La película nos llevó al libro y una casualidad nos plantó delante del cuadro. Y ahí arrancó un idilio con "la chica de la perla", un rito iniciático hacia el maestro Johannes Vermeer. Un romance con su pintura gestado en una experiencia multisoporte con el descubrimiento de una hermosa ciudad como cénit. Todo comenzó en el cine allá por 2003 con una propuesta peliculera británica dirigida por Peter Webber y protagonizada por Scarlett Johansson. Después, un par de años después, cayó entre nuestras manos una edición del libro de Tracy Chevalier. La novela en la que se inspiró la película en cuestión. Había que afrontar su lectura. Y la experiencia aportada por esta ficción fue gratificante. Finalmente, en mayo de 2010, un viaje de trabajo nos permitió respirar la atmósfera especial que irradia la contemplación de la joven en el Museo Mauritshuis. La historia de unos colgantes de perlas da para mucho. Da para una joven de la perla.
A la pictórica damisela de tan sencilla y elegante joya, que también ha sido bautizada como Muchacha con turbante o La Mona Lisa holandesa, se la conoce mucho más desde que apareció el libro y, sobre todo, desde que se estrenó la película. Ahí reside la magia de los medios de comunición de masas. ¡Quién podría dudar del potencial de la reproducción y su repetición! Pero su reputación no es que fuera algo baladí hasta entonces. Vermeer es mucho Vermeer. Un maestro dentro de una tradición pictórica, la de Flandes y los Países Bajos, de tran peso y mayor poso. El cuadro no es precisamente grande (y en el Mauritshuis tienen algunos retratos ecuestres que lo son), pero sí atractivo y cautivador. Es curioso. Sucede lo mismo con la ciudad donde está el museo, que no es otra que La Haya. Den Haag,en neerlandés. Pequeña, pero intensamente agradecida. Y tan sorprendentemente variada que su descubrimiento relativiza y arrincona su condición de capital mundial de la paz y la correción por eso de acoger el Tribunal Internacional de Justicia.
La Haya no es la capital de los Países Bajos, honor que recae en Ámsterdam, pero acoge sus principales instituciones gubernamentales y también las embajadas de los más dispares países. Incluso la familia real holandesa tiene en esta urbe su residencia habitual y en uno de sus palacios, el sorprendente Noordeinde, tiene fijado su lugar de trabajo la reina Beatriz. Sorprende este Noordeinde por su ubicación, su relativa modestia y su facilidad para compartir línea de fachadas con otras edificaciones. En otras latitudes este palacete o hubiera estado rodeado por unos enorme jardines o directamente no hubiera estado en una ubicación tan expuesta. En otro viejo palacio, más bien conjunto de estancias palaciegas, un conjunto vecino del Mauritshuis por cierto, se encuentra desde hace varios siglos el parlamento del país. Un recinto , el Binnenhof, que creció junto a un pequeño lago (de nombre Hofvijver) que aún hoy existe, si bien más domesticado, y protagoniza muchas de las instantáneas que toman los turistas. La semilla fue un pabellón de caza, ya que La Haya tiene su origenen en un territorio que durante el medievo era un paraíso para la caza. Y ese pabellón mutó en palacio al mismo tiempo que sus condes fueron ganando galones y poder en los siglos venideros. Es otra de las particularidades de la fisonomía de La Haya, el peso de tan particular centro. Porque aunque estemos en los Países Bajos y también existan aquí, La Haya no es ciudad de canales en su sentido más emblemático. Pero sí de miniaturas (como las del parque temático Madurodam; pura esencia de Holanda) o de, ¡oh, sorpresa!, paseos marítimos inolvidables: su playa de Scheveningen goza de tanto prestigio como de cantidad de modernos chiringuitos.
