Encaramados en las murallas de la pequeña aldea lusa de Ouguela, bastión geoestratético con amplia cobertura sobre la Raia, un pueblo coronado por un castillo nos vigila desde una serranía no muy lejana que rompe las suaves dehesa. La sierra del Puerto del Centinela es el nombre del accidente geográfico. La fortaleza, el castillo de Luna. Y el pueblo, Alburquerque. De resonancias americanas por su hermano en Nuevo México. Pero extremeño de Badajoz. Y por ello también soldado y conquistador. Disimulado por las dos dimensiones de los mapas y, oh qué cosas, también por alguna maliciosa perspectiva que nos indica el destino pero no nos realza la brillantez de su geoestrategia, la Sierra del Puerto del Centinela, qué poético nombre, es un dique entre sobresalientes plenillanuras adehesas, acaso un estertor serrano de los Montes de Toledo que volverá a superar los 1.000 metros ya en Portugal, en las cercanías de Portalegre, y una garita privilegiada para controlar una frontera. A decir verdad toda la sierra en sí tiene hechuras de balcón, pero ningún rincón como Alburquerque para comprobarlo. Este pueblecito de la provincia de Badajoz, en absoluto lejano a la capital provincial (¿qué son 38 kilómetros?) y sin embargo aparentemente enrocado en un universo propio de sierras rematadas por riscos.
En una de esas concentraciones rocosas, acaso la más extensa, se cimenta el castillo de Luna, la fortaleza que tutela todo el horizonte a cuyos pies se extiende el pueblo. Un pueblo que lo idolatra y se muestra orgulloso. Hasta bautiza su instituto o un restaurante. Alburquerque fue un tira y afloja múltiple. Como enclave privilegiado a la hora de defenderse los orígenes del asentamiento se remontan en la historia, fue en la época medieval en la que la plaza se desarrolló. Pasó de manos musulmanas a cristianas en un par de ocasiones y también hubo su pique con Portugal por su posesión y defensa (un apellido ilustre portugués es Alburquerque). En 1217 fue recuperada definitivamente por Castilla. Y ya en el siglo XV, por delegación real, el maestre de la orden de Santiago, Álvaro de Luna, impulsaría la construcción del castillo. Un recinto que pasaría a manos de Beltrán de la Cueva tras la caída la purga a Luna. Un contexto bien abordado en la exitosa serie de ficción Isabel.
Las murallas que completaban las cuestiones defensivas del castillo encierran un espacio de gran valor espiritual. Un barrio de trazas medievales evidentes, existentes en algunos lienzos de sus hileras de fachadas bajas o en las dos puertas que la custodian. Una superposición de callejuelas que ganan altura antes de postrarse a los pies del castillo. Una superposición rematada por una iglesia, la de Santa María del Mercado, cuyo nombre recuerda la actividad que aquí se celebraba y cuya ubicación nos recuerda que no se alejaban mucho entre sí los edificios de poder y los religiosos. El mar de callejuelas se empina demasié afrontado transversalmente, con esa sucesión de calles que descienden hacia entorno de la plaza de España. Un escenario inmejorable para una vivencia medieval. Y en ello están desde hace unos años impulsando unas jornadas medievales. La Alburquerque de Nuevo México es la ciudad más poblada del estado y ronda el millón de habitantes. Es, además, un pequeño foco cultural. El Alburquerque extremeño es mucho más pequeño, aunque son 5.500 habitantes que no es cantidad maleja, aunque no se queda atrás en lo cultural con esa apuesta festivalera del Contempopranea, otra excusa para disfrutar de tan hermoso rincón de Badajoz.
Alburquerque, ubicación geográfica aproximada a oeste de la provincia de Badajoz, muy cercano a la Raia (frontera) con Portugal. Asentado sobre una colina de acceso (otrora) complejo, Alburquerque cuenta con un célebre hijo en el Texas de los Estados Unidos que incluso ha llegado a aparecer en la animación de Los Simpson.
Alburquerte en el horizonte, con la inconfundible referencia de su castillo como guía. Circulamos por la carretera EX-110.
Acercándonos a la localidad pacense de Alburquerque. Su castillo, presidencial.
Castillo de Alburquerque. Contraluz.
Arranque de la calle Pozo Concejo. Hacia el pueblo, una gran pendiente. Hacia el entorno, unas vistas muy chulas de la dehesa.
Callejuela que une las calles Pozo Concejo y Carrión.
Calle Carrión de Alburquerque. La imagen relativiza mucho la gran pendiente de estas calles.
La travesía Carrión nos deja en pocos metros en una plazuela amesetada que en realidad es la avenida Pablo Lapeña.
Discretísima iglesia de San Mateo, junto a la avenida Pablo Lapeña. Actual parroquia, se remonta como tal a los siglos XVI y XVII sobre una ermita anterior ubicada extramuros. No es un templo especialmente llamativo en lo exterior.
Puerta de la Villa (más conocida por los locales como Puerta de Belén). Estamos ante uno de los antiguos accesos a la Alburquerque medieval, la llamada Villa Adentro, de los que actualmente se conservan éste y la Puerta de Valencia, en el otro extremo del perímetro amurallado. En sus paredes se han conservado incluso inscripciones en portugués antiguo.
