El creciente 'skyline' de Rotterdam (mayo de 2010)



Aquel viejo puerto que vio partir a miles de personas hacia América, el mismo que aún hoy sigue concentrando el principal volumen de mercancías de Europa, ansía hacerse con un hueco dentro del imaginario colectivo del turismo. Rotterdam, la segunda ciudad de los Países Bajos, dinámica y multicultural, la urbe medieval sin apenas patrimonio por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, la cuna del insigne Erasmo, quiere dar a conocer una personalidad propia en la que la arquitectura y el diseño se dan la mano en una apuesta por las nuevas tecnologías, la ecología y la verticalidad. Grandes edificios e infraestructuras, dignas de contemplación desde las aguas del Maas y el Rhin, las que de algún modo vertebran la ciudad, o desde alguna ruta más interior que improvisemos por su extensa red de carriles bici. Al sur del vistoso Erasmusbrug, el puente basculante más largo del mundo, en una zona portuaria recuperada, De Wilhelminapier, se concentran algunos de los referentes de esa nueva Rotterdam. Esbeltos edificios con personalidad y diseños particulares. Cada uno bautizado con el nombre de un gran puerto mundial. Un homenaje absoluto al mar desde la grandeza de un rascacielos. En medio del proyecto, que se finalizará en 2020 pero es muy concurrido por sus restaurantes de ambientación variadas, emerge la estética modernista del New York, desde 1993 un café-restaurante-hotel de cinco estrellas (72 habitaciones entre los 99 y los 350 euros) que recuperó unas instalaciones abiertas en 1901 por la compañía naviera Holland-America Lijn. Como nota curiosa, dada la cuidadísima decoración de aquella época, los folletos informativos del New York, en neerlandés y en inglés, formalmente imitan a un pasaporte.

Amén de las perspectivas que aporta la torre Euromast, la misma en la que se practican deportes de riesgo en los que el respetable pone a prueba sus vértigos y su capacidad de generar adrenalina en una especie de puenting, otro modo excelente de acercarse a este skyline es desde el agua, ya sea en alguno de los cruceros turísticos, en sus taxis (sí, sí, lanchas que hacen esta función) o en el curioso anfibús, mitad autobús mitad barco, que desde marzo recorre la ciudad sobre el asfalto y entra en el Maas. Toda una experiencia por 19,50 € en la que se degusta, no sin cierta estupefacción inicial, todo ese entorno más monumental, “rascacielamente” hablando. Gran importancia la del agua y los canales, de los que también hay en Rotterdam y como se intuye en su propio nombre cuando uno profundiza en el neerlandés: "dam" viene a traducirse como presa, dique o similar. En las aguas, aunque permanentemente anclado en una península cercana, se encuentra el SS Rotterdam, el gran barco de la Holland-Amerika que tras una interesante restauración, rematada en febrero de 2010, se ha convertido en hotel de 257 habitaciones de tres diferentes tipos; así como en una especie de palacio de congresos. Algunas salas han sido rehabilitadas como bares y restaurantes. Es muy habitual que gente de la propia ciudad se quede una noche allí y disfrute de su cocina o sus veladas.

En el interior de Rotterdam, junto a la estación de metro de Blaak, y como gran referencia de esa nueva arquitectura, podremos contemplar el famosísimo complejo de casas cúbicas, las Kijk Kubus, viviendas de 80 metros cuadrados (no todos útiles) que nos despertarán muchas incógnitas y que fueron construidas entre 1982 y 1984. Un moderno hotel colorido y de aires jóvenes, el Stayokay, ubicado en algunos de estos cubos puede ser una buena forma de resolverlas. También nos comentaron que otra albergaba un museo, pero de este punto no estamos completamente seguros tras buscar información adicional muy por encima. Junto a las casas cúbicas, esbelta y coronada, se encuentra otra obra de Piet Blom, el padre de las cúbicas, llamada El Lapicero, De Potlood. La razón, su forma evidente. En esta zona tendremos unas magníficas vistas sobre el Oudehaven, el primitivo muelle de Rotterdam. En cierta forma nos encontramos en el lugar que habría ocupado la ciudad vieja, pero los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial se cebaron con esta ciudad. De aquella otra villa de orígenes medievales apenas quedan dos testimonios. La iglesia de Sint Laurenskerk, cercana a nuestra posición, es uno de ellos. En una gran explada que separa las casas cúbicas del templo es donde se monta un gran mercado de puestos diversos. Otra visita muy recomendable. Una completa red de museos completan los encantos de una ciudad con muchísima vida a cualquier hora. Recomendamos dos: el Marítimo y, sobre todo, el Boijmans van Beuningen, donde se dan la mano el arte clásico y el moderno y se exponen magníficas obras de Brueghel el Viejo, El Bosco, Rembrandt, Magritte, Dalí o Kandinsky.

