Puente de Palmas era el único camino a Portugal. Bonitas vistas, con esa sucesión de los puentes de la Universidad y Real y el edificio de Caja Badajoz.

La ciudad vieja, presidida por su alcazaba,vista desde la mitad del Puente de Palmas.

Por la noche...



Puente de Palmas. Aliviadero, al alcance de la vista gracias a los accesos al paseo fluival por esta margen del río.

Estructura defensiva del hornabeque protector del acceso a Puente de Palmas. Restaurada tras años de abandono y vandalismo.

Estructura defensiva del hornabeque protector del Puente de Palmas. Obra del siglo XVII, cuando los roces con Portugal fueron a más.

Estructura defensiva del hornabeque protector del Puente de Palmas. Restaurada. Estos hornabeques, como bien se explica aquí, era construcciones formadas por medios baluartes y lienzos de muralla que levantaban fuera de los recintos principales.

Cruzado el Puente de Palmas, contrastes en la avenida Adolfo Días Ambrona... Nos vamos a acercar al Cerro de San Cristóbal...

Cerro de San Cristóbal. En plena fase de recuperación, aunque ha sido abierto temporalmente al público en la primavera de 2014 y ya se promociona turísticamente.

Cerro de San Cristóbal. Restos constructivos.

La alcazaba de Badajoz, desde el Cerro de San Cristóbal. El enclave, en cuanto a vistas y como mirador, es un lugar magnífico que no está de más visitar y conocer.

Cerro de San Cristóbal. Estructuras defensivas de este bastión de Badajoz. El fuerte está siendo restaurado tras unos derribos acaecidos en 2015.

La ciudad de Badajoz, que bebe del Guadiana.

En primer término, el Puente de Palmas al que vamos a volver para cruzar hacia el otro extremo.

El Puente de Palmas desembocaba ante la Puerta de Palmas, el otro gran icono de la ciudad. Puerta de Palmas incluso aparece en los acontecimientos folletinescos narrados por È. Labretonniére y magníficamente recuperados por Jacinto Marabel en El capitán Fariñas.

Puerta de Palmas. Este acceso a la desaparecida ciudad amurallada, antesala del posterior sistema de baluartes, se construyó en 1460.

Paso peatonal en los restos del viejo muro que reforzaba Puerta de Palmas, "Puertapalmas" para los locales. Junto al puente se extendía un semibaluarte más protector aún.

Almenas en una de las torres que escoltan la puerta.

En esta cara se recuerda el matrimonio entre Carlos I e Isabel de Portugal, pura alegoría al nexo inevitable con el cercano Portugal. Carlos e Isabel protagonizan los medallones de la parte superior. También existe una inscripción de 1551 relacionada con Felipe II, hijo de ambos.

Isabel de Portugal, de la casa Avis e hija de portugués y andaluza. Debajo, una gárgola desagüadora.

Precioso monumento a la escritora Carolina Coronado en el no menos maravilloso parque de Castelar. Espacio verde de gran asistencia por su ubicación y la celebración de actividades infantiles, este parque se extiende en el lugar donde siglos atrás existió un huerto del convento de Santo Domingo. Muchísimas aves en este estanque. Y muchas más plantas. Hasta cien especies diferentes y ejemplares típicos de Japón y China, como la glicinia, o de Australia, como el árbol de fuego.

Una construcción de servicios, posiblemente instalada en la remodelación del parque ejecutada en 1941, realmente una recuperación dirigida por Juan Nogres Rauch tras un demoledor temporal. El parque de Castelar fue inaugurado en 1903 y a mitad de siglo llegó a contar con un pequeño zoológico con aves, ciervos, una zorra y hasta una loba.

Escultura dedicada al pintor pacense Adelardo Covarsí, rematada con una reproducción en azulejería de su obra El zagal de las mongías.

