Comillas. Un pueblo con resonacias universitarias y ecos de marquesado que se asienta entre tres colinas: Sobrellano, Coteruca y La Cardosa. Variadísímo. Su casco urbano "toca todos los palos": tenemos casas solariegas con varias centurias, tenemos mansiones de finales del siglo XIX y principios del XX, tenemos miradores, tenemos palacios, tenemos parques públicos panorámicos, tenemos toques renacentisas, también los hay (y abundantes) modernistas... Comillas es un punto de encuentro de tendencias aderezado por unos entornos de gran plasticidad. Aunque el empujón definitivo se lo pegó la aportación económica nacida de los prósperos negocios de Antonio López y López. Nada chirría. O al menos ya no a estas alturas.
Comillas. Una vista de su disperso casco urbano de los márgenes de la CA-131, una carretera que en su conversión en travesía (avenida Manuel Noriega) cuenta con aparcamientos (buenos sitios para dejar el coche y caminar hacia el centro) allí donde se encuentran la urbanización El Carmen y el barrio Velecio.
Viviendas con mucha personalidad en el bario Velecio.
El palacio de Sobrellano, coronando la colina homónima, al fondo de entre tanta casa.
Casonas muy interesantes en la urbanización El Carmen.
Entrada al Seminario Pontificio, antigua Universidad Pontificia. Inició su actividad en 1890 y gran parte de su alumbramiento hay que agradecérselo, cómo no, a la filantropía económica de los dos primeros marqueses de Comillas, Antonio López y López y su hijo Claudio López y Bru. El antiguo campus cántabro ya no acoje docencias universitarias, trasladadas todas a Madrid y provincia, sino la labor divulgativa prolengua castellana de la Fundación Comillas.
A través del verdor y de los árboles de esa fertil franja de esparcimiento que es el parque de Sobrellano, así a secas, se intuye el palacio de Sobrellano, a cuyos pies se extiende este espacio verde de la urbe de Comillas.
Palacio de Sobrellano. Otro de los iconos de Comillas. Antigua residencia "marquesal" y actual espacio museístico y sede de todo tipo de actividades culturales.
Accesos al Palacio de Sobrellano desde la calle Marqués de Comillas. Que no asuste ese recinto de vigilancia: acceso gratuito al exterior de todo el recinto.
Palacio de Sobrellano. Una panorámica del serpenteante pero ancho acceso... desde luego concebido para carruajes.
El Palacio de Sobrellano. Un encargo de Antonio López, Márqués de Comillas, con la firma del genial arquitecto catalán Joan Martorell. Este palacio recibe su nombre de la colina en la que se asienta, una de las tres que moldean el casco urbano de Comillas. El marqués no pudo disfrutar del encargo. Los trabajos concluyeron en 1888 y él falleció un lustro antes.
Varios visitantes se relajan en los acceso al Palacio de Sobrellano. En esta imagen se aprecia mejor su recargada apuesta ornamental. ¡Así se las gastaban los estilos de influencia "neo" de finales del siglo XIX! Aquí disfrutamos un neogótico.
El mastodóntico conjunto del Seminario Pontificio, asentado en lo alto de una colina vecina, La Cardosa, contemplado desde la explanada que se extiende ante los acceso del Palacio de Sobrellano.
Viviendas en la avenida Marqués de Comillas, la que forman el barrio de La Ortegona, y el parque de Sobrellano, contemplados desde la posición anterior.
El casco urbano de Comillas. Barrios de Velecio y La Peña. A la izquierda se intuye esa mansión de hechuras británica, digna de una peli victoriana, conocida como Casa del Duque.
Accesos al recinto del Palacio de Sobrellano y su Capilla-Panteón desde el entorno de El Capricho de Gaudí.
Detalle de los accesos a Sobrellano, otro espacio de Comillas que lleva la firma de su marqués. Poderoso caballero es don dinero. Y Antonio López amasó mucho.
