Pedaleando por las comarcas cántabras de Trasmiera y Asón-Agüera



Las botas de senderismo y la bicicleta son dos puntales de vivencias para El país que nunca se acaba. Sobre la segunda, queremos recuperar una magnífica ruta que realizamos el mes de junio de 2007 por tierras cántabras. Una excursión sin agobios ni prisas, no muy extensa en cuanto a kilometraje, 87 kilómetros, pero sí exigente por el paso por varios puertos. No son subidas eternas, como las alpinas; ni tampoco sus pendientes ahogan de la misma forma. O quizá sí. Campo la Cruz, el último de los puertos que afrontamos, es corto, pero intensamente duro. Deja los gemelos tan exprimidos que algún repecho posterior en las cercanías a Noja se convierte en un Tourmalet. Y todo ello en un paisaje de ensueño cuyas cumbres no superan los 450 metros sobre el nivel del mar.


Perfil de la ruta.


La ruta, destacada en rojo sobre un mapa de Vía Michelín.

La turística Noja, donde disfrutaba de unos días de vacaciones uno de nuestros compañeros, fue el punto de partida. De este núcleo cuenta la leyenda que fue fundado por un hijo de Noé, el del Arca, llamado Tubal; otras versiones hablan del mismo Noé, que desembarcó en estas tierras y plantó en ellas su primera viña, con cuya uva se enganchó su primera melopea en mucho tiempo. Lo cierto es que estas historias entroncan más bien con lo imaginativo y en otros dos pueblos, Noega (Asturias) y Noia (Galicia), también pueden escucharse relatos parecidos. De la antigüedad de los asentamientos humanos en Noja dan fe los yacimientos paleolíticos encontrados en el cercano Monte Buciero.


Otro acercamiento al recorrido con los "track points" de Bike Router.

Lo sorprendente de Noja, desde nuestro punto de vista, es su fisonomía eminentemente turística, algo despersonalizada y más propia de latitudes sureñas. En verano, es un destino playero preferente para muchos vascos o burgaleses. Es más, como sucede en los cercanos Castro Urdiales o Laredo, no son pocos los vascos que adquieren aquí una segunda residencia para puentes, fines de semana y demás. Multitud de construcciones, por tanto, han desvirtuado un casco urbano que, de por sí, tiene censados a menos de 3.000 habitantes. La cifra, en épocas vacacionales, puede multiplicarse por diez y por veinte. Ahí es nada. Y sin embargo, una villa con un entorno único y seductor, como esas marismas de Joyel y La Victoria que bañan las aguas de Asón en su camino hacia el Cantábrico.


Espectaculares vistas desde la parte final del ascenso al puerto de Fuente las Varas. Al fondo, Santander y su bahía.


Un posado junto al cartel de gran premio de la montaña.

Partimos a nivel del mar, desde el aparcamiento del espectacular Camping Playa Joyel, y la carretera, entre repechos, va ganando altura al tiempo que profundizamos hacia el interior de la comarca de Trasmiera. Las construcciones salpican un paisaje ondulado de eléctricos verdes y el tráfico, intenso pero respetuoso (muestra de la enorme afición existente en la zona), nos acompañará hasta Beranga, en las proximidades de la A8, la autovía del Cantábrico, y la nacional N634. En este pueblo nos hemos situado a unos 50 metros sobre el nivel del mar casi sin darnos cuenta, altura que iremos superando progresivamente camino de los vecinos municipios de Hazas de Cesto y Solórzano. En este último, protagonista doble de la ruta, se inicia la ascensión a Fuente de las Varas (450 metros), nuestra cima Coppi (puerto más alto) particular. Es un puerto precioso que reúne pendientes constantes e inexistente tráfico, magníficas vistas sobre el entorno, un par de herraduras que realzan esas panorámicas y un protagonismo absoluto para ese verde tan del Norte que enamora cualquier retina. Hasta una pequeña rapaz nos acompañó en la parte final, la misma en la que un paisano andaba cambiando de prado a sus vacas y desde la que se puede contemplar la bahía de Santander si el tiempo respeta. Seis mil deliciosos metros con pendientes mantenidas entre el 6 y el 7, si bien es factible que unos trabajos de mejora que estaban previstos para el año siguiente hayan modificado estos números.


Vistas desde San Miguel de Aras. El interior de este monte de curiosa forma, según el folclore popular, guarda un enorme tesoro, escoltado por un dragón.


San Miguel de Aras (2).


Vista de San Miguel de Aras, con las montañas al fondo. Venimos de ahí.

En la cima de Fuentes de las Varas abandonamos la carretera que desciende a Matienzo y el valle de Ruesga (la CA 266) para coger, a mano izquierda, otra menos conocida (CA 680), en peor estado y quizá mas peligrosa por sus pendientes, que baja hasta San Miguel de Aras. La bicicleta coge inercia que da gusto en esta desapercibida vertiente de Fuente de las Varas. Así, en un periquete, nos encontramos en el fondo del valle, donde nos reagrupamos y reiniciamos nuestra ruta con rumbo al siguiente punto caliente del día, el puerto de Campo El Hayal. Entre repechos y descensos, deberemos pedalear hacia San Pantaleón de Aras y San Bartolomé de los Montes, el lugar donde la ascensión se convierte en constante y que nos permite profundizar aún más en los contrastes entre valles y pequeños montes. Coronado Campo El Hayal, descendemos hacia el Santuario de la Bien Aparecida y la carretera, que no era mala, mejora muchísimo en la calidad del firme y el ancho de la plataforma cuando alcanzamos la casa de la patrona de Cantabria. Entramos, por cierto, en la comarca del Asón Agüera.