Al otro lado de la calle junto al parque Castelar encontraremos unas escaleras que descienden al vecino parque Infantil. Ese acceso entre los baluartes de San José (izquierda) y San Vicente (derecha) es la única poterna (paso cubierto) que se conserva en la red de baluartes. En esta zona tuvo lugar una gran ofensiva el 6 de abril de 1812. En plena Guerra de la Independencia, las tropas aliadas británicas, portuguesas y españolas asaltaron la ciudad tomada por los franceses.

Capilla dedicada a la Virgen de la Soledad, patrona de Badajoz. Este monumento recuerda la portada de mármol de la antigua ermita (siglo XVII) y la talla fue una donación de la cofradía.

Baluarte de San Vicente, garita y cañonera a la vista. Realmente esta parte es un "orejón", una protección amurallada redondeada que refuerza el baluarte y la vigilancia sobre la poterna.

Baluarte de San Vicente. Un instituto, el célebre Castelar, se asienta sobre él hoy en día. Y afortunadamente, todo el foso que rodeaba este baluarte hasta el río ha sido adecentado. Estos espacios solían presentar mucha degradación años atrás en forma de basuras y despercidios, muchos de ellos acuñados en botellones y demás.

Terrazas con mucho humor en la calle Tierra de Barros. Badajoz también es una ciudad universitaria y aglutina a muchos jóvenes de la provincia viviendo de alquiler compartido. Grandes juergas y grandes chanzas.

Baluarte de San José (siglo XVII), junto a la calle Tierra de Barros. Esa especie de refuerzo de su zona central es un añadido defensivo del siglo XVIII.

Baluarte de San José. Especialmente mejorado en el siglo XVIII. Hoy en día forma parte de la comisaría de la Policía Nacional. Sus garitas de vigilancia son modélicas.

Avenida de Colón. Monumento a la Hispanidad, simbolizada por esa dama encaramada en la proa de un supuesto barco de granito. También es un monumento a los Extremeños Universales, donde inferimos que no sólo se piensa en los conquistadores.

Avenida de Colón. Espacioso paseo central.

Avenida de Colón. Contrastes vegetales...

El monumento a la Hispanidad, obra del extremeño Juan de Ávalos a comienzos de los años ochenta del siglo XX.

Iglesia de Santo Domingo, justo en la plazuela del mismo nombre. Este templo, con raíces en 1556 (año de su fundación) y construido en 1563, se integraba en un recinto conventual mucho más amplio. Los dominicos fueron exclaustrados en 1822 y en 1927 pasó a ser gestionado por padres Paúles.

En la fachada, de portada sobria, escultura de Santo Domingo e inocografía típica de las representaciones de la orden.

Fachadas de colores en la calle Santo Domingo.

Más viviendas en la calle Santo Domingo. El viejo Badajoz no superaba las dos o tres alturas, pero recargaba y ornamentaba sus fachadas con estucos, labrados y pinturas.

Restos arqueológicos del baluarte de Santiago, construido en 1765 y dotado de otro "orejón". En este punto, en 1811,, falleció el general Rafael Menacho mientras defendía la plaza de las tropas francesas.

"Orejón" en el baluarte de Santiago, rodeado de grandes edificios. Así son los contrastes de Badajoz. Este baluarte contiene un espacio ajardinado en su parte superior, un aparcamiento en su interior y un muy interesante (y gratuito) Museo del Carvanal de Badajoz. Los Carnavales son las grandes fiestas de la ciudad por ambiente, participación y originalidad y no faltan quienen los igualan a los otros dos grandes fastos de este estilo: Cádiz y Tenerife.

Memoria de Menacho. Así se conoce este monumento que recuerda a tan querido (y mentado, por eso de que bautiza la calle de las compras) militar gaditano. Este obelisco de mármol portugués de ocho metros de altura fue erigido en 1893. El origen de tal obra, primer monumento público de la ciudad, está en el por entonces Capitán General de Extremadura, Federico Ezponda.

