El rutón. Mapa de ubicación de esta travesía de ida y vuelta desde Aragosa. Un camino que atraviesa junto a un viejo complejo papelero en ruinas, el pueblo de La Cabrera salvando las aguas por un vetusto puente de piedra y un cambio de sentido en la parada de Pelegrina, estético por su aproximación y la estampa de las ruinas de su castillo. Unos 22 kilómetros en los que, por imperativos varios, obviamos un bucle final de unos 3 kilómetros por la hoz de Pelegrina que es para muchos la de mayor belleza de todas. Una hoz ya tratada aquí desde el Mirador de Félix Rodríguez de la Fuente. Estamos, a todo esto, en tierras alcarreñas próximas a Sigüenza. Guadalajara ofrece no muy lejos de Madrid auténticas joyas que nada tienen que envidiarle a la Sierra de Guadarrama y una de ellas bien fue referida por el indispensable viajero Andrés Campos. Nos adentramos, en suma, en el Parque Natural del Barranco del Río Dulce. [Mapas VíaMichelin]
A la entrada de Aragosa, donde en teoría solo pueden acceder vehículos autorizados dada las trazas de su callejero, encontraremos un par de paneles explicativos del lugar y de la ruta a seguir. VAmos a caminar por una zona que se integra dentro del Camino de la Lana, un ramal del Camino de Santiago de unos 380 kilómetros que seguía una ruta más ganadera. La también conocida como Ruta Jacobea de la Lana empalmaba con el Camino Francés, el más mediático por así decir, en la ciudad de Burgos.
Carretera provincial estrechísima que conecta Aragosa con la carretera CM 11-01 que conecta Sigüenza con la autovía Madrid-Zaragoza-Barcelona.
En las afueras de Aragosa luce así el entorno...
En zonas de hoces, desprendimientos. No es que sean constantes o lo más normal del mundo pero por una pura cuestión de física, pues a veces acaecen.
Aragosa. Cartel de inspiración rústica junto a una funcional parada de autobuses.
Aragonesa. Comenzando a afrontar la travesía caminando por la calle principal, una calle principal que a estas alturas es conocida como La Fuente y que soporta también el tránsito del GR-10 y del GR-160. En esta entidad de población, que pertenece a la vecina Mandayona, residen menos de 30 personas.
Aragosa. Calle Real. Caminamos de manera holgada por encima de los 950 metros sobre el nivel de mar y aquí el fresquete tiene que ser un aliado en el verano y un enemigo durante el invierno. Desde el minuto 1, por cierto, buitres posados en las paredes circundantes. A su aire. En su espera.
Aragosa. Arquitectura popular.
Aragosa. Nunca mejor dicho, un rinconcito.
Aragosa. Plaza Mayor. Realmente un ensanchamiento de la levemente ascendente calle que atraviesa el pueblo en la ruta Mandayona-La Cabrera. Vecina de este espacio, prácticamente, la Casa Rural Villa Cangrejo.
Plaza Mayor. La otra vertiente. Decoración de girasoles en una vieja ventana tapiada a los pies de los accesos a la vieja iglesia de San Roque, un templo románico nada menos que del siglo XII.
Comienzan a difuminarse las edificaciones en la calle Real... llegamos al final de Aragosa. Pueblo breve, acaso aldeíta, pero en un entorno magistral.
Un poste indicativo nos recuerda que La Cabrera queda a 7,1 kilómetros y que nos encontramos en un lugar del Parque Natural del Río Dulce compartido al mismo tiempo por el Camino del Cid y por la Ruta de la Lana del Camino de Santiago. Vamos, un camino histórico en toda regla.
Tierras de labor recién aradas junto al cauce del río Dulce, escoltado por frondosos árboles en una zona donde la hoz ensancha un tanto.
Concentraciones pétreas de formas curiosas. ¡Parece viejos muros! Aunque existe constancia de que Aragosa contó en el pasado con su propio castillo, no creemos que estemos ante un vestigio del mismo ni mucho menos...
Caminante, no hay camino...
Una primera y escarpada hoz nos escolta en nuestro caminar por la margen derecha.