Todos los alrededores del Maurithuis, desde unas viejas estancias palaciegas de la realeza (¡accesibles para peatones y bicicletas, porque son una parte más de la ciudad!) rodeadas por el laguito, hasta las calluejuelas peatonales donde se sucede una alineación de negocios variados, fachadas atractivas y rincones pintorescos, todo ese micromundo, le resulta delicioso al paladar turístico. Como el agolparse alrededor de la joven de la perla y fascinarse. La Haya nos sorprenderá con una especie de museo, el Panorama Mesdag, oculto en un edificio estrecho emparedado por otras construcciones e inconfundible por la gran pintura cilíndrica de una vetusta escena playera en un Scheveningen todavía autónomo (14 metros de alto, unos 120 de circunferencia) que supone todo un ejercicio de tridimensionalidad. Y de tridimesionalidades, ilusiones, perspectivas y experimentos visuales saben mucho en otro de los museos de La Haya, el dedicado a M. C. Escher e instalado en un viejo palacio real ubicado en una hermosísima zona de la ciudad: el Lange Vorhout. Una arboleda extensa de agradable paseo y fresca sombra (si es que pica el sol) en el corazón de la zona más aristocrática de la ciudad, repleta de embajadas y rematada, en su número 32, por la casa más estrecha de La Haya. Impresionante en directo. Como toda la ciudad. La Haya es un destino fascinante. Como fascinante resulta La joven de la perla.
La Haya, Den Haag en neerlandés, es una de las cinco ciudades más grandes de los Países Bajos. Menos poblada que Ámsterdam, actual capital del país, o Rotterdam, principal puerto comercial de Europa, La Haya es la sede del gobierno del país. Esta particularidad la convierte, de facto, en la capital admnistrativa de Holanda. Instituciones supranacionales como la Corte Internacional de Justicia o Europol también tiene su sede en la tercera ciudad del país, en la que además reside y trabaja la monarquía de la Casa Oranje. En este caso, la reina Beatriz. En la ciudad de La Haya, además, encontraremos un gran resumen de todo los Países Bajos: el parque temático de miniaturas y maquetas Madurodam. ¡Alucinante! [Mapas de ViaMichelin]
Nos hospedamos en el esbelto y moderno notel que una empresa de nacionalidad española, la cadena NH, tiene en Den Haag, situado en el número 100 de Prinses Margrietplantsoen (aunque la foto está tomada en la confluencia de las avenidas Princes Beatrixlaan y Schenkkade). Un "cuatro estrellas" muy confortable y funcional con grandes vistas sobre un entorno muy muy plano y, eso sí, poco monumental.
Vistas desde nuestra habitación sobre un moderno edificio de oficinas y, detrás, infraestucturas ferroviarias.
Los alrededores del NH Den Haag. Mucha casita baja y mucha zona verde.
Estilizada cobertura para las vías de un ferrocarril (o una carretera, la A-12, la Utrechtsebaam) que salva un cruce de calles con este "viaducto". Solución típica en esta zona "moderna" de La Haya. Vamos camino de su estación central. Las llaman Netkous o "Medias de rejilla".
Junto a la estación central de La Haya, un acceso subterráneo a un aparcamiento para bicicletas. En sus alrededores se conculta aquello del "prohibido estacionar bicicletas y motocicletas". Obsérvese el detalle: la escalera tiene en sus dos lados una rampa para facilitar el acceso o la salida de los vehículos. Un país que piensa en, por y para la bicicleta. ¡Qué envidia!
La estación central de La Haya (Den Haag Centraal), allí donde nos deja el ferrocarril y donde podremos acceder a otros medios de transporte, como el tranvía. La foto está tomada en una gran parada de tranvías, de hecho.
Un tranvía de la compañía HTM, concretamente el que hace el recorrido 9 en dirección a Scheveningen, se detiene en la parada de la calle Rijnstraat.
De Hypotheekshop. "La tienda de las hipotecas". Una mentalidad, desde luego, para gestar una auténtica crisis.
Caminando bajo modernísimos edificios de oficinas y usos gubernamentales, dejando atrás la estación central de La Haya.
Contrastes en La Haya. Un viejo canal, conocido como Oranjebuitensingel, es salvado por un puente peatonal y, unos metros más arriba, por un paso para una línea de tranvía. Hemos puesto rumbo hacia el centro.