Leones en la Memoria de Menacho. El Museo del Ejército conserva ropajes suyos perforados por la bala de cañón que le costó la vida. El general descansa en el mausoleo del claustro de la catedral.

Inicio de la comercial calle Menacho.


Así era la calle Menacho en 2009, justo antes de su peatonalización.


Papelera con el logotipo del "centro comercial abierto" que impulsa el ayuntamiento en la calle Menacho y su entorno. La foto es de antes de su peatonalización. Hoy en día, de hecho desde septiembre de 2012, a este gran y concurrido espacio comercial le ha salido una severa competencia, la del mayor espacio de Extremadura de estas características: el Centro Comercial El Faro del Guadiana, en las afueras, a unas decenas de metros de la vieja frontera con Portugal en Caia.


Una (ya desaparecida) floristería en la comercial calle Menacho; sorprende que en su puerta reza el siguiente cartel: "Árboles no". ¿Contradicción? Lo parece, la verdad. Esto esconde la oposición de los comerciantes a que en las reformas que se hicieron en esta calle para peatonalizarla parcialmente se incluyera la plantación de árboles.

La iglesia de Santo Domingo, vista desde la calle Guardia Civil. Zona en proceso de peatonalización.

Avenida de Huelva. Esta arteria conecta la avenida de Ramón y Cajal y la plaza de la Libertad, realmente una secuencia de espacios públicos, con la concurrida plaza de Conquistadores, un emplazamiento marcado por la presencia de El Corte Inglés. Un autobús gratuito une todos los días Elvas, Campo Maior y Badajoz, circunstancia que llena el centro de consumidores portugueses.

Palmeras en la avenida de Huelva. Este árbol tropical está muy presente en los espacios públicos de Badajoz.

La concurrida y agradable plaza (o Campo, o Paseo) de San Francisco, un espacio varias veces reformado que debe su nombre al huerto de un antiguo convento del siglo XIII que así era conocido. En el pasado llegó a acoger corridas de toros.

El paseo de San Francisco fue recuperado como espacio para la ciudad en el siglo XVIII, en 1894 se construyó el templete central en hierro forjado (antes existía otro de madera) para acoger músicos y en 1902 se plantaron sus hoy esbeltísimas palmeras.



Bancos con decoración cerámica alusiva a las Américas y el Descubrimiento, instalados tras la gran reforma que sufrió este espacio en 1929.

En la vecina plaza de Minayo nos esperan el Teatro López de Ayala, del siglo XIX (destruido durante la Guerra Civil y reconstruido posteriormente bajo la dirección de los arquitectos Luis Bonet y Martín Corral), y el monumento a José Moreno Nieto, obra de Aniceto Marina en 1896

Plaza de Minayo. O la Plaza de los Tres Nombres, por eso de recordar a un obispo, estar presidida por una escultura de un pensador y político y honra en su teatro a todo un presidente del Congreo (1878) como López de Ayala. Al fondo a la derecha, junto al teatro, se intuye el paseo de San Francisco.

Escultura a Manuel Godoy, ilustre pacense que llegó a ser primer ministro con Carlos IV y al que la historia defenestró hasta nuestros días, en la anexa plaza de San Atón, prolongación de la Minayo. Su instalación se aprobó en 1807, pero no se hizo hasta 200 años más tarde: en 2008 se colocó este bronce de Luis Martínez Giraldo. Una particularidad: la figura señala en dirección a Olivenza, recuperada durante la Guerra de las Naranjas. Es posible pasear junto a la casa en la que nació en 1767 Manuel Godoy y Álvarez de Faria, ubicada en la actual calle Santa Lucía 18. Muy cerquita de Puerta de Palmas. Dicen que Godoy, para ensalzar sus logros, fue la persona que más títulos y honores ostentó sin tener sangre real en sus venas.

