Que, según estimaciones basadas en la estadística, dos tercios del turismo almeriense pase por el municipio de Roquetas de Mar es un dato lo suficientemente contundente para intuir la fisonomía de su casco urbano y de su frente marino. La pesca sigue dándose, claro, pero de una forma que resulta residual si se compara con la vertiente turística. Sólo la agrícola, por eso de los numerosísimos invernaderos que se suceden de camino hacia El Ejido y convierten una vista aérea del Campo de Dalías en un océano brillane de plásticos refulgiendo al sol, le planta cara. En Roquetas, de hecho, se inició la idea pionera de la optimización agrícola que tanto éxito ha tenido. Pero el turismo es mucho turismo. Y las bondades del clima, cierto que caluroso pero también amigo de las brisas nocturnas, nunca tan extremo como pudieramos pensar pese a la teórica aridez del entorno, ayudan a ello. Resulta sorprendente, en este sentido, encontrar rincones de un valor medioambiental tan alto como los pagos de la Punta Sabinar, tomados por muchísimas charcas donde campan a sus anchas multitud de aves y los flamencos se toman la vida con esa pose tan suya. Un paraíso a cuatro pedaladas del centro de Roquetas de Mar.
En Roquetas de Mar, a los pies de la Sierra de Gádor y a tiro de piedra de Almería, abundan las construcciones funcionales de inspiración vacacional y playera. Sigue teniendo una parte, muy testimonial eso sí, que conserva las casas bajas y le da al casco urbano un pintoresco aire de pueblo más puro. Pero son las menos. Mandan las cuatro y cinco alturas o las agrupaciones de chalets, según estemos en qué zona, y proliferan los servicios de todo tipo. No falta el idealizado y bucólico paseo marítimo kilométrico, de esos de caminatas vespertinas y un carril bici un tanto inútil por la numerosa presencia de peatones; un paseo más extenso aún si uno se pone a empalmar playas y camina desde las afueras que miran hacia la pedanía de Aguadulce, un giro de tuerca turístico dentro de Roquetas con una vida noctura posiblemente más animada, hasta las playas de la Urbanización (un frente ante el mar de casi dos kiómetros) y la más célebre e icónica Playa Serena. Allí donde el pueblo con más solera da paso a las urbanizaciones más modernas, cerquita del puerto pesquero y una deliciosa zona donde los soportales, vecino al mismo tiempo que divisoria de las playa de los Baños y de la Bajadilla, se concentran dos de los iconos del municipio: su faro y su castillo.
El castillo y el faro de Santa Ana, pues aunque a la fortaleza también le decían “de las Roquetas” los dos comparten nombre, se asientan sobre un promontorio mínimo que sólo cobra dimensión al asomarse al conjunto de pequeños acantilados sobre el Mediterráneo de los que emergen. El castillo tuvo mayor tamaño, pero varios acontecimientos lo redujeron a apenas un par de generosas torres y un mínimo lienzo de murallas; y de una profunda restauración con tintes de rehabilitación nació lo que hoy es un espacio de usos múltiples. Lejos quedan sus tiempos de fortaleza defensiva ante los escarceos de los piratas al servicio de la berbería. El faro enciende sus luces por la noche, pero hoy en día acoge un museo y no al tradicional farero que vivía en él ocupándose de su mantenimiento. Todo el entorno del castillo y el faro, completados por un auditorio al aire libre donde abundan los cines de verano y los espectáculos para los más pequeños, integran una pequeña zona verde que se mezcla con el paseo marítimo y convoca a muchos, visitantes o nativos, durante todo el año. Un rincón con un sabor especial y buena banda sonora: la del mar.
Roquetas de Mar, junto al Mediterráneo y ubicada a menos 20 kilómetros de Almería capital.
Vistas desde una terraza en una recién nacida avenida de Suramérica.
Cercana e intimidante, la Sierra de Gádor.
El faro de Santa Ana, uno de los iconos de Roquetas de Mar.
El castillo de Santa Ana, o de las Roquetas, junto al auditorio al aire libre.
Soluciones al estilo griego todavía en el siglo XX.
Un espacio ajardinado nos conduce al faro de Santa Ana.
Castillo de Santa Ana, o de Las Roquetas, actual edificio de usos municipales en cuyo exterior se ha habilitado un museo de escultura al aire libre y se ha acondicionado un teatro también al aire libre al estilo de los griegos y romanos.
El castillo de Santa Ana se construyó en el siglo XVII, su objetivo era defender el pequeño enclave pesquero de las razzias berberiscas y su extensión era mucho mayor de lo que nos ha llegado. A continuación, un buenvídeo de Rangaex2 subido a Youtube para profundizar en el entorno del gran vestigio histórico local.
Una de las esculturas del museo al aire libre de Roquetas, con temática de amores de pareja.
Las Salinas, o de los Baños, la otra gran sucesión playera de Roquetas de Mar pueblo, porque le siguen la de Los Bajos o El Rompidillo y la de la Romanilla durante más de cuatro kilómetros. Hermosas perspectivas de las cercanas montañas de la Sierra de Gádor donde merece mucho la pena perderse con la bicicleta. Esta playa urbana es la más concurrida en bares y restaurantes.
El faro de Santa Ana ilumina una noche estival.
El entorno del castillo y del faro es una de la zona favorita por los lugareños y los veraneantes para pasear o tomar el fresco que llega del cercano Mediterráneo. En la imagen, una pareja descansa en uno de los bancos cercanos al faro.
El extenso paseo marítimo que, arrancando a la altura de la playa de la Bajadilla y vertebrado junto a la avenida de Suramérica, profundiza en Roquetas Urbanizaciones, una extensa sucesión de hoteles y residencias turísticas que uniforman y despersonalizan todo pasado pesquero rural.
Otra vista.
Más del paseo marítimo, agradable balcón al Mediterráneo.
Playa de la Bajadilla. Con su 1,3 kilómetros de extensión quizá sea una de las que más bañistas convoque. Pero realmente está muy bien.
Playa de la Bajadilla.
En pleno meollo Mediterráneo. Es un baño panorámico con vistas a la Sierra de Gádor.
Atardecer playero. Se acerca la hora de los pescadores...
En las afueras se pueden contemplar buenas raciones de los afamados viveros de Almería, quizá más célebres en El Ejido... Pero Roquetas no queda nada lejos. Ciudades de plástico donde se optimiza al máximo la producción agrícola.
A lo lejos, el faro y una antena de comunicaciones de Punta Sabinar, un espacio natural protegido por la riqueza medioambiental que crece en las aguas de sus charcones.
Punta Sabinar, también Punta Entinas, es de hecho una Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA). Los flamencos se encuentran entre sus grandes inquilinos. Al fondo, el casco urbano de Roquetas de Mar.
Emblemática rotonda de acceso al puerto pesquero, la zona del castillo y la avenida que conduce a la zona de urbanizaciones.
Y esta es la visión oficial y corporativista...