Del interés particular al bien común hay un pasito, pero mucha burocracia y muchísima más buena voluntad. Pero con una y otra se universaliza la belleza y el agradable sosiego de un fértil entorno reforzado y completado por la existencia de un brillante museo de arte contemporáneo. Serralves ha pasado del disfrute egoísta al generalizado, de las puertas cerradas de una vieja y recreativa quinta (denominación lusa para esas casas de campo poseedoras de generosas extensiones de terreno circundantes) a un pulmón para una urbe moderna y un icono de las nuevas y últimas vanguardias artísticas. El Museo de Serralves, gestionado por la Fundación homónima, es la nave nodriza de un espacio único en Oporto donde lo artístico y lo mediambiental se dan la mano. Porque tan rompedoras resultan las propuestas artísticas que exhibe como agradable y reconfortante es el caminar sin rumbo definido por los jardines y parterres que rodean la casi centenaria choza Art Decó que presidía la vieja finca.
Lo que, en buena parte, es hoy Serralves hay que agradecerlo al afan de un par de generaciones de la familia Cabral. Carlos Alberto Cabral, antes empresario que conde (próspero en el sector textil y titular del de Vizela, según el caso), fue adquiriendo propiedades en lo que antiguamente se conocía como rúa de Serralves, no muy lejos de lo que hoy es el portuense barrio de Boavista. Estos terrenos (Quinta do Lordelo, Quinta do Mata-Sete), un constante camino hacia el cercano Océano Atlántico que quedó incompleto pero que sí disfrutó de avances ajardinados, acabaron acaparando interés para acoger una casa de campo o de recreo no muy lejana a Oporto. Co el tiempo, los Cabral perdieron la propiedad a favor del Conde de Riba d´Ave, Delfim Ferreira, otro poderoso industrial con buenos contactos dentro de la Dictadura de Salazar y un respaldo a su título en el Vaticano, allá por 1947. Los “nuevos tiempos” del salazarismo cambiaron muchísmos cromos en la década de los años 50 del siglo XX.
El Estado Portugués acabaría haciendose con las escrituras en 1986, y desde el primer momento barajó la opción de convertir este gran espacio en un referente artístico. Primero se reinauguraron como espacio artístico la Casa Serralves y sus hermosos jardines (1987). Segundo, un par de años más tarde, acabó naciendo la Fundación que tutela y gestiona esta institución, todo un icono cultural para la ciudad de Oporto, y que en 1991 encargó el actual museo de arte contemporáneo. Museo y jardines tienen acceso gratuito los domingos por la mañana. La única pega para el recinto es que, siendo Oporto una ciudad muy asequible dadas sus dimensiones (vamos, que no estamos en Tokio), la Fundación Serralves coge algo alejada de Ribeira y del centro más turístico. Un taxi conectará cualquier céntrico hotel con sus accesos en no más de un cuarto de hora, pero yendo más por libre nada como coger el metro hasta la estación Casa da Música y caminar por el Barrio de Boavista hasta el acceso en la confluencia de la rua Joao de Castro y la avenida Marechal Gomes da Costa.
El parque de Serralves se encuentra en Oporto, la segunda ciudad de Portugal en cuanto a influencia y peso, la tercera en cuanto a población y últimamente la primera del país en cuanto a fútbol. Para llegar a este espacio verde o se tira de transporte público (las líneas de bus 201, 203, 502 504, por ejemplo, salen de los alrededores de la estación de metro Casa da Música; también llega la ruta del 207) o se recurre al taxi. O al alquiler de vehículos, claro. No es un destino que esté per se en unos circuitos turísticos más amigos de los cruceros por el río Duero o las bodegas de Vila Nova de Gaia.