También en la plaza de Minayo, la iglesia de San Juan Bautista, un edificio de 1729 pero en un emplazamiento que acogía templos desde el siglo XIII. Antiguamente era conocida como iglesia del convento de San Francisco, pero ahora comparte nombre con la catedral quizá porque escolta su sagrario. Eran otros tiempos. Como curiosidad, entre sus mecenas estuvo Juan V de Portugal. El motivo fue el doble enlace hispanoluso (Fernando VI y Bárbara de Braganza, por un lado; José de Braganza y María Ana Victoria de Borbón, por otro) que se celebró en una construcción provisional levantada junto al río Caia: puro simbolismo fronterizo.

En el lateral de la iglesia de San Juan que se asoma a la avenida de Juan Carlos I encontraremos desde agosto de 2010 estos cuatro grandes murales cerámicos que rememoran episodios históricos de la ciudad de Badajoz. No ha faltado el capullo de turno, tipical spanish, que hizo de las suyas. Estos murales son una obra conjunta del artista José Manuel Gamero Gil y la ceramista Lola Chamizo.

Avenida Juan Carlos I.

Convento de las Descalzas, o de Nuestra Señora de la Merced, en la calle Menacho. Cuentan que el conjunto era gigantesto, tan grande como puede ser un recinto cerrado ya en el siglo XIII (aunque el edificio es del siglo XVIII). Tres quintas partes fueron subastadas tras la Desamortización.

Cruce de calle entre Meléndez Valdés y Felipe Checa. Estamos en plena "movida" pacense. Una zona céntrica de callejuelas poco anchas pero sí ricas en bares y restaurantes. Es muy típico cenar de raciones, con las amistades o la familia, independientemente de que estemos en verano (más fácil, por las terrazas) o en invierno.

Estrecha Felipe Checa.

Taberna Bigote, mítico local de Badajoz ubicado en la confluencia entre Muñoz Torrero y Felipe Checa. El bacalao dorado del Bigote, el solomillo o las bravas... pidas lo que pidas está muy bueno. Badajoz en una ciudad donde es muy común salir a cenar de raciones con los familiares y las amistades.

El Carlos. El portugués más español de Badajoz. Comida lusa bien de precio y riquísima. El bacalo o el pollo a la nata, superiores.

El mítico cartel de El Carlos, bajo dos banderas de la Raia y sobre un repertorio de sus birras del país vecino: "Prohíbido entrar borracho; salir, sí".

Interior del El Carlos.

Cruce de caminos en el caso viejo.

El casco viejo, por la noche.


Foto Vidarte, en la calle Virgen de la Soledad: su escaparate es una obra de arte y una máquina del tiempo. "Se restauran fotos con cariño", promociona en un cartel.


La catedral de Badajoz, cual fortaleza, vista desde la calle Virgen de la Soledad en una noche de agosto.


Catedral de San Juan Bautista de Badajoz. Damos fe de que es de las catedrales menos frescas que hemos visto jamás. Asistir a un enlace matrimonial en agosto, y con el traje, es una carga pesada. Monumento Histórico Artístico desde 1931, estamos ante un templo del siglo XIII que fue mandado levantar por Alfonso X El Sabio.

Bajo un gran caudal de influencia gótica, esta auténtica fortaleza alberga en su interior magníficos retablos y engalanadísimas capillas. Su museo catedralicio es rico en pinturas, tallas y utensilios varios. Aquí contrajeron matrimonio en 1383 Juan I de Castilla y Beatriz de Portugal.

La torre de la catedal de Badajoz. Es posible que el templo, fuera del recinto amurallado primitivo, aprovechara la ubicación de alguno visigodo o mozárabe previo.

Friso de la puerta del Cordero, la puerta norte, por la que accedían a la catedral los reyes y los obispos.



Hermosas fachadas de aires modernistas se enfrentan a la esbeltez de la catedral.

El elegante ayuntamiento de Badajoz, bautizado como Palacio Municipal. Edificio neoclásico (siglo XVIII) por iniciativa de un militar de alto rango y mayor responsabilidad en la plaza.

