Praga es un impacto constante. Un shock continuo. Un flipe superlativo de fachadas ancladas en la estética elegante y suntuosa de los tiempos de Sisí Emperatriz que se entremezclan con otras que son un constante guiño al medievo. La capital checa destila historia y emana estilo. Y desde luego es una de esas ciudades donde da gusto perderse paseando, caminando sin destino fijo, ensimismándose a cada calle o a cada plaza. Uno de esos lugares donde te planteas que sería de tu vida si le echas un órdago a la valentía y te quedas para siempre, encantado con todo, fulminado de amor por el entorno. Tan fiable como el motor de un taxi Skoda, la marca nacional de coches, es la grata impresión que causa en el viajero. La ciudad de las cien torres tiene muchos puntos de entrada y más ángulos de enfoque y su centro histórico es accesiblemente adictivo. Leo Perutz llevaba razón al escribir en su De noche, bajo el puente de piedra: “En la corte de Praga lo extraordinario es cotidiano”. Porque Praga fue corte, meca de la cultura, de la ciencia, por supuesto de la música, también de la alquimia y hasta de la subversión reformista religiosa.
La ciudad vieja es su corazón y ahí encontraremos algunos de sus icónicos y eclécticos edificios. Praga ha sido corte de reinos e imperios. Dependiente e independiente. Cultísiva, cultivada y negocianta. Asediada y tomada por los suecos, los nazis y los rusos. Protestante (tanto que lo barroco se ve como una imposición de la contrarreforma). Judía. Soviética. Comunista y nazi a la fuerza. Rebelde con unos y por supuesto también con los otros. Y hasta desmembrada, por eso de la separación amistosa de Eslovaquía. Todos esos devenires históricos se han barnizado en sus fachadas, una forma de ser amasada por ciencia y alquimia y regada con las plácidas aguas del Moldava. Así es la cuna de Franz Kafka y la patria chica de Bedřich Smetana, quien no nació en ella pero sí muy cerca.
Kafka, precisamente, bautiza un estrecho callejón tan angosto que a sus extremos tiene sendos semáforos para regular el acceso de los viandantes. Y Kafka, el venerado y respetado paisano, vivió parte de su adolescencia junto al reloj astronómico, ese curioso y completo entramado mecánico que, con sus bajones y averías, viene dando las horas desde el siglo XV. El reloj es una sensación entre el turisteo, que se va arremolinando en sus alrededores a medida que pasan los minutos y se agolpa cual manifestación cuando comienzan las campanadas. Se junta un buen mogollón de personas (no resulta raro oir castellano o ruso en los corrillos), y eso que la plaza de la Ciudad Vieja no es precisamente pequeña. ¡Dong! ¡Dong! ¡…! Todo un carrusel de figuras amenizan con su mensaje moralizante este especial carpe diem. Un ritual que causa furor. Durante nuestra visita, un trompetista comenzó a tocar a continuación del reloj; desconocemos si fue casualidad, coincidencia o costumbre. Qué preciosidad de lugar es toda la Ciudad Vieja en sí.
Junto al reloj astronómico, y con permiso de los cementerios judios desbordados de lápidas, el Puente de Carlos es el otro lugar inolvidable de Praga. Y esencial. No faltan los que defienden que éste y no otro es el punto céntrico de la ciudad. La obra es colosal e imponente. Más de medio kilómetro de piedra que, dicen, está cementada con cal y huevos (y no agua). ¿Simple leyenda? A fin de cuentas también se fantasea con que oculta, emparedada, una espada mágica… El Puente de Carlos y toda su escolta de esculturas , hasta 30 añadidas en el siglo XVIII, ofrece unas imágenes icónicas de las dos orillas; la del barrio del castillo gana por goleada. Aunque, bien pensado, realmente toda la ciudad en sí es espectacular. Aquí va una pequeña propuesta con muchas ausencias obligatorias (el trabajo manda, ya saben) y muchísimas ganas de completarlas algún día.