Junto al Palacio de Sobrellano, y aunque pueda parecer una pequeña iglesia, y de hecho recuerde a la Iglesia del Buen Pastor de Donostia pero a escala, encontraremos esta particular construcción: la capilla-panteón del Palacio de Sobrellano. La capilla, de hecho, es anterior al resto del palacio. Siguiendo diseños de Joan Martorell, fue construida entre 1878 y 1881, cuando fue consagrada. Aquí descansan los restos del primer Marqués de Comillas Antonio López López, así como de su primogénito Antonio López Bru o su hija María Luis López Bru, entre otros familiares. La Capilla-Panteón, primer edificio modernista de Comillas.
Acercándonos al casco urbano por la calle Marqués de Comillas, dejados a la derecha los accesos al palacio de Sobrellano (hay otros, más adelante, justo antes de alcanzar la Casa Ocejo y el nacimiento del Paseo Estrada, donde desemboca la calle Marqués de Comillas) llegamos a esta pequeña edificación en cuyo exterior aparece la inscripción "H. Anita". ¿Un antiguo hostal? Lo ignoramos. Pero su planta es agradecida pese al descuido.
Casonas en Comillas.
Casa Ocejo. Vista desde la calle Las Infantas de su fachada más recuperada. Tanto bermejo engaña: estamos ante una casona de indiano prototípica. Y gigantesca. El Marqués de Comillas, que no podía faltar tampoco en esta fiesta, la compró para su señora madre, aunque la familia la acabaría usando como lugar de verano antes de posteriores inversiones inmobiliarias en la zona. En 1881, invitado por el marqués, el monarca Alfonso XII se hospedó aquí durante sus vacaciones, una circunstancia que motivó la puesta en marcha de una serie de adecuaciones y engalanamientos.
Casa Ocejo. Vista desde la confluencia de la calle de los Arzobispos y el Paseo Estrada. En el municipio presumen que Comillas fue por un día capital de la nación, ya que el 5 de septiembre de 1881 se celebró en esta vivienda un consejo de ministros.
Detallito heráldico sobre el floreado balcón de madera de una de las casonas-palacetes de la plaza del ayuntamiento nuevo o la de la Fuente de los tres caños.
Recuerdos, souvenirs, gifts... con un rollete vacilón y trasgresor.
Comillas monumental. Casas enjudiosas. Vistas desde los alrededores de la fuente de los Tres Caños.
Fuente de los Tres Caños, con el ayuntamiento nuevo al fondo. Por partes. Esta fuente-farola de carácter ornamental y monumental lleva la firma de Lluis Domenech i Montaner y le recuerda al respetable dos hechos históricos: que Joaquín del Piélago, otro hijo de villa con posibles, financió la primera red de agua potable; y por otro lado, no por ello menos importante, que Comillas fue el primer pueblo de España que disfrutó de alumbrado público. El consistorio, por su parte, alberga esta función desde relativamente hace poco: fue en 2003 cuando pasó a ocupar la sede de la alcaldía. En su genésis, sin embargo, las motivaciones eran bien diferentes: una escuela gratuita para niños que gestionaba una congregación religiosa.
Comillas. Vista desde los soportales del ayuntamiento de la fuente de los Tres Caños y de la Casa Ocejo.
Niños jugando en la plaza del Ángel, otro espacio abierto junto al ayuntamiento nuevo. En el centro, unas instalaciones sanitarias. Al fondo, sobre el tejado, se aprecia la torre de la iglesia de San Cristóbal. En esta vertiente del ayuntamiento, por cierto, se encuentra la oficina de turismo municipal. Con personal muy agradable y diligente, por cierto.
En la plaza del Ángel encontraremos esta escultura que atribuyen sin mucha seguridad al escultor Josep Llimona.
Otra de las muchas bellas casonas que adornan el inclasificable casco urbano de Comillas.
Una terracita en otra vivienda de fachada muy cántabra en la plazuela Fuente Real, un espacio abierto junto al Paseo Estrada (nombre de la travesía de la carretera CA-135 que lleva hasta Cabezón de la Sal) desde el que se accede a uno de los grandes atractivos turísticos de Comillas: El Capricho. La entrada asciende a 5 euros. Si merece o no la pena queda al criterio personal de cada visitante.