Buitres. Compañeros de ruta porque... ¡hay unos cuantos!
Aunque nos tiremos un buen trecho sin ver indicaciones como éstas, las clásicas pintadas rojo/blanco de sendero gran recorrido nos acompañan todo el tiempo.
El río Dulce. Este afluente del Henares con menos de cuarenta kilómetros de trazado sorprende al personal con su frescor puro, su cauce nítido y cristalino y, en fin, por una sensación de limpieza y vida que en otros ríos no se aprecia ni de coña desdes hace ya bastante tiempo...
Bosques de álamos que nos marcan el trazado del río Dulce.
Paisajes de estos primeros kilómetros de caminata...
Nos acercamos a la primera gran hoz en la que nos vamos a sumergir.
Hoz del Río Dulce. Un tramo donde el río va encajonado entre verticales paredes de roca caliza coronadas por buitres y, en sus orillas, un espeso bosque de ribera de olmos, chopos y demás.
Grandes moles pétreas horadadas por la acción de agua en tiempos muy pero que muy pretéritos...
Los colores que nos regala el otoño...
Troncos.
Un tramo que te deja sin palabras; tal es la belleza de esta zona. Nada como respirar hondo y disfrutar de la intensa belleza que nos rodea.
El río Dulce. Aunque las aguas cuentan con "manipulación humana" de la mano de diques, acequias y actuaciones varias, sin embargo, a pesar de todo, su rumor nos regala una sensación de incorruptibilidad y pureza que realmente es tal. Muchos cotos de pesca en esta zona... y es que realmente hay pesca.
Altas paredes. Parafraseando la canción de Extremoduro, "son tierras para el buitres, un trozo de planeta por donde pasa errante la sombra del Cid".
Un buitre toma el sol en una enorma roca de curiosa e independiente forma con respecto al resto de la hoz por la que caminamos.
Horizontal versus vertical y viceversa in saecula saeculorum.
En los segmentos donde los árboles se hacen más patentes, sobre todo en las concentraciones de olmos y demás, el otoño nos teje una alfombra de hojarasca de musical sonido y agradable transite.
Seguimos encajonados en la hoz, pero sus paredes se abren y este vallezuelo se ensancha. La tónica general será ésa: estrechamientos o generosas aperturas.
Curiosas formas en las rocas de anaranjados y bermejos tonos.
Un buen resumen visual para la Hoz del Río Dulce. Les rogamos que, si les gusta la propuesta, la mimen y cuiden como si nunca hubieran estado allí.
Buitreras varias...
Un camino muy agradable.
Acercándonos a una nueva pared rocosa... Cárcavas y cantiles son dos conceptos a tener en cuenta en cualquier acercamiento por el río Dulce.
Rocas de curiosas formas que, en algún caso, parecen asemejarse a chimeneas.
Una concentración arbólea ya desnudada de hojas. Las cosas de las especies caducas.
Otoño.
Uno de los tramos entre Aragosa y La Cabrera con más anchura de lado a lado. Sin duda.
Profundizando en la afirmación anterior allí donde aparece un terreno arado.
¿Una casa? ¡Sí, restos de civilización! Veamos qué historia tienen detrás...
El camino nos deja, qué cosas, junto a una alineación de edificaciones bajas; en la primera, "Guarda". La razón, al otro lado de una gran concentración boscosa, se encuentra a nuestra derecha al otro lado del río...
Entre los troncos se intuye un gran complejo urbanizado. Se trata de las ruinas de una vieja fábrica de papel. Los Heros. Cuentan que ejerció de fábrica de papel moneda, y primera Fábrica de Moneda y Timbre, en España allá por el siglo XIX. Hoy en día, en ruinas.
Ruinas de la vieja fábrica de papel... Alguno no las ha visto hasta la tercera pasada dada la tupida vegetación circundante.
Estas instalaciones, que incluso contaban con una iglesia propia para los trabajadores bajo la advocación de San Rafael, fueron duramente golpeadas por una riada en 1929. De hecho, tras ese desastre natural cesó la actividad fabril, si bien en otras fuentes se comenta que ésta se prolongó hasta los años sesenta. Hoy en día sorprende la existencia de una enorme grúa, pero no hay actividad alguna de reforma. Las autoridades han detenido un proyecto de recuperación con fines hosteleros por la riqueza medioambiental del entorno.