Praga. Ubigación geográfica de la capital de la República Checa en el este de Europa. Esta preciosa ciudad, hermanada con Bilbao y con Madrid, ya protagonizó una entrada de este blog a través de su medio maratón. Ahora le toca a la vertiente más turística per se. Aunque forma parte de la Unión Europea, la República Checa aún no se ha integrado en el euro y mantiene las coronas (CKZ) como moneda oficial. Sirva de referencia para abordar los precios. Una corona equivalía a 0,04 euros en abril de 2012. Diez euros se cambiaban por 246,49 coronas y si trocabas 100 euros por moneda local recibías 2.464 coronas.
El Hotel Hilton, en la calle Pobrezni y punto inicial de nuestro recorrido y nuestro hospedaje durante la disputa del Medio Maratón de Praga al que ya le hicimos referencia en este blog. Durante cuatro años fue elegido el mejor hotel de la República Checa.
Las vistas desde nuestra panorámica habitación. A la derecha se percibe claramente la llamada torre de Žižkov, un repetidor de televisión de 134 metros que a 66 también alberga un restaurante y a los 93 un mirador.
Más vistas: ahí mismo se intuye en ancho cauce del Moldava.
Comenzamos a caminar. Bancos con publicidad en el arranque de la avenida Na Poříčí justo tras pasar bajo el "escalextric" de la calle/autovía Wilsonova. Iniciamos una incursión a la llamada Ciudad Nueva (Nové Mesto).
Hermosos edificios (¡aquí cualquier casa se asemeja a un palacio!) en la avenida Na Poříčí, una de las arterias por las que los tranvías se acercan al centro urbano.
Praga. calle Těšnov. Aquí se encuentran varios establecimientos hosteleros.
Un niño combate contra su curiosidad y aprovechando que su padre, o un familiar, camina unos metros por delante, mira en el interior de la tienda Erotic City.
Avenida Na Poříčí.
U Broncu restaurante, en la calle Biskupská.
La gótica-barroca Iglesia de San Pedro, vista desde la empedrada calle Biskupská (que al parecer quiere decir "calle del obispo o de los obispos" en castellano). En esta rúa podremos encontrar algunas pensiones y hoteles más económicos pero resulta que las campanas de este templo tocan cada cuarto de hora.
San Pedro. Acceso. Esta iglesia, siendo una de las "menores" de Praga, es antiquísima. Hunde sus raíces en una pequeña basílica románica (siglo XII) que fuer reformada y ampliada durante los siglos XIV y XV.
San Pedro recibiendo las llaves del cielo. Hemos observador que a esta iglesia, para no confundirla con otras, la conoce como la de San Pedro de Na Poříči. Dicen que ofrece unas hermosísimas panorámicas desde una de sus tres torres. Durante nuestra visita se encontraba cerrada.
Contrastes en Na Poříči.
Un par de edificios de estéticas bien diferentes. A la izquierda, el mítico e impresionante Legio Bank Building, diseñado por Josef Gočár y construido entre 1921 y 1923.
Detalle escultórico en la fachada del viejo edificio del Legio Bank. Las esculturas fueron cosa de Otto Gutfreund, primer escultor cubista reconocido del mundo y las de esta imagen representan a las tropas checas que combatieron en Siberia durante la Primera Guerra Mundial. Gutfreund, al que el estallido de la Primera Gran Guerra cogió en París, se alistó en la legión francesa, combatió en suelo galo y pasó dos años como prisionero en un campo de concentración.
Así se las gastan los edificios en la avenida Na Poříči.
¿Un palacio? ¿Quién diría de primeras que no es así?
Tranvía por Na Poříči. El tranvía es uno de los medios de transporte más usados y cómodos para moverse por la capital checa.
Centro Comercial Palladium, en Na Poříči.
¡Atención, tranvía! (o algo así quiere decír la expresión checa "Pozor tram").
Náměstí Republiky o plaza de la República, otro de los espacios abiertos más concurridos por los checos. Muchos jóvenes quedan aquí, "equipada con estación de metro", antes de salir de marcha. Incluso en los alrededores hay varias cervecerías magníficas donde tomar una buena jarra de birra y comer algo. Muy recomendables, en esta plaza pero hacia la calle V Celnici, el Cafe Corso o, un buen sitio para probar la comida tradicional checa y su afamada comida, el Kolkovna Celnice.