¡Rumbo al centro de La Haya!
Alcanzando la Muzenplein (a estas alturas plein ya suena a plaza), una zona de La Haya visualmente muy atractiva por sus diferentes apuestas arquitectónicas. De alguna forma, un gran punto de encuentro entre lo nuevo y lo viejo.
El edificio Munzentoren, presente en la anterior fotografía: dieciocho plantas de oficinas en esta "Torre de Muzen".
La peatonalizada Calliopestraat, una calle que conecta la Muzenplein con la confluencia de las calles Herengracht y Fluwelen Burgwal, puerta de entrada a la zona más antigua y palaciega de la ciudad.
En los bajos de este esbeltísmo edificio esquinero en la confluencia de las calles Herengracht, Fluwelen Burgwal y la peatonal Korte Poten se encuentra el Caffe Belmondo. Recomendable. El edificio es conocido como Handelshuis. ¿La casa Handel? Al fondo de la calle se aprecia la torre del ayuntamiento de La Haya.
Enfrente mismo del edificio "Belmondo" encontramos éste otro de bajos comerciales. Estamos en la calle Korte Poten.
Restaurante étnico en Korte Poten, llegando a la gran plaza conocida simplemente como Plein ("plaza", en neerlandés). Toda esta zona de la calle está repleta de negocios de hostelería. Café, restaurantes, cervecerías, comida rápida, lunch&brunch, grandes cadenas, garitos pintorescos, más caros, más baratos... y mucha cartelería cervecera. Mola.
Terrazas en la Plein. En el centro, la estatua que honra la existencia de los Prins van Oranje, los príncipes de Orange, la dinastía. Está representado Guillermo de Orange (Wilhelm I). Este futuro rey fue el cabecilla del movimiento contra la corona española que, tras la Guerra de los Ochenta Años, acabó suponiendo la independiencia de las Provincias Unidas. Y lógicamente, por ello, es un icono para los Países Bajos.
Guillero de Orange, una escultura de 1848 creada por el artista belga (pero muy asentado en los Países Bajos) Louis Royer. En los alrededores de la Plein, además de las fachadas palaciegas, abundan las terrazas. ¡Son muy agradables a poco que el tiempo respete!
La mayoría de los edificios que rodean la Plein y no tienen bajos comerciales (in situ se entenderá esta explicación) acogen la sede de diferentes instituciones del Estado Neerlandés. No en vano nos encontramos a un paso, literal, de la sede del parlamento, que se encuentra en un gran recinto palaciego que se conoce como Binnenhof. El que aparece en la foto es el Ministerio de Defensa (Ministerie van Defensie).
Junto a la Plein, desde 1822, el espectacular Mauritshuis Museum de La Haya. La pinacoteca, bastante pequeñita para lo que podría dar de sí toda la colección real (entre otras) de la Casa Orange, bien merece una visita. Un templo riquísimo en obras de Rembrandt, de Frans Hals, de Jan Steen, incluso de Andy Warhol, por supuesto de Veermer... Pero quizá sea la famosa Joven de la perla de éste último su más célebre y mediática posesión. Tuvimos la suerte de visitarlo antes de que se iniciaran unas obras de reforma que se prolongarán hasta 2014. El Mauritshuis se asienta en un palacio del siglo XVII que fue mandado construir por el conde Juan Mauricio (de ahí su nombre) de Nassau, enriquecido con negocios y conquistas en el "Brasil holandés". Un buen elemento Johan Maurits, sin duda.
Junto al Mauritshuis, el acceso al denominado Binnenhof. La sede del parlamento holandés (¡desde 1446!) es, de alguna manera, una especie de ciudad dentro de otra ciudad. Un enclave con mucho encanto, empedrado abundante y más abundante ostestación donde no falta una vieja y esbelta iglesia (en apariencia, porque realmente no lo es como veremos). El Binnenhof no es un barrio, es un área; es un conjunto de viejas edificaciones palaciegas y antigua sede de la corte.
