Si su piedra fundacional estuvo, como sucedió con León, en un asentamiento militar romano que sostenía los ímpetus de los fogosos e irreductibles pueblos del norte o si por el contrario fue algo menos bélico como un núcleo nacido a la luz de tropas licenciadas que se ponen a labrar la tierra y cuidar ganados, pues es lo de menos. Porque llegada la invasión musulmana el asentamiento se evaporó y no fue hasta la repoblación, ya en plena reconquista, pongamos finales del siglo X, cuando Santoyo cobró la vida que ininterrumpidamente ha llegado hasta hoy. Una vida menguante, todo hay que decirlo, porque la vieja Castilla de los pueblos se sigue desangrando entre la despoblación y la ruptura de hilos con sus oriundos mucho más urbanos. El pueblo, que dice aquel, para las vacaciones o los fines de semana. No para trabajar la tierra o pastorear con los ganados. Independientemente de la reflexión, y con permiso de algún lienzo de muralla que nos recuerda que toda esta zona fue en un momento de la historia frente de guerra entre enemigos y también entre aliados, en Santoyo destaca con muchísima autonomía una mastodóntica iglesia que le rebaja a uno a la altura de gnomo. O más aún, de germen microscópico. Otro gigantesto templo en un pueblo menguante. Lo de muralla, por cierto, tiene narices: buena parte de este kilómetro y pico de perímetro desapareció en el primer tercio del siglo XX. Y ahí ya había más sensibilidades arquitectónicas y artísticas.
La iglesia de San Juan Bautista de Santoyo, un ejercicio fundamentalmente gótico donde no faltan las evocaciones románicas y los guiños renacentistas y hasta barracos, sobrecoge con su enorme cúpula central nervada y su bosque de columnas que explotan en su parte alta como palmeras petreas. San Juan Bautista es un palmeral de piedra al que la tradición le ha colgado una etiqueta. Si en la no muy lejana Támara de Campos hablan de su iglesia de San Hipólito como La moza de Campos o en la misma Palencia se defiende que con su catedral poseen La bella desconocida, de la iglesia de Santoyo se dice que es La noble villana. Suena raro. Hasta feo. Así de primeras la digestión va acompañada por un ceño fruncido que necesita explicación. Y ahí está el panel de rigor que emplea palabas más concretas y específicas: “Noble por su porte y señorío. Villana por residir en esta humilde villa de acogedores labriegos que la vio nacer”. Y por nacer, vio la luz en el siglo XIII. Que ya son años. Una hermosura de iglesia que pone a prueba la capacidad humana. No será fácil contenernos en muestras de asombro y demás, pero será necesario. Tengan en cuenta que Santoyo es un pueblo pionero en cuando severidad con los ruidos del tráfico (que aquí es contado, todo hay que decirlo) o los escándalos en la vía pública. Imaginen que puede pasar con una iglesia implicada…
Santoyo. Ubicación geográfica, entre las más populares Frómista y Astudillo, de esta localidad palentina de apenas 250 habitantes y perfil "veterano". Castilla envejece y se despuebla, menguan los pueblos y se consolidan las ciudades. Su relativa cercanía a la capital provincial hace que muchos hijos, nietos u oriundos (esta apreciación es una reflexión más de futuro) encuentren calma y descanso en los fines de semana o puentes. Tal y como es norma en todos los pueblos de la zona, contrasta su población con el tamaño de su iglesia principal. No se puede hablar de desproporción en el sentido de que las motivaciones constructuras de siglos pasados tenían su plena justificación. Y un siglo atrás más de un millar de vecinos alegraban sus calles y plazuelas... [Mapas VíaMichelín].
Iglesia de San Juan Bautista de Santoyo. Sólo se nos ocurre un símil que pueda concretar el impacto visual de esta enorme mole de naturaleza religiosa que tanto destaca entre casas que rara vez exceden (y cuando lo hacen) las dos alturas: es como ese barco de cruceros que llega al puerto y parece que en cualquier momento podría eclipsar la luz del casco urbano. A este templo le conocen como "La noble villana". Y lo explicaremos después.
