Arévalo. Ubicación geográfica de esta población abulense ubicada en los campos donde cofluyen tierras de Segovia. Valladolid y Ávila. Territorio arevaco (los vacceos occidentales) en tiempos remotos, una herencia que se ha perpetuado hasta en el nombre de la plaza, la villa de Arévalo es un enclave relativamente cercano a Madrid ubicado junto a la ruta que asciende a Valladolid y Galicia en el que muchos comensales encuentran solución a sus ganas de lechazo o cordero asado. Es tierra ésta, Tierras de Arévalo o La Moraña, de buenos fogones. Y también de mucha historia. Con el reclamo de la serie Isabel, de hecho, esta población de poco más de 8.000 habitantes (que son bastante más por ser cabeza de comarca y reclamo turístico) y una próspera (y sorprendente) industria del mueble, Arévalo está viviendo una suerte de "regeneración turística". Y su lema, unas palabras isabelinas: "La mi villa de Arévalo". [Mapas Vía Michelin]
Arévalo, que es una ciudad en toda la extensión del término por la concesión real de tal consideración allá por 1894 (concesión de la regente María Cristina ante la minoría de edad de Alfonso XIII), presenta un peculiar y belicoso escudo donde resaltan las distinciones de Muy Noble, Muy Ilustre, Muy Leal y Muy Humanitaria. Las tres primeras son cosa, o consecuencia, de la aportación local en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). La última, más actual, se gestó tras un grave accidente ferroviario acaecido en 1944. A estas tempranas alturas ya nos parece muy relevante dar a conocer la existencia de una asociación, La llanura, que aborda la actualidad municipal a través de un medio digital.
Con las ciudades de denso poso histórico sucede que su aportación en prohombres en grande. Tal es el caso de este monumento dedicado a Fray Juan Gil, el religioso que encabezó la gestión para liberar a Miguel de Cervantes de su cautiverio. Curiosamente, aunque este fraile oriundo de la ciudad tiene su propia plaza allí donde confluyen las viejas rutas a Medina del Campo, Valladolid, Salamanca, Madrigal de las Altas Torres, Ávila, Madrid y Segovia, además de la que ingresa en el centro urbano, más allá de esa citada plaza, esta escultura está en la cercana plaza de San Francisco. Nos encontraremos con este espacio si seguimos las indicaciones "centro urbano".
Un arco de moderno cuño que sale a la calle Capitán Luis Vara nos introduciría en la plaza Ángel Muñoz a través de la calle Nuestra Señora de las Angustias (la patrona de Arévalo, por cierto). No vamos a atravesarlo, pero desde sus bajos sí vemos una interpretación actual de los usos castellanos... Y un Bar cuyo nombre nos motiva: Café Bar Nirvana.
Sede de Caja Duero en la calle Capitán Luis Vara. Hay que señalar que esta calle es parte del área de influencia de la plaza de El Salvador, por lo que es factible que encuentren información sobre los edificios más destacados con referencia a una globalidad. Tal es el caso del antiguo Convento de las Montalvas, también conocido como Convento de Isabel de Hungría. Un convento del siglo XVIII que hoy en día es... una sucursal bancaria. Del poder espiritual al económico.
Iglesia de San Salvador, que preside la plaza del mismo nombre y a la que se llega por la calle Capitán Luis Vara por la que vamos caminando. Una iglesia cuya ubicación original extramuros pasa hoy en día completamente desapercibida, aunque habría que tenerla en cuenta para realzar sus dimensiones y su belleza. Caminamos por donde en otro tiempo se extendió la judería de Arévalo.
Viejo palacete "actualizado" a los nuevos tiempos, y con usos oficinistas, en la plaza de San Salvador de Arévalo. El detalle heráldico no es ninguna impostura. Palacio de Cárdenas (o de los Cárdenas), del siglo XVI y rehabilitado en el siglo XX (aquí una historia de los trabajos)
Las particularidades de la plaza de El Salvador y de la iglesia conforman una callejuela que no es tal en términos de callejero, sino que sigue siendo conocida como plaza de El Salvador.
Contrafuertes de la iglesia de El Salvador.