Plazuela Fuente Real. Una furgoneta de una empresa de productos típicos cántabros permanece aparcada en doble fila mientras hace su reparto. Este hecho no tiene especial interés pero sí la marca, con una tercera generación familiar al frente: Casa El Macho. Si tienen la oportunidad, disfruten de sus sobaos. De los mejores que hemos probado.
El Capricho. Vista trasera. Si algo hace especial a este monumento con respecto a otros no es su estética, que también, sino la identidad de su autor: Antonio Gaudí. De un primer Gaudí, hay que decir. El arquitecto tarraconense no trabajó mucho fuera de Cataluña, apenas unas pinceladas en Astorga, en León y la mayoría aquí en Comillas.
El Capricho. Torre coronada por una bulba. ¿Qué hace aquí este castillo de cuento? Bueno, la historia de este palacete nos vuelve a dirigir al Marqués de Comillas, aunque no a él directamente. Máximo Díaz de Quijano, cuya hermana era cuñada del marqués y a través de esa vía familiar y algún que otro negocio indianole llegó la relación, se construyó esta casita de campo. Y el contacto del arquitecto le llegó gracias al marqués, todo un nombre en la industriosa Barcelona de finales del siglo XIX.
El Capricho. Setos con flores ante un primer cuerpo en piedra de la construcción con ventanas muy de cuento y ladrillos (un revestimiento) muy marcados. Gaudí es una personalidad en la que importan mucho los detalles, por eso resulta delicioso descubrirlos y degustarlos. Y de la suma de los detalles, la excelencia para los sentidos.
El Capricho de Antonio Gaudí. Una vista con más perspectiva de todo el recinto. ¿Una casita de cuento? ¡Sin duda! Frente al palacete, estilo neomudéjar reinterpretado por el genial maestro de Reus. A sus pies, un espacio con forma de herradura que hoy en día se usa para presentaciones y actos (alquilable, ojo empresas que quedáis como Dios), de ahí tantas sillas. No es casual ni la disposición ni la forma.
El Capricho de Gaudí. Columnas con capiteles de inspiración vegetal. Un giro de tuerca sobre otras apuestas estéticas históricas. Gaudí, siempre más allá. Viva la curva, viva el movimiento.
El Capricho. Azulejería con motivos vegetales y con girasoles. Estos segundos son la decoración más recurrente de todo el conjunto. Sacamos de un folleto turístico la siguiente información: "Las baldosas de cerámica del exterior tienen una medida de 15x15 centímetros. Gaudí utilizó esta medida como unidad genérica de producción".
El Capricho. Solución ornamental con grafías geométricas (y a lo mejor, siendo Gaudí crípticas) en una ventana que ignoraría el uso más tradicional de una secuencia de dovelas.
El Capricho. Una vista del perfil del edificio visto desde el suelo. Base de piedra. Cuerpos superiores de ladrillo. Y mucha, mucha curva. O a menos ruptura con lo rectilíneo en una concepción más pura.
El Capricho. Unos de sus numerosos visitantes (las fotos sin "figurantes" son un apreciado bien en función qué fechas, ahí queda el aviso) comprueban la comodidad de los sorprendentes bancos integrados en la rejería protectora de los balcones de la planta calle, que por el desnivel del terreno tienen algo de altura sobre el suelo. Banco-barandilla al poder. Este tío era un puñetero genio.
El Capricho. Interior. A Gaudí también le obsesionaban los acabados interiores y el mobiliario. Y un paseo por la casa nos confirma su nivel de detallismo.
Decoración de los azulejos de una de las habitaciones de la primera planta de El Capricho de Comillas.
Otra visitante disfrutando de los bancos-barandilla.
Segunda planta. Mobiliario diseñado por Gaudí. Posiblemente estemos ante una reproducción, no un original.
El Capricho. Planta superior. Ventanas. Vista interior.
La torre de El Capricho, con algo más de detalle. El que nos permite estar en la terraza de El Capricho. No muy grande y con un acceso no apto para personas bien entrada en carnes, todo hay que decirlo.
Espacios ajardinados en los alrededores de El Capricho. Gaudí ideó espacios poco uniformes y no dudó en hacerse eco de una costumbre de la época: la del gusto por las cuevas y las oquedades rocosas. En los alrededores incluyó una.
