Aquella excursión de colegio, intimidados por la edad y la sorpresa, nos arrojó una sensación de enormidad que realmente no es tal en la realidad, ahora, vistos con un par de décadas de perspectiva. Aquel teatro romano nos pareció gigantesco y su escenario, estábamos seguros de ello, era el lugar donde los colosos, acaso cíclopes,los únicos capaces de juntar tanta piedra, amasarla y darle sentido de infraestructura gracias a su fuerza descomunal, ese mismo escenario, servía para el desfogue de su constante ira gracias a la interpretación entre túnicas y coronas florales. Y ese vecino anfiteatro, perimetrado con un graderío que ya lo quiera para sí cualquier templo del balompié, dimensiones inabarcables para un infante de no más de metro y medio, nos transportaba a un escenario mitológico en el que no quedaba otra que combatir contra las fuerzas del mal que emanaban de la tierra apenas armados por un balón. Como en un anuncio de una multinacional deportiva con sede en Oregón, vamos.
Y aunque ni el teatro ni el anfiteatro son en la realidad tan gigantescos, aunque de hecho su tamaño sea bastante coqueto con respecto a otras obras similares ubicadas en otras latitudes, y que eso, esa pequeñez y esa majestuosidad sean santo y seña, a pesar de esta constatación aprehendida con los años, tanto el teatro como el anfiteatro y en general todo el conjunto arqueológico que compone el yacimiento de Segóbriga siempre resultarán sobrecogedores. Una agradable sorpresa en tierras conqueses, a un paso de la Autovía que comunica Madrid con el Levante y Murcia, se asienta en un cerro que, en función del enfoque o del punto de vista, apenas pasa por un promotorio o se convierte en una colosal montaña de raíces moldeadas por el, hoy en día, discreto curso del río Cigüela en su discurrir hacia el Guadiana. Un pequeño monte, cerro Cabeza del Griego le llaman, que atrajo en la prehistoria a los pueblos prerromanos, listos como pocos para aprovechar las bondades defensivas de estos enclaves con un buen castro, e inició un proceso urbanizador que se cortó en el arranque del medievo y tuvo su cénit con la llegada de Roma, alllá por el siglo II antes de Cristo.
Segóbriga cayó en la decadencia, vivió un lento pero constante despoblamiento y hasta sus piedras, rebajada la población a la categoría de cantera gratuita, alimentaron el cercano y nuevo asentamiento de Saelices, la población heredera de la vieja Segóbriga. La Segóbriga 2.0 a costa de la destrucción inconsciente (qué conciencia podrían tener, cómo juzgar ciertos actos del pasado bajo el prisma del presente). O el olvido. Un olvido letal, como le pasó al circo que también existía en Segóbriga. Un ataque contra el que no hay murallas suficientemente gruesas. O extensas (y mira que Segóbriga tenía más de un kilómetro de perímetro cercado) Pero antes, mucho antes, brilló dentro del engranaje romano por la riqueza minera y agrícola de la zona y sobrevivió con ciertas holguras, pura inercia histórica, durante la época visigoda. Las explotaciones de mineral también cesaron, y eso que el yeso traslúcido era un gran negocio, pero de la majestuosidad de sus campos apenas basta otear el horizonte desde la cima del Cabeza del Griego en un soleado día de primavera. Una fertilidad que salta a la vista desde cualquier punto de este parque arqueológico, bastante rico en horizontes. O incluso en las vegas que horada el Cigüela.
Segóbriga, ubicación geográfica de un yacimiento fundamentalmente romano con orígenes en la época celtíbera y vestigios hasta de la visigoda y la musulmana. [Mapas de VíaMichelín] La antigua urbe se asienta, como recostada, en la ladera más suave de un cerro de 857 metros de altitud sobre el nivel del mar que en la época medieval empezaría a ser conocido como Cabeza del Griego. Todo el conjunto se ha convertido en un parque arqueológico visitable (entrada general, según tarifas vigentes en marzo de 2013: 5 euros; gratis para niños menores de 6 años). Cada año pasan por aquí unas 70.000 personas; y desde hace 30 se organiza entre sus viejas piedras un Festival Juvenil de Teatro Grecolatino.