Tuvimos la ocasión de conocer Rotterdam con motivo de un viaje de trabajo en el que comprobamos sus excelentes redes de transporte público, metro y tranvía magníficos, y sus excelsos carriles bici. El respeto hacia la bicicleta, no podría ser de otra forma en los Países Bajos, es digno de envidia. Desde la ventana de nuestra habitación en el Manhattan Hotel resultaba curioso ese contraste entre coches (relativamente pocos), peatones (numerosos por la cercanía del hotel a la estación central que aúna tren, metro y, en sus proximidades, tranvía), bicicletas y algún que otro tranvía. Daba igual la hora. En la noche, ya sin trasporte público, las bicis seguían dando el callo incluso como medio de transporte en su ocio (el tranvía tiene el mismo horario que puede tener en Madrid o Barcelona el Cercanías). La gente es amiga de disfrutar de la conversación en largas cenas en las que entre plato y plato, todos ellos regados con vino (mucho caldo chileno), se mata el hambre con patatas fritas. En la Van Vollenhovenstrrat, un edificio antiguo, como una especie de almacen de carruajes, el westelijk handelsterrein, escondía en su interior un complejo de dos platas con restaurantes en la superior y su versión pub en la baja. El Smaak fue el destino de nuestra mesa y mantel.

Antes de regresar a casa, y poco después de contemplar la mayor tienda de bicicletas que hayan visto estos ojos, acudimos al célebre Bazar, en la céntrica y famosa Witte de Withstraat. Un hotel-restaurante peculiar, de decoración y cocina arábigo-oriental y otro local en Ámsterdam. Un buen broche de oro a una gran experiencia en otro país que nunca se acaba.

Rotterdam (en castellano Róterdam), la segunda ciudad de los Países Bajos en términos poblacionales (casi 600.000 habitantes, aunque en su área metropolitana reúne a más de dos millones) por detrás de Ámsterdam (por encima de los 800.000). Ubicada en el delta que forman los ríos Rhin y Mosa, su puerto (el llamado Europoort) es el más importante de Europa por volumen de mercancías y el segundo de todo el mundo por detrás del asiático de Shangái.

Entorno de la estación de ferrocarril de Rotterdam Centraal, que se encontraba en obras durante la visita. Estamos en la plaza de la Estación (Stationplein) y la que cruza es la calle Weena.

Edificios en la calle Weena. El Manhattan, el hotel donde nos alojamos en Rotterdam, queda a la derecha de esta imagen, en frente mismo de la plaza de la Estación. No tiene pérdida.


Modernos edificios de negocios en los alrededores de la Stationplein: Nationale Nederlanden. Esbeltos mastodontes que conforman el complejo Gebouw Delftse Poort.

Una chica espera para cruzar las vías del tranvía (con varias líneas que paran en la mismísima Stationplein). Al tranvía vamos una vez que hemos dejado las cosas en la habitación para poner rumbo al museo Boijmans van Beuningen.


Interior de uno de los numerosos y cómodos travías de Rotterdam: en su interior conservan la figura del taquillero.

Para bajar, pulse aquí. Una foto en la parada de tranvía de Kruinsplein.

Una imagen del Westersingel, uno de los canales de Rotterdam, a la altura de la parada de tranvía de Museumpark, en la que nos apeamos por su cercanía al Boijmans van Beuningen. El Westersingel, mucho más modesto que otros canales holandeses, también mucho más reciente, separa entre sí los barrios de Centrum, Dijkzig y Oude Westen. Además, vertebra una ruta de escultura al aire libre.


