Cabeza Líjar. Ubicación geográfica aproximada de este monte de 1822 metros en cuya cima concluyen Madrid, Ávila y Segovia. Un pico de frontera que protagoniza muchísimas rutas senderistas (fundamentalmente) en la Comunidad de Madrid. O al menos con salida en el Alto del León que separa Madrid y Castilla y León. La cima de Cabeza Líjar tiene una marcadísima personalidad propia en la medida que resulta inconfundible por el búnker de la Guerra Civil transforado en refugio y coronado por un mirador. La ruta se extenderá durante unas cuatro horas a un paso medio y con paradiñas. La longitud, sobre los 10 kilómetros y más o menos circular. [mapa VíaMichelín]
Vistas de Madrid desde uno de los salones del Restaurante Asador Alto del León, un buen sitio para tomar un último café, para entrar en calor después de una ruta invernal, para refrescarse después de una veraniega... y un destino culinario muy muy famoso. Sus fogones son célebres y funciona mucho con reservas.
Alto del León. Kilómetro 0 de la experiencia senderista que aquí se aborda. Un vistazo atrás nos regala una visión del monumento al león que corona este Alto del León, Alto de los Leones o de Guadarrama. Una inscripción en latín nos dice: "Fernando VI, padre de la Patria, hizo el camino para ambas Castillas por encima de los montes, el año de nuestra salvación 1749, IV de su reinado".
En los alrededores del restaurante, extrañas edificaciones triangulares con usos ganaderos... Posiblemente vestigios de la Guerra Civil.
Comenzamos a caminar. Detrás queda el Alto del León. A la izquierda se aprecia la gran torre de ventilación de los túneles del Guadarrama, que pasan justo por debajo.
Una cruz coronando un risco. Acaso un recuerdo a los caídos durante las batallas bélicas que tuvieron lugar por estos pagos. El Alto del León, La Gamonosa y Cabeza Líjar formaron parte del frente de batalla del bando sublevado frente al fijado por las tropas de la República en La Jarosa, el cerro de los Alamos Blancos y el Cerro de Salamanca.
Tras el restaurante, junto a la pista que lleva en dirección a Peguerinos, contemplamos este gran ejemplo de búnker de la Guerra Civil.
Instalaciones militares, todavía en uso, del ejército del aire. Que no nos asusten los carteles que nos avisan que caminamos junto a una zona militar. O su doble y densa alambrada.
Un cartel nos indica que vamos en dirección a Peguerinos. La pista por la que caminamos, magníficamente asfaltada por el lado castellano leonés y levantada en su mayoría en el madrileño, es una vía de comunicación que conectaba esa localidad abulense escondida entre montañas con el Alto del León. Y lo hacía a través de los altos de El Carrascal y el Collado de la Mina (1.710 metros), que realmente es una misma subida de más de 16 kilómetros con un descansito entre medias. Siendo La Mina uno de los pasos montañosos más altos de la Sierra del Guadarrama, e incluso habiendo formado parte del recorrido de unas cuanta Vueltas a España (1986, 1987, 1989, 1990), se podría decir que esta transitada pista forestal ha desaparecido... aunque quien sabe, quizá por el momento.
Empedrado debajo del asfalto...
Caminando sobre la nieve. Justo tras pasar un paso canadiense abandonamos la pista principal para coger un camino ascendente hacia la derecha, en busca del Cerro de la Gamonosa, también conocido como Cerro Piñonero. Todo está perfectamente indicado con postes y pintadas. Esa valla que nos acompaña a la derecha delimita "la muga" entre Madrid y Segovia.
Cualquier vistazo atrás en nuestra subida nos regala hermosas vistas de las tierras madrileña y las cadenas montañosas próximas. Y Contrastes también.
Las primeras nieves del otoño de 2013 se han dejado notar...
Un caminante observa el entorno desde la cumber del Cerro Piñonero o de de La Gamonosa. Estamos a algo más de 1.600 metros. Su ubicación y su entorno le convirtió en un valorado enclave durante la Guerra Civil como puesto de observación. En las cercanías, de hecho, se conserva un puesto que hoy en día tiene usos de vigilancia forestal.