Probando un plato típico en el Kolkovna Celnice. Este restaurante, parte de una cadena más amplia, cuenta con dos plantas y un gran ambiente. Muy recomendable. Nos encantó su carta de cervezas (con la Pilsner Urquell y la Kozel al frente) y probamos este Spanish meat roll (está dentro de las especialidades checas) de 200 gramos con champiñones y arroz.
Servicios de caballeros con cenicero incorporado. Una ley antitabaco aún algo laxa con respecto al resto de Europa.
La célebre y gótica Torre de la Pólvora, una de las 13 entradas de las que dispuso en la antigueda la ciudad de Praga. Más de medio centenar de metros de altura, concretamente 65. En la parte superior, a 44 metros, visitable tras 186 escalones, un buen mirador nos permitirá disfrutar del entorno la ciudad de las cien torres. Junto a la torre, el hermoso 'art nouveau' Casa Municipal; un espacio cultural.
La Casa Municipal (Municipal House). Detalle de su parte superior. Dicen que estamos ante uno de los edificios más elegantes de toda Europa. Posiblemente. Abrió en 1912.
Detalles ornamentales de la Torre de la Pólvora, en checo "Horska Brana". Profundizando en este icono de la ciudad, su construcción se inició en 1475. Su destrucción en un incendio obligó a una reconstrucción bastante integral de la obra original de Mathias Rejsek. El nombre con el que se la conoce obedece a su uso como polvorín desde el siglo XVII, aunque antes era conocida como Torre Nueva (por razones obvias) y como Torre de la Montaña, porque su camino conectaba con la ciudad de Kutná Hora.
En esa inocente y afeada fachada que exige un pequeñoa aseado se encontraban, durante el control soviético, instalaciones estatales para el control poblacional. Inteligencias, espionajes, torturas,... cosas de esas. Estamos en la calle del Príncipe, la comercial Na Příkopě.
Conectado edificios con galerías...
Peatonalizada Na Příkopě. Una zona donde no faltan las grandes cadenas de ropa, accesorios y restauración.
Un edificio en la calle Na Příkopě.
La vida en dos segundos. Experimento viendo la vida pasar tomando un café en la calle Na Příkopě.
Na Příkopě. Número 10. ¿Antiguo palacio? Sí, el barroco-rococó recargado del Sylva-Taurocca. Espacio con un uso comercial hoy, eso seguro.
Patio interior en un edificio de la calle Na Příkopě. ¡Cómo iba a faltar el universal y onmipresente sector de las hamburguesas estadounidenses! Aquí, curiosamente, se encuentra el museo del comunismo, institución privada que muestra las esculturas de Lenin o Marx que adornaron las calles de Praga.
Confluencia de Na Příkopě y la plaza de Wenceslao (Václavské náměstí, en checo), donde no faltan los puestecitos. Estamos caminando por la llamada Nové Mesto (Ciudad Nueva).
La Václavské náměstí o plaza de Wenceslao. Aquí, siendo todavía Checoslovaquia el país, se comenzó a gestar el abandono del sistema comunista y el alejamiento de la URSS. Al fondo, presidencial en cualquier fotografía, el Museo Nacional de Praga. Un antiguo mercado de ganado reconvertido en bulevard al más puro estilo parisino que durante la Navidad acoge uno de esos mercadillos eternos y concurridísimos.
En el acceso a este edificio reza "Adamova Lekarka", que no sabemos qué quiere decir en castellano o en inglés. Pero nos quedamos con los detalles escultóricos de inspiración humana que sostienen el balcón de sus primera planta.
Sucesión de atractivas fachadas en la plaza de Wenceslao. No son pocos los espacios hoteleros aquí instalados.
¡Qué edificio tan estrecho! Parece arrinconado por los vecinos.
La concurrencia de diferentes estilos y el esmero de sus acabados convierte cada rincón de Praga en un ejemplo de conviviencia arquitectónica sin estridencias. Para muestra, este rincón donde nace la calle Vodičkova. A la izquierda, con una librería en sus bajos, la Casa Wiehl (Wiehluv dum), de hermosa fachada.