De camino al museo, ¡zas!, un catálogo "viviente" de bicis para toda la familia candados al mismo árbol: de la más pequeña a la más grande.

En las afueras del Boijmans van Beuningen, fácil de intuir por la escultura que se encuentra detrás de los ciclistas. Este museo, el principal de la ciudad de Rotterdam, cuenta con una completísima colección de arte moderno y contemporáneo, aunque tampoco le faltan en su fondo un buen puñado de obras de renombre. Desde aquí nos vamos a mover por Rotterdam en bicicleta.


Vistas desde la calle Coolsingel, en cuyo número 195 se encuentra la muy recomendable oficina de turismo Rotterdam.info, en la que se intuye una de las torres de Rotown. La torre de cúpula verde que se ve a la izquierda forma parte de las instalaciones del ayuntamiento (stadhuis) de Rotterdam, del primer tercio del siglo XX.

Dentro de la oficina de turismo encontraremos un peculiar plano explicativo de los devenires históricos de la ciudad y sus progresivas ampliaciones. Un juego de luces sobre una maqueta que resulta muy didáctico.

Hemos puesto rumbo a De Wilhelminapier (o Wilhemina Pier), una islita de viejos usos portuarios e industriales en la que se concentra muchos de las apuestas arquitectónicas de la nueva Rotterdam. Un chaparrón de agua muy intenso nos ha obligado a resguardarnos bajo el alero de un edificio, con las bicis debajo de este árbol. La estación de tranvía que se percibe detrás es la de Leuvehaven. ¡Estamos muy cerca del puente de Erasmo (Erasmusbrug), uno de los iconos de la ciudad!

El puente de Erasmo, o Erasmusbrug. Este paso sobre las aguas del río Mosa (en holandés, Maas; en francés, Meuse), de 808 metros de largo, también conocido como El cisne o El arpa por esa forma dorsal de los 32 tirantes que lo sujetan a su único pilar. El Erasmo, ideado por el arquitecto neerlandés Ben van Berkel, fue inaugurado en 1996 y al poco tiempo, dada la aparición de unas vibraciones extrañas ante fuertes vientos, requirió los servicios de pequeños amortiguadores en sus tirantes.


Ya hemos cruzado el Erasmo. Al otro lado nos recibe desde 2001 el Luxor Theatre.

Pulse para cruzar.


Complejos de oficinas y edificios de gran altura en el nuevo Rotterdam.


KPN Building, en el número 123 de la avenida Wilhelminakade. También llamado Toren on Zuid, se trata de un curioso edificio con decoración lumínica en el moderno entorno de De Wilhelminapier. Ingeniado por el estudio de Renzo Piano.


El skyline de Rotterdam, contemplado desde un viejo muelle peatonalizado en la la avenida Wilhelminakade de la zona Wilhelminapier.

Nos recuerda al puente colgante de Portugalete, pero se trata de una estructura de carga y descarga de uno de los muelles de Rotterdam.


Un grupo de turistas se detiene junto a la nueva Cruise Terminal (terminal de cruceros), que también acoge actos, cuenta con restaurantes y organiza actividades para ser algo más que una estación. Al fondo, la parte trasera de la esbeltísima torre de 124 metros del World Port Centre. Firma Norman Foster. Este edificio fue el primero que se construyó en la islita, a comienzos de la década de los noventa del siglo XX, dentro del plan de remodelación y revitalización de esta parte de la ciudad.


El curioso e imprescindible Hotel New York, antigua sede de la compañía Holland-Amerika Lijn y actualmente un lugar muy "trendy" transformado en restaurante y lugar de ocio. Con una estética muy de comienzos de siglo XX, la de su tiempo de nacimiento.


El New York. Este edificio fue construido en 1901 siguiendo los diseños de los arquitectos J. Muller, Droogleever Fortuin y C.B. van der Tak y fue puesto a la venta en 1984. en 1977 había perdido su condición de sede de la compañía, pues la Holland Amerika se mudó a Seattle. Millones de personas emigraron a América desde este puerto.

Uno de los accesos al New York. Como hotel, restaurante y espacio de ocio nació en 1993.

