Ubicación y distribución geográfica de esta incursión parcial por un área de Galicia, si bien vinculada con las Rias Altas, caracterizada con una denominación un tanto peculiar: la Costa da Morte o Costa de la Muerte. Esta propupesta incluye paradas en el Coto Os Verdes (1), la playa de Rebordelo (2), la localidad de Laxe (3), el santuario de la Virxen da Barca de Muxía (4), la localidad de Finisterre/Fisterra (5), la localidad de Corcubión (6), el espectacular Mirador de Ézaro (7), la playa de Carnota (con escala previa en su afamado hórreo, 8) y Muros (8). Un itinerario orientativo y en absoluto definitivo en una zona inabarcable paisajística y patrimonialmente. Siempre hay matices y enfoques por descubrir [Mapa VíaMichelín].
En las cercanías de Coristanco (aunque el área de influencia también se introduce en los concejos de , ese milagro bañado por el río Anllóns que es el refugio, vergel y coto de pesca de Verdes. El Coto de Verdes, a secas.
Coto de Verdes. El río Anllóns se expande y se acelera en esta zona gracias a una serier de saltos y de rápidos. Una gozada para los pescadores de truchas, dicen. Además da lugar a un entorno de islitas que fue aprovechado para instalar numerosos molinos de agua.
Coto de Verdes. Saltos en el río Anllóns.
Coto de Verdes. Curso del río junto a uno de los viejos molinos de agua.
Coto de Verdes. Un aseo peculiar.
Playa (praia) de Rebordelo. En el término municipal de Cabana (A Coruña). Un enclave privilegiado por la calidad de su arena y su particular ubicación, protegida de los vientos por dos brazos montañosos.
Rebordelo. Franja de litoral de unos 250 metros de largo y algo menos de medio centenar de anchura.
Rebordelo. Esta playa tiene cierta fama, pero tampoco está entre las más concurridas. Es una playa gallega muy frecuentada por los gallegos.
Rebordelo. Posando ante la praia.
Rumbo a la localidad de Laxe, con menos renombre que otras dentro de la Costa da Morte.
¿Un Don Quijote? ¡No! Una escultura a la familia pescadora gallega ubicada en el paseo marítimo de Laxe y obra de Salvador Gil. Este herrero y escultor (especializado en el hierro, claro) contaba con varias obras instaladas en el paseo marítimo, pero fueron retiradas en abril de 2010. ¡Una pena!
Una visitante observa las inscripciones "labradas" en otra de las obras de Salvador Gil expuestas en su día en Laxe. Una especie de Virgen con el niño de aires hojalatescos. En el libro se intuye S. Gil, esto es, "Salvador Gil", el autor en cuestión.
Una escultura que agradece a los voluntarios tu desinteresado esfuerzo para limpiar la costa tras el vertido del Prestige. Salvador Gil Valera quiso así honrar a todos esos anónimos. Todos estos trabajos en chapa, por cierto, los tiene el creador en su casa desde que denunció el desinterés del concello por su obra. La verdad es que eran algo diferente y chulo.
Otra obra de Salvador Gil en el paseo marítimo. Un chupachups en bicicleta...
Playa de Laxe. Menos famosa que otras y sin embargo casi dos kilómetros que con cierta perspectiva evocan a la célebre Concha de Donostia.
Disfrutando de un bañito en la no tan conocida playa de Laxe.
Vistas desde la playa: un dique que separa la zona portuaria y la pequeña iglesia de Santa María da Atalaia.
Detalle escultórico ornamental en la iglesia de Santa María da Atalaia, templo del siglo XV con raíces nada menos que en el XIII. Desde el Concello lo tienen muy claro: es su gran joya. Esta virgen en cuestión fue tallada sobre el siglo XV.
Laxe. Alrededores del Santa María da Atalaia.
Laxe. Embarcaciones fondeadas en su puerto pesquero.
Laxe. Vistas desde el puerto pesquero.
Laxe y su entorno contemplados desde el espigón que separa la zona portuaria de la playa.
Laxe. Lápidas en un pequeño cementerio existente junto al camino hacia el Monte Insúa.
Laxe. Ascendiendo al Monte Insúa. Esta zona protagoniza varias rutas de senderismo muy interesantes.
A Costa da Morte en los entornos de la Punta de Laxe o Insúa.
Degustando A Costa da Morte en las cercanías de Laxe.
Laxe. Monte Insúa.
Laxe. Volvemos a su casco urbano para proseguir con el itinerario previsto.
Muxía. Virxe da Barca. Espectacular entorno paisajístico presidido por el monumento A Ferida, en recuerdo de los daños del Prestige, y el santuario. Un entorno al que había que volver y dedicarle un espacio propio.