Gran Hotel Europa. Más 'art nouveau' en Praga. Inaugurado en 1885 (integralmente reformado entre 1902 y 1905) y escenario (en su interior) de películas como Misión Imposible o Titanic.
En el centro de la plaza de Wenceslao,un antiguo tranvía reconvertido en café. Un rincón alucinante: Café Tramvaj.
La plaza de Wenceslao antiguamente acogió un mercado de ganado, sobre todo caballos, pero hoy en día es una meca para el comercio de consumo. Aquí se proclamó la independencia de Checoslovoaquía en 1921 y también se celebran éxitos deportivos. En el número 56 (nosotros íbamos con prisa y no pudimos parar) se encuentra el Vytopna Railway Restaurant, un bar donde te sirven las consumiciones mediante un chulísimo sistema de trenes a escala. ¡No os lo podéis perder! En la imagen, con una torre en medio, el llamado Palacio Koruna.
Museo Nacional de Praga. Esta institución se ubica en un edificio de estética neoclásica. Su fachada todavía conserva algún daño de la Primavera de Praga, invasión soviética de 1968 que quiso poner final a una serie de medidas aperturistas en la política checa iniciadas por el eslovaco Alexander Dubček. La invasión realmente tuvo lugar entre agosto y septiembre. En primer plano, la escultura ecuestre de San Wenceslao, una realista obra en la que Josef Václav Myslbek estuvo trabajando 35 años nada menos. Este santo, duque de Bohemia, murió mártir a los 30 años. Esto acaeció por el siglo X y es muy querido por los checos. En Bohemia es considerado "Santo, Héroe nacional, Padre de la Patria y su celestial Patrono ante Dios". No será raro que a sus pies encontremos ramos de flores y velas encendidas, dos ofrendas anónimas en memoria de un estudiante, Jan Palach, que para protestar contra la invasión soviética se quemó a lo bonzo aquí en 1969. Tenía 21 años. La escultura de una cruz que se mezcla con el pavimento también recuerda su memoria.
El magnífico escudo de la República Checa, que representa a Bohemia, Moravia y una parte de Silesia. Realmente precioso con esos leones rampantes, esas aguilas y esas coronas. Volvemos de camino hacia la Torre de la Pólvora...
De nuevo ante la Torre de la Pólvora. Ahora sí vamos a atravesarla.
Cabinas telefónicas con publicidad de un restaurante de comida rápida donde no dudan en recurrir al reclamo de la hermosura femenina checa con una dosis de exuberancia. Calle Celetná.
Echando la vista atrás, otra perspectiva de la Torre de la Pólvora.
Las placas de las calles nos indican su nombre y su distrito. Una gran idea. Caminamos por la Celetná, en plena Staré Město, literalmente "ciudad vieja".
Una antiquísima juguetería en la calle Celetná con mucho protagonismo para las marionetas en su escaparate. Las marionetas tienen muchos seguidores en la República Checa desde el siglo XV, las elaboran respetadísimos artesanos e incluso cuentan con un teatro propio de categoría nacional en la ciudad vieja.
Calle Celetná, peatonal y comercial. Concurridísima. Y deliciosa para el paseo. Aquí encontraremos muchas tiendas de recuerdos.
Cualquier edificio de los que nos rodean tiene un friso, un dintel o un detalle ornamental que le dota de personalidad propia y lo hace único. Aquí tenemos un cielo en medio de un ornamento diríamos que barroco.
Un águila bicéfala de aires imperiales.
Seguimos en la calle Celetná. Parece que en su día fue un antiguo palacio. Hoy acoge una galería comercial.
Por la comercial y céntrica calle Celetná, a punto de llegar a la plaza de la Ciudad Vieja. ¡Staré Město (ciudad vieja) al poder! Al fondo, inconfundible, el campanario del antiguo ayuntamiento de Praga, donde encontraremos el famoso reloj astrológico.
Fachadas en la plaza de la Ciudad Vieja (Staromestské námestí, en checo). Detrás, las torres y alturas de la gótica iglesia de San Týn (siglos XIV-XVI). ¡Menudas vistas desde arriba! La San Týn protagoniza algunas anéctodas, como la de albergar la tumba de un antiguo astrónomo con intereses por la alquimia, el danés Tycho Brahe, que poseía una nariz protésica de metal tras perder la suya propia en un duelo.