Mirando hacia la catedral y el ayuntamiento, la Casa Álvarez-Buiza. Este edificio de tres alturas fue ideado por los arquitectos Curro Franco y Adel Pinna entre 1918 y 1921. Creó escuela para futuras nuevas construcciones.

Justo delante del ayuntamiento, la escultura al gran pintor pacense Luis de Morales, el divino. Es una obra de 1925 del también extremeño Gabino Amaya.



La comercial calle San Juan. Comercialmente venida a menos y en regresión, Aquí encontraremos el delicioso Gran Café Victoria, "el Café Gijón de Badajoz". Premio Nacional de Hostelería como Empresa destacada en la Promoción de la Cultura en 2011.



Magníficas meriendas y sobresalientes desayunos. ¡Y con vistas a un piano!

La iglesia de la Concepción, vista desde la calle López Prudencio.

Casa estrecha y coqueta con un asador de pollos en su planta baja.

Seguimos por López Prudencio. Al fondo, la torre de Espantaperros.

En la plaza de Cervantes (aunque la gente la conoce como San Andrés), la llamada Casa Puebla. Gran ejemplo de arquitectura regionalista, es obra del mencionado Adel Pinna.

Sucesión de estilos a la hora de concebir una portada. Parroquia de San Andrés.

Plaza de Cervantes, famosa por su firme empedrado al estilo portugués (desde 1888) y popularmente conocida como Plaza de las Tres Mentiras por un triple hecho. Primero, la escultura que la preside no es del insigne don Miguel que le da nombre. Segundo porque se trata de una imagen del pintor extremeño Francisco de Zurbarán, una obra del escultor extremeño Aurelio Cabrera donada a la ciudad e instalada en 1932). Tercero, porque la gente la conoce más bien como plaza de San Andrés, dada la parroquia asentada en sus cercanías.

En la calle Blas este gran palacete verás. En directo impresiona más. Al fondo, ya sin rima, la catedral de Badajoz. Esta calle acaba en la plaza de España.

Baluarte de la Trinidad. A sus pies, el parque de la Legión. Creado en 1949 por Antonio Juez. Un homenaje a las tropas de este cuerpo que perecieron durante la Guerra Civil aquí. Estos muros fueron testigos de brutalidades durante el asalto de Welligton en la Guerra de la Independencia.

Por el parque de la Legión.

La Puerta de la Trinidad, de 1680.

Ascendiendo por la empedrada calle Castillo, con la torre de Espantaperros de referencia. Por aquí se encuentra el parque de La Galera (a la derecha de la foto se intuye la vegetación): engalanó desde los años 30 el entorno del antiguo museo arqueológico provincial y con la mudanza de este en 1978, acabaron cerrados durante 30 años. Por eso es uno de los más desconocidos de Badajoz. Y sin embargo muy hermoso.


La torre de Espantaperros, muy mejorada tras una restauración que la rescató de un gran abandono y maltrato. Su nombre arraiga el extraño efecto del tañir de una campana que tenía en su parte superior. Esta torre albarrana de 30 metros y planta octogonal fue contruida bajo la dominación almohade en el siglo XII.


Espantaperros.

La Plaza Alta, antiguo zoco musulmán, barrio de judíos y moriscos y antigua ubicación del ayuntamiento.


Las llamadas Casas Coloradas (pronunciesé "colorás"), icónicas por ese esgrafiado tan particular. La restauración le sentó genial a este edifició que trató de implantar en el viejo espacio medieval una concepción más moderna de plaza mayor.


La Plaza Alta, con las antiguas casas consistoriales a la derecha, la alcaba en a parte superior y el Arco del Peso y la plaza de San José al fondo. Su nombre oficial es plaza de Martín de Rodezno. Este espacio de la ciudad se hizo célebre por la Caravana de los Palomos Cojos. Todo comenzó como una coña en El intermedio sobre unas declaraciones del alcalde de Badajoz: "Aquí en Extremadura los palomos cojos los echamos para otro lado. Estamos todos muy sanos", dijo Miguel Celdrán. Miles de personas acudieron a una gran fiesta montada para reinvidcar que allá cada cual con su condición.