Restos de edificaciones, posiblemente destrozadas por la riada de 1920. La fábrica de papel era toda una ciudad en el sentido de que contaba con residencias para sus empleados.
Dejamos atrás este "complejo industrial" para proseguir con nuestros pasos con rumo a La Cabrera. En términos de sensaciones, el llamado Caserio de los Heros se encuentra a mitad de camino entre Aragosa y La Cabrera. Entramos en una zona donde el arbolado que manda es el encinar y la carrasca, que tapizan la pista de bellotas.
Bosques mediterráneos y riscos. Una combinación que es muy extremeña, si bien recordamos que nos encontramos en La Alcarria.
La del río Dulce es una hoz variada en presentaciones, acercamientos, panorámicas y sugerencias donde se combinan todas sus potencialidades. Es un lugar sobresaliente.
Nos acercamos a una recoleta y cuidada área de descanso entre grandes y frondosos árboles...
... pero antes tenemos que salvar rincones como éste.
Caminando entre troncos de acrobáticas formas...
Megamix vegetal.
Las hoces vuelven a ganar protagonismo.
Una enorme roca, que en algún momento se cayó de las alturas, se rompe a su vez por la acción colonizadora de un creciente árbol.
Camino de Santiago: la Ruta de la Lana. Un itinerario que por estos pagos también comparte trayecto con el Camino del Cid. Dos muestras de que estamos en una zona con mucho peso histórico. Pero mucho, mucho.
Un pequeño salto de agua en el río Dulce.
El reposado cauce del río Dulce, en medio de un entorno de gran belleza y en una zona ideal para el descanso y la desconexión. Un río purísimo donde habitan las nutrias y donde es posible encontrar una especie tan rara como el Desmán, más autóctono de los Pirineos.
La confluencia de varias especies vegetales, muy esbeltas (olmo, chopo....) y acompañadas de su respectivo panel explicativo, convierte este emplazamiento en un lugar muy destacado dentro de la ruta. ¡Y no muy lejos de La Cabrera!
Formaciones rocosas con aires de pináculos a nuestro ladito...
De ahí venimos...
Un gran árbol digno de logotipo de marca de ropa con nombre de pueblo de familia de dibujos animados... Ahí es nada.
Un tramito donde las copas de los árboles nos proyectan su agradable sombra.
La danza de los buitres sobre nuestras cabezas... La colonia de buitres leonados de este espacio natural protegido es muy estable y sobre ella, en 2007, se abordaba la problemática de la aparición de varios ataques a ganado. Allí donde hay buitres este tipo de informaciones es bastante habitual porque pese a ser un animal fundamentalmente carroñero, si no hay comida algo tendrá que hacer para alimentar a la prole... Puro espíritu de superviviencia.
Un pequeño pino crece en uno de los márgenes de la pista por la que andamos, junto a un prado despejado donde comienzan a intuirse varias edificaciones...
Una construcción con una curiosa pintada de tinte política...
El río Dulce viene de regar la población de La Cabrera y, milagro, su cauce no está ni sucio ni desmejorado ni contaminado. Este río es una joya!
Viviendas de estética rural junto al río Dulce en el casco urbano de La Cabrera. Por ahí, por lo visto, existía una piscifactoria.
Puente de piedra (y fuente, perceptible a la izquierda) sobre el río Dulce en La Cabrera, una población que pertenece a Sigüenza y donde regularmente habitan cuatro personas. Al otro lado, la iglesia de la Asunción.
La Cabrera. Calle La Plaza.
El puente de La Cabrera, visto desde los alrededores de la iglesia de la Asunción. Joya románica.
En un pueblo tan pequeño, la plaza acoge arte e instalación deportiva y por eso piden que no se aparque. Frontón decorado con una representación pictórica cubista: Los tres músicos, de Picasso.
La Cabrera. Callejero en madera. Calle la Plaza.