De momento no vamos a entrar en el Binnehof. Vamos a dar un rodeo y caminar junto al museo (después tendríamos la oportunidad de degustarlo, pero dentro las cámaras están prohibidísimas) para contemplar el laguito anexo a todo este recinto palaciego, el llamado Manantial de la Corte (Hofvijver, en neerlandés). Por ello caminamos por la calle Korte Vijverberg, en la que prosigue la masiva presencia de edificios oficiales y diplomáticos. Detalle de esta calle en una fachada lateral del Mauritshuis Museum (donde está su acceso principal, por cierto).
Un poco de historia sobre la importancia del laguito. La antigua residencia condal, el palacio Binnenhof (actual Parlamento de los Países Bajos), se construyó junto a este pequeño lago. Aunque pueda parecer lo contrario, lo cierto es que esta superficie acuosa, muy querida por los locales, icono puro de La Haya, tiene poco de estanque. Se trata de una pequeña laguna, conocida como Hofvijver (Manantial de la Corte), junto a la que allá por la Edad Media la nobleza construyó una primera casa de campo. La zona, puro bosque por entonces, era muy rica en caza, ocupación fundamental de las clases altas. Esa casa de campo mutó, en el siglo XIII, en el conjunto palaciego que es hoy en día en los tiempos del Conde Willem II y su hijo Floris V.
Las aguas de la Hofvijver mojan las raíces del Binnenhof. A la derecha se percibe la pequeña islita en la que numerosas aves descansan o, incluso, anidan.
Un cisne se desplaza entre armónicos contorneos sobre las aguas de la Hofvijver.
Un ave se posa en la orilla (remodelada para aires de estanque a la vieja laguna) de la Hofvijver. Al fondo, los enormes recintos palaciegos del Binnenhof, actual parlamento de los Países Bajos.
Escultura urbana en el pequeño paseo arbolado que escolta las aguas la Hofvijver. Esta arboleda, este paseo, es conocida como Lange Vijverberg.
Gevangenpoort. La Puerta de la Cárcel (o de la Prisión). Este antiquísmo acceso (y al mismo tiempo prisión) a la vieja ciudad de La Haya, vecino de la Hofvijver y el Binnenhof, alberga hoy en día un museo temático: sobre cómo era estar aquí encerrado. Hunde sus raíces, nada menos, en el siglo XIII.
Un vecino de La Haya se desplaza en su bicicleta con su perro plácida y cómodamente asentado en un pequeño transportín. La bicicleta, cómo no, es el principal medio de transporte. Un hábito que convierte todo lo ciclista en algo de interés general. En Holanda no es obligatorio el uso del casco en la ciudad, pero también tienen una cultura y una educación vial (por no hablar de las infraestructuras y legislaciones) que permiten tomarse ciertas licencias en esta materia.
Caminando junto a la Gevangenpoort. Es lo único que ha sobrevivido de las viejas murallas del siglo XIII.
El Hofvijver (fuente ornamental incluida) y el Binnenhof, así como los esbeltos edificios del entorno de la en absoluto lejana Musenplein (destaca especialmente el "rascacielos" conocido como Hoftoren), vistos desde los alrededores de la Gevangenpoort. Calle Buitenhof.
Calle Buitenhof. Al fondo se aprecia perfectamente la Gevangenpoort, último exponente de la muralla medieval. A la derecha, escultura ecuestre de Guillermo II, de 1924. Es obra del francés Antonin Mercié y Victor Peter. Y en el centro, además de una vía pública tan limpia que se podría lamer con la lengua, un espectacular carril bici. ¡Viva la movilidad urbana!
¡Vamos a entrar en el Binnenhof desde la calle Buitenhof!
Sobrecogedor Ridderzaal, el Salón de los Caballeros. Este icono, con estética de iglesia, protagoniza cada 3 de septiembre el simbólico arranque del curso político con el debate sobre los presupuestos. El monarca (en este caso la reina Beatriz) llega desde el Noordeinde Palace, no muy lejano, en un carruaje dorado (llamado así precisamente: Gouden Koets) para dar inicio a la temporada e iniciar la discusión. El Ridderzaal también se emplea en recepciones de honor y en ocasiones especiales.