La iglesia de El Salvador de Arévalo, un templo sobre el que circulan numerosas creencias populares que pasan desde un supuesto origen romano a otro puramente musulmán, bien como mezquita, bien como lugar de culto para los mozárabes. Lo cierto es que tiene referencias documentales en 1230. Y no menos cierto que, dada su ubicación bastante extramuros en el medievo, era el templo donde acudían a los oficios las clases más bajas de la ciudad.
El Salvador. Formas.
Verraco, un homenaje a lo vetón, en la plaza de El Salvador de Arévalo, justo ante la sede de Asaja. Se trata de la conocida como Marrana Cardena.
La Marrana Cardena, reproducción de una original datada entre los siglos III y II antes de Cristo que se encuentra en el interior de la Familia del Río.
Iglesia de Santo Domingo de Silos, inconfundible por el remate escultórico de su campanario. Caminamos, por cierto, por la calle Caldereros.
Calle Zapateros. Viviendas de tres alturas al uso castellano del siglo XIX.
Soportales en la plaza del Arrabal de Arévalo. Llegamos a un punto neurálgico de la villa, en otro tiempo extramuros y hoy motor absoluto (con permiso de la larga, poblada y equipada avenida Emilio Romero, la travesía de la antigua ruta a Madrid) de la actividad diaria en la población.
Plaza del Arrabal. Entre los edificios, de frente, la calle Zapateros. A la derecha, levemente visible, queda la calle Eulogio Florentino Sanz.
Iglesia de Santo Domingo de Silos. Ubicada en uno de los extremos de la plaza del Arrabal, su origen mudéjar mantiene presencia en diferentes elementos constructivos... y en su cabecera. Pero la torre, como salta a la vista, tiene poco que ver con esos siglos XII y XIII en los que la obra creció y cambió. Tiempos en los que la ciudad contaba con hasta once templos, nada menos. Aunque para cambios, los del siglo XVI, cuando pasó de una única nave a las tres actuales con el apoyo financiero de un general de los Reyes Católicos: Lope de Río. La torre es del siglo XVIII y el resultado final es un mix de estilos, algo muy común por otra parte.
Iglesia de Santo Domingo de Silos. La torre, del siglo XVIII, coronada por una imagen... ¿del santo en cuestión? No. Del Sagrado Corazón de Jesús. Por lo visto la ubicación geógrafica de la iglesia y de la torre, y la esbeltez de esta segunda especialmente, engañan: no es la torre más alta de todas las existentes en Arévalo. En el interior descansan los restos de San Vitorino Mártir, nombrado patrón de la ciudad con posterioridad e inicialmente ubicados en el Colegio de la Compañía de Jesús en Arévalo.
Plaza del Arrabal de Arévalo. Un espacio muy frecuentado por los locales donde se reúnen y conviven multitud de comercios de índole divesa, servicios varios y negocios de restauración. La del Arrabal fue la primera gran plaza extramuros de Arévalo y su esplendor como enclave urbano de referencia comenzó a gestarse con las repoblaciones del Medievo, rellenados poblacionales que se consolidaron con la toma de Toledo a los musulmanes. Y en sus cercanías, morería y judería de primer nivel.
Plaza del Arrabal de Arévalo. Casas de no más de tres alturas de bellos balcones, curiosos remates ornamentales y alguna que otra buena labor de forja. Y eso sí, siempre con soportales en todo el perímetro de este irregular y aformo espacio urbano. Si empleamos las etiquetas "irregular" y "aformo" no es por otro motivo que porque no sigue los cánones más "tradicionales" de plaza.
Soportales con columnas y capiteles de piedra en la plaza del Arrabal.
Trabajo y remate de forja en el balcón de una fachada estigrafiada en la plaza del Arrabal de Arévalo. Por cierto, acoge una peluquería.
Plaza del Arrabal. En esta instantánea se muestra perfectamente las hechuras de la plaza y la ubicación de Santo Domingo... Una planificación inexistente que ha moldeado, entre respetos e iniciativas, este espacio urbano...
Asadores en la calle Figones. Concretamente caminamos junto al Restaurante Asador La Pinilla, casa fundada en 1878 por la familia Criado y con una delegación en Madrid capital. Gracias a Internet o el teléfono, y con un margen de cuatro días, se venden y envían cochinillos asados a cualquier punto de la geografía española.