Monumento a Juan Huus, una obra escultórica del primer tercio del siglo XX que presidente la zona centra de la Staromestské námestí. Jan Hus fue uno de esos personajes locales que quiso revolucionar las creencias religiosas a finales de la Edad Media. Tildado de hereje, fue quemado en una hoguera en 1415. Hoy es toda un personalidad nacional. Detrás, la barroca iglesia de San Nicolás, que no gusta mucho porque el espíritu que motivo su construcción se oponía a las ideas rupturistas por las que lucharon en el Reino de Bohemia; se ve como un símbolo de imposición a las libertades propias, nada menos.
Staromestské Námestí, plaza de la Ciudad Vieja o Old Town Square. Espectculares casas palaciegas rodean este concurrido espacio de la ciudad vieja.
El campanario del viejo ayuntamiento de Praga, otro icono de la ciudad. En su parte inferior se encuentra desde 1410 el mítico reloj astrológico, el Staroměstský orloj (reloj de la plaza de la Ciudad Vieja, en checo).
Un detalle del célebre Staroměstský orloj. Este reloj (es mucho más) tan especial fue un regalo de comerciantes a la ciudad a comienzos del siglo XV y está formado por tres partes: la del reloj-cuadrante astronómico, la del calendario circular (en la imagen) y la de las figuras que cada hora, desde hace siglos, protagonizan todo un ritual. Dicen que cegaron a su creador para que no volviera a construir algo semejante. Siempre se pensó que fue un tal maestro Hanus de Ruze, pero al parecer el reloj fue obra de Nicolás de Kadan.
Otra vista sobre el antiguo ayuntamiento de Praga y su esbeltísima y apuntada torre.
Detalles heráldicos ornamentales en el gótico ayuntamiento de Praga.
... y si nos damos la vuelta volvemos a ver la iglesia de San Týn.
El antiguo ayuntamiento, San Týn y todas esas hermosísimas fachadas que presiden la Staromestské námestí.
El reloj astronómico, en su conjunto. Y mucha concurrencia esperando la llegada de las señales horarias, todo un espectáculo que congrega grandes masas de turistas. Bien se aprecia aquí. Alguna avería ha sufrido y alguna vez se ha parado. Todo un trauma para los locales, tal es el cariño y afecto que le tienen. Ciertamente es hermoso, eso seguro.
Una turista fotografía la torre del viejo ayuntamiento de Praga y podemos ver detrás suyo las construcciones que lo rodean. A mano derecha, entre las fachadas, se percibe una callejuela: la Melantrichova es una "vía rápida" para alcanzar la plaza de Wenceslao. A la derecha, fuera de cuadro, varios negocios del célebre cristal de Bohemia.
El colorido cuadrante astronomico del orloj.
Representaciones escultóricas de la muerte y la lujuria (al otro lado están la vanidad y la avaricia), añadidos posteriores al diseño original.
Un filósofo y un ángel (izquierda) y un astrónomo y un cronista escoltan la esfera del calendario del reloj astronómico de Praga.
Un posadito para la posteridad.
Abandonando la Staroměstské náměstí. Preciosa edificación por su ornamentación estigrafiada de escenas de la mitología griega y la Biblia: The House at the Minute (la casa del Minuto o la casa al Minuto, no tenemos clara su traducción ideal al castellano). Obra renacentista del siglo XV, viejo negocio de tabacos, la familia de Frank Kafka habitó en su segunda planta entre 1889 y 1896.
La recoleta Malé náměstí, una pequeña plaza vecina de la de la Ciudad Vieja donde no faltan las hermosas y elegantes fachadas. Aquí arranca la sinuosa y revirada calle Karlova, que nos conducirá al Puente de Carlos. A la izquierda se intuye parte del exterior de la Casa Rott, antigua propiedad de un empresario de éxito en el sector de la ferretería cuya familia perdió casi todo (algo recuperó después) con el comunismo. Desde 2002 es un hotel.
Posiblemente así era la representación icónica de una vieja pescadería. Foto tomada en el entorno de la calle Karlova.
Calle Husova.