La Cabrera. Vista desde las afueras.
La Cabrera. Otra vista desde las afueras. No nos llama la atención el viejo transformador, no. Lo que nos la llama es la cueva.
Caminamos junto a un río Dulce bastante domesticado en esta zona.
Viejo molino en las afueras de La Cabrera.
Piedra de molino. Detalle.
Ojo de pez sobre los pagos de La Cabrera.
Las tonalidades del otoño en esta zona nos regala imágenes impactantes.
Una casa de Campo en las cercanías de La Cabrera y a los pies de un nuevo estrechamiento rocoso.
De la pista al sendero. Y más y nuevas rocas escoltándonos.
Una oquedad en la roca.
El camino se asalvaja un poco, aunque por un breve trecho y justo antes de que la hoz ensanche bastante, y alimente una gran llanura. Hermosa zona, todo hay que decirlo...
... y esto es lo que comentabámos antes.
Tramito de sendero que discurrer paralelo al río. Esta será la tónica principal (pero no la única) en el tramo, más corto y llevadero, entre La Cabrera y Pelegrina. 4,1 kilómetros aproximadamente.
El sendero se difumina entre campos de labor.
Los paisajes de alrededor: las hoces han dado paso a pequeñas serranías tomadas por bosques.
El río Dulce, entre La Cabrera y Pelegrina.
Restos de una especie de vieja quinta campestre.
De camino a Pelegrina...
Uno de los regalos más soberbios de esta ruta: la irrupción del castillo de Pelegrina en nuestro horizonte.
Esta perspectiva sobre el castillo marca nuestro acercamiento a esta aldea alcarreña.
Nuevo tramo "a cubierto".
Castillo de Pelegrina.
Castillo de Pelegrina.
Este puente-pasarela permite salvar las aguas del río Dulce. Y nos deja a los pies de su castillo. No subiremos directamente, sino que afrontaremos un rodeo.
El río Dulce.
El espectacular castillo de Pelegrina.
Acercándonos a Pelegrina.
Los paisajes que se observan desde Pelegrina son también dignos de mención. No en vano son tan parte integrante del parque natural como todo lo anterior. No estamos seguros, y agradecemos toda ayuda en esa dirección, pero creemos que ahí en medio podemos encontrarnos ante todo un salto de agua. Bien supo ver las virtudes de la zona Félix Rodríguez de la Fuente, bien.
Una pista de cemento rayado, con bastante pendiente, nos permite alcanzar el cerro donde se asienta el casco urbano de Pelegrina. Esta construcción curiosa y pintoresca nos da la bienvenida.
La calle del Capitán Arturo Calderón vertebra el acceso a la parte alta de esta pedanía de Sigüenza que aún conserva, y muy bien, esa esencia medieval forjada en su nacimiento durante el siglo XI.
El castillo de Pelegrina, pese a su estado ruinoso, apuntala una apariencia de toda esta zona que bien podría remontarnos hasta alguna de las localizaciones de Lady Halcón, la película que dirigió en 1985 Richard Dunner y que protagonizaron Michelle Pfeiffer, Rutger Hauer y Matthew Broderick.
La propiamente conocida como Hoz de Pelegrina, contemplada desde el barrio del Sol de este casco urbano donde no viven más de 20 personas regularmente. Su cercanía a Sigüenza (no más de 10 kilómetros) y su relativa proximidad a Guadalajara y Madrid (en torno a los 70 y 130, respectivamente) convierte este enclave en un importante foco para el excursionismo de fin de semana y el turismo rural.
Fachada de hechuras medievales en Pelegrina. Ya no sabemos concretar si esta casa, ubicada en la calle Capitán Arturo Calderón, forma parte del llamado Barrio del Sol o del Barrio del Río.
Fachada del Centro de Interpretación del Barranco del Río Dulce de Pelegrina. Posiblemente no habrá nadie, pero se lo encontrarán, dentro de unos márgenes de horario, abierto y a su disposición.
Iglesia de la Santísima Trinidad, del siglo XIII. Una joya del románico en Pelegrina sobre la que el genial blog Románico de Miguel nos aporta algunos detalles más: un comentario añade que su retablo renacentista es una joya. No pudimos comprobarlo y habrá que volver a probar suerte.