Muxía. A Ferida. Sentimiento hecho piedra.
En Muxía, el santuario de Virxe da Barca. Y en sus alrededores la Pedra dos Cadrís, que cura la espalda.
En Muxía, el santuario de Virxe da Barca. Y en sus alrededores la Pedra dos Cadrís, que cura la espalda.
Fisterra. Dos turistas observan la costa desde la gigantesca playa de Langosteira, en las cercanías del casco urbano de Fisterra. Escribía Modesto Fraga: ""Por anagrama llevas la senda del erotismo
dibujado. En el horizonte la imagen de tu pueblo: dos hermosos pechos de mujer tras las rocas que esconden la verdad de tanta leyenda viva."
Finisterra, o Fisterra. Un cruceiro en la zona del puerto.
Finisterre. Vistas desde la zona del puerto.
Finisterre. Vista parcial sobre su lonja. La nueva lonja de Fisterra es una obra de Juan José Creus y Covadonga Carrasco construida entre 2004 y 2006.
Fisterra. Gaviotas anidando en unos restos arqueológicos de naturaleza defensiva.
Escultura de un delfín (hay alguna más) en los alrededores del faro de Finisterre. Sorprende el motivo escultórico elegido, su ubicación y la cantidad de gente que se curra los enfoques a la hora de tomar sus fotos para jugar con los efectos, el Atlántico y el cielo. Lo cierto es que los de verdad se dejan ver por estas aguas. ¡A lo mejor esta escultura le rinde un homenaje al desaparecido y famoso delfín Gaspar!
Faro de Finisterre. O de Fisterra. Punto final del Camino de Santiago para muchos peregrinos que quieren rematar la faena y, según dicen (aunque en pugna con el castro de Santa Tegra o la praia das Catedrais), el segundo lugar más visitado de toda Galicia tras la catedral de Santiago de Compostela. Se comenta que hasta 4.500 personas pueden pasar por aquí un día de agosto. ¡Qué masificación en el fin del mundo! Lo cierto es que su faro, obra de Félix Uhagón en 1853, es el más importante de toda la Costa da Morte. Este faro se encuentra 138 metros sobre el nivel de las aguas, en una zona de gran peligro para la navegación con un trasfondo místico y mágico. Recordamos, para acabar, que "Finisterre" y "Fisterra" derivan del latín "finis terrae": el fin de la tierra.
Disfrutando de la brisa y las panorámicas sobre el Atlántico desde los alrededores del faro de Finisterre. Fisterra, es un poco más paraíso gracias a sus achantantes acantilados. ¡Quién diría que sus aguas, tan mansas ahora, han engullido a tantos bravos marineros y mutilado a tantas familias!
Corcubión. Iglesia de San Marcos en un entorno engalanado por una feria medieval.
Corcubión. Feria medieval estival.
Corcubión. Feria medieval estival.
Corcubión. Feria medieval estival.
Mirador de Ézaro. Espectaculares vistas panorámicas desde este rincón coruñés perteneciente al municipio de Dumbría que adquirió cierta notoriedad gracias a un (empinadísimo) final de etapa en la Vuelta a España 2012. En el horizonte, la ría, la ensenada de Ézaro y la desembocadura del río Xallas.
La masa pétrea del Monte Pindo, más de 600 metros sobre el nivel del mar para un sistema que lejos de ser una montaña aislada en todo un macizo rico en abundante piedra, parece asomarse al Atlántico en un pulso que ha configurado un espacio único.
Mirador de Ézaro. El pueblo de Ézaro, visto desde las alturas.
Mirador de Ézaro. Cascada en las aguas del río Xallas, uno de los pocos casos en Europa de corriente fluvial que vierte sus aguas directamente al mar a través de un salto de agua de más de 40 metros.
Mirador de Ézaro. En la zona baja se aprecia la pequeña central hidroeléctrica que se aprovecha del embalse de Santa Uxía, dos obras que según escribía César Justel en 2006 se habían cargado esa maravillosa espontaneidad natural del entorno. Y lleva razón: por culpa de esa presa sólo podremos ver la cascada los domingos.
Un torrente en el entorno de Ézaro.
Pequeño puerto con embarcaciones de recreo en la ría de Ézaro.
Carnota. El hórreo de esta población, con sus 35 metros de largo y su "cimentación" de 22 columnas (11 pares de toda la vida), todo un monumento nacional, es considerado y publicitado como el hórreo más grande de toda Galicia. Hay quien defiende que tal honor corresponde al Hórreo de Araño. Lo cierto es que el de O Araño tiene una cimentación maciza, nada de pilares.
Hórreo de Carnota. Inmenso.