Relieve decorativo de naturaleza vinícola en la calle Husova. ¿Un propietario vinculado al sector del vino?
Calle Husova. Una musculosa leona. Al loro.
El nuevo ayuntamiento de Praga, en la Marianské Namesti. Construcción "art nouveau" de 1912 firmada por Osvald Polívka. En los alrededores del edificio, concretamente en sus esquinas, encontraremos un par de esculturas obra de Ladislav Saloun. En la que aquí se aprecia aparece el legendario Rabino Löw. En esta plaza también encontraremos la gran biblioteca municipal y la pequeña fuente, alegoría del río Moldava, que los praguenses llaman Teresa.
Vistas desde la calle Karlova, muy turística y comercial (cristalerías varias, recuerdos, restauración...) y sin embargo también realmente bella.
Viendo el relieve de la parte superior, está claro que aquí vivía un hombre que se dedicaba al negocio de la zapatería. Número 28 de la calle Karlova.
Una preciosa callejuela, Seminarska.
Escultura en la fachada de lo que parece un hotel, en la calle Karlova.
Confluencia de las calles Karlova y Liliová. Nos seguimos moviento por el Stare Mesto.
La Torre del Puente de Carlos, del Karlúv Most, que sí es cierto que recuerda a la Torre de la Pólvora pese a que es muy anterior, vistas desde la calle Karlova; justo antes de su desembocadura en la calle Křižovnická. A la izquierda se aprecia cómo la calle se abre paso al otro lado de los edificios a través de dos grandes arcos en la parte inferior. Por ahí se pasa en el Medio Maratón de Praga y, sin quererlo, se perciben como una especie de lindero entre zonas de la ciudad. A ese lado también encontraremos el Museo de la Tortura de Praga.
El Klementium, otro ilustre edificio de Praga. Sus alturas, la vieja torre astronómica de este centro de ciencias y artes, también son visitables y también nos regala unas vistas deliciosas. El recinto es enorme, gigantesco. Esta es la vertiente que da a la calle Křižovnická.
Escultura dedicada al rey Carlos IV, el benefactor del puente. Queda justo en el inicio del puente, ante la iglesia de San Francisco de Asís, en un espacio conocido como plaza de los Caballeros.
A punto de comenzar a cruzar el llamado Puente de Carlos, el Karluv Most, el paso más antiguo de los que tiene la ciudad sobre el querido río Moldava ("Vltaba", en checo). Más de medio kilómetro de puente: 517 metros. Y una anchura de 10 metros. Este cauce inspira una de las piezas más célebres del compositor checo Bedřich Smetana. Tienen una sensibilidad especial en estas tierras por la música clásica.
Viviendas y negocios sobre las aguas de un pequeño canal paraleo a las aguas del Moldava.
El Puente de Carlos, peatonalizado hoy en día y visita indispensable dentro de Praga. Ofrece preciosas vistas de los entornos, especialmente del castillo de la ciudad y su barrio circundante, el de Malá Strana (lado pequeño, literalmente). Este puente recibe su nombre de Carlos IV de Luxemburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico nacido y finado en la ciudad que avaló su construcción en 1357. Eso sí, no fue finalizado hasta el siglo XV. Las esculturas, y el puente se convierte en un auténtico museo gracias a su presencia, fueron añadidas ya en el siglo XVIII, su número asciende a 30 y todas tienen temática religiosa. ¡Todo un santoral!
El Monte Petřín (Petřínské skalky en checo), visto desde el Puente de Carlos. Este gran espacio ajardinado, muy querido por los praguenses, esconde en su interior una réplica de la Torre Eiffel de París. Es el mejor mirador sobre la ciudad de las cien torres.
Turistas contemplando La Crucifixión, una de las 30 esculturas instaladas en el puente durante el siglo XVIII. Hay que pensar que hasta mediado este siglo el de Carlos fue el único puente con el que contaba la ciudad, por lo que prácticamente su paso era obligatorio. Lo cierto es que una mayoría no son originales, ya que se optó por sustituirlas por réplicas tras unas graves inundaciones.
San Ivo.
Nuestra Señora y San Bernardo, uno de los conjuntos escultóricos más fotografiados.