El Arco del Peso, que separa la Plaza Alta y la de San José desde el siglo XVII.Antes todo esto era un espacio diáfano al más puro estilo del "largo" portugués.


Hermosa perspectiva de la Plaza Alta desde una de sus arcadas con Espantaperros sobre los tejados. Y se sigue trabajando en la recuperación de más edificios.

Seguimos en la Plaza Alta. Y no nos cansamos. Adoramos este espacio de Badajoz.



Una callejuela que parte de la Plaza Alta, fotografiada desde la terraza de La Casona Alta. No hace mucho no era esta zona segura. Mucho malaje y mucho más descuido que incluso despobló muchas viviendas. Pero un día, 15 años atrás, el ayuntamiento reaccionó e inició un lento pero progresivo plan para recuperar sus espacios emblemáticos. Y la zona cada vez es más urbanita y joven.

Una vieja vivienda de la Plaza Alta. Seguro que tanto blanco oculta una estética mucho más seductora. Escribe Tania Agúndez: "No hay que olvidar que hasta hace muy pocos años este espacio ha estado arrinconado siendo infravalorado. Ha sido víctima del paso del tiempo, del olvido de los ciudadanos, de la indiferencia de los visitantes y de la dejadez de las instituciones públicas".

La ermita de la Soledad y la conocida como Giraldilla, vistas desde la Plaza Alta.

Las antiguas casas consistoriales, anexas a los pies de la alcazaba.

Un detalle de una, en nuestra opinión, muy atinada restauración.



Estas son las dos casas más antiguas de todas las que han conformado el Badajoz actual. Las casas mudéjares las llaman y una de ellas, de hecho, acoge una oficina de turismo. Se encuentran junto a la Plaza Alta, en esa prolongación casi anexa, apenas separada por el estrechamiento entre la alcazaba y el Arco del Peso del Colozdrago, que es la plaza de San José.

Convento de las Adoratrices o de San José, de 1917. La plaza de San José toma el nombre de una antigua ermita que existió en el lugar y cuya imagen se conserva en el convento. San José fue el patrón de Badajoz durante muchos siglos porque fue conquistada por Alfonso IX el 19 de marzo de 1230. Después se cambiaría a San Juan y eso te diría un pacense. San José ha quedado como patrón del casco viejo y sigue disfrutando de sus fiestas patronales.

Detalles neogóticos del convento de las Adoratrices. Ideó el proyecto el ingeniero Francisco Franco Pineda.

Lienzo del muro de la alcazaba.

El acceso principal a la alcazaba, añadido renacentista y antesala de la afamada Puerta del Capitel. Vamos a entrar en la mayor construcción de estas características de toda España, tan espectacular como la de Almería.

El pulido del firme del lado interior no engaña: tiene sus añitos...




La puerta del Capitel. La pregunta es inmediata. ¿Qué diablos hace ahí ese capitel incrustrado sobre tan hermoso arco de herradura? Se trata de un capitel corintio romano. Quizá los musulmanes reutilizaron algún viejo testimonio de la ciudad romana que se confundió con la antigua Pax Julia (también hemos visto Pax Augusta), realmente Beja por mucho que ha inspirado el gentilicio de "pacense".

El otro lado...

Accediendo a la alcazaba para iniciar un paseo por sus murallas. La entrada es absolutamente libre. ¡Qué gozada!

La puerta renacentista y la plaza de San José, vistas desde la muralla de la alcazaba. Precioso mirador de la ciudad, el Guadiana y hasta de la cercana Elvas, ya Portugal.