Segóbriga. El logotipo del yacimiento según las instituciones públicas que lo tutelan, mantienen y (por qué no decirlo) también explotan bajo la fórmula del Parque Arqueológico. Tres de los arqueólogos que más han investigado en Segóbriga han sido Juan Manuel Abascal Palazón, Rosario Cebrián Fernández y Martín Almagro-Gorbea.
Instalaciones del Parque Arqueológico de Segóbriga, donde se ubican los accesos, los aparcamientos, un pequeño servicio de restauración y otras facilidades que conforman su centro de interpretación. La sombra de una privatización planetaba sobre su gestión, que iba a ser tutelada a medias por el sector público y el privado, aunque finalmente la Diputación de Cuenca iba a coger las riendas. Eso no impidió que este parque permaneciese cerrado (solo abría para visitas concertadas) durante unas semanas de 2013.
Acceso al Parque Arqueológico de Segóbriga a través de su centro de interpretación. Nos recibe una gran fotografía aérea y nos escoltarán algunas grandes esculturas de indudable estética romana.
Restos de una representación escultórica (más que posible) del César, ubicada en el centro de interpretación y hallada en las excavaciones en el antiguo Foro de la ciudad.
Interior del pequeño museo, muy didáctico, de un centro de interpretación al que no le falta su sala de proyecciones(en la que se proyecta periódicamente un vídeo de unos 10 minutos realmente muy interesante). Permiten la toma de fotografías siempre y cuando sean sin flash. La muestra, sin embargo, no obedece a la riqueza de los hallazgos por breve. Más de 2.000 objetos diferntes encontrados en Segóbriga descansan en los almacenes de este parque arqueológico, además de otros tantos repartidos por diferentes instituciones museísticas nacionales.
Mosaicos aparecidos en la que fue residencia de Caius Iulius Silvanus, uno de los jerifaltes de las explotaciones mineras cercanas de lapis specularis, mineral muy valorado en la antigua Roma: el yeso traslúcido era empleado como cristal. Fueron sacados de su ubicación original para ser restaurados, consolidados y expuestos en el museo.
Capitel corintio prototípico sacado a la luz en una de las excavaciones realizadas en los yacimientos de Segóbriga. Éste, concretamente, fue encontrado en una de las estancias de la vivienda del anteriormente mecionado Caius Iulius Silvanus.
Inscripciones en latín en una especie de hito en las que se intuye cierto carácter propagandístico por mentar al César. También aparece mencionado un escriba de Caesar Augusta, la actual Zaragoza.
Una de las piezas más interesantes del centro de interpretación es esta reproducción (recalcamos esto, ya que el original está en plena naturaleza) de un altar en honor a Diana. Por este motivo se la conoce como el Templo de Diana. En realidad más que templo es un sacellum, un santuario labrado en la roca al más puro estilo prerromano.
Otra de las piezas más interesantes del museo. Restos de una escultura de lo que parece, por el atuendo y por el esmero de los pliegues del telaje, un político o un hombre ilustre (ambas circunstancias solían darse la mano con frecuencia).
Caminando hacia el cerro Cabeza del Griego. Con la creación del parque arqueológico toda esta zona se ha convertido en una especie de paseo ajardinado. No será raro ver a lo largo del recorrido los restos de las tumbas de una necrópolis, una basílica visigoda y hasta una canalización romana que satisfacía las necesidades de agua. Este camino, además, avanza por encima de donde en otro tiempo se encontró un circo del que apenas quedan esbozos.
El mencionado "acueducto". Uno oye esta palabra y, contagiado el imaginario colectivo por su belleza, inmediatamente piensa en el de Segovia. Pero no todas las canalizaciones romanas tienen la esbeltez que alcanza el Puente del Diablo en la plaza del Azoguejo, no. También había estructuras más modestas pero igual de necesarias. Éste era el caso. Una conducción con corazón de plomo que traía el agua desde unos kilómetros más atrás y la vertía en una gran fuente de recolección.
Restos de la antigua Basílica de Cabeza del Griego, en las cercanías de Segóbriga. Este templo visigótico centró la primera gran actuación de estudio de esta urbe allá durante el siglo XVIII (ya se sabe, esa revisión neoclásica que veía con tan buenos ojos todo lo acuñado o derivado de Roma). Muchos de sus elementos constructivos, por no hablar de una amplia mayoría, fueron reutilizados como material barato y accesible en construcciones de la nueva Saelices.