El Capricho. Una escultura en bronce de Antonio Gaudí nos presenta al genio en posición relajada observando su obra. Otra meca para los fotógrafos y los posados familiares. Un punto y final para esta visita. Desandamos nuestros pasos y volvemos a los entornos del ayuntamiento Nuevo de Comillas.
Corro Campíos, otrora la gran plaza central de Comillas, un lugar donde convivían los queridos y seguidos juegos de bolos, los bailes y festejos y las relaciones sociales de tasca y partida de cartas.
Corro Campíos. La plaza no presente la típica forma rectangular y perfecta, sino que es un gran espacio despejado de edificaciones donde no faltan plazuelas o claros que parecen añadidos. Casona de lujo la que se aprecia al fondo. ¿De lujo? Se trata del lateral de ayuntamiento antiguo.
Iglesia de San Cristóbal. El gran templo de Comillas. Nacido de una escisión, la protagonizada en el siglo XVII por muchos parroquianos que estaban molestos con el administrador del Duque del Infantado y su caprichosa idea de asegurarse unos asientos de manera permanente en la anterior iglesia, la que hoy ocupa el cementerio municipal. ¿Qué hicieron los lugareños? Un ahí te quedas en toda regla: partiendo de la base de la pequeña ermita de San Juan construyeron al lado un nuevo templo. Les llevó años, porque comenzaron en 1648 y el cabreo con el Duque se remontaba a tres décadas antes, pero con trabajo colectivo y comunal concretaron su escisión con esta sencilla muestra. Porque es sencilla. Pero notable en cuanto a valor. Uno de los primeros casos históricos de revolución exitosa del pueblo llano.
San Cristóbal. Una de sus puertas, la Sur, de aires barrocos tardíos. Una inscripción nos dice que se construyó en 1713.
San Cristóbal. Puerta Norte. La principal y más importante del templo. Es el acceso desde la plaza de la Constitución. Los escudos de Castilla y de Comillas presiden la zona superior, mientras una figura del santo titular del templo descansa en una hornacina. Este San Cristóbal es relativamente joven (con respecto a la iglesia): es obra del escultor Jesús Otero, natural de Santillana del Mar. La iglesia, en su interior, custodia al veneradísmo Cristo del Amparo. Y también, fíjense en el siguiente vídeo, a una talla de la Vírgen iluminada con LED. Verídico este comentario escuchado a la salida: "Es la Virgen del LED".
La plaza de la Constitución de Comillas, uno de los espacios más atractivos y con más sabor, contemplada desde los soportales del ayuntamiento viejo.
Tinita. Un comercio, un colmado, unos ultramarinos. Calle Sánchez Movellán. De toda la vida. Productos típicos. Puede que con un perfil turístico, no lo negamos. Pero no exclusivamente. Ni mucho menos.
Plaza de Ibáñez. Coquetísima.
La antigua Universidad Pontificia, contemplada desde el interior del casco urbano de Comillas. En el entorno de la plaza Ibáñez seguimos.
El Sagrado Corazón. Un día llegó Alfonso XIII (ojo con muchos folletos, que erróneamente hablan del padre) y consagró España al Sagrado Corazón, momento en el que comienza a surgir monumentos y reseñas monumentales por toda la geografía. La de Comillas llevó la firma económica del segundo Marqués y se ubica en una zona que en el municipio conocen como La Peña. Muy cerquita de la plaza Ibáñez, por cierto. Arriba la izquierda, la Casa Rectoral. Esta escultura no es la original, ya que aquella fue dañada durante la Guerra Civil. Y según acabó la contienda, ya se sabe, siempre había dinero para arreglar ciertas cosas antes que solucionar muchas carestías.
Vista de la plaza de a Constitución desde la plaza Ibáñez. La tienda de la parte baja es la antes mencionada Tinita.
El ayuntamiento viejo de Comillas, bonita construcción del siglo XVIII en la que destacan los escudos familiares de algunos de los arzobispos nacidos en la villa. A Comillas, qué cosas, tal es la cantidad, que la conocen como la villa de los Arzobispos.