Palacio de los Condes de la Roca (siglo XV), actual sede del Museo Arqueológico Provincial (también gratuito). También se le conoce como palacio de los Duques de Feria. Lorenzo Suárez de Figueroa, gran maestre de la Orden de Santiago, lo mandó levantar entre 1387 y 1410.

Las dos torres.

La Plaza Alta, vista desde las alturas.



El campanario en mamposteria de Espantaperros.

Caminando por el adarve de la muralla. Un paseo obligatorio y reconfortante.

El palacio de los Duques de Feria al fondo. A la izquierda, el parque de la Alcazaba. Esta es otra particularidad del monumento: está vivo. En su interior cuenta con una facultad de la Universidad de Extremadura, un museo, una biblioteca, un pequeño aparcamiento en superficie y, desde 1938, un gran espacio verde donde desgraciadamente se sigue haciendo botellón. Y no faltan los restos arqueológicos. Más de 6.000 metros cuadrados de pulmón verde, 60.000 plantas

La torre de los Ahorcados, torre barbacana que daba un paso al frente con respecto al resto del lienzo.


El perfil urbano de Badajoz: se perciben, en el centro, la Giraldilla y la Ermita de la Soledad. Atardece.


Desde la alturas la Plaza de San José, presidida por el convento de las Adoratrices.

El Puente de Palmas y el Puente de la Autonomía, dos de los cuatro puentes de Badajoz sobre el río Guadiana. Al fondo, en el horizonte,se intuye Elvas.


La torre de los Ahorcados, antes de su restauración. El resultado final merece la pena.






Las murallas, con vistas sobre el río Guadiana; al fondo, el cerro y el fuerte de San Cristóbal.


Vista del interior del recinto de la Alcazaba; ni de lejos es el que presenta el peor estado.

Una grabación sobre la piedra de finales del siglo XIX ha sido conservada durante la restauración de este tramo del adarve. Al fondo, el cerro de San Cristóbal. A sus pies la confluencia entre el río Guadiana y el arroyo Calamón. Este último recibe un poco más atrás las aguas del arroyo Rivillas. Ambos, pero especialmente el Rivillas, protagonizaron una terrible riada en 1997 que dejó 22 muertos, una desaparecida y 1.000 desalojados. Del 5 al 6 de noviembre de 1997 una fuerte tromba de agua inundó la ciudad y desbordó estos arroyos. 119,1 litros por metro cuadrado, el doble de lo que suele llover todo este mes (y se viene estudiando desde 1875). El agua que cayó en las afueras, tres fallecidos más en el cercano (unos 24 km) Valverde Leganés, provocó tal torrente que en su camino al Guadiana arrasó un parque acuático y un desguace en las afueras. El agua y los objetos arrastrados fueron letales en el Cerro de Reyes, un barrio de anárquicas construcciones.

La alcazaba luce espléndida con la restauración. Pero aún queda trabajo por hacer.


Ocaso...

Zona por recuperar que linda con el parque de La Galera.


Abandonamos la Plaza Alta descendiendo por la calle Moreno Zancudo. Pintadas reivindicativas, el espíritu del nuevo barrio que está germinando.

Otra alternativa: calle San Pedro de Alcántara. Más arriba dejamos a un lado la casa en la que nació el pintor Luis de Morales.

Descuidadas fachadas marginales junto a la calle Norte.

Al lado encontraremos el solar de una vieja manzana de edificios derrumbados que anda a la espera de construcción. Todavía algún yonki se escabulle por aquí.

Calle Mancera.

El Callejón de la Plazuela, en el número 2 de la calle Felipe Checa. Otro sitio que conviene que conozcáis si tenéis la oportunidad de visitar Badajoz. Una cocina que sólo sirve productos extremeños (salvo los frutos del mar, claro) en un edificio de 1768.

El Callejón de la Plazuela.

De raciones, cervezas y vinos.

Droguería El Globo, comercio mítico del casco viejo de Badajoz ubicado en la calle San Juan.