San Juan de Nepomuceno. Esta, en nuestra opinión, es la escultura más importante de toda. La imagen de este santo, muy venerado en Bohemia, se encuentra en el mismo punto en el que su cuerpo fue arrojado al río después de haber sido sometido a tortura por orden del monarca Wenceslao IV. Las cinco estrellas que luce en su cabeza representan la corona que de cinco estrellas que se formó en el agua cuando fue arrojado al agua. Dicen que la del Nepomuceno es la primera estatua que se instaló en el puente.
El Puente de Carlos protagoniza varias leyendas. Una de ellas dice que si se desea regresar a Praga hay que tocar el perro que aparece en el relieve que adorna la parte inferior de la escultura de san Juan de Nepomuceno. El can de marras no tendrá pérdida dada la cantidad de gente que para a fotografiarse con esta curiosidad.
Turistas (numerosos) caminado por el Puente de Carlos. Dicen que uno de los secretos de su robustez está en que su construcción se empleó una mezcla de cal y huevos (y no agua). Además, debajo de uno de sus arcos habita (supuestamente) el vodník, un duende de las aguas.
La gran torre que sirve de cabecera al Puente de Carlos y de acceso al barrio de Malá Strana. Estamos en la pequeña islita de Kampa, pequeña lengua de tierra (urbanizada y ajardinada) separada del resto por un canal y que es atravesada por el Puente de Carlos en su camino hacia el otro lado.
El barrio de Malá Strana, con la fortaleza y la torre de la catedral de San Vito emergiendo detrás de los tejados, en una parte más alta de la ciudad, una colina junto al Moldava. Este distrito de Hradčany es el más antiguo de Praga.
Empedrada y ascendente calle Mostecká; al fondo, la plaza Malostranské náměstí y la iglesia se San Nicolás.
Escultura de San Juan Matha cerca de la cabecera del puente.
Coloridos pendones. La estética de la ciudad vieja y sus infraestructuras permite transportarnos sin mucha inversión en imaginación a tiempos medievales. ¡Tal es la conservación del centro de Praga!
A este atril con una representación religiosa de San Juan de Nepomuceno (o Nepomuk). le podemos repetir el ritual del perro para pedirle hasta cinco deseos (tendremos que tocar las cinco estrellas, una con cada dedo de una mano): se cumplirá uno de ellos.
Una escultura en piedra de un soldado escolta el Puente de Carlos armado con una espada metálica que destaca por su color dorado. Representa al legendario Bruncvík, un príncipe checo que en su viaje por el mundo para encontrar un león vivo para su escudo recibió una espada mágica, que a su vuelta fue emparadedada en el puente hasta el día en el que la nación checa corra gran peligro. El original está en un museo después de que los suecos le dispararan durante la Guerra de los 30 años. Esta copia se instaló a finales del siglo XIX.
La ciudad vieja, el castillo y la catedral, vistos desde el entorno del puente Mánesúv Most.
Un crucero remonta el río Moldava.
Escultura al gran pintor local Josef Manes, presidencial en el pequeño espacio ajardinado junto al Rudolfinum.
El Rudolfinum. Sede de la Filarmónica checa y espacio para las artes. Bello edificio neoclásico ubicado en la plaza Jan Palach.
Rudolfinum, edificio neoclásico de finales del siglo XIX.
Fachadas en el entorno de la avenida Listopadu.
Fachadas en la avenida Listopadu.
Un corredor pasa junto al acceso de la Právnická fakulta de la Universidad Carlos V, en la plaza Náměstí Curieových.
Lo que es un simple edificio de viviendas tiene la estética de un palacio. Igual eso no es precisamente calidad de vida, pero sí da gusto vivir ahí. Entorno de la avenida Listopadu.
Staropramen, una gran marca de cerveza checa.
Calle Holbona.
El ministerio de industria y negocios de la República Checa (Ministerstvo průmyslu a obchodu).
La ciudad vieja, vista desde el puente Štefánikův.
Un praguense espera un tranvía en el barrio (y distrito) de Bubeneč. Nos vamos y nos dejamos en el tintero muchísimos rincones de esta ciudad que nunca se acaba...