Variedad de capiteles en los soportales de la Plaza del Arrabal. Soportales.
Capiteles de piedra, y arreglos de fontanería, de dos columnas en el ala oeste de la plaza del Arrabal.
Caminando bajo soportales...
Arco del Alcocer, viejo acceso a la ciudad intramuros y única puerta superviviente (de las tres que comenzaron el siglo XX, aunque las de San Juan o del Sol y la de San Martín fueron derribadas) de su muralla. Este arco, en otro tiempo cárcel del concejo, acoge hoy la oficina de turismo y un par de museos (del cereal y del medio ambiente, además de diferentes objetos del municipio). Por eso también le decían Arco de la Cárcel. La vista, desde la plaza del Arrabal.
Abanderado, que cubre accidentalmente a los jinetes de unos caballos, en una recreación histórica alusiva a Isabel la Católica en el marco de las jornadas medievales de Arévalo, que suelen tener lugar en julio y que tienen en la plaza de la Villa su "capital". Por cierto, organizadas por una asociación cultural. Chapeau.
Ornamento escultórico de naturaleza e inspiración agrícola en la calle San Juan, prolongación de la plaza del Arrabal por su lado oeste y, de alguna forma, traslación a nuestros días del trazado de la vieja muralla medieval de Arévalo.
Arevalo. Monumento al cochinillo, de Carmelo Sansegundo. Célebres fogones por estos pagos que desde 2001 se homenajean así...
Pilón de agua junto al Arco de Alcocer.
Arco del Alcocer. Y en primer plano, escultura de Isabel la Católica. Una escultura muy fotografiada por los turistas. Este bronce es relativamente reciente, pues fue colocado aquí en 2004 en conmemoración del quinto aniversario del fallecimiento de la monarca castellana. El vínculo de Isabel con la ciudad es fuerte y, en el marco de la mediática serie televisiva, ha supuesto un asidero importante para la potenciación turística. "La Mi villa de Arévalo", decía una Isabel que llegó a rubricar el llamado Tratado de Tordesillas, qué cosas, aquí, en Arévalo. La fémina de la Casa Trastámara nació en Madrigal de las Altas Torres, no muy lejos, pero fue en Arévalo, concretamente en un palacio que existía en la Plaza del Real y que desapareció, donde creció y fue inicialmente criada. E incluso donde fue proclamada reina en 1474. Curiosamente Arévalo, al menos su ducado y muchos de sus ilustres, apoyaron inicialmente la causa de Juana la Beltraneja durante la Guerra de Sucesión Castellana y, es más, se convirtió durante un tiempo, junto a Plasencia, en la principal base del ejército portugués que apoyaba a Juana. No eligió bien Álvaro de Zúñiga, no, aunque tenía que estar agradecido con aquellos que apoyaron y no torpedearon su nombramiento ducal...
Isabel.
Calle Casablanca, realmente un callejón que transcurre a los pies del desaparecido (de facto en su mayoría, con permiso de algún pequeño tramo, pero no de inspiración) recinto amurallado de Arévalo. Al fondo apreciamos la torre de la iglesia de San Juan Bautista. Ya adelantamos que volveremos a pasar por aquí para cerrar nuestro peculiar bucle turístico por la "La mi villa de Arévalo".
Caminantes que acaban de atravesar el Arco del Alcocer o de la Cárcel.
Arco de Alcocer. Vista interior "entrearcos". Cien por cien estilo castellano.
Arco de Alcocer. Lado norte o intramuros. Una vez atravesada esta puerta, ingresamos en la céntrica plaza del Real. Un espacio urbano bastante remozado donde se encuentra el ayuntamiento de Arévalo y que, pese a su estética engañosa, es una de las plazas más antiguas de Arévalo. De hecho es una de las tres "top", por destacarla de algún modo. En la plaza del Real se han celebrado espectáculos taurinos, ajusticiamientos públicos y otras muchas manifestaciones festivas... Aquí, además, se encontraban las Casas Reales que acogieron a tantos célebres, empezando por Isabel la Católica, y que fueron derribadas en los años 70 del siglo XX porque, primero, estaban en bastante mal estado y, segundo, nadie fue capaz de comprender entonces ese gran valor histórico que hubiera merecido una rehabilitación.