Un senderista prepara su bastón para caminar por una nieve mucho más compacta mientras observa, al fondo, esa estilizada cumbre que es Cabeza Líjar, el punto más alto del montañoso término municipal de Guadarrama.
Por La Gamonosa. Desde luego las vistas sobre los valles próximos son espectaculares. Hasta se aprecian perfectamente las cuatro mastodónticas torres que afean el 'skyline' de Madrid. Por estos pagos caminaron algunos de los pioneros del montañismo en España. Y también dos importantes excursionistas científicos alemanes en el marco de dos años de exploraciones por España mediados el siglo XIX: los hermanos Alfred y Reinhold Brehm.
Las nevadas y las ventistas han "engordado" y "camuflado" los alambres de espino del límite provincial.
Con Cabeza Líjar al fondo, protegida por unas inoportunas nubes, descendemos hasta el collado de la Gasca, a 1.600 metros, un lugar junto al que pasa la pista forestal que lleva a Peguerinos y en el que cambiaremos el suelo de Madrid por el de Segovia tras cruzar una puerta metálica. Que no nos sorprenda encontrarnos con corredores de montaña ligeros de ropa que nos saludan simpatiquísimamente y nos dicen, pongamos por caso, que vienen desde El Escorial. Máquinas.
Vistas de todo el entorno de La Jarosa (otro de esos lugares que bien merece una excursión) desde los privilegiados 1.600 metros del Collado de La Gasca.
Gran cantidad de nieve acumulada junto al ahora muro de piedra que separa Madrid y Segovia. Estamos llegando a la zona que más dificultades presenta de toda la ruta, pero únicamente por las pendientes. Las zonas de bosque y vegetación quedan atrás y entramos en una fase en la que nuestra escolta son las agrupaciones rocosas.
Madrid, visto desde suelo segoviano con un contraste majo y una nube en ciernes.
Carámbanos en una roca...
Un senderista afronta uno de los tramos más empinados de toda la ruta.
Más cerca de la cumbre. Como se aprecian... muchas piedras de muchas formas.
Pues sí hay nieve, sí, en este punto. Placentera sensación la de ir "abriendo camino". Hay que señalar que esta ruta no plantea especiales dificultades, más allá de las intrínsecas que exige siempre la montaña en la particularidad de cada estación. Los senderos están bien marcados (quizá la ventisca pueda disimular alguna señal en alguna piedra), son de fácil intuición y suelen estar pisados... porque es ésta una ruta clásica de la Sierra de Madrid.
Enormes rocas expuestas a los elementos con siluetas que evocan a la isla de Pascua. Rocas de granito y gneis muy comunes en la Sierra y que, tapizados por musgos y líquenes, marcan la esencia de sus laderas y zonas altas, como ya contó en uno de los primeros estudios físicos y geológicos el geólogo Casiano del Prado. Que por algo estuvo el hombre ocho años recorriendo la Sierra a lomos de una mula.
Alcanzando una importante concentración rocosa en las cercanías de la cumbre.
Equilibrio rocoso.
Restos de una edificación, posiblemente con una motivación bélica duranta la Guerra Civil. La contienda tuvo en esta zona, creánlo, un frente de guerra. Más allá de colores, lados o bandos imagínense los inviernos, los vestuarios de la época y las fatigas de los seres humanos...
Abandonamos el suelo segoviano por un roto en el muro para regresar al de Madrid y afrontar la última parte de la ascensión. La ventisca nos va a coartar las panorámicas, pero le da encanto a la ruta.
Una piedra con un lateral tomado por carámbanos moldeados por el viento (que suele soplar de vez en cuando) nos avisa, gracias a las señales pertinentes roja y blanca, de que vamos por el buen camino.
Una abertura entre tanta piedra... parece una cueva.
Acercándonos a la cumbre de Cabeza Líjar.
Entorno completamente nevado. Aquí la ventisca está consolidando el manto blanco. Lo mismo podríamos hacer pasar la instantánea como tomada en una excursión por otras latitudes nórdicas....