Campo El Hayal, siguiente obstáculo orográfico. Hemos podido encontrarlo en mapas también como Campo Layal.


Vistas magníficas desde Campo El Hayal.


La carretera a Campo El Hayal, una alfombra estrecha, pero alfombra. Después ensanchará mucho.

La razón no es otra que el constante flujo de turistas que se acercan al santuario, lo que ha llevado a las autoridades no sólo a permitir varios negocios hosteleos junto al mismo, sino también a acondicionar varios aparcamientos. Dada la romería que todos los 15 de septiembre acude a honrar a su patrona, y la intensa relación entre el pueblo y su Virgen, la subida desde Ampuero está muy cuidada: bancos, farolas,... incluso un carril bici en el arcén. Esta subida acogió un final de etapa de la Vuelta a España 2005, donde ganó el asturiano Samuel Sánchez.


Vistas desde las cercanías al Santuario de la Bien Aparecida.


Cerca de la Bien Aparecida abundan los negocios hosteleros. Se nota la relevancia turística del santuario. En la imagen, el Bar Solana.


Carretera que
desciende desde Campo El Hayal, junto a una zona de aparcamiento cercana al santuario.


Santuario de la Bien Aparecida.


Detalle de la cruz que preside la explanada en la que se asienta el santuario.


Vistas desde los alrededores: contrastes de cumbres y valles sobre una alfombra de un eléctrico verde.

Un descenso muy rápido, como no podría ser de otra forma sobre un asfalto impecable y reciente, nos conduce al fondo del valle. No llegaremos a la N629, la carretera nacional que atraviesa Ampuero, sino que al llegar al barrio de Coterillo giraremos a la izquierda y pedalearemos por otra vía más tranquila, la CA 685, que deja el río Asón a nuestra derecha. Es la forma más directa, nos comentaron, de completar nuestro itinerario, aunque una parada en Ampuero nunca sobrará: no son pocas las casas de indianos (emigrados a América que amasaron cierta
fortuna y regresaron a su tierra) con las que recrearnos la vista. Realmente por este "desvío" a través del barrio de Marrón también será factible observar alguna que otra, aunque nos quedamos con un pequeño bar en el que nos avituallamos y en cuya terraza mostraban, cual museo, un sidecar de la II Guerra Mundial. No podría llamarse de otro modo: El Sidecar. Apenas unos instantes después de retomar el camino, nos cruzamos con el ciclista profesional Rubén Plaza, quien nos saludó muy amablemente. A los pocos kilómetros, hay que tomar de nuevo la izquierda otro cruce para ingresar en la carretera CA 258, la que nos llevará a Carasa y la cercana ría de Treto. Curiosa masa acuosa en la que se agolpan las aves y cuyo color tiende al turquesa por el contraste con el entorno. No deberemos atravesarla. Justo antes del puente que salva sus aguas, una indicación hacia Rada y Bádames, la "capital" del municipio de Voto muestran el camino a seguir. Regresamos, por cierto, a la Trasmiera.


Ría de Treto, hacia el interior.


Ría de Treto, hacia el Cantábrico.


Detalle de una construcción típica.


Puente que salva la ría de Treto y que no deberemos atravesar. A mano izquierda se encuentra el desvío hacia Rada y Bádames.

A estas alturas, aunque la ruta no sea muy extensa, los kilómetros de pendientes y repechos empiezan a pesarle a un cicloturista poco amante de las velocidades medias o los retos de tiempo y desnivel. A nosotros nos va más, aunque suene pomposo, eso de sumergirnos en el paisaje, relativizar el tiempo y sentir el beso de la brisa. Pero como no somos de piedra, la relación entre la interacción con el entorno y las fuerzas es inversamente proporcional. De ahí que, escoltado por un sempiterno manto verde, nos plantemos en el curioso pueblo de Secadura casi sin darnos cuenta para iniciar el puñetero Campo la Cruz. Apenas tres kilómetros, pero con pendientes mantenidas en torno al 8 por ciento que se nos atragantan mucho y obligan a los "compañeros de pelotón" a tomar el sol en la cima, cual caracoles.


Vistas desde las última rampas de Campo la Cruz.


Un montón de madera, agrupada en un prado anexo a la carretera que une Secadura y Solórzano.


Los compañeros esperan la llegada del rezagado conversando tranquilos bajo el sol.


Posado en el cartel de tan bajo y sin embargo exigente puerto. Estos son los
números por la vertiente que descendemos, parecidos a los de subida.

Superado Campo la Cruz, un rápido descenso de gran belleza visual nos conduce a Solórzano, donde cerramos un bucle que ha unido dos comarcas y que ahora, superadas las tres grandes dificultades orográficas previstas, retorna a Noja deshaciendo el camino por el que pasamos unas horas antes. Algún repecho nos reforzará un apetito que saciaremos, ya en la plaza de la Villa de Noja, con un buen plato de pasta y el correspondiente intercambio de experiencias y proyectos.


Solórzano, con los montes que esconden el paso por Fuente Las Varas al fondo. Se cierra el bucle.



Noja: plaza de la Villa. Contraste excesivo entre lo antiguo, representado por la iglesia parroquial de San Pedro, y por lo nuevo, presente en todo lo demás.