Cartel explicativo del cuándo y el porqué del hórreo.
Carnota. Hórreo e iglesia.
Carnota. La iglesía de Santa Columba. Junto al templo de Carnota está uno (quizá el principal) de los accesos a la célebre playa de Carnota, uno de esos lugares que siempre entra en las clasificaciones para ser elegida como la mejor de Galicia. Lo tiene difícil, pero se encuentra entre su nobleza. Pero hay que andar un poquitín.
De camino a la playa de Carnota, una pasarela atraviesa sobre las marismas y las dunas de Caldebarcos, un entorno medioambiental de gran valor ecológico por la presencia de numerosas especies de aves. Escribe con sutileza y tino Mónica Fernández-Aceytuno: "En Carnota comprendes que la playa no es la orilla sino todo lo que hay antes de llegar hasta ella, y después de ella, bajo la superficie del océano".
El entorno amarismado de la playa de Carnota, unas marismas de Caldebarcos fomentadas por el río río Valdebois, entre otros cursos fluviales, vistas en su desembocar hacia el Atlántico. Andamos a los pies del Monte Pindo, realmente un macizo granítico de ascendencia sagrada para los pueblos celtas rico en propuestas senderistas.
Playa de Carnota. Gracias a sus 7 aproximadamente kilómetros de extensión es la playa más grande de toda Galicia y, para muchos, la mejor de la Costa da Morte. Según publicó en 2008 la revista alemana Traum Strände, un gran reportaje de Kiki Baron y Paul Spierenburg sobre 21 países (una cantidad que se queda algo justa en términos mundiales, todo hay que decirlo), Carnota está entre las mejores 100 playas de todo el planeta. El arenal nos regala panorámicas a pie de mar del cabo de Finisterre.
Playa de Carnota. La belleza paisajística de un entorno al que también se le conoce como Arenal de Carnota es incuestionable. Lo más curioso es que, pese a estar en una playa inmensa y agradable por la finura de su arena, no puede decirse que esté masificada ni mucho menos. Dicen que en esta zona encallaron algunos de los barcos que formaban parte de la Armada Invencible. Todo un presagio del descalabro.
De camino a Muros por la carretera AC-550, afrontado una ruta generosa en panorámicas. Ninguna tan seductora como la visión del Monte Louro. El Louro, con una silueta fácilmente identificable, parece un auténtico monte del Himalaya dada la violenta caida con la que busca el agua del mar. Es una montaña tan curiosa como orgullosa, asentada isladamente en una península, parapetada por acantilados y rodeada de peligrosos bajos que han provocado muchos de esos naufragios que han acuñado tan funeraria denominación para estas costas. La disfrutamos en un área de descanso-mirador en el kilómetro 38 de esta AC-550.
Al otro lado de gran Ría que conforman las de Muros y de Noia, el entorno serrano de la costa por los pagos de Porto do Son. Vistas desde ese mirador del kilómetro 38 de la AC-550.
Estamos llegando a Muros. El faro de Muros, o de Rebordiño por la ubicación en la que se encuentra, es una instalación que acaba de celebrar su primer siglo de vida (inaugurada en 1909) y que se encuentra en los accesos a esta localidad coruñesa, junto a la carretera AC-550. Todavía en servicio, básico en el sistema protector en la ría de Muros-Noia, recientemente fue rehabilitado por la autoridad portuaria pertinente porque no se encontraba especialmente bien conservado.
Muros. Nos encontramos en la avenida principal que, segmentada bajo varias denominaciones, transcurre paralela al puerto pesquero. Aquí afrontamos el tramo bautizado como rúa Rosalía de Castro. Un lugar donde se concentran algunas de las edificaciones más añejas y representativas de una localidad que fue parcialmente arrasada durante las invasiones napoleónicas. Tapada por los árboles, la Casa del Mar.
Muros. Ayuntamiento de Muros. Aunque pueda aparentar más años, la actual casa consistorial se asienta en un edificio de mediados del siglo XX que intenta pasar desapercibido en un entorno rico en cantería, arcos apuntados
Muros. Una serpenteante callejuela de su centro urbano, mucho más sorprendente de lo que nos podamos imaginar.
Muros. Un barco de su abundante flota pesquera permanece amarrado en el puerto. Esta localidad coruñesa, de casi 10.000 habitantes, tiene una gran tradición pesquera y, con la instalación de varios empresarios catalanes entre los siglos XIX y XX, también conservera.
Muros. La flota, amarrada en el puerto. En otros lares abundan las embarcaciones de recreo. Aquí, las de currele. Trabajo duro el del mar. A veces trágico. Y a veces sorprendente.
Muros. Vista de parte del casco urbano de esta localidad desde su puerto.