Formas caprichosas, poses curiosas y mucha mucha nieve. Al fondo, el muro de piedra que se levanta entre Madrid y Segovia.
Otra señal indicativa.
Cabeza Líjar. Cumbre. Atípica por contar con esa estructura, que realmente es un mirador sobre el entorno de los mejores que hay en la Sierra. Estamos a 1.812 metros, pero la ventisca y la niebla no nos van a dejar disfrutar de las panorámicas. A la izquierda, el vértice geodésico. Y bajo el mirador, un búnker de la Guerra Civil.
Un poste junto a la cumbre nos recuerda que estamos en la ruta de Cabeza Líjar.
El búnker de Cabeza Líjar, realmente punto de observación y fortín transformado hoy en día en refugio, y el vértice geodésico. Cuando no existían ni uno ni otro esta montaña en cuya cumbre confluyen las provincias de Segovia, Ávila y Madrid ya era destino favorito para muchos protomontañeros del siglo XIX. Entre ellos, excursionistas alemanes que vivían en Madrid y que veían en la sierra lo que no veían los locales hasta algunos años después.
Escalones completamente congelados.
Vistas desde el interior de un refugio donde se agradece cierto calor, pese a que el ambiente sea húmedo. Reemprendemos la marcha.
Una vista atrás de todo el conjunto de la cumbre de Cabeza Líjar mientras descendemos. En unos metros vamos a pasar al otro lado de la alambrada para entrar en suelo abulense.
Limite provincial entre Madrid y Ávila. Tras un rápido descenso, pese a que el sendero está bastante oculto por la nieve (hay unos pilotes de madera que nos guiarán sin mayor problema) llegamos al Collado de la Cierva (o de La Mina), donde salimos a la pista asfaltada que sube desde Peguerinos y que al llegar al límite con Madrid se convierte en pista de tierra.
Así es la pista que viene desde Peguerinos... y entre la nieve se intuye la calidad del asfalto.
A punto de cruzar el paso canadiense que separa Ávila de Madrid. Vamos a seguir por la pista pricipal que une Peguerinos y el Alto del León para nuestro retorno al punto inicial. Una ruta de poca pendiente desde este punto.
Este cartel nos recuerda que caminamos por el llamado Collado de la Mina, que recibe su nombre de las explotaciones de wolframio que había por aquí. A mano derecha, una cantera a cielo abierto refuerza el concepto. La mina original, su boca de acceso, está unos metros ladera abajo abandonando la pista.
Pasando junto a la cantera en un entorno muy muy nevado.
La cantera que, erróneamente, se piensa que bautiza al collado como "de La Mina".
Buena ruta y cómoda. Y con encanto por estas primeras nieves. La Sierra de Madrid es maravillosa.
Formaciones pétreas junto a la pista del Collado de la Mina
Vistas del entorno boscoso desde la pista. Caminamos por una zona conocida como La Pinosilla.
Llegamos al Collado de La Gasca, allí donde nosotros cruzamos al otro lado tras bajar por un sendero junto a ese muro de piedra que se ve. Nosotros seguimos por la pista principal.
Acercándonos al Alto del León. El pino silvestre es un gran compañero de aventuras. Y el rey de estos pagos.
Una construcción junto al camino allí donde la ruta describe un par de curvas de herradura.
Aprovechamos un cortafuegos para acortar y evitar el zig zag que traza la pista. Al fondo, Guadarrama. Una imagen muy chula, ¿verdad? Imagínense en directo.
Llegamos al punto donde abandonamos la pista al principio para subir hacia el Collado de La Gamonosa (hacia la izquierda). En días de nieve es un sitio que tiene su público por tranquilo y accesible para traer a los chicos a conocer la nieve.
La antena de las instalaciones militares, fantasmal sobre las copas de los árboles por la neblina.
Y sin árboles también es fantasmal... Estamos a punto de llegar al punto inicial. No tiene pérdida. Una ruta muy placentera y recomendable que parte desde uno de los históricos pasos naturales de la Sierra de Guadarrama.