Interiores muy fieles a una época. Un grupo de visitantes disfruta de un asiento con varias décadas de vida.




Vistas desde el entorno del New York Hotel. Esta antigua fábrica, según nos contaron, actualmente esconde en su interior entre otros negocios alternativos una discoteca.


Un vistazo sobre el Rijnhaven, otrora uno de los muelles más antiguos de Rotterdam (siglo XIX), desde la calle Antoine Platikade. En primer plano se aprecian unas curiosas bolas flotantes conocidas como Drijvend Paviljoen (Floating Pavilion, en inglés). Estos tres balones son una iniciativa piloto de construcciones flotantes y ecológicamente sostenibles impulsada por el estudio de arquitectura Delta. Y detrás, muchos y modernos edificios.


¡Nos movemos! Vamos a deshacer nuestros pasos desde Wilhelminapier (o Wilhemina Pier) para ir pedaleando hasta uno de los iconos de Rotterdam... Como en todos los Países Bajos, los carriles bici son cosustanciales al día a día de la ciudad. El respeto entre coches, tranvías y la bici, el más usado de todos ellos, es envidiable.


¡Y llegamos a nuestro destino junto a la avenida Blaak! El curioso complejo Kubuswoningen, las Casa Cubo (Cube House), fue diseñado por el arquitecto Piet Blom (1934-1999). Detrás, el edificio al que llaman El lapicero o El lápiz (De Portlood), también de Blom.


Piet Blom diseño las casas cúbicas y entre 1982 y 1984 se construyeron 38. Al lado del complejo se encuentra otro edificio de su autoría: El Lápiz (De Potlood).


Las "Casas Cúbicas". Blom quería crear una ciudad dentro de una ciudad. Y que todo fuera muy funcional. La sucesión de plazoletas deja espacio para pequeños comercios, pero pocos están abiertos.

Así son los portales en las Casas Cubo.

Otra imagen de las Casas Cubo. Estéticamente sorprendentes, su funcionalidad es escasa para familias y relativa para parejas. Son viviendas para solteros y/o jóvenes, fundamentalmente.

Por los pasillos de una de las Casas Cubo.

Interior de una vivienda. Casi como una celda medieval. Ésta, un poco referencia, no tiene mucho mobiliario precisamente. Tampoco es que queda una gran cantidad precisamente.

Abriendo una de las ventanas de la Casa Cubo que visitamos.

Un posado ante tan infrecuente y sin embargo original diseño.


Vistas desde los accesos a las casas cúbicas del llamado Oudehaven, el antiguo muelle de Rotterdam, con orígenes medievales en sus primeros asentamientos. A la derecha, la Het Witte Huis; la llamada "casa blanca" fue uno de los primeros edificios de oficinas de toda Europa gracias a los once pisos (43 metros de altura) que planteó el arquitecto Willem Molenbroek a finales del siglo XIX. Que esta belleza art noveau lograra sobrevivir a los bombardeos nazis durante la Segunda Guerra Mundial lo catapultó en notoriedad y cariño para los nativos. A la izquierda, el Willemsbrug (puente de Guillermo). Abierto en 1878 y único paso sobre el río Mosa durante años, fue integralmente remodelado en 1981.


La iglesia de Sint Laurenskerk, con su torre andamiada en pleno proceso de restauración, vista desde la plaza del mercado. Es de los edificios más viejos que se conservan en la ciudad. Esta imagen extraída de la wikipedia aclara lo castigada que quedó la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial.

Rotterdam apuesta por la verticalidad en sus nuevas construcciones.

Cambiamos la bicicleta por un barco. Iniciamos un crucero por las aguas del Maas, realmente Niewe Maas ante el aporte hídrico de diversos ríos con el Rhin al frente. Observamos Rotterdam desde otro punto de vista.

Pasando bajo el puente de Erasmo.

Un carguero transporte varios contenedores. Como ya se ha mencionado, el de Rotterdam es el mayor puerto de Europa por volumen de mercancías. "La puerta de Europa", que le denominan.