Casonas en la plaza de la Constitución.
Empedrado medieval... o casi.
Comillas. Plaza de la Constitución.
Plaza de la Constitución. Al fondo, iglesia de San Cristóbal y ayuntamiento viejo. Entre estos dos referentes, a mano izquierda, encontramos la calle-espacio urbano que nos deja inmediatamente en Corro Campíos.
Caminando entre la plaza de Constitución y el Corro San Pedro
Corro San Pedro. En la parte más alta de la ciudad. Zona de grandes pendientes con varias viviendas muy lustrosas.
Corro San Pedro. Menudo vergel de fachada en el edificio que acogía el antiguo parador, después conocido como Hotel San Pedro y actualmente curiosísima tienda de artesanía conocida como Las Molucas.
Casona del siglo XVIII que llama la atención por su balcón volado y su gran escudo heráldico. De las más impactantes de Comillas. Seguimos en el Corro San Pedro.
Corro San Pedro. La plazuela en sí.
Comillas. Caminamos por la calle Calvo Sotelo. Calle de Lamoria.
Curioso esgrafiado en la fachada de una vivienda cercana a la calle Calvo Sotelo.
Bestial. Dan ganas de quedarse a sobar al menos una noche. Fonda Colasa, local mítico de la cocina cántabra, uno de los primeros restaurantes españoles que logró una de esas mediáticas estrellas Michelín, en tiempos en los que la comida era más comida que estética y postureo. Poseedora de una estrella nada menos, seguía apareciendo en la Guía Michelín dos años después de haber echado el cierre.
"Alabado sea el santísimo". Detalle de una vivienda de Comillas. En la calle Calvo Sotelo. Estamos en la parte más alta de la ciudad y el casco urbano comienza a difuminarse en su camino hacia Santillana del Mar.
Comillas. Entornos de la ermita de Santa Lucía, hacia la que vamos. En esta zona abundan las casas aisladas rodeadas de pequeñas propiedades de terreno. En la imagen, Villa Quieta de Santa Lucía.
Comillas. Una visitante observa la puerta de la Casa Moro, popularmente conocida como Puerta de los Pájaros. ¿Adivinan el autor? Efectivamente, Antonio Gaudí. El paso principal es para los carros y coches, el otro para los humanos... y el más pequeño para los pájaros. De ahí su nombre.
Casas bestiales en el entorno de Santa Lucía, privilegiadas atalayas con margen de salvación en caso de tsunami en el Cantábrico.
Ermita de Santa Lucía. Y mirador. Aquí acudían los pescadores antes de echarse a la mar. En esta zona existían puntos de vigilancia y observación para estar al tanto de los movimientos de las ballenas. Comillas fue durante muchos siglos un puerto ballenero de referencia. De hecho fue el último puerto cántabro que mantuvo esta actividad.
Mirador de Santa Lucía. Espectaculares vistas sobre la playa de Comillas y su puerto pesquero. Un lugar realmente muy agradable.
Desde el mirador de Santa Lucía también podremos observar el monumento al Marqués de Comillas y, más lejos aún, aunque no tanto (hablamos de distancias muy relativas), el cementerio municipal.
Dejamos atrás el mirador de Santa Lucía (se intuye al fondo su campanario) con rumbo hasta el parque del Marqués de Comillas. Al poco, en una zona donde la ladera de un antiguo monte hoy tomado por actuaciones urbanísticas está cruzada por lo que parecen viejos caminos y hoy son paseos acerados, vemos este pequeño faro.
Urbanizaciones en las inmediaciones de la playa de Comillas.
Una transición entre viviendas y urbanizaciones, con una buena actuación reformista, puede convertirse en la mejor de las plazuelas con un grandísimo mirador. Y este es un ejemplazo.
Construcciones en Comillas con el Cantábrico al fondo. Muchísima segunda residencia vasca, fundamentalmente vizcaína pero no solo.
Las playas de Comillas, observadas desde el parque del Marqués de Comillas. Otro lugar despejado de ubicación privilegiada y panorámicas sobre el entorno muy interesantes.
