Muy o poco restaurada, una joya en Frómista llamada San Martín de Tours (junio de 2012)



Gracias a unas asignaturas de arte de la época universitaria tocamos el tema de las diferentes concepciones restauradoras que imperaban en el mundo del arte, especialmente la arquitectura. De un lado, la más respetuosa con el paso histórico de la obra, una visión que respeta los añadidos de las diferentes evoluciones e influencias que se han implementado durante las centurias. De otro, más obsesivo sí se quiere, esa concepción más amiga de limpiar de impurezas históricas la esencia de la misma; o acercarlo, también empujarlo, a una idea utópica y aséptica. De las dos corrientes existen multitud de ejemplos y las dos tienen su guía espiritual y su momento. Eugene Viollet Le Duc se aferró al intervencionismo con una máxima: “Restaurar un edificio no sólo es conservarlo, repararlo o rehacerlo, sino restituirlo en un estado completo que puede incluso no haber existido nunca antes así”. “Es tan imposible como resucitar a un muerto restaurar nada que haya sido grande o hermoso en arquitecctura”, esgrime desde el otro bando el inglés John Ruskin. Más cerca de la búsqueda de la pureza que del respeto evolutivo se encuentra la iglesia de San Martín de Frómista (Palencia). Y sin embargo, más allá de excesos de celo, quizá contagiada por la espiritualidad del vecino Camino de Santiago, qué hermosa, coqueta, impactante y teraupéutica resulta su presencia. Para el mundo del arte es toda una referencia. ¿A quién no le suena aunque sea un poquito?

Abanderada del afamado Románico Palentino, icono jacobeo y punta de lanza entre todo el repertorio de laconsideración románica estatal, San Martín luce con luz propia en medio de la recoleta y no menos agraciada plaza de Frómista, qué cosas, la cuna de San Telmo, el dominico fray Pedro González Telmo. Entre 1895 y 1904 Manuel Aníbal Álvarez dirigió unos trabajos de restauración que modificaron de por sí la idea del templo, que realmente fue parte de un monasterio, fundado en el siglo XI (1066, más exactamente). La inestabilidad de la cúpula central y la ineficacia de los cimientos implantaron una severa amenaza de ruina durante décadas, por lo que finalmentese procedió al desmantelamiento de buena parte del conjunto para consolidar, reforzar y dar lustre. En el camino se perdieron muchos añadidos que Álvarez consideraba “parasitarios”. Quizá el más llamativo, viendo obras pictóricas o alguna foto muy vieja, es el de la torre auxiliar que ascendía desde uno de los ábsides, donde se había levantado una sacristía que comunicaba con la torre principal.

Algunos autores han defendido el resultado final como un acierto. Otros, sin menoscabar su grandeza, se cuestionan su consideración dada la pérdida de su virginidad arquitectónica, de su pureza. Sea. Una vieja maqueta nos recuerda el estado del templo antes de los trabajos. Y sus recuperados capiteles, todo un paradigma de cantería, iconografía y alegorías en su mayoría originales, un motivo para ensalzar la importancia del lugar. Sus 50 capiteles, 30 con motivos florales y otros 20 con escenas religiosas o mitológicas, son obras maestras. Motivos por sí mismos para conocer este rincón cuya silueta, cuya fisonomía, es un símbolo, un icono, una imagen de marca absoluta. ¿Fueron un libro para los que no sabían leer? ¿informaban, formaban y entretenían? Es igual. Lo escribió el propio Álvarez: “Las obras se ejecutarán con las mismas piedras existentes y colocadas en los mismos sitios. Si faltaran algunas ornamentales como trocitos de imposta o cornisa ajedrezada y algún canecillo, se colocarán de piedra vieja (…) y sin ornamentar para que nunca exista confusión entre lo antiguo y lo moderno. De este modo creemos satisfacer al más escrupuloso, puesto que queda obra del siglo XI con toda su autenticidad”. Todo el conjunto sorprende su actual sobriedad. Y las piedras, pese a esa imagen exterior de recién hecha, transmiten solera con la cercanía. Así resulta San Martín de Frómista. Y, no olvidando estos mimbres, nada como visitarla in situ. Gozosa experiencia que merece los dos euros de testimonial entrada. Y más seductora aún con estudios como el de Díez Arnal, toda una referencia.


Frómista. Plano de ubicación. La iglesia de san Martín no tiene pérdida: céntrica y concurrida.

San Martín de Frómista, fácilmente reconocible por su planta sencilla, su triple ábside, su gran cimborrio octogonal y sus torres campanario.

Ábsises, cimborrios, arcos de medio punto y muchos, muchos canecillos bajo los aleros de los tejados.

Detalle de una de las torres campanario  de San Martín de Frómista.

Una pequeña ventana "escoltada" por molduras decorativas, columnas y capiteles "ilustrados". Dicen que los canteros que levantaron la catedral de Jaca también trabajaron en este templo.

Detalle de capitel con motivos vegetales en la puerta de acceso a San Martín.

Así estuvo San Martín de Frómista a finales del siglo XIX. Maqueta.

Capitel 21: decoración de piñas.

Capitel 16: mujer con báculo entre leones.

Capitel 31: representación de una escena de matrimonio.

Una vista de la nave central de San Martín de Frómista en la que aparecen capiteles de decoración vegetal (derecha) y pelícanos (centro).



Capiteles 47 y 48: niños desnudos y niños entre leones. El primero, dada la desnudez del crío y la fisonomía de la criatura con sus genitales al aire, tiene una clarísima influencia romana. Y es que toda esta zona fue uno de los graneros del imperio, por lo que la influencia romana no debe resultar extraña. En todo caso el original se encuentra en Palencia. Éste es una reproducción del original.

Un fotógrafo capta la iglesia de San Martín de Frómista mientras dos peregrinos se acercan a ella.

El motivo central de una fuente nos dice que San Martín de Frómista es Patrimonio de la Humanidad. Aún no, oficialmente. Pero sí es todo un icono del arte románico palentino.

San Martín de Frómista, vista desde un pequeño espacio ajardinado cercano que está cercado con diferentes motivos alusivos al templo. En este caso, una réplica de capitel. No conviene olvidar que, muy cerca, se encuentra un tramo del Canal de Castilla, una obra de ingeniería que merece la pena visitar.