El mastodóntico Queen Mary 2, atracado en el nuevo Cruise Terminal del Wilhelminapier. El edificio de su derecha, de 124 metros de altura, es el World Port Center. Obra de Norman Foster. A la derecha de éste último, el edificio Montevideo, torre de 139 metros firmada por el holandés Francine Houben y el estudio Mecanoo. A los pies del Montevideo, minúsculo en apariencia, el hotel New York.


Una bonita vista de las aguas del Maas.


En segundo término, la Euromast, una torre junto al Parkhaven que se ha convertido en el mejor mirador sobre la ciudad gracias a sus 104 metros (aunque con la antena tiene más altura). El Euromast se construyó entre 1958 y 1960. En primer término vemos una construcción que, según nos contaron, alberga un túnel que cruza el río por debajo y va a dar a otra estructura semejante en el otro lado.

Diferentes concepciones arquitectónicas vistas desde las aguas.

Llegando al De Rotterdam, un viejo transatlántico que hoy en día es un hotel y un restaurante y cuya presencia achanta y empequeñece. ¡Final de nuestro periplo acuático!


Popa del enorme De Rotterdam, una excusa para pensar en el Titanic. Este gigantesco barco


Su pasarela ha sido restaurada e integrada de esta forma para hacer el acceso más cómodo. El barco de 1958 está anclado junto a la Katendrechtse Hoofd, en el Katendrechtse Haven.


El antiguo salón más aristocrático, restaurado en todo su conjunto.


Vistas desde una sala convertida en un bar/pub de música relajante.


Pasillo del barco.


La cubierta de su popa es el lugar ideal para montar una pequeña piscina y una generosa terraza.


Otra vista de la cubierta de la popa.




Dejamos atrás el De Rotterdam tras una agradable visita y cogemos un Watertaxi (hay varias líneas que unen diferentes puntos de la ciudad) para llegar al Wijnhaven, el muelle cercano al museo marítimo y también próximo a las Casas Cubo y la Casa Blanca.




El Wijnhaven. Oriundo de 1640, todo los edificios de aquella época no sobrevivieron a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.


El Watertaxi. Entre 10 y 20 euros cuesta agarrar un aparatejo de esos. La capacidad máxima es de cuatro o cinco personas y van ligeritos (en su sentido de rapidez). Vamos, como los de verdad.


Una vieja embarcación restaurada de la Compañía de las indias holandesas, en el Wijnhaven, ante unos rascacielos.


Las esculturas son numerosas y están bien repartidas por toda la ciudad.


El anfibús, toda una experiencia que combina un recorrido terrestre y otro acuático. En Rotterdam lo gestiona la compañía Splashtours. Muy apropiado.


La popa/culo/trasera del anfibús.

¡Vamos que nos vamos!


¡Una tienda de bicicletas del tamaño que ocuparía aquí un supermercado!


Pasando por encima del Haringvliet, pequeño canal que bebe del Maas. Rotterdam también tiene sus canales.


Fachadas en el Maasboulevard.

Al fondo, las Casas Cúbicas. A la izquierda, la "casa blanca" (Het witte huis).


Fachadas en un Maasboulevard con vistas a un canal lleno de embarcaciones.


Otra vista a los canales.


Entorno de rascacielos, con el enorme Queen Mary 2 surgir entre medias de esa casi isla que es De Wilhelminapier.


Jóvenes holandeses en sus bicis que o van o vienen.


Las "otras" torres gemelas. Viviendas funcionales y estéticamente diferentes.




Un volante sobre las aguas.


Navegando en el autobús.


De Wilhelminapier, desde el anfibús.


Los rascacielos del Wilhelminapier.


Una turista fotografía los rascacielos durante su viaje en el anfibús.

Viviendas junto a un viejo muelle.


La Euromast, a través de un cristal del anfibús, mojado por la lluvia y alguna que otra ola del Maas.


El morro del bicho. Desde luego no es una delantera muy habitual. Completada la excursión, nada como un paseo para almorzar.


La concurridísima Witte de Withstraat, una de las calles más famosas de Rotterdam.


El Hotel Bazar, famoso restaurante multiétnico también presente en Ámsterdam, se encuentra en esta citada calle.


Decoración del restaurante Bazar.


¡Qué aproveche! La comida tira hacia lo musulmán y asiático.


Interior del Bazar.