Un grupo de visitante oberva la zona en la que se extendía el antiguo circo. Una serie de prospecciones realizadas entre 2004 y 2008 confirmaron la existencia de esta infraestructura lúdica, que fue levantada en el siglo II en unos trabajos que no dudaron en acabar con una necrópolis previa que había en la zona. Hoy en día parte de su antigua ubicación es atravesada por una carretera comarcal.
Una de las tumbas de la antigua necrópolis ubicada al noreste de la ciudad.
Tumbas. El tamaño, resulta curioso, varía de una a otra.
Tumbas. La mayoría tienen orígenes romanos, aunque algunas de las sepulturas tienen su origen en un período comprendido entre el siglo IV y el siglo VII, todavía con cierta estabilidad poblacional en la vieja villa romana.
El camino, o paseo, que une el centro de interpretación con la urbe romana a través del antiguo museo de Segóbriga.
Restos de un muro romano, acaso de una construcción o de un viejo recinto defensivo.
En los alrededores del antiguo museo de Segóbriga, hoy nave para el almacenaje y el depósito de material, así como lugar para el estudio y almacenaje de los hallazgos,
El cerro Cabeza del Griego. Se intuye perfectamente la ciudad de Segóbriga a sus pies.
Una vista de la zona que en tiempos antiquísimos abrieron y moldearon las aguas en lo que hoy en día es el río Cigüela, una acción que conformó parcialmente una hoz a la que se le intuye una gran fertilidad y que está rodeada de pequeñas elevaciones, más abruptas en su vertiente hacia las aguas y apenas simples cerros en la opuesta. Como en este caso.
Campos de Castilla... La Mancha. En esa zona se ubicó el circo de una ciudad romana.
Alcanzando el núcleo principal de restos arqueológicos. El primero, referencial e icónico, el teatro. No excesivamente grande, cierto, pero igualmente sobrecogedor.
Junto al teatro, casi vecino, antiguamente escolta del acceso principal, se encuentra el anfiteatro. Durante nuestra última visita se encontraba en obras, cerrado al público y sometido a trabajos de recuperación y consolidación. Como obra pública no estaba nada mal e incluso creemos que debía tratarse de la mayor de toda Segóbriga, más incluso que el teatro.
Anfiteatro de Segóbriga. De forma elíptica, con 75 metros entre sus puntos más distantes, este recinto tenía capacidad para unos 6.000 espectadores. Nada menos.
Anfiteatro de Segóbriga. Los graderíos y la arena, además de diferentes materiales de construcción empleados en la restauración de la cavea, vistos con algo más de detalle. Todo él ocupa una superficie total de 3.836 m². ¡Interesante!
Dos visitantes descansan apoyadas sobre una piedra detrás de una de las inscripciones latinas que se encuentran junto al teatro de Segóbriga.
Teatro Romano de Segóbriga. Recoleto y sin embargo espectacular. Muchos estudiosos han destacado su gran valor. Otros no han dejado de mostrar cierta sorpresa por tener una infraestructura así con unas dimesiones como éstas. "Es uno de los teatros más pequeños de toda Hispania", dicen. Pero es lo que tienen las ciudades con dinero. Y Segóbriga, que tal vez fuera pequeña, tenía su importancia por las cercanas explotaciones mineras.
Teatro de Segóbriga. En otro tiempo el escenario contaba con una "protección ornamental" de gran altura decorara con columnas y esculturas. El paso del tiempo borró esa huella y hoy en día unas pocas columnas orientativas se mezclan con un paisaje campestre de gran belleza en época de lluvias.
Graderíos del teatro de Segóbriga. Fue inaugurado en torno al año 78 después de Cristo y su capacidad oscilaba las 2.000 personas, que efectivamente no son muchas. En el de Mérida (Badajoz), de hecho, podían entrar más de 6.000. Este teatro aprovecha perfectamente la ladera del cerro, relativizando la pendiente y aprovechándola en su propio beneficio acústico.
Inscripción latina en el entorno del teatro romano de Segóbriga.
Antiguo acceso al graderío desde la "calle", por así decir.
Restos arquitectónicos en el entorno del teatro.
Escultura romana (es una reproducción) en los alrededores del teatro.
Salimos del escenario del teatro (un guarda permanece vigilante para impedir que las visitas suban a las gradas, lo que está prohibido por motivos de seguridad) y vamos a rodearlo por el exterior para comprobar cómo aprovechaban los romanos el terreno.