Plaza del Real. Kiosco musical y escultura que nos recuerda al literato Eulogio Florentino Sanz. Al fondo, iglesia de San Juan Bautista.
Plaza del Real. Ayuntamiento de Arévalo, ubicado en un antiguo palacio (el de Río Ungría) de mediados del siglo XVI. Prototípico del estilo renacentista aplicado a la construcción civil. En primer plano, escultura urbana dedicada a Emilio Romero Gómez, célebre periodista español de forja franquista que nació en esta villa y que dirigió el rotativo Pueblo.
Calle Santa María. El antiguo eje principal intramuros norte-sur acogió en sus margenes muchos y buenos edificios. En esta calle se concentraba el poder municipal en el sentido de que las principales casas de Arévalo residían o tenían presencia aquí. En Arévalo existían hasta cinco familias de gran poder y capacidad de influencia, cinco casas que controlaban todo lo que pasaba en la ciudad, en su alfoz y en su área de influencia. Era, salvando la distancias, una oligarquía. Las familias Briceño, Sedeño, Verdugo, Montalvo y Tapia eran, por simplicar, las más ilustres de Arévalo.
Palacio de Ronquillo. La casa que se levantó en la calle Santa María Ballesteros Ronquillo no está en el mejor de los estados, pero su portada nos hace un buen resumen de lo que debió ser y suponer.
Palacio de los Sedeño. La torre, restaurada pero siempre maciza, forma parte de una primera época constructiva que se remonta a los albores del siglo XV. Esta residencia también es conocida como Palacio del Marqués de los Altares porque él fue uno de sus últimos propietarios.
Palacio de los Sedeño, calle Santa María y, al fondo, la torre de la iglesia de Santa María la Mayor.
La calle Santa María nos deja bajo la torre de Santa María la Mayor, acaso la principal de Arévalo y que presenta la curiosidad de que es salvada por un arco. Antes de cruzarlo, a mano derecha, se extenderá ante nosotros la impactante plaza de la Villa.
Recreación histórica en las jornadas medievales de Arévalo. Calle Santa María.
Recreación histórica en las jornadas medievales de Arévalo. Calle Santa María.
Plaza de la Villa. Detalle no falto de belleza, pero también de "originalidad". Y el motivo no es otro que este espacio urbano fue esmeradamente restaurado, como otros puntos de la localidad, en el período comprendido entre 2004 y 2012. No le vino mal el lavado de cara, todo sea dicho, porque la plaza brilla y luce. Es un lugar magnífico para el paseo e indispensable de visitar si estamos por estos pagos.
Plaza de la Villa. Al fondo, las dos torres de la musealizada iglesia de San Martín, una iglesia que tuvo que tener sus galones en otro tiempo por eso de disponer de un acceso doble y de las citadas dos torres, que tienen hasta su nombre propio: Torre Nueva (derecha) y Torre de Ajedreces. Su ubicación, allí donde en otro tiempo se extendió la muralla y en las cercanías del río Adaja, nos refuerza esa impresión. Sin actividad religiosa desde 1911, su transformación en museo hacia 2005 evitó su ruina. Lo cierto es que originalmente la de San Martín fue una iglesia en la que la influyente familia Tapia encontró el lugar para el descanso eterno de sus inquilinos.
Una toma del ábside mudéjar de Santa María la Mayor con sus tres alturas de arqueráis ciegas. La plaza de la Villa nacería y se extendería a partir de este templo que, todo sea dicho, nos parece de una enorme belleza. Un apunte que hay que hacer: cobran entrada por entrar y existe una tarifa plana para entrar en todas las iglesias (aunque podemos prometer que en la oficina de turismo local nos informaron justamente de lo contrario, que la entrada era libre y gratuita, y no entendimos mal porque fuimos varios los que escuchamos lo mismo).
Santa María la Mayor.
Plaza de la Villa. Jornadas medievales. Puestos y adornos.
Plaza de la Villa. Público en las jornadas medievales de Arévalo.