Monumento al Marqués de Comillas, presidencias en una loma cercana al puerto pesquero y otro de los lugares de paso obligados en esta villa cántabra. La motivación de esta obra no es otra que la de agradecerle al marqués sus esfuerzos e inversiones en su pueblo natal. Y como hemos visto, fueron unos cuantos.
Monumento al Marqués de Comillas. Entre Lluis Domenech y Cristóbal Cascante proyectaron esta obra allá por 1889. En lo alto, Antonio López, observa al Cantábrico, una alegoría de sus negocios navieros que tanto dinero le aportaron... Y que de hecho le aportaron hasta el título de marqués.
Numerosos relieves y elementos ornamentales en la columna donde se asienta la escultura del marqués de Comillas. Hay referencias a los negocios del marqués y a elementos típicos, propios e intrínsecos a Comillas.
Una vista desde el parque que no es el mar... más bien es de cine: Casa del Duque o, simplemente, El Duque. No deja indiferente esta vivienda. En absoluto.
Disfrutando de un descanso a la espalda del Marqués y con el Cantábrico en el horizonte...
En la calle Costanilla de la Cruz, en un paraje conocido como Prado de San José, que realmente es la parte más alta de un cerro cercano al Cantábrico... El Duque. Vivienda de influencia británica que se construyó entre 1899 y 1902 para el Duque de Almodóvar del Río, de ahí su nombre. Desde luego es una de las estéticas con más personalidad de todo Comillas.
El Duque. Una casa, realmente palacete con todas las letras, concebida por Francisco Hernández Rubio.
Comillas. Puerto y parte observados desde el paseo Juan Martínez de Noriega.
Casona en la Calle del Prado.
Calle del Prado.
Por el casco urbano de Comillas...
Calle la Peña. Al fondo, la antigua Universidad Pontificia.
Cementerio de Comillas, uno de los atractivos turísticos del municipio. Y es que cuando llegan las festividades de Todos los Santos y los medios de comunicación recurren a esos reportajes sobre cementerios peculiares dignos, por lo que sea, de visita, el de Comilla suele ser uno de los habituales. Las múltiples variables del necroturismo. Así es la vista desde los alrededores del parque que rodea el Monumento al Marqués de Comillas.
Cementerio de Comillas... Y su ángel siempre una icónica referencia. Gran trabajo el de Ángel Llimona.
Accesos al cementerio de Comillas, bastante frecuentado. Este camposanto presenta la particularidad de que allá por el siglo XIX se desarrolló entre los restos de una iglesia de entre los siglos XV y XVI que, tras ser abandonada en cuando a uso, derivó hacia la ruina. El arquitecto barcelonés Lluís Domènech i Montaner, que antes había dirigido otros trabajos en Comillas, dio otra pincelada de su estilo modernista diseñando una ampliación allá por 1893.
Cementerio de Comillas. Otro barcelonés, Josep Llimona, esculpió esta escultura (instalada en 1895 en su privilegiada situación en lo alto de un muro, como protegiendo todo el camposanto) que se convertiría en uno de los iconos no ya de este recinto, sino de la población entera. Al menos en términos turísticos. Su nombre, El ángel exterminador. Abadón, según le nombran las Sagradas Escrituras.
Cementerio de Comillas. Interior. Si la iglesia estuviera en pie estaríamos viendo la zona de la Cúpula central.
El ángel exterminador de Llimona, armado con una espada, es también un ángel guardián. Concebido inicialmente para el enterramiento del primogénito del Marqués de Comillas (Antonio López y Bru falleció en 1876) éste optó por donarlo a todo el pueblo.
Cementerio de Comillas. Una vista general del recinto.
Comillas. Escudo municipal. Una de sus versiones: un barco que se acerca a un castillo. Teóricamente, reflejo heráldico de la aportación cántabra (con Santander, Castro Urdiales, Laredo y San Vicente de la Barquera al frente) a la conquista de Sevilla frente a los moros. De tal forma que por donde navegaría ese barco no sería otra cosa que un reflejo del río Guadalquivir. En otras versiones ese castillo es sustituido por una torre que se asemeja mucho a la Torre del Oro de la capital hispalense.