Iglesia de la Santísima Trinidad. Acceso principal a su única planta bajo un tímpano profusamente decorado, a diferencia de sus arquivoltas completamente sencillas. Quizá fruto de los afanes del obispo Fadrique de Portugal en el siglo XVI.
Pelegrina. Callejón en cuesta que separa una vivienda particular del atrio de la iglesia de la Santísima Trinidad. El templo, por cierto, se adapta como un guante al terreno ascendente en el que se asienta.
El ruinoso castillo de Pelegrina, visto desde una pequeña explanada a las afueras de la aldea. La zona, sin duda, de orografía más favorable.
Ojo de pez en blanco y negro sobre el castillo de Pelegrina. Esta fortaleza, en ruinas, hunde sus raíces en el siglo XII, cuando el obispado de Sigüenza quiso convertir esta plácida y tranquila zona en un lugar de retiros espirituales. La Guerra de Sucesión con la que arrancó el siglo XVIII supuso el principio del final de su "integridad", confirmado durante la Invasión Napoleónica. Esas ruinas son un "regalo" francés; mejor dicho, "napoleónico".
Cafe Bar Restaurante El Paraíso. El único establecimiento hostelero de Pelegrina cuenta, qué cosas, con una webcam donde ver cómo anda el tiempo por allí. Su exterior engaña bastante.
Un teléfono de época en el Restaurante El Paraíso.
Decíamos que el exterior engaña mucho porque sus salones interiores ofrecen unas vistas sencillamente espectaculares sobre la hoz de Pelegrina.
Y ésta es la vista a la que nos referimos. Pocos lugares con panorámicas tan chulas para acompañar con una carne, un pescado, un postre o un buen vino.
La tendencia de muchos seres humanos, algo que nos lleva a cuestionarnos si no es del hombre en sí, es la de dejarse llevar por un egoísmo que acaba interfiriendo en el espacio vital de los demás con un punto de mala leche y malicia. Esto viene a colación de estos ornamentos, adornos rústicos y macetas con plantas, con las que algún vecino ha querido engalanar una pequeñisima porción del acceso a Pelegrina. Ha tenido que poner un letrerito en madera para pedir, por favor: "Rogamos respeten las flores".
Las vistas desde el Barrio del Frío...
Ruinas y abandono.
Reemprendemos la marcha hasta Aragosa. Nos queda una caminata de más de 11 kilómetros por delante, pero hemos repuesto las fuerzas y los paisajes acompañan mucho en la digestión de los pasos.
Corzos pastando a su libre albedrío en las cercanías de Pelegrina.
Por si quedan dudas de por dónde nos andamos esparciendo esta jornada...
Este camino cementado, que en la imagen anterior nacía a la izquierda, nos permite rodear el cerro donde se asienta el castillo de Pelegrina para, unos metros más adelante, cruzar el río Dulce a través de un puente bastante curioso...
Castillo de Pelegrina y rocas vecinas. Una vista desde la vera del río Dulce.
Sendero junto a explotaciones agrícolas.
Un tramo bajo una importante y densa cubierta vegetal. ¡Qué variada es esta ruta!
Caminando junto al río Dulce, que ahora queda a la derecha.
Nos acercamos al kilómetro 0, en Aragosa, y ya hemos dejado atrás la parte principal de paredes, cárcavas, cantiles y, en definitiva, hoces.
Aragosa. Viviendas.
Aragosa. Cimas rocosas sobre callejuelas de casas viejunas.
Transición entre casco urbano y vía interpoblacional. Del asfalto al empedrado. Y viceversa.
Villa Pepi. De las primeras casas de Aragosa. Albores de la calle de la Fuente.
Junto al mismísimo casco urbano de Aragosa, en sus peñas vecinas, buitres vigilantes. Un avistamiento que, así de primeras para iniciar una ruta, pues nos va condicionando sobre lo positivo de la experiencia. ¿O no? Vamos, siempre que guste el mundo animal, algo que damos por supuesto si agrada caminar por el monte.