Representación teatral en la plaza de la Villa de Arévalo en el marco de sus jornadas medievales: "Los momos de Ysabel". El hermano de ésta, el infante Alfonso, celebró su decimocuarto cumpleaños en el desaparecido palacio real de esta población allá por 1467.
Vivienda tradicional en la plaza de la Villa: la Casa de Hernández Luquero. Esta edificación fue restaurada en su momento, en el marco de los trabajos de rehabilitación de todo este espacio urbano.
Plaza de la Villa. Construcciones típicas (y recuperadas). Como no nos podemos cansar de señalar, junto a las del Arrabal y del Real ésta de la Villa era una de las tres plazas más importantes de Arévalo en centurias pasadas. Un espacio peculiar de gran personalidad.
Efecto ojo de pez sobre la plaza de la Villa. Junto a Santa María la Mayor, a su derecha, la célebre Casa de los Sexmos, sede durante el medievo de esta organización comarcal que reunía a más de cien poblaciones.
Arquitectura popular.
Las dos torres.... de un mismo templo. San Martín, en la plaza de la Villa de Arévalo. Ajedreces y Nueva, las dos torres.
Plaza de la Villa. Arquitectura popular más o menos recuperada.
Fuente de los Cuatro Caños en la plaza de la Villa de Arévalo. La cantidad de seres humanos y animales que han tenido que calmar su sed con este surtidor tiene que ser la leche... Desde esta zona, levemente en descenso hacia el río Adaja y suponemos que junto a alguna vieja puerta de acceso en la muralla, tenemos las mejores vistas de la plaza de la Villa según nuestro modesto parecer. La muestra, la imagen que abre esta entrada.
Fuente de los Cuatro Caños.
Plaza de la Villa.
Plaza de la Villa. La espadaña de Santa María la Mayor emerge sobre el tejado de la antigua Casa de los Sexmos, en cuya parte superior de fachada apreciamos un escudo municipal labrado en piedra.
La iglesia de San Martín, desde los soportales del noroeste de la plaza de la Villa.
La calle Santa María se transforma en Santa María al Picote. La casa de la izquierda, que es del siglo XVI, es el palacio del General Río, antiguo Palacio del Rio Careaga. Don Vicente de Río, militar que adquirió esta propiedad después de que fuera destruída durante la invasión napoleónica ("la francesada"), llegó a ser jefe del gabinete militar de Alfonso XIII.
Acceso al palacio del General Río, hoy en día un vivienda particular.
Confluencias entre las calles Santa María al Picote y del Cárcabo.
Fuente de piedra en la plaza de San Pedro.
Plaza de San Pedro de Arévalo. Contrastes.
Plaza de San Pedro. Peñas festivas de nombres post-etílicos.
Remontando cualquiera de las calles que parten, en dirección norte, desde la plaza de San Pedro llegaremos al entorno del castillo de Arévalo. Nosotros caminamos por la calle Bajada del Castillo y llegamos a esta panorámica. Castillo de Arévalo, fortaleza del siglo XV que nos ha llegado con una estética que no se corresponde con el castillo original que el duque de Arévalo desde 1469, Álvaro de Zúñiga y Guzmán, tuvo para sí.
Castillo de Arévalo o Castillo de los Zúñiga de Arévalo. O lo que queda de él. En otro tiempo, acaso más isabelino, el recinto concebido en el siglo XV era mucho mayor. Y si nos ha llegado esta buena porción, quizá en parte sea gracias a su función como silo de cereal durante mucho tiempo tras haber sido cementerio durante otro buen pellizco temporal. Y es que fue una instalación que dependió, y depende (pero ya menos dados sus fines patrimoniales y turísticos) del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino. Su salvador.
Castillo de Arévalo. Dicen que la fortaleza, en sus orígenes, tiene raíces cartaginesas nada menos y que sirvió de parapeto protector para unos cristianos desesperados ante la hecatombe cuando los musulmanes invadieron la Península Ibérica. Álvaro de Zúñiga y Guzmán, conde de Plasencia y duque de Arévalo, se hizo fuerte en él (en un sentido de pasión por la propiedad) y lo perdió durante la pugna de poder castellana que encumbró a Isabel frente a Juana. Hay que señalar que el Ducado de Arévalo, eliminado después por los Reyes Católicos, le llegó al ínclito Zúñiga como compensación real por no haber recibido la villa extremeña de Trujillo. Las cosas de Enrique IV.