Estrecho, irregular y revirado cruce de calles en Badajoz. Nos encanta este rinción entre la calle San Juan y la calle Benito Arias Montano.

Descuidada fachada en la calle Benito Arias Montano.

La Galería. Un café muy chulo en el número 8 de la calle Arias Montano.



Escultura dedicada a Porrina de Badajoz. Esta ciudad es tierra de cante, aunque su tradición no tenga tanto renombre como sucede en otras latitudes. De Badajoz es natural la ganadora del Festival de Cante de Las Minas, en La Unión (Murcia), en 2011: Celia Romero. Tenía 16 años entonces.José Salazar Molina, Porrina, hizo suya la imagen del traje, el clavel y las gafas. No es baladí que la escultura se ubique en la plaza de la Soledad, mirando hacia la ermita de la Patrona. Porrina acudía a cantarle en Semana Santa.La escultura antes se encontraba sobre un pedestal desde 1987, pero en 2010 se integró en medio de la plaza tras una remodelación.

La ermita de la Soledad (dcha) y la antigua sede de Telefónica, conocida como La Giraldilla. Este último, de 1930, es uno de los edificios más sorprendentes y hermosos de todo Badajoz y en cierto punto eclipsa a una atípica ermita que de por sí está absorbida por las viviendas, concretamente el Edificio de las Tres Campanas.

Edificio de las Tres Campanas. Un encargo de la familia Ramallo a Ventura Vaca, Adel Pinna y Curro Franco. Ha albergado muchos años un negocio de juguetería.

Bodega La Santina. Bar mítico de la plaza de la Soledad, de temática taurina y con la tele casi fija (salvo el rato que toca fútbol o toros) en el Canal Cocina. Aprovechando un barril se monta una mesa y se la decora con una escena taurina a escala.


Un saternazo de Bodega La Santina: rico, rico.

Otro establecimiento mítico y básico de Badajoz. Confitería Pastelería La Cubana, fundada en 1890 por un matrimonio de alicantinos y famosísima por sus bollos suizos (fijaros en el siguiente vídeo cómo los preparan). Calle Francisco Pizarro.



Una farmacia de hermosa fachada.

Por la calle Virgen de la Soledad.

Casas bajas en el casco viejo de Badajoz.

Real monasterio de Santa Ana, del siglo XVI. No hace mucho sus paredes lucían de blanco encalado, pero una buena restauración en 2011 le dejó brillante. Lo cierto es que este fue uno de los colores que lució en el pasado.

Real monasterio de Santa Ana. Escudo de la orden de las Clarisas, labrado en mármol en 1724. La reina Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II, fue enterrada en su interior tras morir embarazada de siete meses en Badajoz. En ese momento acompañaba a su marido, en plena ofensiva para hacer valer sus derechos al trono de Portugal. Aquí también reposa la talla de la virgen de las Virtudes y el Buen Suceso, anterior patrona de Badajoz.

El conservatorio de música. Calle Duque de San Germán.

En la calle de Santa Ana, un viejo cartel anuncia el alquiler de coches sin conductor en un precioso garaje de aires eclecticos.

Así se hacen las cosas.

Coloridos edificios en la confluencia de las calles Meléndez Valdés (izda.), Santo Domingo (c) y Santa Lucía.



Palacetes en la calle Meléndez Valdés.

Caminando por Meléndes Valdés.

Fachadas modernistas.

¡Menudas casitas!

Pequeño parquecito en la calle Tomás Romero de Castilla. En el medio, monumento a Hernando de Soto de 1981. Es la única estatua ecuestre de todo Badajoz y antiguamente estaba en la avenida de Huelva.

Paseo peatonal de los muchos de Valdepasillas.

Calle José María Alcaraz y Alenda. En Valdepasillas. En ensanche de Badajoz que en los últimos 30 años ha creado una ciudad completamente nueva.

No está mal la temperatura para haber sobrepasado con holgura la medianoche.

[última actualización agosto de 2015]