El Binnenhof está abierto al público (sus accesos son como una calle más) y es atravesado por peatones y ciclistas indistintamente.
Detalle de la galería de uno de los edificios que conforman el recinto del Binnenhof.
En la plazoleta central del Binnenhof, la espectacular Fuente del Conde Guillermo II de Holanda. Gran trabajo neogótico con numerosos elementos dorados de los holandeses Ludwig Jünger y Pierre Cuypers en 1883.
El Ridderzaal es, posiblemente, uno de los mayores salones del trono que existan en el mundo (así es, dentro tiene un trono para el monarca de turno).
Regresamos a la calle Buitenhof... Al loro la señal que nos recuerda que los niños vayan cogidos a sus padres al atravesar el Binnenhof.
Calle Buitenhof. Un carruaje turístico transporta a unos turistas. Seguimos nuestro periplo por La Haya.
Y llegamos al Passage. De Passage. Una elitista galería comercial de aires modernistas en la que no faltaban las últimas novedades de París y que se remonta al siglo XIX. Une las calles Hofweg y Spuistraat, pero también tiene una salida a la Gravenstraat.
En el interior de De Passage. La galería comercial más antigua de los Países Bajos.
De Passage. Acceso desde Gravenstraat. Como un palacio. Obsérvese el detalle de la fecha de construcción: 1882-1885.
Gravenstraat. El curiosísimo edificio de planta circular que alberga un centro comercial: The Sting. Al fondo se intuye el viejo ayuntamiento.
The Sting. Detalle. Colores, teselas e interpretaciones corintias...
Movida, ocio nocturno, bailoteo festivo... Club Le París. Así se las gastan en este garito de atractiva estética exterior ubicado en la calle Kettingstraat. Uno de los inocos de la noches en La Haya.
"Y mucho más". Curioso nombre para un restaurante en Holanda. Se trata de un "tapas bar". El concepto es clarísimamente español. Nos contaban que en Holanda no existe una cocina propia de peso, una tradición que siga los usos y costumbres de una dieta mediterránea. Pero esa ausencia la corrigen con todo tipo de ofertas hosteleras. Y la española, claro, no falta. Estamos en el número 7 de Kettingstraat.
En un callejón trasero accesible desde la calle Gorststraat encontramos un 'coffe-shop'. Porque La Haya también los tiene.
Junto a la cadena de la tienda Mango en una plazoleta muy comercial (que en enclava dentro de la Haagsche Bluf), y rodeado de otros edificios comerciales tan modernos como funcionales, nos topamos con este curioso contraste con una casa típica holandesa que ha permanecido en su sitio...
Otra fachada singular en las céntricas y comerciales calles de La Haya cercanas a la antigua plaza Grote Markt.
Una gran terraza a los pies de un edificio singular...
El viejo ayuntamiento de La Haya (Oude Stadhuis). Un edificio con raíces en el siglo XV. Hermosa concepción renacentista la de su fachada, más magnífica contemplada desde la antigua plaza Mayor.
... Y al lado del ayuntamiento, la iglesia Nueva de La Haya (Grote Kerk Den Haag, en neerlandés) es un edificio religioso protestante levantado en el siglo XVII.
Grote Kerk. Enorme y llamativa puerta de dos cuerpos independientes, pero que en conjunto parecen pensados para un gigante.
Pobladísmo aparcamiento de bicicletas en la calle Prinsestraat, a la altura del cruce con Nobelstraat.
Fachadas adornadas con la bandera de los Países Bajos en la calle Prinsestraat. No muy lejos de aquí se encuentra la residencia y lugar de trabajo de la reina Beatriz.
Bloemendland, franquicia de flores presentes por todo el país. En La Haya cuentan con esta tienda en la calle Prinsenstraat, número 18.