Castillo de Arévalo. Muy restaurado, pese a no conservarse todo el perímetro levantado originalmente, muchas de sus piedras derrumbadas alimentaron otros edificios de la localidad de Arévalo.
Concentración boscosa en la unión de los ríos Arevalillo y Adaja. Paisaje típico de ribera castellana. Un accidente geográfico que permitía una fácil defensa del castillo desde este lado norte y que, en términos poblacionales, ofrecía muchas posibilidades para los primitivos vacceos que se asentaron aquí.
Caminando hacia los ríos Arevalillo y Adaja por un descendente sendero que parte desde las cercanías del castillo.
Punto de encuentro entre los ríos Arevalillo (en primer término) y Adaja. Está claro que no se trata del Amazonas. Y que en otras latitudes se pensarían la consideración fluvial para estos cauces.
Castillo de Arévalo, contemplado desde la unión de los ríos Adaja y Arevalillo. El castillo era la llave de la muralla, porque se aprovechaba del recinto para su crecimiento y defensa... como pasa por ejemplo con el segoviano castillo de Coca.
Castillo de Arévalo. Flanco oeste. Lo que es y lo que pudo ser.
Castillo de Arévalo. Vamos caminando por la avenida del Castillo, con un punto de abismo sobre el río Arevalillo, y esto vemos al mirar atrás. En esta zona, por cierto, se asientan varias bodegas de estas típicas enterradas...
Empedrado castellano, bastante lejos del concepto París-Roubaix.
Arco de Medina, del siglo XVIII. También conocido como Puerta de Medina. Acceso principal a Arévalo por su flanco occidental.
Arco de Medina e iglesia de San Miguel Arcángel. Entremedias, en otro tipo, nos hubieramos topado con una muralla de la que se han intentado recuperar algunos lienzos últimamente.
Puente de Medina, o de la Llana, del siglo XIV, y restos de la muralla que protegían el oeste de la ciudad, asomado al río Arevalillo.
Santa María la Mayor, contemplada desde la calle (sic) de Santa María a San Miguel.
Calle de la Garbanza. Distribucción urbana y tipología constructiva en una rúa de nombre curioso y llamativo.
San Miguel Arcángel. Sobria y sin embargo bella iglesia de mimbres mudéjares que hoy en día cumple fines museísticos. Como San Martín, se quedó sin culto en 1911.
San Miguel Arcángel. Fachada occidental, normalmente cerrada. Si la de San Martín es la iglesia de los Tapia, la de San Miguel fue la iglesia de los Montalvo.
San Miguel Arcángel, junto a la calle San Miguel.
San Miguel Arcángel. Pequeña espadaña en el acceso este, el principal (en el sentido de "el usado").
San Miguel Arcángel.
Esta moderna vivienda quiere, a su manera, inspirarse en los modos de las antiguas casas palaciegas. Nuevos materiales, nuevas necesidades; pero viejos gustos. Nos parece muy bien. Calle San Miguel.
Vino fino de Castilla elaborado por Eleuterio Hurtado García. Un cartel publicitario en la calle Ramón y Cajal de Arévalo.
Detalle ornamental en fachada allí donde la calle Ramón y Cajal alimenta la plaza Isabel la Católica.
Plaza del Císter. Espacio urbano que, parcialmente, se asienta sobre los terrenos que entre 1369 y los años 70 del siglo XX ocuparon las Casas Reales.
Plaza de Isabel la Católica. Una plaza vecina de la iglesia de San Juan Bautista.
Redes sociales... pero de las antiguas. Arévalo nos ofrece esta maravillosa reflexión callejera.
Calle San Juan. Sus primeros metros tras la plaza de Isabel la Católica son anchos y en curva. Y la vista la seduce la torre del Palacio del Conde Valdeláguila, una señora casa del siglo XVI.
Contrastes en la calle San Juan.
Calle Pricipal de la Morería. Arévalo.