La Torre del Reloj. Posiblemente ya presente en las murallas oriundas del siglo XIII. Sobre una de las antiguas torres de la muralla se levantó una estructura de mampostería en la que se instaló un reloj. Esta torre tiene 10 metros de altura y en su parte inferior se aprecia una "mordida" artesanal, de pico y pala, en la base para uniformizar la calle Antonio Cuéllar, que baja hasta la plaza de España. O si se explica de manera muy poética: "El costado de levante se descarnó a finales del siglo pasado para facilitar el tránsito rodado".
La Torre del Reloj, apreciada en la rejería de unos muros de piedra ya en la plaza de España.
La Torre del Reloj, vista desde la plaza de España de Alburquerque, el principal espacio abierto del casco urbano y centro de la vida pública y del día a día de este pueblo de la provincia de Badajoz. A la izquierda, el ayuntamiento y el edificio en cuya base se encuentran el Bar Macareno y el Bar Cafetín, además de la librería Maribel. Negocios todos con cartelería semejante e idénticos caracteres góticos.
El castillo de Luna, en lo alto, preside unas vistas desde la plaza de España en las que no falta la conocida como Torre Rocha (derecha), la que tiene una especie de "gorrito" sobre cuatro pilares.
Tomando un refrigerio en los veladores (la terraza, vamos) de la plaza de España, que realmente tiene dos espacios peatonales autónomos. En este, más próximo al ayuntamiento, se concentran los negocios hosteleros. Y todos con muy buenos precios, cantidad y calidad. Al fondo, el citado Bar Macareno.
Anochece en la plaza de España. Detrás, la única e indispensable Cafetería La Ermita. Y su nombre textual: una antigua ermita barroca (siglo XVII), de nombre Nuestra Señora de la Soledad, neutralizada por el casco urbano y transformada en espacio hostelero. Eso de "del templo a la taberna", pero en su expresión máxima.
Cafetería La Ermita.
Vamos hacia el castillo. Abandonamos la plaza de España por Doctor Álvarez Díaz, junto a la Torre Rocha. Esta torre, del siglo XIII, tiene una estética peculiar en su parte superior.
Callejuela que se extiende por parte de la muralla oculta por las edificaciones que se asoman a la plaza de España.
Caminado por el llamado "barrio gótico", realmente la parte alta (y por tanto la más cercana al castillo) del pueblo de Alburquerque.
Caminando por la calle Derecha, una de las ruas, angostas y empedradas, que cruzaban la medieval Alburquerque de extremo a extremo. A la altura del número 15. En esta calle abundan las viviendas con acceso de hermosos arcos.
Tomando el fresco.
Escalando hasta la iglesia de Santa María del Mercado, cuya torre se intuye entre las viviendas.
Santa María del Mercado. Su nombre se inspiraría en la antigua celebración de un mercado en una pequeña planicie existente en sus alrededores, bajo la amenazante silueta del castillo.
Santa María del Mercado, una hermosa iglesia sencilla con orígenes en el siglo XV. La terraza de la izquierda corresponde a las traseras del Fogón de Santa María, un restaurante del que hemos escuchado maravillas.
Pequeño relieve escultórico en el acceso al interior de Santa María del Mercado.
Santa María del Mercado. Su torre, con remate almenado a juego con el castillo.
El castillo de Luna, visto desde los alrededores de Santa María del Mercado en la calle Santa María.
Tomando el fresco en una callejuela de la Villa Adentro.
Una encadala sucesión de arcos evoca a otros tiempos en esta vivienda.
¿calle Crespo?
Caminando por la calle Derecha.
Engalanada calle Cadenas.
Gatos y tiestos. Los felinos descansando y las macetas ornamentando.
Calle de la Piedra, vista desde la calle Derecha.
Apurando la calle Derecha, a punto de llegar a su confluencia con la calle Santa María.
La puerta de Valencia, más modesta en su vertiente intramuros. Esa Valencia no es la mediterránea, sino Valencia de Alcántara.
La confluencia de las calles Santa María y Derecha alimenta un ensanchamiento irregular, una pequeña plazuela con su encanto que es cruzada por un extremo por la ascendente calle Puerta de Valencia.
La puerta de Valencia, acceso a la Villa Adentro. Mamposteria sencilla y maciza. Sus dos torres gemelas son su elemento más característico y en ellas alcanza los 13 metros de altura. En el centro se intuye el escudo de armas de don Alonso Sánchez, hijo del rey don Dionis de Portugal. Alburquerque tiene una intensísima relación durante la histórica (y no siempre amistosta) con Portugal.
Santa María del Mercado, contemplada desde el interior de la Puerta de Valencia.
Calle Cárcel. Dos jóvenes han afrontado su empinada escalera y observan los alrededores desde su adarve.
Plaza de Armas.
Empedrado medieval. Piedras pulidísimas por el tiempo.
El castillo de Luna, visto desde la empedrada y ascendente calle Cárcel.
Lienzo de la muralla.
Riscos y muros.
Vista sobre Alburquerque.
Almenas y saetera con vistas hacia Portugal.
Recinto amurallado y castillo de Luna.
Panorámicas desde las murallas sobre el paisaje, y las serranías, circundantes.
Paseando por el adarve.
Alburquerque. ¿La encima blanca?
Pasarela hacia el castillo de Luna.
Santa María del Mercado, vista desde las alturas.
Inexpugnable castillo con el mundo, la dehesa, a sus pies.
Los entornos del castillo.
El castillo de la Mota, rocoso e inabordable.
Una ubicación privilegiada.
Vistas desde el castillo.