Giramos por la calle del Molino (Molenstraat). En su número 63 vemos este negociete de catering cuya terracita nos agradó especialmente.
Molenstraat.
Banderas holandesas en Molenstraat.
Caminando por el centro peatonalizado y comercial de La Haya.
Pura 'sezesion' vienesa en el número 64 de la calle Noordeinde: De runsroom.
El Palacio Noordeinde, lugar de trabajo de la reina Beatriz de Oranje. Dicen que cuando están puestas las banderas se encuentra en el despacho. El acceso por Paleisstraat, emparedado entre edificaciones y apenas resaltado por una pequeña plazuela, es mucho más chulo que el de la otra vertiente, por donde las instalaciones palaciegas (entre ellas el Palacio que hace las veces de residencia: Huis ten Bosch) andan rodeadas de una gran superficie ajardinada y de árboles... además de un muro.
Acceso al palacio Noordeinde, cuya rejería está presidida por el escudo de la casa Orange-Nassau.
Delante del Noordeinde, la estatua ecuestre de Guillermo de Orange, una obra del francés Alfred Émile O'Hara de Nieuwerkerke en 1845.
Proseguimos caminando por la calle Noordeinde, donden encontraremos fachadas, edificaciones y negocios muy atractivos todos ellos.
Una bicicleta con estética'chopper' de color verde aparcada en plena calle. ¡Chulísima!
Ciclistas urbanos recorren prestos la calle Noordeinde a la altura del restaurante (menudo nombre) It rains fishes.
Vegetación enrredadera que embellece la pared que da a un callejón en un negocio ubicado en el número 192 de la calle Noordeinde.
El callejón en cuestión, de nombre Maziestraat... con un garito español al fondo: TapasBar & Restaurant Triana. No entramos, pero quede aquí constancia de su existencia.
La calle Noordeinde nos deja junto a uno de los pocos canales que surcan la ciudad, pasa junto al Hotel Hilton de La Haya y muta de nombre para transformarse en la calle Zeestraat. En su número 65 encontraremos una de las experiencias museísticas más chulas que nunca hemos vivido: la propuesta del Panorama Mesdag. Aquí, su fachada.
Una visitante contempla la "particular" obra que se representa en la parte alta del Panorama Mesdag. Vamos a contextualizar de qué va: a finales del siglo XIX,el pintor Hendrik Willehm Mesdag se curró una gran panorámica sobre las playas y (el por entonces independiente) pueblo de Scheveningen. En 1881 plasmó esa pintura en un cyclorama (pintura panorámica): una circunferencia de 120 metros de largo y de 14 metros de alto en el interior del hoy museo. Para fomentar la tridimensionalidad, la pintura tiene ante sí una zona de arena que simula las dudas de la playa y en la que encontraremos restos de maderas y útiles de pesca. Incluso existe una animación sonora. En definitiva, que el Panorama Mesdag es un curradísimo antecedente de lo que hoy es nuestra tecnología 3-D.
Otra imagen del Panorama Mesdag. La visita se completa con diferentes obras (y también objetos japoneses, muy aprecidados entonces) que Mesdag y su esposa, Sina van Houten, coleccionaron entre 1886 y 1903.
Proseguimos nuestra ruta a pie. Bicicletas floreadas en un aparcamiento para bicis en la confluencia entre las calles Zeestraat y Sophialaan.
Alcanzamos la plaza 1813 (Plein 1813). Una de las rotondas más grandes del país y, posiblemente de Europa. En su centro, presidencial y majestuoso, se encuentra el Monumento a la Independencia (Onafhankelijkheidsmonument) que en 1869 creó el artista local Johan Philip Koelman.
Caminando por Alexanderstraat, una calle muy muy muy diplomática en un área muy diplomática. Al fondo, la esbeltísima y apuntada torre de la iglesia de San Jacobo (Heilige Jacobus de Meerdere).
Acceso a San Jacobo, en la calle Parkstraat. En el friso el que corta el bacalao, claro, es el apóstol Santiago.