Los alrededores de San Juan Bautista, ligeramente ajardinados con diversos ejemplares de pino y adecentados para la pausa y el encuentro. Como suele ser habitual, los alrededores de los templos, dada la autonomía que suelen tener dentro del casco urbano, cuentan con plazuelas y espacios para el encuentro y la conversación, fundamentalmente masculina. Tan red social como el chismorreo de la panadería o los ultramarinos. Estamos en la llamada calle Barrial.
Santoyo. Viejas piedras y mampostes como elementos constructivos.
Una casona en toda regla en primera línea de plaza.
Un número 1 no siempre es lo mejor... El tiempo no lo cura todo. También lo estropea si no hay quien reparta alivios y "medicamentos".
San Juan Bautista. Su torre almenada de cinco cuerpos nos recuerda más a la de un castillo o una fortaleza que a la de un templo. Sus cimientos y zonas más bajas se remontan al primer templo románico que creció en este solar y sobre el que se fue armando la actual visitable iglesia. La torre, por cierto, del siglo XIII. ¡La de cosas que se habrán podido ver desde sus alturas!
Los accesos a San Juan Bautista. Un templo atípico en el sentido que su configuración rompe con algunos esquemas más clásicos, algo que lo convierte en único y en especial. Lo de la "Noble villana"
La plaza principal de Santoyo, con otro pequeño espacio arbolado donde se reúnen varios vecinos. Vistas desde los accesos al interior del templo.
Pórtico del Patriarca. Pórtico de decoración plateresca (un estilo que se suma al románico y sobre todo el gótico y que confirma ese eclepticismo hijo de la historia siempre presente en las reformas, ampliaciones o recuperaciones de las iglesias) que desgraciadamente no está en buen estado. Y eso que está protegido de la acción directa de los elementos al estar más recostado hacia el interior con respecto al resto de la fachada. De este pórtico se dice que tiene detrás al genio Diego de Siloé, algo no confirmado. Los escudos labrados en la parte superior, según leemos, pertenecen a Antonio de Rojas Manrique, un religioso natural del cercano Astudillo que se involucró en labores de índole política y administrativa en la América del siglo XVI y dedicó parte de su fortuna a obras en su tierra de origen.
San Juan Bautista. Retablo Mayor. Manuel Álvarez, Juan Ortíz y Mateo Lancrín, Jerónimo Vázquez, Ángela de Barreda, Miguel de Barreda y Antón Calvo firman lo escultórico, lo pictórico y el dorado de esta obra comunal renacentista con evidentes influencias barrocas.
La sobrecogedora cúpula de San Juan Bautista, punto de encuentro de las tres naves que componen el templo y en cuya clave central "se reúnen" multitud de nervios que le dan un aire de flor. Once lados componen la estrella, la flor... la maravilla. Un ejercicio arquitectónico pionero y poco habitual que si estuviera en otro país aparecería en los libros de arte de las escuelas.
La iglesia de San Juan de Santoyo puede presumir de una particularidad más: sus columnas llegan a los techos y se abren como si fueran palmeras. Una estética palmeriforme que cuajó durante una ampliación que tuvo lugar durante el siglo XVII bajo los preceptos, todavía, del estilo gótico. Al fondo se aprecia la cúpula anterior.
El órgano, de 1738, es obra de Pedro Merino de la Rosa. Gracias a los cuidados del Taller de Organería de Federico Acitores en 1997, todavía se puede decir que está "en activo".
Pila bautismal del siglo XV, nada menos.
Un talla del Bautista, a los pies del altar mayor de la iglesia de San Juan de Santoyo.
La puerta principal de San Juan Bautista: el Pórtico del Patriarca. Como se aprecia, tiene un anadido que protege su pórtico plateresco.
Otro acceso mucho más modesto a las instalaciones de San Juan Bautista.