Lisboa, mil ciudades en una (2)

Gracias al elevador de Santa Justa (el billete, testimonial, te permite subir y bajar a lo largo de todo el día) nos plantamos en las tortuosas cuestas del Chiado (y eso que nos quitamos de en medio unas pocas), alucinamos por los modos de conducción entre esas pendientes, curveos y recovecos… y nos presentamos en otro mirador, el de San Pedro de Alcantara, un jardín abalconado con unas vistas preciosas de la Baja Lisboa, mejores a las que obteníamos desde el elevador.



La zona más alta del elevador; más arriba existe un restaurante que durante nuestro viaje a Lisboa estaba cerrado.


Unas vistas de vértigo de la Baixa.



Detalles ornamentales en los metales empleados en el elevador. Típico de comienzos del siglo XX.



Pequeña plaza en la que nos deja el elevador tras un breve paseo por una pasarela y los restos de una iglesia, la Iglesia do Carmo, que acoge un museo.


¿Se nota que estamos en el barrio más literario y filósofo de Lisboa?



Tranvía de corto recorrido, el de la Gloria, pero gran pendiente a superar. El otro punto de partida se encuentra en la Avenida de la Libertad.


Teatro da Trinidade.


Vistas desde el Mirador de San Pedro.



Dos turistas observan el panel explicativo en el que se indican qué es qué desde este punto en Lisboa.

Tras la parada, profundizamos el callejeo por el Alto Chiado y Sao Bento, y esa alternancia de fachadas lustrosas, modestas y señoriales, con rumbo a la Asamblea Nacional, la Basílica de la Estrelha y el parque anexo del mismo nombre. Por el camino, una pequeña parada en el parquecito de la Plaza del Príncipe Real, donde por 3,00 euros te puedes comprar una cerveza Sagres y dos botellas de agua mineral de graciosa marca: Caramulo.


Fachada llena de contrastes en el Barrio Alto.



Otra "muestra" de las intensas relaciones hispano-lusas durante la historia.


Un edificio junto a la Plaza del Príncipe Real de influencias orientales.



La sede del barrio del Partido Socialista. La izquierda tiene unos cuantos partidos con ciertos apoyos en Portugal.


Sucesión de pintorescas pequeñas fachadas. En unos pocos centenares de metros, siete números.



Una calle lisboeta.



Contrastes cromáticos en una escalinata junto a la sede de la Asamblea Nacional.



San Marcial, una calle del Barrio Alto.



Los aires neoclásicos de la sede de la Asamblea Nacional.


Polais de Sao Bento.



El típico empedrado presente por toda la ciudad.



Contrastes: un viejo Renault, junto a la Asamblea Nacional del siglo XXI



Un edificio del Barrio Alto.




Un buzón de correos lisboeta: tiene su encanto en la era del correo electrónico.


Precioso edificio en la calçada da Estrelha, con patio superior y varios comercios en la planta de calle.


La Basílica da Estrelha es visualmente fría; estéticamente poco recargada; en ella se nota que Lisboa es una ciudad en la que varios terremotos han destrozado edificios antiguos y, a la hora de levantar otros nuevos, se apuesta por una estética más funcional. Pero su interior sobrecoge, sobre todo por su enorme cúpula, la profusa decoración y el juego de luces que tiñe el interior. Una nueva parada, ya en el parque, disfrutando de los patos y sus chapoteos y dos buenos helados (en Portugal Frigo tiene el nombre de Ola!) y reiniciamos el paseo pensando dónde podemos comer.


Fachada de la Basílica da Estrelha.


Basílica da Estrelha.



Sobria, pero impactante: cúpula de la basílica.


Frondoso y acogedor Jardín da Estrelha, uno de los más transitados por los lisboetas.


Kiosko-biblioteca en el parque de la Estrelha, donde aquellos que lo deseen pueden disfrutar de un rato de lectura completamente gratuita acogiéndose a este servicio de préstamo.


Llegados a este punto podemos hablar de la opción, quizá no muy conocida, de las pastélarias, o pastelerías. Sorprende que haya tantas y que en la mayoría lo que menos hay son pasteles, que los hay. Es una opción muy económica. Se come bien, en plan plato combinado, pero eligiendo los alimentos. Los camareros son muy atentos: da la sensación de que se molestan entre sí por hacer las cosas, pero no paran. En todos los lados van igual: camisa blanca, pantalón azul marino de pinzas. Y hay locales en los que todos, absolutamente todos, llevan bigote. Y cuanto más espeso, mejor todavía.


Un café pringado, nuestro cortado; en Portugal el café, en cualquier sitio, es realmente delicioso.

Pastelária 1800, en Largo do Rato, un buen sitio para comer.

Un plato de salada de frango (ensalada de pollo) valía 5,50 euros. Otra de salmón, 5,90. Todo ello aliñado a la portuguesa, claro. Con una salada mista (tomate y fresco) y un par de refrescos, como nuevo. Es muy recomendable, aunque no guste el café, disfrutar de un café cortado, que en portugués se dice pringado. Es muy barato, normalmente 0,50 o 0,60 euros, y está exquisito, muy aromático. Una pastélaria que nos justó mucho fue 1800, en Largo do Rato, otra importante plaza lisboeta que abandonamos con rumbo a la zona de negocios y la popular plaza de Marqués de Pombal.


Un concesionario de coches de la calle Alexandre Herculano que bien podría haber sido un edificio de la 'Secesión' vienesa.


Estamos en rúa Braamcamp; se nota que andamos por la zona que aglutina las oficinas: el eje económico de la ciudad, en suma.

Escultura del marqués de Pombal visto desde la lejanía; habitual rotonda, durante nuestra visita acogía la salida y la meta del prólogo de la Volta a Portugal, que se desarrolló por la avenida de la Libertad.
La populosa Plaza del Marqués de Pombal, punto neurálgico de la ciudad, llave de entrada a la Lisboa baja y también en torno a donde se concentra la zona más de oficinas y negocios bursátiles. Desde Pombal, descendemos por la avenida da Libertade, una especie de Paseo de la Castellana, pero con una isleta central y muchísimas arboledas.
Esta avenida “muere” en la Plaza de Restauradores, preciosa y anexa a la estación de Rossio. Ya estamos en la zona del hotel. Antes de descansar un rato, nos coge de camino un local muy concurrido donde todos los visitantes se toman un vaso de ginjinha, una especie de licor bastante fuerte, pero muy digestivo.

Estatua que recuerda y homenajea al Marqués de Pombal.

Plaza de Restauradores, junto a la que se encuentra la estación de Rossio y muy cercana a la plaza de Rossío o Pedro IV.
A ginjinha, pequeño y transitadísimo local lleno de encanto en el que se puede degustar este lícor típico. Es más habitual beberse un vasito que asistir a la venta de botellas del mismo.
El momento de la operación: dos vasos de lícor y su importe.