Entramos en la urbanización Rusthof, en la calle Parkstraat y vecina de la iglesia de San Jacobo. Vamos a entrar en un tipo de urbanización muy extendida en La Haya, sorprendente si se viene de la calle: los llamados hofjes, que no son otra cosa que patios interiores con exuberantes jardines.
Nadie puede imaginar desde la calle que el edificio, o la manzana, proteja en su interior un espacio así. Seguimos en el Hofje de nombre Rusthof.
La torre de San Jacobo, contemplada desde el jardin interior del Rusthof.
Flores de vivos colores crecen y adornan una vieja lata en el interior del Rusthof. Este espacio nació para la ciudad (mejor dicho, para sus vecinos) en 1849. Su creación se debe a la acción y el mecenazgo de Elisabeth Groen van Prinsterer, quien pretendía crear nuevos espacios para personas desfavorecidas o en situaciones complejas. El Rusthof fue concebido para "mujeres mayores de 55 años y de fe cristiana protestante".
Seguimos avanzando. Nos encontramos en una frondodísima avenida arbolada, la Lange Voorhout, una de las calles más célebres; en su número 32 encontraremos la vivienda más estrecha de toda la ciudad de La Haya.
El acceso a la vivienda en cuestión... ¡183 centímetros de anchura!
Agradable caminata bajo los grandes árboles de la Lange Voorhout. En esta avenida, por cierto, se encuentra la embajada de España en La Haya.
Escultura ornamental en el Lange Voorhout de La Haya.
El Palacio Lange Voorhout, antigua residencia real y actual sede del Museo M. C. Escher. Se inició en 1764 por encargo de un noble diputado por la región de Frisia, cuya muerte prematura trastocó el proyecto. Guillermo II de Holanda compraría el edificio, que pasaría a ser usado por la corona como lugar, en función del personaje y el momento, de residencia o de trabajo. En 2002 se instaló aquí el citado museo, uno de los más alucinantes de toda Holanda.
Interior del Museo Escher. Una enorme lámpara que se deja caer por el hueco de la escalera.
Visitantes del museo deambulan por sus estancias, donde podremos disfrutar de la pasión por los efectos ópticos y los juegos con las dimensiones de Maurits Cornelis Escher.
Estudio de profundidad de campo que Maurits Cornelis Escher realizó en lápiz sobre la Mezquita de Córdoba durante una visita a España. Desde luego dibujaba bien.
Peces. Escher, un dibujante muy matemático al que le flipaban las simetrías.
Un autorretrato en un espejo del Palacio Lange Voorhout en honor a Escher. ¡Hasta el infinito y más allá!
Una de las propuestas más célebres de Escher es el dibujo de 1935 en el que se se representa reflejado en una bola: Mano con esfera reflectante. En la última planta del museo un par de salas nos ofrecen la posibilidad de interactuar con las experiencias de Escher a través de juegos. Una interacción tan curiosa como entretenida.
La calle Vos in Tuinstraat. A la izquierda, el Hotel Des Indes, uno de esos hoteles de estética fin de siglo XIX que aún sobreviven en Europa.
Un par de vecinos de La Haya se desplazan por la ciudad a lomos de sus bicicletas urbanas.
De camino hacia la playa de Scheveningen, ya dentro del distrito del mismo nombre, hacemos una escala técnica en el alucinante Madurodam (George Maduroplein, número 1). Un parque temático de miniaturas y maquetas en el que se recrean los grandes monumentos, los grandes paisajes y las grandes infraestructuras de los Países Bajos. No podía ser de otra forma: se merecía una entrada exclusiva dentro de El país que nunca se acaba.
Dos jóvenes observan la recreación de un parque de atracciones holandés en el parque temático de miniaturas Madurodam.
El detalle es algo que se aborda con mimo en Madurodam.
Scheveningen. Nos encontramos en la avenida Gevers Deynootweg, a la altura de los cines Pathé. Si hemos venido a esta parte de la ciudad es para disfrutar de una de sus particularidades, un punto fuerte que con climatología benigna revoluciona esta parte de La Haya: su enorme y frecuentada playa. El tranvía 9 nos trae aquí directos desde la Estación Central.