La Fundación Serralves es una institución cultural de carácter privado que abrió sus puertas en 1999 consagrada al arte contemporáneo, aunque no como actividad exclusiva. Su ubicación es privilegiada: en la antigua Quinta do Lordelo, una propiedad de esparcimiento y recreo heredada por Carlos Alberto Cabral, segundo Conde de Vizela. El edificio que acoge la mayoría de las exposiciones fue concebido por el arquitecto portugués Álvaro Siza.
Líneas puras y rectas, resultantes formas macizas y el sempiterno color blanco tan presente en la obra de Álvaro Siza. Al luso le atrae mucho explorar la integración de sus ideas en el medio natural: que se destaquen poco y se confundan con lo preexistente. Un imaginario muy constante en su extendidísima obra.
Las vistas desde el restaurante, un recomendable buffet libre con muchísimos estilos y toques culinarios autóctonos.
El interior del museo es un espacio que se adapta a las propuestas de los autores. Durante nuestra visita asistimos al particular mundo del búlgaro Nedko Solakov, irónico, polémico, en algunas parcelas algo obseso y de juventud aerofóbica. La instalación exigió algunas reformas y adaptaciones para las salas que iban a coger su obra.
Exterior del museo. Hay que añadir que el Condado de Vizela, que suena añejo y pomposo, es un "invento" acuñado en el dinero de la familia que lo ostentaba.
Los jardines de Serralves cuentan con varias obras escultóricas repartidas por sus terrenos. Aqui estamos ante "Plantoir", del matrimonio formado por el sueco Claes Oldenburg y la ya fallecida holandesa Coosje van Bruggen. Esta sorprendente paleta de jardin, de 2001, fue donada por el influyente empresario Joao Rendeiro.
Ante "Double exposure", una deliciosa experiencia propuesta por Dan Graham. Este artista conceptual es uno de los más destacados exponentes del videoarte y la interacción entre su obra y el entorno.
El estadounidense Graham intensifica tonos difuminando la frontera entre lo real y lo casi real. Un solapamiento que, en directo, es todo un juego visual.
El peculiar diseño en triángulo de "Double exposure".
Paseando por los jardines de Serralves. Caminando por la llamada Alameda dos Liquidambares, uno de los espacios más hermosos de las 18 hectáreas concebidas por el arquitecto Jacques Gréber.
La Casa Serralves, el palacete principal de la antigua Quinta de Serralves. Esta edificación de estilo Art Decó, la plasmación literal de los deseos del Marques da Silva, fue levantada en la década de los años 30 del siglo XX. Obra de José Marques da Silva es la sede lustrosa de la Fundación.
Un paseante camina por delante del arboreto.
Vistas sobre el parterre central. Una amplia escalonada.
La casa y una fuente ornamental en el parterre central. La Casa Serralves también acoge exposiciones y algún que otro concierto; pero fundamentalmente actos, presentaciones y celebraciones. Este icónico espacio es alquilable y, según nos dijeron, tiene mucho éxito para enlaces matrimoniales y galas de premios.
El parterre central de Serralves, amenizado por el rumor de fuentes y el discurrir de canalizaciones entre los estanques, con la Casa Serralves al fondo. Un hermoso lugar de Oporto.
Descendiendo hasta el pequeño lago de Serralves.
Caminos empedrados a la portuguesa, bien cuidados y seductores para un plácido paseo.
El lago de Serralves, rodeado de frondosa vegetación. Al fondo se intuye la cueva artificial en la que se guardaban las embarcaciones y faluas en las que navegaban los propietarios de esta Quinta cuando les apetecía. ¡Todo lujo!
Una vaca pasta en uno de los prados, el llamado Prado Grande, del Serralves más meridional. En esa zona se localizan pequeñas granjas donde crecen especies animales domésticas y, en la medida de lo posible, autóctonas. En su pretensión educadora, la Fundación Serralves sostiene estas granjas escuelas para delicia de los más pequeños.
Las granjas y huertos con fines educativos fueron implementados en la década de los años 60 del siglo XX.
La "avenida" principal de la zona sur de Serralves.
Unas setas crecen en las cercanías de un robusto pino.