El teatro, visto desde su parte superior.
Un vigilante del parque arqueológico permanece atento para que ningún visitante se suba a las gradas del teatro. Al fondo, un paisaje embellecidos por las últimas lluvias.
Caminando entre restos de construcciones romanas, nos encaminamos a las llamadas "termas del teatro".
Dentro de las ruinas de las antiguas termnas del teatro, que fueron levantadas en el siglo I a. C.
Un hermoso contraste. ¿o no? Seguimos por las instalaciones de las termas del teatro.
Las hierbas crecen en una vieja conducción para el agua dentro del recinto de las termas del teatro. Esta estancia, dicen, acogía unas letrinas.
Termas del teatro. Una de las salas más célebres y fotografiadas: el vestuario (apodyterium), inconfundible por sus taquillas (cubiculi). Llegados a este punto no podemos dejar de destacar un vídeo firmado por arkeografía en el que se reconstruyen todos estos restos mediante infografías.
Esta enorme roca parece esconder un detalle ornamental... o lo mismo es una veta rosácea casual.
El anfiteatro, espectacular construcción y única de sus características en el interior de España, visto desde las termas del museo.
Varios visitantes deambulan por las instalaciones de las viejas termas del teatro.
Una pequeña panorámica.
Ruinas romanas de Segóbriga.
Restos del criptopórtico (estructura subterránea con fines contenedores) del foro. Vamos, una especie de "sótano" bajo la plaza principal de usos múltiples.
Este cartel nos explica y contextualiza la ubicación del circo de Segóbriga. Debajo a la izquierda se intuye el anfiteatro.
Restos arqueológicos junto al foro de Segóbriga.
Restos arqueológicos junto al foro de Segóbriga.
Foro de Segóbriga. El centro de la vida social, económica y política de la vieja Segóbriga. Remonta sus orígenes al año 15 antes de Cristo. Su existencia denota, desde luego, que pese a ser una urbe pequeña sí tenía su importancia.
En el interior de las antiguas termas públicas.
Resto de la decoración de lo que podría ser una cornisa...
El entorno...
Alineación de pies de columnas desaparecidas que rodeaban la paletras de las termas públicas.
Caminando por los restos de las Termas Públicas o Monumentales. Al fondo quedaría el foro.
Ermita de la Virgen de los Remedios, también conocida como Ermita de San Bartolomé. En cualquier caso se ubica sobre una zona que formaba parte de las antiguas termas públicas de Segóbriga. ¿Acaso existió antes aquí otro templo?
Traseras de la ermita de la Virgen de los Remedios de Segóbriga.
Un mosaico (posiblemente una reproducción, ya que estos vestigios a la intemperie no suelen dejarse una vez que son encontrados y recuperados) en los solares de la Casa de Caius Iulius Silvanus.
Restos de una construcción romana medio camuflada entre la hierba. La vista, desde las traseras de la actual ermita de la Virgen de los Remedios, asentada sobre parte de las antiguas termas públicas de Segóbriga. Qué hermosura de campo.
Lápida con una inscripción en latín y restos de elementos constructivos (basamentos, columnas...) en el solar de la llamada Casa de Caius Iulius Silvanus, procurador minero de la explotación de lapis specularis.
Vistas sobre el entorno desde una ladera del cerro Cabeza del Griego tomada por el verde gracias a las últimas lluvias. Al fondo, la carretera CM-3009 que une Saelices con Almonacid del Marquesado.
Caminando por el cerro Cabeza del Griego... abriéndose un vallezuelo ante nuestros ojos, una hoya moldeada por el río Cigüela.
Cualquier vista atrás en nuestro camino hacia la cumbre del Cabeza del Griego nos regalará panorámicas como ésta.
Restos arqueológicos que coronan el cerro de Segóbriga. Lejos de su apariencia desmembrada, siguiendo la tónica de otras partes de la ciudad, estas piedras no obedecen a una construcción romana sino a una torre de vigilancia de época musulmana. Otra cuestión, bastante evidente, es que para la construcción de esa atalaya se emplease el abundante material de las edificaciones romanas casi circundantes.
Unos visitantes de Segóbriga disfrutan de un tentempié en lo alto del Cerro Cabeza del Griego, desde donde hay unas magníficas vistas sobre la amplia vega que forma el estrechito río Cigüela (también conocido como Gigüela).