Un tranvía pasa junto a los cines Pathé de Scheveningen. En toda esta zona hay muchísimos servicios enfocados al ocio... y la playa.
El Kurhaus Hotel, referente arquitectónico de Scheveningen. Ubicado a la altura del número 30 de la avenida Gevers Deynootweg, este espectacular edificio de aires neoclásicos sigue ejerciendo de hotel dentro de la cadena alemana Steigenberger que le da nombre. Su lema, ahí es nada: "Old world elegance with modern comfort by the North Sea".
El Kurhaus, fotografiado desde la fuente ornamental que preside su acceso para vehículos. Construido entre 1884 y 1885 bajo diseño alemán (al mando, Johann Friedrich Henkenhaf y Friedrich Ebert), el Kurhaus fue concebido como algo más que un hotel de lujo con 120 habitaciones y el atractivo del mar: también fue pensado como sala de conciertos. En la llamada Kurhauszall han llegado a tocar los Rolling Stones allá por 1964. ¡La locura! En definitiva, que la liaron parda.
Los alrededores de los accesos (realmente una gran plazoleta con parterres y jardines) al Kurhaus Hotel.
Interior del Kurhaus. Superviviente a un gran incendio en sus primeros años, a mediado de la década de los años 70 del siglo XX logró su inmunidad por motivos históricos ante la amenaza de demolición que se cernía sobre el edificio, cerrado al público desde 1969. Fue reformado profundamente y reabierto como el hotel/casino que es hoy en día diez años después de su cierre.
La gran sala central del Kurhaus.
Cruzamos el Kurhaus y, ¡zas!, ante nosotros la playa de Scheveningen y su kilométrico paseo marítimo.
El paseo marítimo (boulevard) de Scheveningen. Una de las cosas más alucinantes de esta playa es que, hacia el faro (y hay una pateada), llegamos al Estadio de Playa, templo del voley-playa entre otros deportes, con capacidad para 3.000 personas.
Muchísimas terrazas de moda, unas con música chill, otras con música disco bastante comedida, se extienden junto a la playa de Scheveningen. Una sucesión de garitos "beach club" fascinante, tanto como su variadísima clientela.
Varios jóvenes disfrutan de un frisbee (uno de esos discos de plástico que se pasan entre sí) sobre la arena de la playa de Scheveningen. Al fondo, la inconfundible estética entre futurista y "plataformapetrolífera" del muelle que, asentado en pilotes, se adentra en las frías aguas del mar del Norte: el Scheveningen Pier.
Caminando entre seductoras terrazas de diversas ambientaciones.
Una de la treintena de terrazas de beach club que se concentran en la playa de Scheveningen ofrece esta particular decoración: un autobus escolar típico de los Estados Unidos.
La playa de Scheveningen. Muy bien cuidada y con reglas para todos. Pura convivencia respetuosa con juerguistas, perros o, incluso, nudistas.
¡Vaya, vaya, en La Haya sí que hay playa! Y en verano se llenan, sí: un ejemplo y otro ejemplo.
Decoración floral en una terraza con grandes vistas a la gran playa de Scheveningen. Muy cuidada.
Tomando un refrigerio bajo el sol en una de las terrazas que escoltan la Scheveningen. ¡Menudo día de solete primaveral!
Cervecita fresquita.
Deshacemos nuestros pasos. El hotelazo, con el boulevard marítimo repleto de terrazas "beach-club". Scheveningen antiguamente era un pueblo independiente, pero con el crecimiento de La Haya fue absorvido y pasó a ser uno de los actuales ocho distritos de la ciudad.
El Kurhaus, un edificio que en vivo y en directo impone. Y a sus pies, un restaurante.
Esculturas de arena de playa. Todos los años en la playa de de Scheveningen se organiza un certamen internacional conocido como International Sandsculpture Festival of Scheveningen.