Callejón del Diablo (o Rincón del Diablo). Una ruta rápida (hoy no tanto ni tan cómoda ni tan siquiera tan adecentada) para unir la plaza del Arrabal con otro de los pasos sobre el río Arevalillo: el Puente de los Barros.
El citado Puente de los Barros. Del siglo XIII.
La torre de San Juan Bautista (iglesia conocida también como San Juan de los Reyes), contemplada desde la esquina de la calle Rincón del Diablo.
Iglesia de San Juan Bautista. Por esta zona la muralla tuvo que contar con una puerta, llamada de San Juan, que se levantó junto a un templo que existía mucho antes que el recinto por lo visto. La iglesia en sí, tutelada y mantenida por la familia Sedeño, es otro ejemplo municipal de templo de origen románico y evolución renacentista y barroca.
Calle Casablanca. Espíritu de callejón extramuros. Lo cierto es que diversos estudios nos recuedan que la vieja muralla contaba con una barbacana adicional en esta zona, lo que relativizaría ese espíritu...
Calle Casablanca.
Calle Entrecastillos. Los restos de la muralla medieval se observan entre los de esta edificación en ruinas.
Calle Entrecastillos. Actuación urbana para recuperar una vieja puerta, y parte del lienzo de la muralla, en Arévalo. ¿Acertado? ¿Demasiado actual?
A medida que nos acercamos al número 21 de la calle Entrecastillos, nos toparemos con una serie de edificaciones muy sugerentes visualmente. Arquitectura popular con mejor o peor estado de conservación.
Fachadas en la calle Entrecastillos. Arquitectura popular.
Santo Domingo de Silos y una fábrica de hielo, contemplados desde la calle Entrecastillos.
Peculiar edificio que ocupa el número 21 de la calle Entrecastillos, esquina con San Ignacio de Loyola. Allí donde se encuentra el llamado "mirador", una zona aterrazada que ofrece buenas vistas del cauce del Adaja y los campos de Castilla.
Detalle de cómo se construye una cubierta y cómo se despliegan las vigas de madera en el techado de esta casa.
Calle San Ignacio de Loyola, o cómo el callejero nos recuerda que el religioso llegó a vivir en Arévalo durante una década de su vida.
Fachada en mal estado en la calle San Ignacio de Loyola.
Iglesias de San Martín (izquierda) y San Nicolás (derecha), ésta última disimulada por las instalaciones del (antiguo) Colegio de la Compañía de Jesús. Por aquí
instalaciones del (antiguo) Colegio de la Compañía de Jesús. Desde luego, no en el mejor de los estados de conservación. E incluso con zonas que amenazan ruina.
La Alhóndiga municipal, del siglo XVI, hoy en día acoge la biblioteca municipal. Antes, típico de su rol, era el lugar municipal de almacenaje y distribución del cereal tan presente en los cultivos de estos campos circundantes.
Iglesia de San Martín. La de las dos Torres, contemplada desde su acceso este, acaso más hermoso que el opuesto por capitelería, más románica en esencia que otra cosa. En la parte superior, las torres que confieren a este templo una personalidad propia. La de la izquierda es la Torre Nueva, la que alberga el campanario. Y la de la derecha, la de Ajedreces, que recibe su nombre de una curiosa decoración con forma de tablero de ajedrez que se repite varias veces y que se explica muy bien en el genial blog Arevaceos de Luis J. Martín.
Iglesia de San Martín. Una vista desde el acceso a La Alhóndiga.
Iglesia de San Martín. Arquería del atrio de origen románico, muy recuperado. Casi un punto final para esta aventura por las calles de Arévalo.
Abandonamos la parte más "histórica" y turística para recalar en la zona nueva. En la calle San Antón con Barrionuevo (o viceversa), donde antes estaba la Cafetería El Paraíso, un bar de tapas que nos gustó mucho: Vinilandia. Aquí, por cierto, las tapas (capaces de ganar premios) se abonan. Pero son comedidas de precio y merecen la pena. Es un lugar bastante de moda donde incluso la gente no tiene problemas para esperar, porque tiene una oferta de hamburguesas y platos del estilo realmente espectacular.
[septiembre de 2014]
[julio de 2015]